El contraste de proyectos
que afloró en la Cumbre fue anticipado por un contrapunto de actitudes.
Obama desembarcó en Panamá con un gran despliegue de aviones, helicópteros y
autos blindados. Esa demostración no guardó ninguna proporción con las
necesidades de seguridad del mandatario. Sólo apuntó a recordar que el potencial destructivo del imperio no es
una ficción de Hollywood. En cambio Maduro se dirigió de
inmediato al barrio popular de Chorrillos, para homenajear a las víctimas de la
última invasión de los marines (1989). Recordó el derrocamiento de un dictador
designado por los propios estadounidenses y ondeó la bandera panameña en un
lugar olvidado por todos los funcionarios. Esta misma conducta adoptó Evo durante su estancia. Proclamó que
“estamos mejor sin la embajada norteamericana” y refutó el mito de una próxima
“ayuda” estadounidense a Cuba.
Destacó que el imperio debería indemnizar a la isla por el acoso que impuso
durante medio siglo. El
cuestionamiento de la orden ejecutiva contra Venezuela dominó la Cumbre. El
propio Obama descalificó la presentación de ese país como una “amenaza” y justificó el
decreto como una formalidad burocrática. Pero no pudo explicar por qué razón
mantenía esa disposición.
La Cumbre de los Pueblos, también se realizó en la Ciudad
de Panamá. Organizaciones de la Sociedad Civil, los movimientos sociales,
sindicatos, gremios, partidos políticos, movimiento juveniles, organizaciones de
mujeres, todos procedentes de Nuestra América, analizando las perspectivas
política de los Movimientos Políticos de Izquierda, progresistas, democráticos,
nacionalistas hoy en gobiernos de varios países como también los que hoy luchan
en calles y plazas públicas contra las políticas neoliberales.
***
La peligrosidad de Venezuela es una
fantasía insostenible. El país no invadió territorios ajenos,
no mantiene guerras con sus vecinos y ha sido un activo promotor de las
negociaciones de paz en Colombia.
Por el contrario Estados Unidos gestiona enormes bases militares en Perú, Paraguay,
Colombia y las Antillas, maneja los mares desde Comando Sur de
Miami, controla los cielos con radares de última generación y convalida el
arsenal que instalaron los británicos en Malvinas.
Además, el Pentágono espía en forma descarada a los diplomáticos, funcionarios
y presidentes de la región, intercepta los correos electrónicos de todos los
individuos y supervisa los servidores estratégicos de Internet. Venezuela no
desestabilizó a ningún gobierno, pero el imperialismo
es el principal artífice de los golpes parlamentarios, judiciales,
destituyentes y policiales de los últimos años. Estados Unidos
no renunció a las invasiones del pasado. Tampoco se encuentra “más preocupado”
por Medio Oriente, China y Ucrania que por América Latina. La orden
ejecutiva contra Venezuela es un
primer tanteo de escaladas de mayor alcance. Los funcionarios
estadounidenses justifican su agresión con denuncias de violaciones a los
derechos humanos. Pero no aportan
pruebas de ninguna índole. Dictan lecciones de democracia ocultando los
recientes informes de torturas de la CIA, la
continuidad de Guantánamo y la vigencia de la pena de muerte en su propio
territorio.
La Juventud de
Nuestra América, también estuvo presente en la Cumbre de Panamá, pero
analizando la Democracia y Gobernabilidad en América Latina. Sus conclusiones
son muy importantes sobre todo en relación con el deslinde teórico-doctrinario
sobre el concepto polisémico de la Gobernabilidad.
***
El Departamento de Estado
evita, además, cualquier comparación de Venezuela con las administraciones
derechistas de la región. Ninguna acusación contra el gobierno bolivariano
tiene el alcance de los asesinatos en Honduras, los crímenes en México o las persecuciones en Colombia y
Perú. La delegación económica estadounidense intentó alumbrar
en Panamá un pequeño Davos tropical.
Propició la presencia de multimillonarios y estrellas de Wall Street en los foros empresariales y presentó el lema de la
Cumbre ( “Prosperidad con equidad”), como una realización en curso. Tampoco
faltaron los elogios a las empresas transnacionales que esquilman a la
población. Los expertos yanquis exaltaron al capitalismo silenciando
los sufrimientos que impone ese sistema a todos los desposeídos. Contrapusieron las desventuras de los
gobiernos “populistas” con los logros de las administraciones guiadas por
el mercado, sin hablar de la
precarización laboral en Perú, del desastre de la jubilación en Chile o de la tragedia de
los emigrantes en Centroamérica. Los neoliberales
exhibieron a Panamá como un
modelo exitoso. Resaltaron las torres que brotan por toda la ciudad, omitiendo
su financiación con dinero lavado del narcotráfico. Alabaron el crecimiento del istmo, sin mencionar la segmentación social
y el trabajo informal de una población condenada a duros trabajos en la
construcción y los servicios de hotelería. Todo el establishment ensalzó la convocatoria de Obama a olvidar el
pasado y hablar del futuro. Los medios contrastaron ese pragmatismo con las
“lecciones de historia” que ensayaron sus oponentes. Descalificaron la reivindicación de Panamá en la gesta de Bolívar que
hizo Maduro y el legado de intervenciones imperiales que recordó Raúl Castro.
Pero este desprecio mediático del pasado quedó naturalmente acotado a Latinoamérica. Los escribas del Norte
nunca extienden esa mirada a la trayectoria de Estados Unidos. Jamás se burlan
de los Padres Fundadores o de la guerra librada contra el hitlerismo. Su hostilidad hacia
la historia sólo irrumpe cuando esa revisión ilustra la continuidad de la
opresión imperial.
/////
RETRATO DE LAS AMÉRICAS EN LA CUMBRE. PANAMÁ.
*****
Claudio
Katz.
Rebelión
jueves 16 de abril del 2015.
Los
grandes medios de comunicación presentaron la Cumbre de Panamá como el inicio
de una nueva era de convivencia. Ponderaron el fin de la guerra fría y
atribuyeron a Obama una postura de distención opuesta a la belicosidad de
Maduro. También contrastaron la reintegración de Cuba a la región con el
aislamiento de Venezuela y evaluaron al encuentro como un éxito de la
diplomacia estadounidense. Este diagnóstico fue expuesto antes y después del
cónclave, como si la reunión no hubiera aportado nada relevante.
Pero
este relato omitió que 33 de los 35 mandatarios presentes rechazaron la
imputación de Venezuela como una “amenaza a la seguridad estadounidense”. Todos
reclamaron la derogación de la orden ejecutiva, que dispone bloqueos de bienes
y restricciones a los visados de ciudadanos de ese país. Esta exigencia fue
expuesta en enfáticos discursos que ningún socio del imperio contradijo. El
propio Obama prefirió retirarse del plenario para eludir esos cuestionamientos.
En un marco adverso Estados Unidos debió posponer su agenda.
EL LIBRETO Y LA REALIDAD.
Obama
necesitaba ganar la pulseada desatada por el decreto contra Venezuela para
retomar las iniciativas de hegemonía imperial. El afianzamiento de esa
dominación fue el objetivo inicial de la primera Cumbre (Miami-1994) y del
lanzamiento posterior del ALCA (Quebec-2001). El naufragio de este proyecto en
Mar del Plata (2005) determinó el aislamiento del gigante del norte en el
último cónclave (Cartagena-2012). La creación de nuevos organismos sin
presencia estadounidense ( UNASUR-2008 y CELAC-2011) acentuó ese retroceso e
incentivó el reconocimiento de Cuba.
Después
de 53 años David le ganó al Goliath. El imperio no pudo quebrar la revolución
cubana y Obama debió liberar a los cinco luchadores que mantenía cautivos. Raúl
Castro inauguró el retorno del país a los encuentros presidenciales, con un
categórico reclamo de inmediata derogación de la orden contra Venezuela.
Todas
las teorías que han contrapuesto el “nuevo realismo diplomático” de Castro con
el “vetusto radicalismo discursivo” de Maduro, ignoran el concertado liderazgo
que asumieron ambos gobiernos, en la batalla contra el decreto yanqui. Esta
unanimidad fue acompañada con fuertes discursos de otros mandatarios.
Ninguno
de los presidentes derechistas (Colombia, Perú, Paraguay) sostuvo el ataque a
Venezuela. Incluso los pequeños países del Caribe que Obama visitó antes de la
reunión rechazaron el atropello del Departamento de Estado. Lo mismo ocurrió
con Chile, Costa Rica y Uruguay que mantienen grandes distancias con el proceso
bolivariano.
La
decepción de los funcionarios estadounidenses fue mayúscula y los voceros de 26
ex presidentes derechistas sólo atinaron a objetar una “compra de voluntades”
por parte de Maduro. Como es habitual no aportaron ningún indicio de ese
tráfico.
A
Panamá arribaron todas las figuras del golpismo antichavista. Hicieron mucho
ruido pero tuvieron poco impacto sobre la Cumbre. Han quedado muy debilitados
por el fracaso de la última asonada y no pudieron responder con guarimbas, a la
detención de los conspiradores Leopoldo López y Antonio Ledezma.
También
los líderes de la contrarrevolución cubana llegaron en masa desde Miami,
portando su nuevo disfraz de “representantes de la sociedad civil”. Con ese
maquillaje retomaron su proyecto de restaurar el viejo status de la isla como
casino, prostíbulo o eslabón del narco-tráfico.
La
delegación de los gusanos incluyó al propio asesino del Che y ensayó todo tipo
de provocaciones. Promovieron cacerolazos, griterías frente a las embajadas,
interrupciones en las conferencias de prensa y conflictos con los custodios.
Pero no lograron alterar el clima político de la Cumbre.
Obama
recurrió a las sonrisas para lidiar con la generalizada oposición a su decreto.
Optó por la discreción y no pudo impedir la ausencia de una declaración final
del encuentro. Un borrador plagado de criterios neoliberales -en materia de
salud, cambio climático y transferencias de tecnología- terminó en el archivo.
Los
grandes medios omitieron estos datos. Sólo vieron lo que previamente habían
imaginado. Invirtieron la realidad y presentaron como un logro estadounidense
la derrota que sufrió Obama. Mantuvieron la distorsión informativa que
caracteriza su labor y nuevamente abandonaron cualquier vestigio de
profesionalidad periodística.
ACTITUDES Y ARGUMENTOS.
El
contraste de proyectos que afloró en la Cumbre fue anticipado por un
contrapunto de actitudes. Obama desembarcó en Panamá con un gran despliegue de
aviones, helicópteros y autos blindados. Esa demostración no guardó ninguna
proporción con las necesidades de seguridad del mandatario. Sólo apuntó a
recordar que el potencial destructivo del imperio no es una ficción de
Hollywood.
En
cambio Maduro se dirigió de inmediato al barrio popular de Chorrillos, para
homenajear a las víctimas de la última invasión de los marines (1989). Recordó
el derrocamiento de un dictador designado por los propios estadounidenses y
ondeó la bandera panameña en un lugar olvidado por todos los funcionarios.
Esta
misma conducta adoptó Evo durante su estancia. Proclamó que “estamos mejor sin
la embajada norteamericana” y refutó el mito de una próxima “ayuda”
estadounidense a Cuba. Destacó que el imperio debería indemnizar a la isla por
el acoso que impuso durante medio siglo.
El
cuestionamiento de la orden ejecutiva contra Venezuela dominó la Cumbre. El
propio Obama descalificó la presentación de ese país como una “amenaza” y
justificó el decreto como una formalidad burocrática. Pero no pudo explicar por
qué razón mantenía esa disposición.
La
peligrosidad de Venezuela es una fantasía insostenible. El país no invadió
territorios ajenos, no mantiene guerras con sus vecinos y ha sido un activo
promotor de las negociaciones de paz en Colombia. Por el contrario Estados
Unidos gestiona enormes bases militares en Perú, Paraguay, Colombia y las
Antillas, maneja los mares desde Comando Sur de Miami, controla los cielos con
radares de última generación y convalida el arsenal que instalaron los
británicos en Malvinas.
Además,
el Pentágono espía en forma descarada a los diplomáticos, funcionarios y
presidentes de la región, intercepta los correos electrónicos de todos los
individuos y supervisa los servidores estratégicos de Internet. Venezuela no
desestabilizó a ningún gobierno, pero el imperialismo es el principal artífice
de los golpes parlamentarios, judiciales, destituyentes y policiales de los
últimos años.
Estados
Unidos no renunció a las invasiones del pasado. Tampoco se encuentra “más
preocupado” por Medio Oriente, China y Ucrania que por América Latina. La orden
ejecutiva contra Venezuela es un primer tanteo de escaladas de mayor alcance.
Los
funcionarios estadounidenses justifican su agresión con denuncias de
violaciones a los derechos humanos. Pero no aportan pruebas de ninguna índole.
Dictan lecciones de democracia ocultando los recientes informes de torturas de
la CIA, la continuidad de Guantánamo y la vigencia de la pena de muerte en su
propio territorio.
El
Departamento de Estado evita , además, cualquier comparación de Venezuela con
las administraciones derechistas de la región. Ninguna acusación contra el
gobierno bolivariano tiene el alcance de los asesinatos en Honduras, los
crímenes en México o las persecuciones en Colombia y Perú.
La
delegación económica estadounidense intentó alumbrar en Panamá un pequeño Davos
tropical. Propició la presencia de multimillonarios y estrellas de Wall Street
en los foros empresariales y presentó el lema de la Cumbre ( “Prosperidad con
equidad”), como una realización en curso. Tampoco faltaron los elogios a las
empresas transnacionales que esquilman a la población.
Los
expertos yanquis exaltaron al capitalismo silenciando los sufrimientos que
impone ese sistema a todos los desposeídos. Contrapusieron las desventuras de
los gobiernos “populistas” con los logros de las administraciones guiadas por
el mercado, sin hablar de la
precarización laboral en Perú, del desastre de la jubilación en Chile o de la
tragedia de los emigrantes en Centroamérica.
Los
neoliberales exhibieron a Panamá
como un modelo exitoso. Resaltaron las torres que brotan por toda la ciudad,
omitiendo su financiación con dinero lavado del narcotráfico. Alabaron el
crecimiento del istmo, sin mencionar la segmentación social y el trabajo
informal de una población condenada a duros trabajos en la construcción y los
servicios de hotelería.
Todo
el establishment ensalzó la convocatoria de Obama a olvidar el pasado y hablar
del futuro. Los medios contrastaron ese pragmatismo con las “lecciones de
historia” que ensayaron sus oponentes. Descalificaron la reivindicación de
Panamá en la gesta de Bolívar que hizo Maduro y el legado de intervenciones
imperiales que recordó Raúl Castro.
Pero
este desprecio mediático del pasado quedó naturalmente acotado a Latinoamérica.
Los escribas del Norte nunca extienden esa mirada a la trayectoria de Estados
Unidos. Jamás se burlan de los Padres Fundadores o de la guerra librada contra
el hitlerismo. Su hostilidad hacia la historia sólo irrumpe cuando esa revisión
ilustra la continuidad de la opresión imperial.
LOS LÍMITES DE UNA CONTRAOFENSIVA.
Estados
Unidos arremete contra Venezuela para controlar la mayor reserva petrolera del
planeta. La primera potencia utiliza actualmente su provisión de crudo por
medio del shale para desestabilizar el proceso bolivariano, acentuando la
depreciación internacional del combustible.
Estados
Unidos no tolera las alianzas extra-regionales que concertaron Chávez y Maduro.
Tampoco digiere la voluntad de resistir una confiscación petrolera semejante a
la perpetrada en Irak o Libia.
La
confrontación en curso es frivolizada por los analistas que presentan el
conflicto entre Obama y Maduro como un “choque de vanidades”. Acusan al
mandatario venezolano de exagerar la disputa, para distraer a la población de
sus necesidades inmediatas.
Con
ese tipo de tonterías intentan enmascarar el proyecto estadounidense de manejo
de los recursos naturales de América Latina. La apropiación de la renta
petrolera venezolana es el primer paso de una recaptura general de tierras,
aguas y minerales del continente.
Obama
impulsa este plan con una nueva combinación de zanahorias y garrotes. Por eso
negocia con Cuba sin abandonar la beligerancia. Reabriría la embajada en la
isla, pero mantiene fuertes exigencias para levantar el bloqueo.
El
presidente estadounidense se fotografió con Raúl Castro, pero también se reunió
con los gusanos de Miami. Complementó su amigable retórica con la protección de
los golpistas que adiestra Washington.
Esta
política repite la estrategia de negociar con Irán sin cerrar las puertas al
bombardeo. La misma pulseada que Obama mantiene con los lobbies de Israel y
Arabia Saudita se extiende a los ultra-derechistas cubano-americanos. Su
estrategia es avalada por Hilary Clinton y cuestionada por los candidatos
republicanos a la presidencia.
Ambas
formaciones juegan el mismo partido de la plutocracia estadounidense, adaptando
sus políticas a las necesidades de ese sistema. Pero cualquiera sea el
mandatario que suceda a Obama deberá lidiar con las mismas dificultades, para
recuperar el terreno perdido en el patio trasero.
La
primera potencia no logró revertir en Panamá el golpe sufrido en Mar del Plata
y Cartagena. Esta vez no se cayó el ALCA, pero el afianzamiento de la Alianza
del Pacífico será inviable sin una recomposición del poder geopolítico
estadounidense. La OEA ha perdido funcionalidad y la Cumbre no generó ningún
esbozo de la estructura requerida por el imperio para restaurar su primacía.
Tampoco
la derecha latinoamericana salió airosa de la reunión presidencial. Actualmente
muchos conservadores ensayan una reinvención con discursos sociales,
compromisos de asistencialismo y perfiles juveniles. Proclaman la disolución de
las ideologías, despolitizan las campañas electorales y enfatizan la
centralidad de la gestión.
Esta
estrategia convive con acciones más directas. En Argentina promovieron
recientemente un golpe judicial con el estandarte de un fiscal que trabajó para
Israel. En Brasil impulsan marchas callejeras para realinear la política
exterior del país en sintonía con Estados Unidos. En México buscan perpetuar un
estado de guerra social.
Pero
ninguna de estas acciones ha modificado el escenario legado por rebeliones
sociales que modificaron las relaciones de fuerza, forzaron concesiones de los
capitalistas y reavivaron la s demandas nacionales y democráticas. Este proceso
continúa abierto e incluye un piso ideológico de avances en la conciencia popular,
que limita la contraofensiva derechista.
LAS OBSTRUCCIONES INTERNAS.
La
Cumbre corroboró el significativo nivel de autonomía política que ha logrado
América Latina. Pero esa mayor independencia coexiste con el estancamiento de
todos los proyectos de integración económica.
Mientras
se inauguran nuevas sedes de organismos regionales y se despliega una gran
retórica a favor de la acción común, las principales iniciativas de
complementación económica languidecen. El anillo energético, la infraestructura
compartida, el manejo conjunto de las reservas, los sistemas cambiarios
coordinados y los fondos de estabilización monetaria permanecen como simples
propuestas.
La
perpetuación de la inserción internacional de América Latina como proveedora de
materias primas, no es responsabilidad exclusiva de los gobiernos derechistas.
El mismo esquema de especialización exportadora, agricultura intensiva, minería
de cielo abierto y maquilas industriales se verifica en las administraciones de
signo opuesto.
La
suscripción de tratados de libre comercio tampoco es patrimonio de los
presidentes neoliberales. El gobierno de Ecuador negocia un convenio del mismo
tipo con Europa y Uruguay discute la implementación de tratados semejantes
(TISA).
Además,
todos acuerdan en forma individual convenios con China que agravan la
primarización. Aceptan compromisos de exportaciones básicas e importaciones de
manufacturas, que no incluyen obligaciones de inversión productiva o
transferencia de tecnología. Esta postura preserva las viejas fracturas entre
países que privilegian los intereses de sus burguesías locales en las
negociaciones externas.
Esta
adaptación al orden neoliberal global puede desembocar en traumáticas
consecuencias, si se confirma un giro económico adverso en el escenario internacional.
Las materias primas ya no aumentan, el crecimiento se ha frenado y la
valorización del dólar estimula la salida de capitales. Ciertos gobiernos
comienzan a implementar devaluaciones, que anticipan agresiones al nivel de
vida popular.
Más
peligroso es el giro económico de varios gobiernos centroizquierdistas. En
Brasil ya aceptaron la agenda impuesta por la Bolsa, designaron ministros
seleccionados por las grandes empresas y preparan programas de ajuste fiscal
diseñados por los bancos.
Este
curso de adaptación al establishment desmoraliza a la población y facilita la
canalización derechista del descontento. En algunos países ya se insinúan estas
tendencias, como respuesta a las frustraciones generadas por las vacilaciones
del progresismo. También se vislumbra una tentación coercitiva de presidentes
que confunden las demandas populares con la desestabilización derechista.
El
punto crítico de América Latina no se ubica actualmente en la resistencia a
Estados Unidos. El mayor problema radica en la estabilización de modelos
capitalistas adversos a las aspiraciones de las mayorías populares.
La
significativa soberanía política que ha logrado América Latina en los últimos
años no es sostenible con orientaciones económicas regresivas. La experiencia
demuestra que las aspiraciones de autonomía decaen con el afianzamiento del
poder burgués. Sólo un camino de ruptura total con el neoliberalismo,
protagonismo popular, radicalización política y confrontación con la clase
capitalista puede pavimentar el camino hacia Segunda Independencia.
ALEGRÍA EN LA OTRA CUMBRE.
Los
grandes medios tampoco registraron en Panamá la realización de una importante
Cumbre de los Pueblos. En esa actividad confluyeron movimientos sociales que
durante tres días compartieron un intenso programa de debate antiimperialista.
En
la inauguración de ese evento fue muy visible por qué razón Panamá no es Miami.
Hubo múltiples exigencias al imperio para que pida disculpas por la invasión de
1989 e indemnice a las víctimas. En las mesas de trabajo se analizaron demandas
de larga data, como el levantamiento del bloqueo a Cuba, la devolución de
Guantánamo, la independencia de Puerto Rico y el fin de la ocupación inglesa de
Malvinas.
El
encuentro reforzó la campaña mundial que reunió millones de firmas para exigir
la derogación del decreto contra Venezuela. En numerosas ciudades del
continente ese reclamo fue acompañado por movilizaciones y apuntalado por la
adhesión de reconocidos intelectuales.
La
Cumbre de los Pueblos consolidó una tradición de reuniones paralelas a los
cónclaves presidenciales. A diferencia del encuentro oficial el evento popular
fue coronado con una importante declaración final. En ese cierre hubo un
estallido de entusiasmo cuando se percibió el triunfo logrado contra el decreto
de Obama.
Ese
clima aportó el mejor barómetro para evaluar lo sucedido en Panamá. Se obtuvo
un éxito diplomático que afianza las esperanzas populares en América Latina.
*****
[1] Economista,
investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web
es: www.lahaine.org/katz
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