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"Así pues, la subida de los aranceles del 10% al 50% para los productos de exportación es un arma con que las autoridades estadunidenses van a generar nerviosismo en determinados sectores de la economía del país. Saben que, por su tradicional sumisión política, económica, militar y cultural a los EEUU, Brasil es el elemento más débil para desestabilizar a los BRICS. Después de más de un mes desde el inicio de la imposición de los aranceles, el gobierno díscolo de Lula da Silva ya recibe presiones de la prensa mayoritaria y los sectores financieros para haga concesiones al chantaje de la administración Trump. Por ahora, el presidente resiste gracias en parte a la diversificación del mercado exterior brasileño y a su capacidad para tejer acuerdos internacionales, que amortiguan el cambio brusco de las reglas de uno de sus principales socios comerciales.
"En efecto, en 2024 Brasil tuvo un flujo comercial con EEUU en el orden de los 80 mil millones de dólares, mientras que con China fue el doble, en el orden de 160 mil millones de dólares, con más de 30 mil millones de superávit comercial. Ello demuestra que es posible plantar cara al chantaje comercial de los EEUU cuando la dependencia de su mercado se ha relativizado en los últimos años. Y es que los BRICS ya son una potencia comercial mundial, que ha superado al G7, con un 40% del PIB mundial en paridad de poder de compra. Los intentos de Trump para estrangular comercial y políticamente al gobierno brasileño podrían estar abocados al fracaso, siempre que Lula da Silva no ceda a las presiones del gobierno de Trump y de sus vasallos en Brasil.
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EL FLANCO MÁS DÉBIL DE LOS BRICS.
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Por Zainer Pimentel | 10/09/2025 | Brasil.
Fuente.
Revista rebelión miércoles 20 de septiembre del 2025.
Fuentes: Rebelión [Imagen: 'Foto de familia' de la 17ª
Cumbre de los BRICS en Río de Janeiro los pasados 6 y 7 de julio de 2025.
Créditos: Presidencia de Brasil].
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En
este artículo el autor analiza las relaciones económicas bilaterales entre
Brasil y EEUU para concluir que
la histórica situación de dependencia de
Brasil puede verse substancialmente modificada en el contexto de los BRICS, por lo que afirma que «los
intentos de Trump para estrangular comercial y políticamente al
gobierno brasileño podrían estar abocados al fracaso, siempre que Lula da Silva no ceda a las presiones
del gobierno de Trump y de sus vasallos
en Brasil».
En la reunión
de los BRICS del 6 al 7 de julio en la ciudad de Rio de Janeiro Lula da Silva, actual
presidente pro tempore del
grupo hasta finales de 2025 hizo una firme defensa de la desdolarización entre las transacciones
comerciales internacionales. Así pues, no fue una simple coincidencia que
el presidente Donald Trump quisiera
asestar un golpe de efecto contra Brasil,
al anunciar el 9 de julio nuevos
aranceles de hasta un 50% contra determinados
productos que tienen en el mercado norteamericano su principal receptor. Trump ya ha dejado bien claro más de una vez que el dólar es el
instrumento más poderoso que tiene su país y la desdolarización tendría el mismo efecto que la “pérdida de una guerra”, por lo que los países que se alineen con
estas tesis sufrirían un aumento
arancelario. Para él, las subidas
arancelarias ofrecen no sólo ventajas
económicas sino también políticas, al combatir
prácticas antiamericanas.
Pese al ruido provocado por la medida del gobierno de los Estados Unidos, el impacto real del llamado tarifazo sobre del PIB brasileño está todavía por ver. Por ahora, aunque el decreto no sea desconsiderable, sólo afecta a sectores muy determinados de la economía del país sudamericano, por ejemplo, las exportaciones de zumo de naranja (del que los EEUU importan el 80%), el café (el 25%) y la carne de vacuno (el 23%). Una de las razones por las que el pánico no se ha adueñado totalmente de Brasilia, aún que sí la preocupación, y que ha permitido al presidente Lula da Silva responder con altivez al órdago de Trump, es que el mercado de Estados Unidos ha dejado de ser el primer destino de su comercio internacional, y ocupa ahora la tercera posición, con casi el 12%, tras China con un 27% y la propia EU con un 13%. En efecto, aunque las exportaciones totales a Estados Unidos de los productos brasileños que se han visto afectadas por el arancel más alto están alrededor del 57%, eso significa sólo un 6% del conjunto total de las exportaciones brasileñas.
Los números
desmienten a Trump sobre la
necesidad de aplicar aranceles más altos
a Brasil para atajar el hipotético déficit en la balanza comercial
desfavorable a los EEUU que aduce en
su carta al mandatario brasileño. El
presidente estadunidense yerra al decir que su país pierde en el comercio con Brasil. De hecho, hace más de una
década que la balanza comercial
entre los dos países le es siempre favorable. En los últimos 15 años, el superávit general de los EEUU con Brasil fue de alrededor de 410 mil millones de dólares. El año
pasado, por ejemplo, el superávit del
comercio de productos entre los dos países fue de casi 7 mil millones de dólares; si se suman los intercambios de bienes y servicios aumenta a 25 mil millones. En lo que va de 2025 los datos parciales arrojan 1,6 mil millones a favorables al país norteamericano en el comercio de productos.
La diplomacia
brasileña no se hizo esperar. Brasil buscó inmediatamente el apoyo de sus socios. El mandatario del país
latinoamericano telefoneó inmediatamente a los presidentes de China, Rusia e India (los otros tres fundadores de los BRICS también amenazados por el alza de
los aranceles), buscando una acción
conjunta para frenar la guerra comercial provocada por los EEUU. Xi Jinping ya ha respondido positivamente a sus demandas,
afirmando que “China está lista para
trabajar con Brasil”. No ha trascendido cuáles fueron las reacciones de Vladimir Putin y Narenda Modi. Por otro lado, otros miembros del gobierno han
intentado mantener los canales abiertos con la administración estadunidense,
como el ministro de Hacienda Fernando
Haddad y el vicepresidente Geraldo
Alckmin, aunque sin perder de vista la posibilidad de acudir a la Organización Mundial del Comercio (OMC)
para tomar medidas legales en defensa de
sus intereses. Por ahora, esos
intentos de establecer contactos de alto nivel parece que se han visto frustrados, ya que el ministro Haddad
ha recibido un portazo del secretario
del Tesoro, Scott Bessent. Si el castigo
arancelario en el caso brasileño no
tiene respaldo en la balanza comercial
entre los dos países, ¿cuáles pueden ser
las motivaciones reales de la administración americana para iniciar ahora una
guerra comercial también contra Brasil?
En la carta enviada a Lula da Silva, el presidente de los EEUU no ocultó que con el instrumento de la guerra arancelaria pretende también socorrer a sus aliados políticos brasileños. Ello en el peor momento para el ex presidente Jair Bolsonaro, que se encuentra en serios apuros judiciales. Está en arresto domiciliario impuesto por el magistrado del Supremo Alexandre de Morales, y un juicio por intento de golpe de Estado que está previsto que comience en el mes de septiembre. Trump ha dejado bien claro que, en su opinión, la justicia brasileña no es independiente y está haciendo una “caza de brujas” contra la oposición. Para el gobierno brasileño, el tarifazo pero también las sanciones impuestas a los jueces de la Corte Suprema, a quienes se les ha retirado el visado para EEUU, son maneras no solo de intentar interferir en las decisiones de los órganos de justicia de Brasil, sino también de favorecer un cambio de régimen político con vistas a las elecciones de 2026. Toda vez que os aranceles podrían amedrentar a parte del sector empresarial afectado por esta guerra comercial. El palacio del Planalto (sede de la presidencia de Brasil) acredita que el mandatario estadunidense planea crear un ambiente interno hostil, que pavimente el camino para que, en el caso de un resultado desfavorable en las urnas en el año próximo, la oposición de ultraderecha y el gobierno de los EEUU no reconozca el resultado electoral.
Sin duda,
tener un gobierno más dócil en Brasil
es un objetivo para la administración
Trump. Para eso trabaja el hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro
(parlamentario brasileño con conexiones muy cercanas a la administración republicana y que actualmente vive en los EEUU). La salida de Joe Biden de la
presidencia de los EEUU, con quien el
gobierno brasileño tenía una deuda por su rechazo al intento de golpe del 8 de febrero de 2023,
dificulta actualmente la relación entre los dos países. Fruto de esa deuda con Biden, Lula da Silva no tuvo más remedio que apoyar abiertamente a Kamala
Harris para la presidencia de los EEUU. Las preferencias políticas del
mandatario brasileño en materia de política interna de los EEUU seguramente quedaron
como una espina clavada en la cúpula republicana; es un factor que dificultan
el acercamiento diplomático con Trump, un
político acostumbrado a tratar sus opositores más débiles como enemigos a abatir.
Por otro lado, no hay que
perder de vista que los recientes acuerdos firmados entre Lula da Silva y Xi Jiping en materia infraestructuras de gran porte
(como es el caso del acuerdo para la viabilidad de la construcción de la Ferrovía bioceánica que uniría el
puerto de Chancay en Perú al de Ilheus
en Bahia; el puente de Salvador a Isla de Itaparica, entre muchos otros), comercio exterior, transferencia de
tecnología, o apertura de fábricas de coches y de baterías, pueden aumentar
más aun la fuerte presencia inversora de
China en suelo brasileño. Fiel a la doctrina Monroe, la
administración americana está en alerta:
no aceptará tan fácilmente que el país
más grande del subcontinente americano escape
de su esfera de influencia. Pese a que Brasil
decidió no adherirse al proyecto chino de la nueva “Ruta de la Seda”, es indudable que la creciente presencia del gigante asiático en la
economía de Brasil, y el deseo de China
de invertir en las infraestructuras
tan necesarias para el desarrollo
industrial del país, a cambio de disponer
de la ingente cantidad de recursos naturales y productos agrícolas que Brasil puede ofrecerle, no puede menos
que inquietar a la administración Trump.
Una cosa son los acuerdos comerciales
bilaterales, o el acceso a
inversiones con que el gigante asiático seduce a cualquier gobierno, otra muy
diferente es la constitución de bloques económicos fuertes como los BRICS, que pueden dar lugar a
desequilibrios geopolíticos regionales y afectar a esa área de influencia “natural” de los EEUU que es América Latina.
Más aún ahora cuando las medianas y
grandes potencias mundiales están aprovechando
las tensiones internacionales para redimensionar sus capacidades de influencia.
Otro factor
reciente que no hay que perder de vista es la fuerte tensión entre
las dos
administraciones debido al deseo del gobierno brasileño de regular la actuación de las llamadas Big techs (Google,
Meta, Microsoft, Amazon y Apple, entre otras). La propuesta de nueva
regulación del sector disgustó a ese
poderoso grupo de presión, aliado de
última hora de la actual administración
republicana. Las compañías tecnológicas ven en la regulación un intento
del gobierno interferir en su libertad
de actuación empresarial. Los tribunales brasileños ya habían decidido en junio hacer responsables a las empresas tecnológicas de los diferentes
contenidos delictivos que pueden aparecer en esas plataformas digitales, aun cuando hayan sido publicados por
sus usuarios. Por el antiguo marco civil
brasileño de internet las plataformas
digitales sólo eran responsabilizadas en caso de incumplir una orden
judicial de retirar determinados
contenidos considerados delictivos. La
nueva normativa enviada al Parlamento va más allá, y pretende
responsabilizar las plataformas por
dichos contenidos, lo que supondría
para ellas una pérdida económica, no sólo por la necesidad de una inversión
directa para realizar el filtrado de los contenidos, sino también por la reducción de anuncios remunerados. Las actuales quejas de las empresas tecnológicas de datos e
información son injustificadas, ya que tienen un superávit comercial con Brasil, que en 2024 estuvo en torno a los 23 mil millones de dólares. Para el presidente Lula da Silva, el actual modelo de sumisión a las
tecnológicas debe acabar, ya que se trata de una cuestión
“de soberanía nacional por lo que se debe obligar a
esas empresas que operan en territorio brasileño a someterse a las leyes del
país”. Según el gobierno, la nueva regulación intentaría
equilibrar el derecho a la libertad de información con la protección ciudadana frente a los abusos practicados en la esfera
digital.
Así pues, la
subida de los aranceles del 10% al 50%
para los productos de exportación es un
arma con que las autoridades estadunidenses
van a generar nerviosismo en determinados
sectores de la economía del país. Saben que,
por su tradicional sumisión política, económica, militar y cultural a los EEUU, Brasil es el elemento
más débil para desestabilizar a los
BRICS. Después de más de un mes desde
el inicio de la imposición de los aranceles, el gobierno díscolo de Lula da Silva ya recibe presiones de la
prensa mayoritaria y los sectores
financieros para haga concesiones al
chantaje de la administración Trump. Por ahora, el presidente resiste gracias en parte
a la diversificación del mercado exterior brasileño y a su capacidad para tejer acuerdos internacionales, que
amortiguan el cambio brusco de las reglas de uno de sus principales socios comerciales.
En efecto,
en 2024 Brasil tuvo un flujo comercial con EEUU en el orden de los 80 mil millones de dólares, mientras que
con China fue el doble, en el orden
de 160 mil millones de dólares, con más de 30 mil millones de superávit
comercial. Ello demuestra que es posible plantar cara al chantaje comercial de los EEUU cuando la dependencia de su mercado se
ha relativizado en los últimos años. Y es que los BRICS ya son una potencia
comercial mundial, que ha superado al G7,
con un 40% del PIB mundial en paridad de poder de compra. Los intentos de Trump para estrangular comercial y políticamente al gobierno
brasileño podrían estar abocados al fracaso, siempre que Lula da Silva no ceda a las presiones del gobierno de Trump
y de sus vasallos en Brasil.
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