Es un debate antiguo. En EE.UU. se ha discutido
durante más de un siglo dentro del marco de la
Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU., que prohíbe que la acción del
gobierno impida una publicación. Nótese
que no protege la libertad de expresión, ni bloquea el castigo por la
expresión. En realidad no hubo muchos casos que tuvieran que ver con la Primera
Enmienda hasta el Siglo XX. La prensa estadounidense fue muy libre
anteriormente, y hubo una amplia variedad de todo tipo de medios de comunicación: periódicos, revistas, panfletos.
Los Padres Fundadores creían en la libertad de información, y hubo muchos
esfuerzos por estimular la variedad más amplia posible de medios
independientes. La libertad de
expresión, sin embargo, no estaba fuertemente protegida.
Decisiones sobre la libertad de expresión
comenzaron a tomarse cerca de la Primera Guerra Mundial, pero no por los
tribunales. Recién en los años 60 EE.UU. estableció un
alto nivel de protección de la libertad de expresión. Mientras tanto en el
período entre las guerras hubo amplia discusión dentro del marco de lo que ha sido llamado libertad ‘negativa’ y
‘positiva’, según Isaiah Berlin, de lo que la Primera Enmienda implica
sobre la libertad de expresión y de la prensa. Existía un punto de vista
llamado ‘libertarismo corporativo’,
que afirmaba que la Primera Enmienda debiera incumbir la libertad negativa: es decir que el
gobierno no puede interferir con el derecho de los propietarios de los medios
de comunicación de hacer lo que les dé la gana. El otro punto de vista era socialdemócrata, y apareció con el
Nuevo Trato después de la Depresión
y el primer período post Segunda Guerra Mundial. Ese punto de vista sostenía
que también debiera haber libertad positiva: en otras palabras, que la gente debiera tener derecho a la información como base para una
sociedad democrática. Esa batalla fue librada en los años 40, y ganó el libertarismo corporativo. EE.UU. es
poco usual al respecto. No existe nada como la BBC en EE.UU. La mayoría de los países tienen algún tipo de
medios nacionales que son tan libres como la sociedad. EE.UU. aporrea esa posibilidad hasta marginarla. Los medios fueron
básicamente entregados al poder privado para que ejerza sus posibilidades a su
gusto. Es una
interpretación de la libertad de expresión en términos de libertad negativa: el Estado no puede intervenir para
afectar lo que los propietarios privados decidan hacer. Hay unas pocas restricciones, pero no muchas. Las consecuencias se
aproximan bastante a un control de ideas
como el descrito por Orwell, y Edward Herman y yo lo discutimos en detalle.
¿Cómo se supera algo semejante? Una manera es la
educación; pero otra es volver al concepto de la libertad positiva, que significa reconocer que en una sociedad democrática valoramos el derecho de los ciudadanos a tener
acceso a una amplia gama de opiniones y creencias. Es significaría, en EE.UU., volver a lo que fue en efecto
la concepción original de los fundadores de la República, y ahí debería estar,
no tanta regulación gubernamental de lo que se dice, sino más bien apoyo gubernamental para una
amplia variedad de opiniones, busca e interpretación de noticias – que pueden
ser estimulados de muchas maneras. Gobierno significa
público: en una sociedad democrática, el gobierno no debiera ser algún Leviatán tomando decisiones.
Existen importantes proyectos populares que tratan de desarrollar medios de comunicación más democráticos. Es una gran
batalla por el enorme poder del capital
concentrado que por supuesto trata de impedirlo por todos los medios posibles.
Pero es una batalla que ha tenido lugar durante mucho tiempo, y hay temas
fundamentales en juego, incluyendo los temas de libertades negativas y
positivas.
/////
Un motivo, dice, es que la prensa es de propiedad de hombres ricos
sumamente interesados en que ciertas ideas no sean expresadas. Su segundo punto
es interesante, que no planteamos, pero debiéramos haberlo hecho: una buena
educación. Si uno va a las mejores escuelas le inculcan que hay ciertas cosas que
no se dicen. Eso, afirma Orwell, es un enganche poderoso que va mucho más allá
de la influencia de los medios de comunicación.
***
NOAM CHOMSKY: LA ESTUPIDEZ
INSTITUCIONAL
*****
Noam Chomsky.
ICH Philosophy Now.
Rebelión sábado 4 de abril del 2015.
Traducido del Inglés para Rebelión por Germán
Leynes
Discurso de Noam Chomsky,
galardonado con el premio por su contribución a la lucha contra la estupidez de
la revista Philosophy Now. El premio se entregó el martes 27 de enero de 2015.
Naturalmente estoy muy
contento de que se me haya conferido este honor y de poder aceptar este premio,
también en nombre de mi colega Edward Herman, coautor de Los guardianes de
la libertad [Manufacturing Consent], quien ha realizado mucho trabajo
extraordinario sobre este tópico crucial. Por cierto, no somos los primeros en
haberlo tratado.
Predeciblemente uno de
estos fue George Orwell. Escribió un ensayo no demasiado conocido, la
introducción a su famoso libro La granja de los animales. No es conocido
porque no fue publicado, fue hallado decenios más tarde entre sus papeles no
publicados, pero ahora está disponible. En ese ensayo señala que La granja
de los animales es obviamente una sátira sobre el enemigo totalitario; pero
insta a la gente en Inglaterra libre a no albergar demasiadas pretensiones de
superioridad moral, porque como dice, en Inglaterra, ideas impopulares pueden
ser suprimidas sin utilizar la fuerza. A continuación menciona ejemplos de lo
que quiere decir, y solo unas pocas líneas de explicación, pero pienso que van
al grano.
Un motivo, dice, es que la
prensa es de propiedad de hombres ricos sumamente interesados en que ciertas
ideas no sean expresadas. Su segundo punto es interesante, que no planteamos,
pero debiéramos haberlo hecho: una buena educación. Si uno va a las mejores
escuelas le inculcan que hay ciertas cosas que no se dicen. Eso, afirma Orwell,
es un enganche poderoso que va mucho más allá de la influencia de los medios de
comunicación.
La estupidez se presenta de
muchas maneras. Quisiera decir unas pocas palabras sobre una forma en
particular que pienso podría ser la más inquietante de todas. Podríamos
llamarla ‘estupidez institucional’. Es una especie de estupidez que es
enteramente racional dentro del marco en el cual opera: pero el mismo marco
varía entre lo grotesco y la enajenación virtual.
En lugar de tratar de
explicarla, podría ser más útil mencionar un par de ejemplos para ilustrar lo
que quiero decir. Hace treinta años, a principios de los años 80 –los primeros
años de Reagan– escribí un artículo llamado ‘La racionalidad del suicidio
colectivo’. Trataba de la estrategia nuclear, y se preocupaba de cómo gente
perfectamente inteligente planeaba un camino de suicidio colectivo de maneras
que eran razonables dentro de su marco de análisis geoestratégico. En ese
momento no sabía hasta qué punto la situación era peligrosa. Desde entonces
hemos aprendido mucho. Por ejemplo, una edición reciente de The Bulletin of
Atomic Scientists presenta un estudio de alarmas falsas de los sistemas de
detección automática que EE.UU. y otros utilizan para detectar ataques entrantes
de misiles y otras amenazas que podrían ser percibidas como un ataque nuclear.
El estudio cubría de 1977 a 1983, y estima que durante ese período hubo un
mínimo de unas 50 semejantes falsas alarmas, y un máximo de unas 255. Fueron
alarmas abortadas por intervención humana, impidiendo desastres dentro de unos
pocos minutos.
Es plausible asumir que
nada sustancial ha cambiado desde entonces. Pero en realidad la situación es
mucho peor – lo que tampoco comprendí cuando escribí el libro.
En 1983, aproximadamente
cuando lo estaba escribiendo, hubo una grave amenaza de guerra. Se debió en
parte a lo que George Kennan, el eminente diplomático, calificó en aquel
entonces de “infalibles características de la marcha hacia la guerra – eso, y
nada más.” Fue iniciada por programas emprendidos por la administración de
Reagan en cuanto éste llegó al poder. Estaban interesados en sondear las
defensas rusas, por lo tanto simularon ataques aéreos y navales contra Rusia.
Fueron días de gran
tensión. Misiles Pershing estadounidenses habían sido instalados en Europa
Occidental, con un tiempo de vuelo de entre cinco y diez minutos hasta Moscú.
Reagan también anunció su programa Star Wars [Guerra de las galaxias]
interpretado por ambos lados como un arma de primer ataque. En 1983, la
Operación Able Archer incluyó una práctica que “hizo que las fuerzas de
la OTAN realizaran un lanzamiento hecho y derecho simulado de armas nucleares”.
El KGB, hemos llegado a saber de reciente material de archivo, concluyó que
fuerzas armadas estadounidenses habían sido colocadas en estado de alerta, e
incluso podrían haber iniciado el conteo regresivo hacia la guerra.
El mundo todavía no ha
llegado enteramente al borde del abismo nuclear; pero durante 1983, había, sin
darse cuenta, llegado inquietantemente cerca – ciertamente más cerca que en
ningún momento desde la Crisis de los Misiles en Cuba de 1962. La dirigencia
rusa creyó que EE.UU. estaba preparando un primer golpe, y podría haber lanzado
un ataque preventivo. En realidad estoy citando de un reciente análisis de
inteligencia estadounidense de alto nivel, que concluye que la amenaza de
guerra fue real. El análisis señala que el antecedente histórico era el
recuerdo perdurable de los rusos de la Operación Barba-roja, el nombre de código
para el ataque de Hitler de 1941 contra la Unión Soviética, que fue el peor
desastre en la historia rusa, y que llegó a muy cerca de destruir el país. El
análisis estadounidense dice que fue exactamente la comparación hecha por los
rusos.
Ya es suficientemente malo,
pero empeora aún más. Hace cerca de un año nos enteramos que justo en medio de
esos eventos que amenazaban el mundo, el sistema de aviso precio ruso –similar
al de Occidente, pero mucho más ineficiente– detectó un ataque entrante de
misiles de EE.UU. y envió una alerta de nivel máximo. El protocolo para las
fuerzas armadas soviéticas era responder con un ataque nuclear. Pero la orden
tenía que pasar por un ser humano. El oficial de guardia, un hombre llamado
Stanislav Petrov, decidió desobedecer las órdenes y no informar a sus
superiores de la advertencia. Recibió una reprimenda oficial. Pero gracias a su
incumplimiento del deber, estamos vivos actualmente.
Sabemos de una inmensa
cantidad de falsas alarmas del lado estadounidense. Los sistemas soviéticos
eran mucho peores. Ahora los sistemas nucleares están siendo modernizados.
El Boletín de Científicos
Atómicos tiene un famoso Reloj del Apocalipsis, y recientemente lo adelantó dos
minutos. Explican que el reloj “marca tres minutos antes de medianoche porque
los dirigentes internacionales no cumplen con su deber más importante, asegurar
y preservar la salud y la vitalidad de la civilización humana”.
Individualmente, esos
dirigentes internacionales no son ciertamente estúpidos. Sin embargo, en su
capacidad institucional su estupidez es letal en sus implicaciones. Sopesando
la evidencia desde el primer –y hasta ahora único– ataque atómico, es un
milagro que hayamos escapado.
La destrucción nuclear es
una de las dos mayores amenazas para la supervivencia, y es muy real. La
segunda, por supuesto, es la catástrofe ecológica.
Existe un conocido grupo de
servicios profesionales en PricewaterhouseCoopers que acaba de publicar su
estudio anual de las prioridades de los directores ejecutivos. Arriba en la
lista está la sobre regulación. El informe dice que el cambio climático no
llegó a los máximos diecinueve. De nuevo, indudablemente los directores
ejecutivos no son individuos estúpidos. Presumiblemente dirigen sus negocios de
modo inteligente. Pero la estupidez institucional es colosal, literalmente pone
en peligro la especie humana.
La estupidez individual
tiene remedio, pero la estupidez institucional es mucho más resistente al
cambio. En esta etapa de la sociedad humana, pone verdaderamente en peligro
nuestra supervivencia. Por eso pienso que la estupidez institucional debiera
ser nuestra principal preocupación.
Gracias.
*****
Preguntas del público
¿Cómo podemos triunfar
sobre la propaganda en los medios y mejorar los medios de comunicación?
¿Mediante la educación?
Es un debate antiguo. En
EE.UU. se ha discutido durante más de un siglo dentro del marco de la Primera
Enmienda de la Constitución de EE.UU., que prohíbe que la acción del gobierno
impida una publicación. Nótese que no protege la libertad de expresión, ni
bloquea el castigo por la expresión.
En realidad no hubo muchos
casos que tuvieran que ver con la Primera Enmienda hasta el Siglo XX. La prensa
estadounidense fue muy libre anteriormente, y hubo una amplia variedad de todo
tipo de medios de comunicación: periódicos, revistas, panfletos. Los Padres
Fundadores creían en la libertad de información, y hubo muchos esfuerzos por
estimular la variedad más amplia posible de medios independientes. La libertad
de expresión, sin embargo, no estaba fuertemente protegida.
Decisiones sobre la
libertad de expresión comenzaron a tomarse cerca de la Primera Guerra Mundial,
pero no por los tribunales. Recién en los años 60 EE.UU. estableció un alto
nivel de protección de la libertad de expresión. Mientras tanto en el período
entre las guerras hubo amplia discusión dentro del marco de lo que ha sido
llamado libertad ‘negativa’ y ‘positiva’, según Isaiah Berlin, de lo que la
Primera Enmienda implica sobre la libertad de expresión y de la prensa. Existía
un punto de vista llamado ‘libertarismo corporativo’, que afirmaba que la
Primera Enmienda debiera incumbir la libertad negativa: es decir que el
gobierno no puede interferir con el derecho de los propietarios de los medios
de comunicación de hacer lo que les dé la gana. El otro punto de vista era
socialdemócrata, y apareció con el Nuevo Trato después de la Depresión y el
primer período post Segunda Guerra Mundial. Ese punto de vista sostenía que
también debiera haber libertad positiva: en otras palabras, que la gente
debiera tener derecho a la información como base para una sociedad democrática.
Esa batalla fue librada en los años 40, y ganó el libertarismo corporativo.
EE.UU. es poco usual al respecto. No existe nada como la BBC en EE.UU.
La mayoría de los países tienen algún tipo de medios nacionales que son tan
libres como la sociedad. EE.UU. aporrea esa posibilidad hasta marginarla. Los
medios fueron básicamente entregados al poder privado para que ejerza sus
posibilidades a su gusto. Es una interpretación de la libertad de expresión en
términos de libertad negativa: el Estado no puede intervenir para afectar lo
que los propietarios privados decidan hacer. Hay unas pocas restricciones, pero
no muchas. Las consecuencias se aproximan bastante a un control de ideas como
el descrito por Orwell, y Edward Herman y yo lo discutimos en detalle.
¿Cómo se supera algo
semejante? Una manera es la educación; pero otra es volver al concepto de la
libertad positiva, que significa reconocer que en una sociedad democrática
valoramos el derecho de los ciudadanos a tener acceso a una amplia gama de
opiniones y creencias. Es significaría, en EE.UU., volver a lo que fue en
efecto la concepción original de los fundadores de la República, y ahí debería
estar, no tanta regulación gubernamental de lo que se dice, sino más bien apoyo
gubernamental para una amplia variedad de opiniones, busca e interpretación de
noticias – que pueden ser estimulados de muchas maneras.
Gobierno significa público:
en una sociedad democrática, el gobierno no debiera ser algún Leviatán tomando
decisiones. Existen importantes proyectos populares que tratan de desarrollar
medios de comunicación más democráticos. Es una gran batalla por el enorme
poder del capital concentrado que por supuesto trata de impedirlo por todos los
medios posibles. Pero es una batalla que ha tenido lugar durante mucho tiempo,
y hay temas fundamentales en juego, incluyendo los temas de libertades
negativas y positivas.
¿Alberga algunos
pensamientos sobre el impacto de algoritmos de búsqueda y burbujas de búsqueda
sobre los intentos del individuo de encontrar información en sus intentos de
subvertir los Grandes Medios?
Como todos vosotros,
utilizo permanentemente motores de búsqueda. Para gente suficientemente
privilegiada internet es muy útil; pero su utilidad llega aproximadamente a la
medida en que alguien goza de privilegios. ‘Privilegiado’ significa en este
contexto educación, recursos, capacidad de entorno informático para saber lo
que se busca.
Es como una biblioteca.
Supongamos que se decide ‘quiero ser biólogo’, y así se suscribe a la
Biblioteca de Biología Harvard. Todo está contenido, de modo que en principio
es posible llegar a ser biólogo; pero por supuesto es inútil si no se sabe qué
buscar, y no se sabe cómo interpretar lo que se ve, etc. Es lo mismo en el caso
de Internet. Contiene una inmensa cantidad de material –en parte valioso y en
parte no– pero requiere entendimiento, interpretación y conocimiento del
entorno informático para saber lo que se busca. Eso es bastante, aparte del
hecho de que el sistema de Google, por ejemplo, no es un sistema neutral.
Refleja intereses de anunciadores en la determinación de lo que es prominente y
lo que no lo es, y hay que saber cómo abrirse paso a través de ese laberinto.
De modo que volvemos a la educación y a la organización que capacita para
proceder.
Debiera subrayar que como
individuo, se está bastante limitado en lo que se puede llegar a comprender,
qué ideas se puede desarrollar, incluso cómo pensar. Si alguien está aislado,
eso limita considerablemente su capacidad de tener y valorar ideas, sea para
llegar a ser un científico creativo o un ciudadano activo. Es un motivo por el
cual el movimiento sindical siempre ha estado en la vanguardia contra la
supresión de información, con programas de educación para trabajadores, por
ejemplo, que otrora fueron extremadamente influyentes en el Reino Unido y
EE.UU. La decadencia de lo que los sociólogos llaman ‘asociaciones
secundarias’, en las que la gente se junta para buscar e investigar, es uno de
los procesos de atomización que llevan a que la gente se aísle y enfrente esa
masa de información por sí sola. Por lo tanto, la red es un instrumento útil,
pero como en el caso de todos los instrumentos, hay que estar en condiciones de
utilizarlos, y eso no es tan simple. Requiere un significativo desarrollo
social.
¿Cómo sería posible hacer
que las instituciones sean menos estúpidas?
Bueno, depende de cuál es
la institución. Mencioné dos: una es el gobierno que controla una capacidad
nuclear; la otra es el sector privado, que es bastante controlado mediante
concentraciones de capital bastante estrechas. Requieren diferentes enfoques.
Respecto a la situación del gobierno, requiere el desarrollo de una sociedad
democrática que funcione, en la cual una ciudadanía informada tendría un papel
central en la determinación de la política. El público no está a favor de
enfrentar la muerte y la destrucción de armas nucleares, y en este caso sabemos
en principio cómo eliminar la amenaza. Si el público estuviera involucrado en
el desarrollo de la política de seguridad, pienso que se superaría esa
estupidez institucional.
Existe una tesis en la
teoría de relaciones internacionales de que la preocupación primordial de los
estados es la seguridad. Pero eso plantea la pregunta: ¿Seguridad para quién?
Si se analiza de cerca, resulta que no se trata de la seguridad de la
población, es seguridad para sectores privilegiados dentro de la sociedad – los
sectores que controlan el poder del Estado. Existe abrumadora evidencia al
respecto. Lamentablemente me falta el tiempo para analizarla. Por lo tanto lo
que se puede hacer es llegar a un entendimiento de qué seguridad protege
realmente el Estado: no es vuestra seguridad. Puede ser superado construyendo
una sociedad democrática que funcione.
Sobre el problema de la
concentración del poder privado, también es básicamente un problema de
democratización. Una corporación es una tiranía. Es el ejemplo más puro de
tiranía que se pueda imaginar: el poder reside en el vértice, se envían órdenes
de un nivel superior al inferior, y en el último, se tiene la opción de comprar
lo que se produce. La población, los así llamados participantes en la
comunidad, no tienen casi ningún papel en la decisión de lo que hace esa
entidad. Y a esas entidades se les otorgan extraordinarios poderes y derechos,
mucho más allá de los del individuo. Pero ninguna parte de esto está grabado en
piedra. Nada se basa en la teoría económica. Esta situación es el resultado de,
básicamente, la lucha de clases realizada durante un prolongado período por
clases empresariales con una consciencia de clase muy elevada, que ahora han
establecido su dominación efectiva sobre la sociedad en diversas formas. Pero
no tiene que existir, puede cambiar. De nuevo tiene que ver con la
democratización de las instituciones de la vida social, política y económica. Es fácil de decir, difícil de realizar,
pero lo considero esencial.
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