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El Movimiento Ciudadano
global, en plena protesta, forja y construye un Programa de cambio
y transformación revolucionaria. Paralelamente están realizando un trabajo
heroico. Limpiar la basura y el estiércol que por más de dos décadas sembró la
codicia neoliberal. Piensen en el odio y rechazo que existe en la juventud hacia la política, los políticos y
sus partidos. Deben superar el inmenso daño que sigue causando la
Poli-crisis mundial estructural – el sistema se hunde y se destroza en pedazos
por la codicia de banqueros y políticos mentirosos y corruptos -. Hay que
superar la terrible descomposición moral que origina la crisis política, la corrupción de la "clase
política". Trabajar social y políticamente con el objetivo estratégico de
recuperar la confianza, la credibilidad
y legitimidad en las Instituciones, que hoy “está hecho pedazos”, como
consecuencia de la crisis económico-financiera y la terribles e inhumanas
consecuencias que origina en la Ciudadanía, la corrupción institucionalizada, la crisis y desconfianza que
origina la mentira política transformada en Política de Estado de la mayoría de
políticos y gobernantes latinoamericanos, la crisis de la política.los partidos
y los propios políticos, y sumado a ello la crisis de la inseguridad ciudadana
y la economía criminal..
Por el carácter de la lucha, la Mundialización de la Indignación, la insatisfacción, la indiferencia,
(in)surge la globalización del descontento frente a la indiferencia sistémica, la
insatisfacción postergada o “escondida”
con la mentira y la farsa política (la mundialización de la desigualdad
económico social, (increíble) recién comienza
a aparecer en la Plataforma de Lucha –
la pobreza, el desempleo, sub-empleo, salarios subterráneos – o nuevos
esclavos asalariados – empleos precarios, eliminación de derechos laborales,
etc.), la lucha frontal contra la
corrupción, la inseguridad ciudadana, la pérdida de Confianza ( el mal social y
político del siglo XXI), continúan destrozando Instituciones, Políticas, Ideologías, Programas, Alternativas, etc,. (In)surgen Nuevos Actores Sociales: la Juventud, Ciudadanos, Poblaciones de la Comunidades
Históricas, pueblos originarios, Nuevos Líderes,
Nueva Ciudadanía Intercultural, Cívica, Moderna, Informada. Republicana.
Pueblos y Nacionalidades Indígenas, presentes en la Cumbre de Cochabamba. Agosto del 2013.
***
La Poli-crisis global
– económico-financiera, cambio climático global – agua, biodiversidad, tierras
de cultivo, crisis política e
Institucional, mundialización del desempleo y de la desigualdad económico
social, crisis del envejecimiento de la
población, crisis en las mega
ciudades y los nuevos “polos” de extrema pobreza, crisis que origina la economía de la guerra y la economía criminal, todo ello ha
generado una crisis estructural en el sistema Democrático y en la Gobernabilidad, protesta que hoy está presente
en las calles y plazas de todos los
continentes. Regresa
la calle y la plaza pública, (
El Ágora griega, como hace 25 siglos regresa entre nosotros) producto del
progresivo y combativo enfrentamiento diario – escenario de las clases y la lucha de clases - por recuperar el espacio público, que nos fue arrebatado
en la década del 90’ por las
políticas violentas, salvajes e inhumanas del neoliberalismo --. Un nuevo poder
local, está hoy presente en la Nueva Sociedad Civil. Luchamos conjuntamente –
aunque hoy aún separados, fragmentados, pero el objetivo estratégico es el
mismo - por una nueva Democracia
Directa, Participativa, Ciudadana, Intercultural de pleno respeto a nuestra
Madre Naturaleza, todo producto para nosotros del “Cambio de Época, Histórica” y el
nuevo proceso de acumulación mundial del capitalismo – el capitalismo del
despojo, de la desposesión, el pillaje de los recursos
naturales -.
Etapa y coyuntura política de
importancia histórica, puesto que debe marcar un nuevo proceso de inflexión política, el
de forjar y construir la UNIDAD SOCIAL Y
POLÍTICA en nuestro Continente. Esta es la gran tarea y responsabilidad
política, cómo trabajamos hoy, cómo debemos iniciar el gran compromiso y responsabilidad de unificar lo Social y lo Político.
Lo político está
comprometido en el proceso de integración continental y conducción del nuevo proceso
político latinoamericano, pero lo social aún se encuentra como fortaleza, fuerza
de lucha y mecanismo de unidad y sostenimiento
de los procesos políticos. Falta y hay ausencia de la Unidad Político social con la finalidad principal de forjar y construir, en el "Cambio de Época, Histórica" la Nueva Democracia Participativa y una Nueva Gobernabilidad Democrática. Precisamente, como uno de los objetivos centrales, para
defender nuestros recursos naturales, la biodiversidad, los conocimientos
ancestrales, ubicados en los territorios
de nuestra América, donde los pueblos originarios y las comunidades
históricas – campesinos, agricultores, ganaderos, artesanos, pastores - desarrollan e implementan diariamente en sus comunidades diversas formas de resistencia, de movilización, representación, al verse acosadas
por la codicia neoliberal de las corporaciones transnacionales; forjan nuevas
formas de hacer política, surgen nuevos
Líderes y nuevas Plataformas de
Lucha que expresan directamente el quehacer cotidiano de su población, la
complejidad social y polarización – económica, cultural, ambiental, social y
política – así, como el de los pueblos originarios,
hoy todos comprometidos en proceso de lucha, organización y movilización, por la forja y construcción de una América
Nueva en un Mundo Nuevo. Pablo Raúl.
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Presidente Evo, (cierra con un ) Mitin Popular, la clausura de la Cumbre de Cochabamba, que concentró cerca de un millón de ciudadanos. Cumbre anti-imperialista, anticolonialista. Celebrada en agosto del presente año.
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ISABEL RAUBER:
UNIRNOS O HUNDIRNOS.
Tal es la
disyuntiva que apremia articular una conducción político-social continental:
Soporte para una integración latinoamericana anclada en procesos populares de
participación.
*****
Isabel Rauber.
Rebelión domingo 18 de
agosto del 2013.
“Unirnos o Hundirnos”, tal la nítida y contundente
sentencia y convocatoria expuesta por el presidente Evo Morales Ayma al clausurar la Cumbre Internacional por la
Defensa de los Derechos Humanos y la Soberanía de Nuestros Pueblos, el día 3 de
agosto de 2013, en Cochabamba.
Esta sentencia pone al
descubierto un vacío político, patentizado en la ausencia de convergencia
político-programática de movimientos y partidos, vacío que cada vez se hace más
imperioso superar en los ámbitos locales y regionales y continental a partir de
la articulación de movimientos sociales y partidos políticos de izquierda y
progresistas, en aras de construir una conducción político-social colectiva
(unificada y plural) en el continente. Esto supone la puesta en común –al menos‑
de lo que se entiende por: sujetos, conducción, articulación, horizontalidad,
interculturalidad y descolonización. (1).
La cuestión clave está en
identificar y converger colectivamente en dónde está el ancla de la política:
si en el pueblo organizado participando con autonomía, o en acuerdos de cúpulas
entre minorías. Estas últimas no pocas veces propensas a la mediación para la
extorsión y el negocieo, presionando ‑con acuerdos por arriba‑, para conseguir
beneficios a cambio de brindar apoyos coyunturales a la fuerza política
gobernante. Contrariamente a tales prácticas, si una fuerza política gobernante está abocada a promover y respaldar el
cambio social, entre sus tareas centrales debe estar también la construcción
(política, cultural, organizacional) del sujeto político, conducción
sociopolítica colectiva del proceso de cambio, en su país y en el continente.
Esto es: aglutinar fuerza política parlamentaria con fuerza social
extraparlamentaria, pero sin pretender subordinar ésta a la parlamentaria, sino
conjugando ambas, en articulación horizontal, para constituir (se) el sujeto
político colectivo, conducción político-social del proceso. Y esta labor no
cesa, es una tarea política permanente.
En el caso del PT de Brasil, por ejemplo, con los
acuerdos de cúpulas el gobierno petista mantuvo la “gobernabilidad” y también impulsó y obtuvo logros significativos
en lo social, sobre todo en sus primeros años de gobierno. Pero si esto se toma
como horizonte político y social de la gestión, queda –como quedó‑ subsumido
por el sistema en el corto plazo. La pulseada con el poder es de largo aliento
y no puede quedarse entrampada en las apetencias partidarias-sectoriales
propias de una coyuntura. Allí no se abrieron las puertas a la participación
popular como motor de los cambios, no se
dieron pasos concretos para transformar de raíz las instituciones estatales
y su funcionamiento, abriéndolas a la participación
ciudadana, no se hizo del gobierno una herramienta política para apuntalar
y fortalecer la construcción de un sujeto socio-político colectivo. Por el
contrario, se mantuvo el viejo esquema piramidal, jerárquico subordinante entre
el partido y los movimientos sociales, ampliando brechas en vez de acortarlas.
Ello es parte de las razones del estallido reciente de movilizaciones
multitudinarias en las grandes ciudades brasileras.
Allí ‑como ocurre también
en diversas latitudes del continente‑, la ciudadanía movilizada recupera
socialmente –de hecho‑ la política, anquilosada en aparatos
partidario-estatales-gubernamentales. Con su accionar rebasa a los partidos
políticos tradicionales de derecha, de centro, y también de la izquierda; los
manifestantes expresan claramente: ¡queremos participar! Revitalizan así el
corazón revolucionador de todo proceso de cambio social popular: la
participación de los de abajo en las decisiones gubernamentales ‑estatales y en
la ejecución y control de las políticas públicas.
Una política joven.
Con la instalación del
conflicto social, la juventud movilizada reabre un tiempo político que parecía
“superado” y ausente de la realidad brasileña. Estaba latente en los
movimientos sociales, pero desarticulados en su analítica y orgánica no
lograron estructurar un quehacer político común. De cierta manera, muchos de
estos actores también relegaron –de hecho‑ el quehacer político a los partidos
de izquierda, imaginando algo así como una “asignación de roles” diferenciados
y distribuidos entre movimientos y partidos, que cada uno debía respetar en
aras de llevar una “convivencia armónica”.
Pero las prácticas de
lucha y construcción de l@s sujeto@s afirman –en diversas latitudes‑, que este
es el tiempo del protagonismo político de la juventud, de las mujeres, de los
indígenas, de l@s afrodescendientes, de los movimientos sociales del campo y la
ciudad. La ampliación y renovación de la política y lo político está en ellos,
en sus resistencias, protestas y propuestas. Los partidos de izquierda ya
deberían haber tomado nota de ello y cambiar.
Fidel y Hugo a inicios de la década del 90', su compromiso y responsabilidad revolucionaria en Nuestra América.
***
Superar la defensiva…
El desafío en relación con
el sujeto político, en tanto conducción política y social de los procesos
revolucionarios, no pasa por resolver el (falso) dilema “movimientos o
partidos”, inclinando la balanza a favor de unos u otros; la tarea implica
abocarse a la articulación (horizontal) de todos los actores sociales y
políticos del campo popular, construyendo la convergencia estratégica común,
emprendiendo –si es menester‑, las transformaciones en los formatos
organizativos que reclamen las organizaciones (sociales o partidarias) en aras
de avanzar hacia objetivos colectivos y dejar atrás su condición (y proyección)
sectorial defensiva.
Y esta amenaza no acecha
solamente a los movimientos sociales; es el juego permanente del poder y actúa
con fuerza –tal vez con mayor fuerza‑, sobre el accionar de los partidos de
izquierda recortando sus proyecciones políticas y sociales de transformación
confinándolos a cíclicas prácticas defensivas. Vale recordar que, como señala István Mészáros, "Con la
constitución de los partidos políticos obreros —bajo la forma de la división
del movimiento en un "brazo industrial" (los sindicatos) y un
"brazo político" (los partidos socialdemócratas y vanguardistas)—, la
defensiva del movimiento se arraigó todavía más, pues los dos tipos de partido
se apropiaron del derecho exclusivo de toma de decisión, que ya se anunciaba en
la sectorialidad centralizada de los propios movimientos sindicales. Esa
defensiva se agravó todavía más por el modo de operación adoptado por los
partidos políticos, cuyos éxitos relativos implicaron el desvío del movimiento
sindical de sus objetivos originales. Pues en la estructura parlamentaria
capitalista, a cambio de la aceptación de la legitimidad de los partidos
obreros por el capital, se hizo absolutamente ilegal usar el brazo industrial
para fines políticos." [Mészáros, 2001: 66] Aislando la política de la
economía y los sujetos sociales, aseguraban el metabolismo del sistema en sus
términos de explotación y ganancias.
Construir la ofensiva política de los pueblos.
Luchar es siempre
importante, pero para quienes buscan encaminar procesos de cambios
revolucionarios es imprescindible construir propuestas y agendas para gobernar
las coyunturas, para que sean las luchas sociales desarrolladas a partir de
ellas las que marquen el rumbo y el ritmo de los acontecimientos y definan a su
favor los conflictos entre los sectores del poder y no al revés. Es decir, para
que las luchas populares no sean arrastradas e instrumentalizadas en función de
los conflictos entre los sectores dominantes pues, en tal caso, quedarán
encerradas dentro de la lógica del poder hegemónico y serán acomodadas a sus
requerimientos. De las nefastas consecuencias de ello hay sobradas experiencias
en nuestra historia. Por eso, como señala Samir
Amín: “De lo que se trata es de no
subordinar las luchas a los conflictos, sino obligar a los conflictos a
subordinarse a las luchas.” [Amin, 2001: 13]
Precisamente por ello,
construir un frente unitario de todo el pueblo como barrera infranqueable por
los poderosos, diseñar un programa común capaz de guiar las luchas sociales
populares evitando que éstas queden aprisionadas por los conflictos del poder,
resultan tareas de suma importancia en este tiempo político continental. Es
clave atender en todo momento a la relación entre conflictos y luchas, no para explicar post factum determinadas
conductas erróneas, no como guía para reiteradas autocríticas improductivas
entre actores del campo popular, sino para que estos desarrollen las
capacidades de adelantarse en todo lo posible a los acontecimientos, de modo
que les sea factible gobernar las coyunturas y no ser arrastrados por ellas.
Es
tiempo de construir y transitar nuevos caminos.
Por ejemplo ‑en realidades sociales que cuentan con gobiernos populares
revolucionarios‑, haciendo de los instrumentos estatales-gubernamentales herramientas de los cambios definidos con
la participación popular y comunitaria gestada desde abajo. Ciertamente esto
configura nuevos espacios de conflictividad sociopolítica.
Los
conflictos surgen de las nuevas realidades y sus problemas
que demandan también nuevas interrelaciones entre actores diversos. En el
conflicto está presente lo nuevo y desconocido, lo no previsto, y también las
viejas prácticas y los viejos pensamientos y culturas, el viejo “saber hacer” y, de conjunto, desatan
interrelaciones que cuajan y se expresan en los conflictos. En este sentido es
importante reconocerlos como parte de los nuevos ámbitos de construcción política.
Es decir: los conflictos no constituyen un obstáculo o una molestia en el
proceso socio-transformador; en tanto emergen de las dinámicas sociales del
proceso de cambios, son una parte natural del mismo. En los conflictos reside, específicamente ‑según se desarrollen
políticamente‑, la posibilidad de que
los diversos actores sociales, reducidos históricamente por el capital a
una expresión demandante reivindicativa, vayan encontrándose, reconociéndose
integrantes de un sujeto político
colectivo que, en tanto tal, cuenta con capacidades para definir
protagónicamente, en cada momento, los rumbos su historia y traccionar hacia
ellos los cambios.
Fidel, Lula y Raúl en la conducción política latinoamericana.
***
Esto evidencia que la
conformación del sujeto político
está en juego permanentemente; que es parte del desarrollo del proceso de lucha
y transformación, el cual se descubre ‑en ese sentido-, como un proceso
interconstituyente de poder, proyecto y sujetos. Esto indica que no existe un ser ni un deber ser definidos a priori,
que no hay sujetos, ni caminos, ni tareas, ni rumbos y resultados
preestablecidos, ni situaciones irreversibles; todo está en constante disputa y
debate.
Precisamente por ello los
actuales procesos democrático-revolucionarios que se desarrollan en el
continente en disputa frontal con la hegemonía del poder
(neo)colonial-capitalista, reclaman el creciente y renovado protagonismo de los
movimientos
indígenas, campesinos, de mujeres, de trabajadores, barriales, de ecologistas,
pensadores populares, etcétera., junto al de los partidos de izquierda
y progresistas, y a militantes funcionarios políticos de los gobiernos
populares.
No basta con que los
nuevos gobernantes se aboquen a hacer un “buen gobierno”, según cánones del
viejo orden; el desafío es abrir cauces para encaminar colectivamente el proceso
político-social a cambiar de raíz las instituciones, la sociedad, la economía,
la cultura, el poder. Un paso hacia ello pasa por articular la decisión y
gestión gubernamental-estatal con la participación ‑política‑ de los
movimientos sociales y el pueblo todo.
A su vez, estos tienen
ante sí la exigencia de asumir este nuevo tiempo político que han gestado desde
abajo con sus resistencias y luchas. Esto demanda de los movimientos indígenas
y sociales, alzarse sobre la carga cultural histórica heredada y acuñada por el
capital, erigirse en protagonistas responsables de co-gobernar para el cambio.
No basta con que los representados reclamen a los representantes, no basta con
protestar, no basta tampoco con “tomar distancia” pretendiendo “seguir de cerca”
las gestiones de gobierno, pero sin compartir responsabilidades. El quemeimportismo político es hijo de la
ideología del falso descompromiso liberal, y en las actuales condiciones es
funcional a la supervivencia de su hegemonía. Es central participar en la toma
de decisiones y asumir la responsabilidad de llevarlas adelante, formular
propuestas para impulsar el proceso de cambios haciendo realidad las consignas
del pasado y las exigencias de las nuevas realidades del presente, dando
–todos, en todas las dimensiones y ámbitos del quehacer político‑, los pasos
necesarios para ampliar el protagonismo del conjunto de actores sociales y
políticos del campo popular y del pueblo todo.
Articular el sujeto político-social del
cambio.
La construcción de la
ofensiva política de los pueblos anida –en síntesis‑, en la posibilidad de
trascender la defensiva: la fragmentación entre problemáticas y actores, la
sectorialidad corporativa, la fractura entre lo social y lo político, el
inmediatismo, la subordinación de las luchas sociales a los conflictos y
apetencias de los poderosos, las anteojeras político-culturales, la fractura
entre partidos políticos de izquierda y movimientos sociales.
El proceso de resistencia
y lucha de los pueblos ha venido formando y desarrollando conducciones
colectivas de diverso carácter, formato y alcance (por ejemplo, Bolivia, 2000,
2003: guerra del agua, guerra del gas…); se han dado también importantes pasos
de avance hacia la construcción de espacios mayores de articulación político-social,
aunque mayormente aún alrededor de cuestiones puntuales (por ejemplo,
Argentina, 2001: Frente Nacional Contra la Pobreza). El problema no es, por
tanto, la inexistencia histórica de conducción política en términos absolutos.
Si no se logró trascender la coyuntura y articular una conducción colectiva
estable, se debe a que los actores participantes no dieron los pasos que la
situación reclamaba para lograrlo.
Presidentes (as) de América latina, hoy tienen gran responsabilidad y compromiso político la integración continental y la conducción de los propios procesos anti-globalización.
***
Se podrá alegar, tal vez,
que los obstáculos fueron superiores a las voluntades en juego, pero lo que la
historia muestra a las claras, es que han ocurrido incluso levantamientos o
insurrecciones populares, pero si estos tiene lugar cuando solo existen
conducciones sectoriales, fragmentadas, desarticuladas, no puede lograrse sobre
la marcha una conducción del movimiento social y político nacional. Prácticas
sectarias de partidos políticos de izquierda y lo sectorial reivindicativo de los movimientos sociales sostenidas
fragmentadamente, difícilmente se traduzcan en conducciones colectivas en
momentos de crisis social y política. Y así, a la deriva, el proceso social se
reencauza, poco a poco, por los canales tradicionales que ofrece la hegemonía
del poder. Argentina 2001-2003, es el más nítido ejemplo de ello.
Reflexionando acerca de
esto, decía entonces: Fragmentadas en su capacidad de pensamiento y acción, las
distintas conducciones sectoriales, reivindicativas o políticas, participaron
como uno más, reclamándose después, a sí mismas y a los demás, por no haber
podido “llegar a tiempo” a la conformación
de espacios colectivos, integradores, articuladores de la pluralidad de
actores, pensamientos, propuestas y organizaciones o población auto-convocada. [Rauber, 2002] Lo que no llega a estar
claramente comprendido, expresado y afianzado en las prácticas cotidianas, no
se logrará de golpe. (2)
Hay que aprender –todos‑ a
pensar y actuar colectivamente, a
construir las confianzas y la complementariedad en vez de la competencia y
rivalidad entre las organizaciones…
El pueblo en las calles
forjó, históricamente, las condiciones para conformar una conducción político-social amplia y unitaria, basada en la horizontalidad y participación plural
intercultural, en lo que hace a puntos de vista, a propuestas, y a los
propios actores-sujetos. Es tan rica y amplia la experiencia de resistencia,
lucha y creatividad de los pueblos, que apelar crítica y autocríticamente a su
historia puede abrir las puertas a un caudal inmenso de posibilidades.
Es hora de cambiar la
actitud y entender que no se puede avanzar sobre la base de la condena a las
propias limitaciones –las de uno mismo y las del campo popular en su conjunto‑,
sino asumiendo tanto los aciertos como las debilidades, buscando caminos y
formas para superarlas y seguir adelante.
El
momento requiere madurez, honestidad, humildad, respeto mutuo, y voluntad de
seguir adelante. Poco vale que solo unos tengan mayor
claridad en el rumbo a seguir si todos “los demás” resultan “incapaces” de
visualizarlo. Pretender erigirse por encima de todos esperando que el conjunto
del campo popular se subordine a un solo criterio político y de conducción es,
cuando menos, una buena forma de perder el tiempo.
Es hora de abandonar el
capitalismo que anida en el interior de cada uno/a: la soberbia, la
competencia, el sectarismo y el truchaje ideológico y político. Las prácticas
divisionistas –siempre funcionales al sistema‑, resultan hoy muy útiles a los sectores del poder (local y
transnacional). Colocados coyunturalmente fuera del poder político en varios
países del continente, buscan tiempo y oxígeno político para recomponerse y
fortalecerse; lo hacen en todas las dimensiones de la vida social, y
particularmente, alentando la confusión en el campo popular.
Es hora de quitarse las
anteojeras que aprisionan nuestras miradas; es hora de espíritu amplio,
unitario y solidario, de crear y construir articulando lo existente con lo nuevo que emerge, en organización,
participación y propuestas…
Esto subraya –una vez más‑,
la importancia de articular la diversidad fragmentada, de tender puentes
–organizativos y propositivos‑ que contribuyan a articular las problemáticas
sectoriales y a los actores sociales y políticos del campo popular, en aras de
avanzar hacia una convergencia estratégica, personificada en la constitución
del sujeto popular colectivo, articulada con la conformación de su instrumento
político electoral-gubernamental. Es la fuerza político-social de liberación
desdoblada en su quehacer coyuntural y estratégico, articulado en los
quehaceres parlamentario y extraparlamentario.
Trabajemos en Nuestra América por la despatriarcalización y descolonización de lo social y lo político.
***
Horizontalidad.
Un factor crucial para la
unidad es abandonar el obsoleto
esquema piramidal jerárquico
subordinante que no logra organizar fructíferamente la interrelación política
entre movimientos sociales del campo
popular, ni entre partidos de izquierda, ni entre partidos y movimientos. En
este empeño, la horizontalidad resulta clave. Se trata de un principio de
igualdad entre actores-sujetos, fundamental para construir una interrelación
dialogal entre pares. Este principio ha sido subestimado y desestimado,
particularmente por los partidos de izquierda, que redujeron el planteamiento
de horizontalidad a una cuestión morfológica para, sobre esa base, desecharlo,
calificándolo como: basista, espontaneísta, anarquista, etc.; todo, menos
pensar en modificar las propias arcaicas estructuras y criterios de
organización y funcionamiento partidario acorde con la diversidad de sujetos
político-sociales que existen en el continente, con sus identidades,
aspiraciones y subjetividades. Esto demuestra que no está claro lo fundamental:
La horizontalidad no es el problema,
sino la fragmentación, la sectorialización de las luchas y sus actores, y la
transición defensiva de estos hacia grupos reivindicativos-corporativos.
No se supera la
fragmentación con la subordinación de unos actores a otros; esto solo reproduce
las cadenas alienantes del capital;
la clave política está en la articulación horizontal para la construcción de la
conducción político-social colectiva, sujeto político (en permanente
dinamización y reconstrucción) del proceso socio-transformador emancipatorio
hacia una nueva civilización. Por ello, a la vez, lo horizontal supone lo
intercultural: reconoce a todos y cada uno de los actores como potenciales
sujetos plenos, con capacidades iguales, aunque fragmentados en sus modos de
existencia, en sus identidades, subjetividades… realidad que no habla de
gradaciones entre actores-sujetos, sino de lo impostergable de su articulación
basada en relaciones de equidad horizontal entre todos y viceversa.
La inaplazable descolonización política.
Colonizados
por los conquistadores, colonizados en el pensamiento, el
modo de vida, el modo de interrelacionamiento humano, colonizado en el ser y el
no ser, colonizados en tanto el ser hombres y el ser mujeres y sus interrelaciones
sociales y personales; colonizados además todos y todo, por el capital y su
modo mercantil de existencia y exigencias, mercantilizada
la vida humana, la razón, y la política, la cultura, la educación, las
ciencias tanto como la economía… ¿cómo embanderar la lucha y construcción de lo
nuevo sin que ello suponga, simultáneamente, impulsar un raizal e interno y
externo proceso de descolonización cultural, política, de saberes y poderes en
partidos y movimientos? En este sentido, descolonizar
implica, de base, abandonar la pretensión de cambiar la sociedad desde
arriba, así como las viejas y fallidas prácticas de buscar acuerdos entre
cúpulas.
En sentido estricto, en
política, descolonizar significa
construir capacidades populares de empoderamiento… para que todos estén en
condiciones de hacerse cargo de su historia y de sus responsabilidades, en
tanto movimientos indígenas, sociales y en tanto partidos de izquierda, todos
actores constituyentes del sujeto socio-político colectivo articulado.
Esto señala también uno de
los grandes desafíos políticos actuales, tanto para los movimientos indígenas y
sociales como para los partidos de izquierda y ‑en particular‑ su Foro de Sao Pablo: poner fin a la
fragmentación y paralelismo existente en la relación entre partidos de
izquierda y movimientos sociales.
La inexistencia de una conducción político‑social, colectiva,
unificada ‑debilidad histórica de las luchas populares‑, es uno de los
principales déficit (y necesidades) actuales del campo popular.
La foto que retrata dos
actos importantes ocurridos recientemente en el continente lo muestra
claramente: en Cochabamba los
Movimientos Sociales, en Sao Paulo
los Partidos de Izquierda. Podría alegarse que ello responde a una
casualidad, dado que la Cumbre realizada en Cochabamba no estaba en agenda;
pero vale tener presente que la causalidad emerge de una tendencia histórica
sostenida.
Un nuevo tipo de conducción política es
necesaria y posible.
Hay muchos obstáculos para
la articulación, ciertamente, pero también hay numerosos ejemplos de luchas
comunes y solidarias en la historia, que han dejado una valiosa experiencia.
Esta es parte del caudal de sabiduría popular acumulada que apunta la
posibilidad de constitución de una voluntad política común. Por ello puede afirmarse que: En estas
tierras, con históricas luchas sostenidas por movimientos indígenas y demás
movimientos sociales, por partidos de izquierda, es factible avanzar hacia la
construcción de una conducción político-social, en cada país y en el
continente.
En esta perspectiva
resulta de interés convocar a un foro permanente político-social continental y
en cada país que articule partidos de izquierda y movimientos sociales. En tal
sentido, destaca la horizontalidad:
articulaciones en pie de igualdad entre todos los actores-sujetos del campo
popular, reconociéndose todos y cada uno de ellos constructores del sujeto
sociopolítico colectivo, co-responsables de enfrentar la amenaza del
hundimiento, haciendo
realidad la promesa de unidad para la vida por la que claman los pueblos del
Abya Yala, nuestra América.
*****
Bibliografía citada.
Amín,
Samir (2001), “Los desafíos para el Tercer Mundo”, Revista
Pasado y Presente XXI, No. 3, Separata.
Mészáros, István (2001). The alternative to capital's social order, K
P Bagchi & Company, Calcuta.
Rauber,
Isabel (2002). “Argentina, hora de unidad y de patria.” En:
¿Qué son las asambleas populares?, Continente –Peña Lillo, Buenos Aires
Notas
(1).- Una conceptualización de estos puede
encontrase en mis libros: Movimientos sociales y representación política.
Articulaciones; en: www.pasadoypresente21.org.ar. Y en: Revoluciones desde
abajo o Dos pasos adelante uno atrás.
(2).- Falta una filosofía de las luchas populares
que contribuya a coagular un criterio aglutinador y articulador de las mismas
acorde con las energías populares.
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