Foro Social Mundial o Foro de Porto Alegre – en funcionamiento desde
enero del 2000 –
Cada año realiza su Reunión o Cumbre Mundial. Sus foros anuales se han
descentralizado con la finalidad de forjar mayor participación de los
Ciudadanos, sus organizaciones,
sociales, políticas, culturales, ambientales. En sus cumbres mundiales
han desfilado, han inaugurado o sustentado ponencias desde Presidentes
progresistas como Chávez, Lula, Evo;
intelectuales de gran prestigio y Ciudadanos del Mundo, así como las más
variadas y distintas representaciones sociales, políticas, culturales. De sus
Foro Mundiales ha emergido una “nueva
Cultura global, expresión de un mundo en plena ebullición social y cambios
políticos. Su fundación se debió básica y fundamentalmente a que la Ciudadanía
mundial opuesta a la globalización neoliberal, su ideología y su política única
en relación con el mercado – expresada por las clases dominantes y la Nueva Gran Burguesía Transnacional, reunida
anualmente en su Foro Económico Mundial, realizado en la ciudad de Davos – ha concretizado no solamente
como el eje central de reafirmación de la cultura de las clases dominantes,(la
cultura Davos) pero sus objetivos políticos son de carácter estratégico en
relación a las políticas globales que
definen la orientación del mundo en su conducción y gobernabilidad anual.
El gran error político del Foro Social Mundial es haber continuado
sus permanentes Congresos o Reuniones Anuales – recorriendo varias ciudades
de los 5 continentes – en el amplio
escenario de un limbo de indefiniciones políticas, solamente asumiendo
tareas y responsabilidades de carácter social y organizativo. Por más de una década y media han caminado
sin rumbo y orientación política, con el débil argumento de que no era
tarea o responsabilidad del Foro el definir políticas de clase, sustentar y forjar nuevos
espacios sociales tendientes a construir una política mundial – tal como
la desarrolla y la impone en todo el mundo el Foro Económico Mundial – El “gran” resultado de esta continuo
indefinición política es que los acontecimientos globales, continentales y nacionales
han ido ganando en el escenario sistémico y
al final no encontraban una esperanza de definición y orientación política.
La cohesión social y política que se construía a nivel mundial en
torno al Foro Social Mundial,
no encontraba la respuesta que todos los Ciudadanos
del Mundo explotados, marginados, excluidos por el mercado y las políticas
de la globalización neoliberal. En cada
Foro anual, se expresaba ante el sistema-mundo de que era necesario y
urgente construir social y políticamente: Otro Mundo, si es posible. Pero para llegar, para caminar en un escenario de clase y lucha
de clases como es el mundo Multipolar de hoy, no se era capaz y menos
existía – hasta hoy – la necesidad obligada e histórica de que el Foro Social Mundial,
si es que deseamos mantener su supervivencia política, debe en forma
urgente ingresar al mundo de la batalla de las ideas y forjar y Plataforma de Alternativas
y propuestas políticas que nos dirijan o conduzcan precisamente a este Otro Mundo, Socialista, si es posible. He
ahí la gran tarea, compromiso y responsabilidad política que debe asumir el Foro Social Mundial, si que en nuestra
presencia pierde el conjunto de principios, objetivos y tareas históricas que
se deben forjar y construir en el sistema
mundo multipolar actual y los riesgos
que se corre políticamente en el proceso de
construcción económico-social-política e institucional del Nuevo Orden Mundial
Multilateral.
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OTRO MUNDO ES
NECESARIO.
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Dr.- Boaventura de Sousa
Santos *
Página /12 lunes 6 de abril del 2015.
Escribo desde Túnez,
donde participé del Foro Social Mundial, que por segunda vez se realizó en el
país que inició la “primavera árabe”, una semana después del atentado
terrorista que asesinó a 21 personas. El primer hecho notable es que más de 50
mil participantes, llegados desde 121 países, no se dejaron intimidar por los
extremistas y mantuvieron su participación como testimonio de la solidaridad
con el pueblo tunecino, el país del Magreb que tuvo más éxito en la transición
de la dictadura a la democracia. Un país pobre en recursos naturales, cuya
principal industria es el turismo, que está en el centro de una región que fue
cuna del capitalismo y siempre fue dominada por el comercio de recursos
estratégicos, oro en el siglo XIV y petróleo en nuestros días.
La riqueza de su
diversidad cultural es impresionante, y está presente tanto en el arte y la
política como en la sociedad y la vida cotidiana. Aquí se amalgamaron durante
siglos las culturas cartaginesa (los pueblos bereberes y fenicios), romana,
cristiana, árabe-musulmana (de Medio Oriente y la Península Ibérica), otomana,
francesa. Aquí nació y escribió uno de los fundadores de las ciencias sociales
modernas, Ibn Khaldun (1332-1406). Diez siglos antes, cerca de aquí, en la
ciudad romana de Hipona (hoy Annaba, en Argelia) nació San Agustín, más allá de
todo lo demás, un autor temprano del modernismo utópico y de la crítica
anticolonial. Hoy, tal vez para sorpresa de muchos, las mujeres son el 31 por
ciento de los legisladores en el Parlamento tunecino y, según los observadores
más atentos, son también las mujeres quienes han defendido más eficazmente la
transición democrática en Túnez. Es difícil escapar a la magia de este lugar.
Tal como en el primer
encuentro del Foro Social Mundial (FSM) realizado en Túnez, en 2013, ahora el
tema central fue la dignidad, un
concepto amplio y de vocación intercultural, donde caben los derechos humanos
de raíz occidental y las concepciones de respeto por el ser humano, sus
comunidades y la propia naturaleza entendida como un ser vivo y fuente de vida,
propias de las cosmovisiones indígenas y campesinas, así como del Islam
coránico. Dentro de este tema general se produjeron los más diversos debates
sobre las tres principales fuentes
de la dominación y la opresión en nuestro tiempo –el capitalismo, el colonialismo (racismo, xenofobia e islamofobia)
y el patriarcado–, debates a veces
centrados en la denuncia, a veces en la propuesta de alternativas. A lo largo
de los 15 años del FSM, algunos temas fueron ganando más centralidad: el avance
aparentemente irresistible de la versión más antisocial del capitalismo (el
neoliberalismo basado en el capital financiero), que alcanzó a una Europa que
se consideraba protegida; la escandalosa concentración de la riqueza –según
datos de la respetada ONG Oxfam, las 85
personas más ricas del mundo tienen
tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad (3500 millones de personas)–; la destrucción ambiental por la
explotación sin precedentes de recursos naturales; la expulsión de campesinos
de sus territorios ancestrales para dar lugar a la agricultura industrial y la
apropiación de tierras en gran escala que requiere; la creciente invasión de
semillas transgénicas y de productos genéticamente modificados (de la fruta al
eucalipto) que priva a los agricultores del control de las semillas, destruye
la biodiversidad, mata a las abejas y daña la salud humana; el crecimiento de
la violencia política y la necesidad de denunciar tanto al terrorismo como al
terrorismo de Estado, que siempre ha recurrido a los extremistas para perseguir
sus objetivos; el trágico deterioro de las condiciones de vida de los
palestinos sometidos a la forma más violenta y salvaje de colonialismo por
parte del Estado de Israel; la heroica lucha del pueblo saharaui por su independencia
y liberación del colonialismo marroquí.
Quince años después del
primer encuentro del FSM es tiempo
de hacer un balance. El FSM les ha
permitido a los movimientos sociales de todo el mundo conocerse mejor y
articular sus luchas; los mejores ejemplos son, tal vez, Vía Campesina y la Marcha Mundial de Mujeres. Pero la verdad es que
el mundo es hoy más violento, más injusto y más desigual, y muchos (yo mismo)
piensan que el FSM debería haberse
renovado en estos años y hacerse más intervencionista en la formulación de
propuestas y políticas. Una cosa es cierta: el FSM ha demostrado que, mientras algunos
dudan de que sea posible, construir otro mundo es urgentemente necesario.
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* Doctor en Sociología del Derecho.
Traducción: Javier Lorca.
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