Si
nos atenemos al corazón del escándalo, o sea, la evasión fiscal organizada por
un banco, se puede decir que el HSBC es una lavadora de
dinero que debió ir a los impuestos. Es más que
esto. El HSBC es un sistema para borrar las huellas. Por ejemplo, yo entré a
trabajar a ese banco para que este banco cumpla su función. Pero luego
interviene otro elemento que se explica por un solo término: la corrupción. Digamos que se trata de “un
archivo corrompido”. Y un archivo corrompido es un archivo que no cumple
más con su misión. La corrupción consiste entonces en no cumplir con la misión
inicial. Y el banco era exactamente eso:
cuando el banco dejó de cumplir con su misión de control se volvió una lavadora.
Todo lo que, en principio, debe ser impedido mediante los controles internos no
lo es, está corrompido. Por ejemplo, quienes hacen las auditorías miran lo que
está delante de ellos y no lo que está al costado. Y hay que actuar para que esto cambie. Si no hay voluntad política
no habrá una necesidad reglamentaria real. Sólo
habrá impunidad. Esos bancos, que ya con lo que es legal pueden actuar de
forma amoral, van a actuar también de manera ilegal gracias a la impunidad. Algún día habrá que
romper ese círculo. La única manera de hacerlo es rompiendo el secreto.
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El Ingeniero Informático Herve Falciani cuentas las
claves de sus investigaciones sobre el HSBC.
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DINERO SUCIO: “EL SECRETO CREA LA
IMPUNIDAD”. EL BANCO HSBC. EL ESCÁ
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El Ingeniero Informático Herve Falciani cuentas las claves de sus
investigaciones sobre el HSBC.
Sus revelaciones sobre el sistema financiero
internacional conmovieron al mundo y desataron investigaciones judiciales en
varios países, incluida la Argentina, donde además se conformó una comisión
parlamentaria para estudiar los mecanismos de lavado de dinero y fuga de
capitales. Falciani acaba de publicar un libro donde cuenta su aventura en “el
corazón del escándalo HSBC”, y propone medidas para aumentar el control sobre
los bancos. De todo ello habla con Página/12.
Eduardo
Febbro
Desde París Página /12 domingo 26 de abril del
2015.
La isla
Bouvet es un paraíso para focas, pingüinos, leones de mar, pájaros de ensueño y
plantas. En este lugar inhabitado del planeta, situado entre el Antártico y
Africa, no hay ni una sola casa, ni la sombra de un alma humana. Sin embargo,
existe un habitante con domicilio declarado en esta isla cuya superficie está
cubierta de hielo la mayor parte del año: es uno de los más de 130.000
ciudadanos evasores fiscales que abrieron una cuenta en uno de los bancos más
grandes del mundo, el HSBC. Este improbable habitante de la isla Bouvet forma
parte de la trama planetaria de fraude y evasión fiscal montada por el HSBC y
denunciada, con nombres completos, montos y países de donde provienen, por el
ingeniero en sistemas informático franco italiano Hervé Falciani. Ex empleado
de la sucursal ginebrina del HSBC entre 2001 y 2008, Falciani facilitó a varios
países la lista de los evasores fiscales y los métodos diseñados por este banco
para facilitar esta operación ilícita de alcance prácticamente planetario. A la
Argentina, a través del Estado francés y del jefe de la Administración Federal
de Ingresos Públicos (AFIP), Ricardo Echegaray, Falciani le entregó información
sobre la fuga de los 3500 millones de dólares que se volatilizan cada año así
como la lista de los 4000 argentinos con cuentas en el HSBC. Su historia es una
novela policial y con ese pulso la cuenta en el libro que acaba de publicar en
Francia: Terremoto en el planeta financiero. En el corazón del escándalo HSBC.
Hervé
Falciani vive entre varios mundos. Se ha convertido en una suerte de nómada
perseguido por la Justicia suiza y alabado por otras. Poder encontrarse cara a
cara con él es ya toda otra novela. Nadie diría que este joven esbelto que
ahora conversa con soltura, impecablemente vestido, con modales delicados y
cara de galán de cine es uno de los hombres que hizo temblar los cimientos de
uno de los bancos más poderosos de la tierra. Su libro narra desde las entrañas
los montajes fabulosos del HSBC y otros bancos para evadir impuestos, el papel
destructor de las multinacionales, los sistemas judiciales y los funcionarios
corruptos, los policías a sueldo del sistema financiero, la telaraña de los
intermediarios, la guerra interna en la profundidad de los Estados entre
corrompidos y honestos, la ceguera voluntaria de los controladores y la
frondosa gama de herramientas que la informática brinda para robar con total
impunidad. Es el relato policial de un sistema compuesto por ladrones y el de
un hombre controvertido que lo puso al desnudo. Hervé Falciani es más que el
Edward Snowden del HSBC. Es el hombre que le dio identidad a la sombra de la
sospecha.
Varias
versiones circulan sobre su actuación. Su ex compañera, la franco libanesa
Georgina Mikhael, asegura que Falciani “no es un Robin Hood sino un ladrón que
robó datos y luego quiso negociarlos”. No hay pruebas de esa acusación. Lo
cierto es que Falciani viajó al Líbano para hacer circular su lista, luego a
Francia, donde fue arrestado, al fin a España, donde también fue arrestado.
Sobre él se dice de todo, pero lo trascendente es que Falciani reveló la
información más importante sobre evasión fiscal que se conozca hasta hoy, así
como la metodología bancaria con que se organiza. España, Estados Unidos,
Portugal, Argentina, México, Francia, Venezuela, Luxemburgo, Bélgica, no hay
país que no tenga su club de evasores patentados y su agente local, el HSBC.
Los españoles de la lista Falciani tenían, por ejemplo, 1800 millones de
dólares atesorados en Suiza. En esta entrevista exclusiva con Página/12,
realizada en París, Hervé Falciani vuelve sobre este camino sembrado de
estafadores, mentirosos y ladrones internacionales impunes.
Argentina y el mundo.
–Usted trató
con varios sistemas judiciales, con muchos jueces y policías. ¿Cómo resultó su
colaboración con la Argentina?
–En
Argentina me encontré con un equipo excepcional, tanto por la rapidez de la
acción como por la diversidad de los medios de trabajo que se pusieron en
juego. Sé que no será fácil avanzar, hay muchos obstáculos, pero también una
gran posibilidad de acción desde la Argentina. En Brasil, México o Venezuela,
en suma, en buena parte de América latina, se debe conocer lo que pasa y
observar cómo se actúa en la Argentina. Debo señalar que la mayor resistencia
se encuentra en Europa, no en América latina. Lo que suceda en América latina y
en los Estados Unidos va a darnos un mayor campo de acción. Hay que entender
que existen lugares, y entre esos lugares América del Sur, donde, pese a todo,
hay menos corrupción y, por consiguiente, son muy prometedores para la acción
judicial. Una vez más, incontestablemente, la Argentina es un país que, en
cuanto tomó conciencia de lo que estaba en juego, actuó más rápido y con más
fuerza.
–Una de las
revelaciones de su libro contradice lo que se sabía o se pensaba, e incluso lo
que afirma la Justicia suiza. Usted sostiene que no actuó solo en esta trama,
que con usted trabajó una red. Si es así ¿cuál fue la meta de esa red y quiénes
son sus integrantes?
–Es el caso
típico del progreso humano: se empieza por uno y se termina con mil. El caso
HSBC fue el elemento que atrajo a unas 150 personas que se pusieron a colaborar
juntas. Uno empieza solo y luego termina acompañado. Ese es el sentido de la
red. Nada se puede hacer si uno está solo. Hay un momento en que coinciden las
voluntades. Lo que constituye la red es la diversidad, la comunidad de la
acción para ir en la misma dirección. Para mí ha sido una aventura excepcional
porque había muchas cosas en juego.
–¿Cómo
consiguió salir con vida, eludir las amenazas, los servicios secretos, el
alcance inaudito de los bancos, la calumnia, los intereses de los Estados y de
los poderes económicos?
–Es un caso
particular, y también está el grupo. Lo importante es también no tener miedo.
Yo siempre pedí ayuda y busqué las competencias que me faltaban. No hubo un
control único. Si hubiese habido un arquitecto, si hubiese habido un
organizador central, esa persona estaría hoy muerta. Pero éramos varios. Yo
siempre busqué que el control de la información fuese compartido. Diría que lo
que me salvó fue precisamente la pérdida de control. Todas las ramificaciones
judiciales o políticas que se desarrollarán serán posibles porque esto no
depende de una sola persona. Desde luego, lo que me permitió salir con vida, a
mí y a otros, es haber golpeado las puertas allí donde había un elemento
sensible, una posibilidad de acción. Cuando viajé al Líbano fue para utilizar
el arma del secreto fiscal contra el sistema para que se abra al fin una
investigación. Cuando fui a España, eso sirvió para presentar ante la Justicia
los elementos de prueba de que disponía. En España me pusieron preso, pero no
hay que olvidar que la cárcel también está hecha para proteger. En la cárcel me
pude entrevistar con funcionarios y magistrados muy valientes. España cuenta
con un sistema jurídico que permite también lanzar una investigación. Esto dio
lugar a que Francia nombrara un juez para investigar. En realidad, ese es el
método con el que trabajan los bancos para sus clientes: buscan el lugar en el
cual pueden saltar por encima del problema. Tal vez dentro de algunas semanas
viaje a otro país.
El sistema HSBC.
–Si nos
atenemos al corazón del escándalo, o sea, la evasión fiscal organizada por un
banco, se puede decir que el HSBC es una lavadora de dinero que debió ir a los
impuestos.
–Es más que
esto. El HSBC es un sistema para borrar las huellas. Por ejemplo, yo entré a
trabajar a ese banco para que este banco cumpla su función. Pero luego
interviene otro elemento que se explica por un solo término: la corrupción.
Digamos que se trata de “un archivo corrompido”. Y un archivo corrompido es un
archivo que no cumple más con su misión. La corrupción consiste entonces en no
cumplir con la misión inicial. Y el banco era exactamente eso: cuando el banco
dejó de cumplir con su misión de control se volvió una lavadora. Todo lo que,
en principio, debe ser impedido mediante los controles internos no lo es, está
corrompido. Por ejemplo, quienes hacen las auditorías miran lo que está delante
de ellos y no lo que está al costado. Y hay que actuar para que esto cambie. Si
no hay voluntad política no habrá una necesidad reglamentaria real. Sólo habrá
impunidad. Esos bancos, que ya con lo que es legal pueden actuar de forma
amoral, van a actuar también de manera ilegal gracias a la impunidad. Algún día
habrá que romper ese círculo. La única manera de hacerlo es rompiendo el
secreto.
–¿Cuál es el
modelo, el patrón de la evasión fiscal organizada?
–El fraude
fiscal es, de hecho, una cuestión de ingeniería judicial o jurídica. Por
ejemplo, en lo que atañe a lo judicial, el fraude se realiza cuando se frenan
las investigaciones, cuando las comisiones rogatorias y otros pedidos quedan en
la nada. Y en lo que toca a lo jurídico, es más simple: basta con desviar o
alterar el sentido de las reglamentaciones y, a partir de allí, lanzar un nuevo
servicio y comercializarlo. El fraude fiscal se construye gracias a la ausencia
de controles, así como a partir de la complejidad de los dispositivos
financieros que los bancos inventan. Cuanto más complejo es, más difícil
resulta detectar o desmontar el fraude. Hoy tenemos la prueba absoluta de que
esa falta de controles fue voluntaria. Por eso escribí este libro, para
explicar qué se puede cambiar y cómo. Es un libro de combate, un libro de
inteligencia económica para que se pueda ampliar el combate.
–A ver, cito
un ejemplo de su libro: usted cuenta que las informaciones sensibles que
detenta un banco, en este caso el HSBC, están deslocalizadas. O sea: toda la
información comprometedora se manda a la cloud (la nube), al mundo sin
fronteras de la red, y a otras zonas del mundo. Es un caso claro de ocultación
de la información.
–En el HSBC
había un proyecto llamado “Zorro”. Este proyecto consistía en identificar los
datos que se podían enviar al extranjero y deslocalizar la información que
estaba en Zurich o Ginebra para enviarla a Asia. Por ejemplo, muchos elementos
del back office partieron a la India. El banco HSBC posee la red de
computadoras privadas más grande del mundo, el HSBC Net. Era muy simple
transferir dinero a través del mundo sin que jamás ese dinero saliera del banco
y sin que hubiese la más mínima huella de la transacción. Esta se hacía sin
recurrir al código Swift, que es el código de 8 cifras que se usa para
identificar los giros internacionales. Cuando una administración fiscal le
pedía a Suiza información sobre una cuenta bancaria, esta última decía “no”.
¿Qué quiere decir este “no”? Quiere decir que la información estaba en el banco
y que la administración fiscal suiza tiene muy poco control sobre lo que pasa
en los bancos. También está Bélgica, que es un poco el hermano menor de Suiza.
El caso de Bélgica es un tema central para todos los negocios. Por suerte, hay
dos jueces capaces de lanzar investigaciones que conciernen a miles de millones
de dólares. Hace poco vimos cómo el responsable de las investigaciones sobre el
mercado de diamantes en Bélgica fue preso por corrupción.
–En suma,
todo apunta a probar que se trata de un sistema orientado a captar el dinero de
la corrupción en los diferentes puntos del globo.
–Eso es
precisamente lo que muestran las investigaciones en curso. Yo lo viví desde el
interior. Hoy hay una enorme porción de la economía financiera que se nos
escapa. Miles de millones de dólares pasan por los bancos. Las comisiones sobre
las ventas de armas o petróleo, las coimas, el dinero de los mafiosos o de la
corrupción política, todo pasa a través de los bancos. Las exigencias a las que
responden estas operaciones son cualquier cosa menos morales.
El triángulo en las sombras.
–Hay un
triángulo: bancos, multinacionales, Estados. Un poder en las sombras, que usted
describe paso a paso, que amenaza los principios mismos de la igualdad
democrática.
–Este
triángulo funciona a la perfección justamente porque cada parte tiene
competencias complementarias. El papel de las multinacionales es determinante.
Las multinacionales, por ejemplo, pactan acuerdos que se llaman tax ruling.
Este dispositivo legal le permite a una empresa conocer por adelantado cuál
será su tratamiento fiscal en un Estado determinado. Entonces, cuando una
multinacional establece un acuerdo de tax ruling el dinero que no se le paga a
los Estados termina en lugares donde no se abonan impuestos. Todo esto funciona
mediante el secreto, y el secreto crea la impunidad. Por eso yo hablo de
combate. En el medio ambiente mundial, el actor que modela la democracia es el
banco, no el elector. Estamos avanzando cada vez más hacia una democracia
corrompida. Es un esquema particular, un poco como en esas películas que se
hacen ahora para los adolescentes, The Hunger Games por ejemplo, donde se
muestran ciudades totalitarias. Vamos hacia eso: no es exactamente una
dictadura, no es del todo una democracia, es algo intermedio. En este caso
también debemos llevar a cabo acciones operacionales. El hecho de que las
multinacionales tengan la posibilidad de sacar el dinero de un país sin pagar
impuestos, o sea, de deslocalizar los beneficios, no se puede tolerar. Es
preciso actuar. Si una empresa puede evitar la presión fiscal ya no estamos más
en democracia. Para mí ha sido esencial luchar contra ese autoritarismo, es
decir, contra el secreto. El secreto de las tax ruling, de los acuerdos, el
secreto de la tecnocracia.
–Hay un
cinismo fundamental de Occidente: los grandes bancos mundiales son
occidentales, los países que son auténticas lavadoras de plata sucia, Suiza,
Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña, son grandes democracias de Occidente. Y
encima, el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, es el
ex primer ministro de Luxemburgo que organizó y defendió con uñas y dientes el
fraude fiscal en contra de sus socios europeos.
–Sí, tenemos
un poder corrupto, un poder que no cumple con su misión, que no está al
servicio de todos sino de ciertos intereses particulares, intereses que pueden
ser incluso de los narcotraficantes. Las democracias funcionan con intereses
pervertidos, corrompidos. Hay que preguntarse si existe algo que se oponga a
esas acciones. En Europa hoy hay alguien que se opone a todo esto: se trata de
Grecia. Atenas denuncia en voz alta lo que hicieron otros ministros, como el
ministro de Defensa que firmó contratos con Siemens a través de bancos
franceses en Suiza. La pregunta más importante es: ¿quién va a apoyar la
iniciativa griega en el mundo? Hay que intervenir, hay que votar leyes para
contraatacar y desmontar esa tecnocracia que prospera con la complejidad.
Debemos comprender que todos estos acontecimientos no son una invitación a
resignarse sino a observar cuál es el eslabón débil.
–Usted habla
en su libro de “vías alternativas”. ¿Cuáles son?
–Para empezar, está la comprensión del sistema.
Cuando se escribe un libro sobre la evasión fiscal, sobre la opacidad
financiera, se está mostrando que los flujos financieros no se pueden
controlar, que hay una voluntad de no controlarlos. No hay que esperar que
cambie por sí solo un sistema tan eficaz. ¿Qué nos queda entonces? Se montó
toda una ingeniería para deslocalizar los beneficios. Lo que habría que hacer
entonces es terminar de una buena vez con esa estrategia fiscal basada en los
beneficios. No somos nosotros quienes nos beneficiamos con las riquezas, sino
las empresas. Y fue el impuesto sobre las empresas y los beneficios el que
permitió ese robo. Debemos entonces destruir este principio. Los bancos no
ganan plata con los beneficios de los clientes sino con las comisiones que
cobran por las transacciones. Podríamos inspirarnos en los predadores para ser
tan fuertes como ellos. Francia, por ejemplo, es un paraíso fiscal menos
eficiente que el modelo suizo. Para los ciudadanos, Francia es un infierno
fiscal, para las empresas no. Otra vía alternativa consistiría en que se vote una
ley para proteger y compensar a quienes revelan informaciones sobre empresas o
prácticas que son desleales con la economía del país. Esto sería un arma eficaz
contra la impunidad. La Argentina podría dar un ejemplo mundial con una ley
así. Sin embargo, hoy debemos reconocer que nuestros enemigos son más fuertes.
El dinero no es un referente moral sino un referente operativo. Insisto en
esto: todo el problema que tenemos proviene del secreto. Si no le ponemos fin al secreto todo esto se seguirá
desarrollando y nos perjudicará siempre más. No hay alternativa.
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