viernes, 10 de abril de 2015

¿POR QUÉ SE DIFICULTA LA UNIDAD DE LAS IZQUIERDAS?. EL EJEMPLO DE BARRANTES AUN ES INSUPERABLE.

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LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA?. ES TAN DIFÍCIL POR EL SECTARISMO VENENOSO, LAS ELITES POLÍTICAS Y LOS VIEJOS CAUDILLOS PROVINCIANOS? BARRANTES EN LA HISTORIA.-  La izquierda limeña, los dirigentes políticos – muchos de ellos cansados y taciturnos – porque recorrieron muchas “tiendas políticas”, siguen pensando que Lima es el Perú. La izquierda nacional –limeña – está totalmente alejada de los intereses, derechos y reivindicaciones de los pueblos del Perú Profundo. Este trabajo mientras tenga esta tónica, este mismo camino, seguirá el divorcio político, con la perspectiva de que se ahonden sus diferencias y continúen las divisiones y difícil será forjar y construir un camino de unidad. Porqué?:

1.- Es un trabajo de “unidad” de élites y nombres, están pensando en los años 60 o 70’ del siglo XX, donde los nombres de los dirigentes “gozaban” de gran confianza política.- Los tiempos cambiaron profundamente, las condiciones políticas internas de los partidos, movimientos hoy son totalmente “poli-clasistas”, donde forjar o encontrar un Proyecto Político Nacional es muy difícil – por no decir imposible – en relación a una transformación social y política en Democracia. (Tal como está sucediendo en varios países latinoamericanos).

2.-  No existe un Programa de Gobierno de Unidad, trabajo y gobierno. Encontramos por el contrario mucha violencia, ignorancia y pestilencia sobre los problemas nacionales. Todo esto se debe en lo fundamental a la ausencia absoluta de Una Doctrina Científica, Una Plataforma Política de Gobierno. Existe un conjunto de “declaraciones” coyunturales muy limitadas cuando se trata de abordar problemas históricos.

3.- Existe demasiado caudillismo y familias completas que se han apropiado de las bases político local-regionales. El caudillismo se une al parasitismo político, al clientelaje burocrático, con el fin de aumentar el número o los sectores sociales ligados directamente a los intereses personales del caudillo, pero sin la menor alternativa de forjar un Proyecto Político Nacional.

4.- No existe Identidad Política en la izquierda nacional, como fue su patrimonio política más importante en los 70’ del siglo XX. Como no hay “concepción político revolucionaria” es sumamente fácil caer en los brazos del oportunismo, el caudillaje, las mafias políticas. No existe responsabilidad política e histórica con un Paradigma Científico de cambios sociales, innovaciones tecnológicas y compromiso revolucionario. Este principio de principios es totalmente ignorado en el conjunto de grupos de izquierda actual.

5.- Hay “clanes” tradicionales, propietarios de las organizaciones sindicales y gremiales, que definitivamente, están conduciendo hacia el precipicio de su propia destrucción y descomposición y representación. Hoy es una completa realidad, su crisis final y la propia crisis la proyecta hacia los partidos políticos de izquierda y el propio movimiento político de izquierda.

6.- Lo que hoy dificulta, entorpece la unidad de las izquierdas, es el poder “feudal” tradicional de ciertas élites políticas de izquierda, limeñas, capitalinas, total y absolutamente divorciados de los movimientos de izquierda existentes en provincias. Los viejos “patrones” de la política, en especial en la izquierda siguen vegetando por décadas. (Es tiempo de jubilarse y dar paso a la renovación del liderazgo político de la izquierda). Pero Lideres con Concepción Política de Clase (pero creo que es mucho pedir) entonces Líderes en  su categoría o clase de Ciudadanos Políticos.


Dr. Alfonso Barrantes Lingán. Su trabajo político de forja y construcción de la Unidad de la Izquierda Peruana en los 80' del siglo XX hasta hoy sigue teniendo un reconocimiento histórico fundamental.
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7.- La desconfianza se ha generalizado en todos los movimientos de izquierda, (hoy es un patrimonio de la derecha, centro y demás sectas de la anti-política. primero por el poder tradicional, construido sobre la base de ciertos Caudillos, otrora representativos, está en tota crisis de confianza. La desconfianza social, política e institucional recorre todas las venas desde la cabeza hasta los pies, como gangrena demoledora que acaba con la legitimidad institucional de la Política, por su crisis estructural, histórica..

8.- En provincias también se ha reproducido el surgimiento de las élites tradicionales, caudillista sin representación, son pequeñas cúpulas de dirigentes acabados, desubicados políticamente, pero en realidad son una verdadera rémora para forjar la Unidad. Familias completas son propietarios absolutos de clanes políticos, seudo-partidos y pequeños movimientos muy cuestionados.

9.- Ante la ausencia de la izquierda como Política, que vive su propia crisis institucional – política, identidad, representación, partidos, en las provincias, se han  transformado en verdaderos obstáculos, muros de contención que estorban la unidad política de la izquierda. Están históricamente posicionados en escenarios, donde han sido rebasados por la forja y reconocimiento de la Sociedad Civil Local – verdadero poder popular – como escenario de escenarios de las clases y la lucha de clases – está presente la construcción social y cultural, nunca terminada y siempre renovada de la Ciudadanía, - en especial la Ciudadanía Política-

10. Los líderes locales, con espíritu comunitario forjados al calor de las luchas populares, en defensa  de los intereses locales y protección de su patrimonio tradicional, por lo general son líderes de la Sociedad Civil, del Poder Local Popular – que muchas veces están absolutamente distantes políticamente de las pequeñas o reducidas élites socio-políticas de la izquierda tradicional, burocrática, familiar, históricamente acantonada en viejas historias populares, sindicales, gremiales, sociales y políticas. Políticamente se quedaron hasta antes de La Caída del Muro de Berlín (noviembre de 1989).

11. Las elites político nacionales –como también locales – se encuentra absolutamente separadas, alejadas, muchas veces controversiales con los movimientos de la juventud. La propia juventud, mira con mucho recelo a los distintos grupos de izquierda – que en varias provincias, como hace 40 años – se devoran en el escenario del odio personal-familiar o viven recuerdos “imborrables” de las viejas disputas entre “moscovitas” y pequineses o las históricas jornadas populares de la Histórica Revolución Cubana.

12.- El Frente Amplio – un esfuerzo político de unidad – como también el movimiento político Tierra y Libertad, son buenos intentos y trabajos políticos de abrir sus puertas para construir la Unidad. Pero ojo, el primer intento se fulminó por la indiferencia, la guerra interna de los poderosos o por su fuerte peso elitista, limeño, citadino, que definitivamente lo condujo hacia su descomposición final. En cuanto al segundo – por estar inscrito ante el Jurado nacional – mantiene en escena una fuerte dosis de “cierra puertas” hacia la unidad, soberbia de sus dirigentes – propietarios – sin un pendón de historia, que los conduzca hacia un reconocimiento práctico de su trabajo, su Proyecto Político Nacional, sino simplemente con un trabajo muy sacrificado de reconocimiento institucional. Pero hoy es una verdadera oposición a la Unidad. Históricamente el recuerdo de la Unidad Política de “Izquierda Unidad” sigue pesando en el recuerdo popular. Alfonso Barrantes Lingán jugó en la historia política de la Izquierda peruana una excelente performance de forjar un Perú Nuevo en Nuestra América, lucha por un Mundo Nuevo.
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¿POR QUÉ SE DIFICULTA LA UNIDAD DE LAS IZQUIERDAS?
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Por Manuel Guerra

Otra Mirada. Martes 7 de abril del 2015.

La lógica más elemental aconsejaría que frente a la amenaza que la versión más putrefacta de la derecha neoliberal triunfe en los comicios del 2016, la izquierda debería hacer esfuerzos para unirse y unir a los más amplios sectores para enfrentar juntos ese proceso.

La misma lógica diría que las izquierdas habrían aprendido la lección de lo que significó el derrumbe de Izquierda Unida, de tantas derrotas recibidas desde entonces, de las reiteradas frustraciones. Un simple razonamiento revelaría que la población que reclama cambios no confía en una izquierda dividida, que en lugar de enfrentar al verdadero enemigo se dedica al canibalismo irresponsable.
Ocurre, sin embargo, que las estructuras de pensamiento arraigadas en muchos izquierdistas impiden razonamientos de este tipo. En las década de los 70 y 80 los debates furibundos, las mutuas exclusiones, incluso la odiosidad con que se trataban los izquierdistas eran porque cada organización se consideraba depositaria de la pureza doctrinaria marxista y descalificaba a los otros tildándolos de reformistas, revisionistas, ultras, oportunistas y otros epítetos por el estilo. En el presente las fisuras se ahondan en épocas electorales, en muchos casos obedecen a posturas pragmáticas, aunque, claro está, disfrazadas de lenguaje radical.

Echado a andar el proceso electoral al 2016, en parte de la izquierda se toma como línea divisoria de lo que es correcto o incorrecto, de lo consecuente o inconsecuente, la posición respecto a personajes como Susana Villarán, Salomón Lerner o Yehude Simons. No se parte por un análisis de conjunto de las debilidades y fortalezas en el campo popular, de la correlación de fuerzas y las tendencias dominantes, de establecer la contradicción principal a resolver, de la estrategia que ha puesto en marcha la derecha cavernaria, de la necesidad de aglutinar al máximo de fuerzas para enfrentar a la amenaza del continuismo neoliberal. Se parte de la descalificación a las citadas personas, y a partir de allí se establece la política de alianzas.


Se aduce que la izquierda no puede ir de furgón de cola de gente poco confiable, porque luego va a ser traicionada, como ocurrió con Ollanta Humala. No se entiende que en la confluencia hacia un solo bloque que incluya a la izquierda y centro izquierda, no se está planteando que uno vaya a la cola del otro, sino de construir un proyecto entre todas las fuerzas comprometidas, articuladas por un programa común y cuyos candidatos se definan por métodos democráticos (un militante un voto). Además, en un frente de este tipo ninguna organización pierde su identidad y tendrá todo el derecho a crecer y difundir sus planteamientos.

Por lo demás, frente al temor por una posible inconsecuencia o traición de determinados líderes, hay que señalar que existe una doble responsabilidad. Por un lado, efectivamente, puede ocurrir que determinado personaje, como Ollanta Humala, tenga una personalidad débil y proclive a someterse a las presiones de los poderosos y terminar en la vereda opuesta. Eso es un riesgo, más no por el riesgo de ahogarse no hay que cruzar el río. Pero, por otro lado, está la responsabilidad de los sectores de izquierda, que a la fecha no han podido recuperar los espacios populares arrebatados por el fujimorismo, ni hacen una labor consistente para contrarrestar la ofensiva mediática derechista que enajena la mente de la gente. Otra sería la historia si los partidos de izquierda serían fuertes y se contara con un pueblo consciente y organizado; en esto descansa la fuerza real que determina la dirección que seguirá un proceso, incluso el comportamiento de los liderazgos. Las recientes elecciones en Lima expresan justamente las debilidades de la izquierda, más allá de si la gestión de Villarán fue la más acertada o no. En la victoria de Castañeda Lossio, la responsabilidad recae principalmente en los sectores de izquierda que no están disputando adecuadamente los espacios políticos a la derecha cavernaria.

Volviendo a las estructuras mentales que impiden o dificultan los procesos unitarios, tenemos en primer lugar una estrechez de miras que ve el árbol, pero no el bosque, se agota en la coyuntura y las ventajas de corto plazo, en lugar de mirar el horizonte y los objetivos estratégicos. En segundo lugar, una falsa concepción de la hegemonía, que se traduce en la lucha a muerte por los cargos y representaciones, en lugar de preocuparse porque prevalezcan las ideas. En tercer lugar, considerarse unos a otros como competidores en lugar de aliados; de allí que la relación entre los grupos de izquierda esté marcada por la intención de infligirse derrotas, debilitarse unos a otros, en lugar del apoyo y la colaboración  que prevalece entre los verdaderos aliados.  El sectarismo que se nutre de todo lo señalado, siempre va a presentarse como purista, como símbolo de la honestidad, de la consecuencia, reserva moral o ángel justiciero. Estos esquemas vienen de atrás y se reproducen una y otra vez, y siempre van a encontrar un pretexto para justificar la división, siempre un chivo expiatorio a quién achacarle la responsabilidad. La fragmentación, el individualismo extremo, el pragmatismo, de lo que se nutre y se sirve el neoliberalismo, así como el caudillismo que es parte de la política peruana, también han sentado banderas en sectores de la izquierda y atentan contra la construcción de un espacio unitario. Sin un cambio de estos esquemas mentales no se va a producir unidad en la izquierda, o en todo caso se va a reducir a una unidad superficial, circunstancial, frágil, como ocurrió en Izquierda Unida.


Está claro que la política peruana necesita renovarse y que la izquierda puede jugar un papel rector en ese sentido, siempre y cuando en ese proceso se renueve a sí misma y se coloque a la altura que se requiere para resolver los grandes problemas nacionales. Esta renovación, necesaria y obligatoria, tiene un carácter integral, que parte por el cambio de mentalidad, de visión, también las formas de hacer política. Una renovación que no podrá plasmarse, si no se asume también, como parte de este proceso, la renovación generacional.   

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