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“En
un país que ha tenido a lo largo de su historia innumerables asonadas golpistas, dictaduras e
intervenciones militares, la sanción ejemplar a esta última amenaza contra las instituciones
democráticas, puede adquirir una dimensión pedagógica para la ciudadanía en la medida en que la sociedad advertirá que quienes financiaron, organizaron y ejecutaron los
actos sediciones que culminaron el 8 de enero de 2023, tendrán que responder legalmente por sus actos. Con ello
se refuerza la idea de que la democracia
no es solo una cuestión formal, sino
que para su permanencia y profundización
se requiere de una responsabilidad compartida y de mecanismos efectivos de
punición contra quienes realicen
actividades antidemocráticas. Lo anterior debería aislar a los grupos extremistas de la extrema derecha
y permitir la recomposición de una centroderecha
que esté dispuesta a respetar las reglas del juego democrático. Finalmente, el juicio a los golpistas y las
rigurosas penas que de allí se deriven puede representar una gran oportunidad
para que la democracia brasileña -pese
a sus limitaciones- demuestre su robustez y capacidad de resiliencia y, de esta
manera, el país pueda cerrar la puerta a nuevas aventuras sediciosas, inviabilizando la salida golpista como una
práctica política aceptable, tolerable o banal.
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Fuentes: Rebelión / Socialismo y Democracia [Imagen: La Sala Primera del Supremo Tribunal Federal de Brasil durante la sesión en que fueron rechazadas las 'cuestiones preliminares' interpuestas por los militares golpistas el 20 de mayo de 2025. Créditos: Rosinei Coutinho/STF]
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EL
JUICIO A LOS GOLPISTAS Y SUS DESDOBLAMIENTOS PARA LA DEMOCRACIA.
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Por Fernando de la Cuadra | 04/09/2025 | Brasil.
Fuentes.
Revista Rebelión jueves 4 de septiembre del 2025.
En este artículo el autor sostiene que el juicio en el que se sentará Bolsonaro en
el banquillo de los acusados, tiene que ser ejemplar para garantizar la
supervivencia de la democracia en Brasil y para frenar el avance de la
ultraderecha que amenaza con poner en peligro todos los avances sociales
conquistados durante los gobiernos progresistas.
De
manera inédita, un expresidente de Brasil se encuentra en el banco de los reos juzgado por cometer crímenes
graves contra la Constitución como intento
de Golpe de Estado y conspiración para abolir el Estado democrático de Derecho. El ahora reo Jair Bolsonaro es apuntado
por la Procuraduría General de la
República como el líder de una organización criminal armada que trató de subvertir el resultado de las urnas,
infringir un Golpe de Estado y mantenerse en el poder a pesar de haber perdido
las elecciones en octubre de 2022.
Al lado de Bolsonaro otros siete acusados de los mismos crímenes esperan la
absolución o condenación por parte de los miembros de la Primera Turma (Sala Primera) del Supremo Tribunal Federal.
Este
juicio es especialmente significativo en un país marcado en su historia
por prácticas autocráticas impuestas desde los tiempos de la colonización.
En efecto, Brasil ha sido desde sus
orígenes y luego de la instauración
de la República una sociedad de cuño esclavista,
caracterizada por la prescindencia de las
formas democráticas de convivencia
y, consecuentemente, reconocible por
la existencia de un tipo de dominación
autoritaria que permanentemente ha
obstaculizado la representación y participación de los sectores populares y de la clase
trabajadora en las principales
decisiones que competen al conjunto de la nación.
En
ese sentido, la intentona golpista que tiene sus antecedentes
casi desde el momento en que Bolsonaro
asumió la presidencia, se vio reforzada con los campamentos montados frente
a los cuarteles y la consiguiente invasión de la Plaza de los Tres Poderes, exigiendo a las Fuerzas Armadas una intervención
por las armas. Lo anterior, diseñó un escenario que mostraba una democracia fragilizada pasible de ser violentada por medio de una escalada autocrática sin retorno. Por lo mismo, el juicio a quienes tramaron dicho Golpe de Estado es relevante en términos
de sus efectos para la superación de la impunidad
y la ampliación de la propia democracia. La mayoría de los acusados son representantes del alto escalón de la
jerarquía militar (cuatro del Ejercito y uno de la Marina) y otros ocuparon puestos de relevancia en la estructura del anterior
gobierno de ultraderecha.
Después
de todo lo sucedido, continúa incomodando la constatación de
como un militar agitador expulsado de
las filas de ejercito por una
secuencia de actos ilicititos y luego transformado
en un político del bajo clero, irrelevante y caricaturesco, llegó a
transformarse en el líder de la extrema
derecha con un discurso primario y
radical que fue captando respaldo popular en función de la crisis sistémica del país. El mismo
Bolsonaro siempre repetía que era una
persona mediocre, sin un ideario relevante, aunque supo convertirse en el representante de la anti política y la
antítesis de los proyectos de inclusión social y garantía de los derechos
de las minorías implementados por los
gobiernos de Lula y Dilma Rousseff.
Paradójicamente,
las políticas sociales
y de inclusión montadas por ese ciclo
progresista de los gobiernos del Partido
de los Trabajadores (2003-2016)
generó su contraparte en un movimiento
reaccionario, que fusionaba visiones
ultraliberales en la economía con una perspectiva conservadora radical apoyada
por diversas denominaciones del
pentecostalismo en auge, por
militares y policías en la activa o jubilados y por ganaderos y empresarios
extractivistas inescrupulosos que se refugiaron en una administración que
les permitió realizar todo tipo de
ilegalidades para aumentar sus lucros.
Para
enfrentar este ciclo de retroceso, el juicio a los golpistas posee
una importancia decisiva en los rumbos
futuros que seguirá la democracia
brasileña. Las condenas de los
integrantes de los cinco núcleos que
actuaron en la trama golpista -partiendo por el núcleo crucial- debe expresar un enfrentamiento vehemente
hacia quienes conspiraron contra la República y dar un mensaje claro de
que no habrá impunidad para aquellos que intentaron
acabar con el Estado democrático de
Derecho. Si este juicio termina siendo tolerante,
tibio e ineficaz, abrirá un peligroso
precedente para futuras acciones
golpistas.
En
un país que ha tenido a
lo largo de su historia innumerables
asonadas golpistas, dictaduras e intervenciones militares, la sanción
ejemplar a esta última amenaza
contra las instituciones democráticas,
puede adquirir una dimensión pedagógica para la ciudadanía en la medida en que la sociedad advertirá que quienes financiaron, organizaron y ejecutaron los
actos sediciones que culminaron el 8 de enero de 2023, tendrán que responder legalmente por sus actos. Con ello
se refuerza la idea de que la democracia
no es solo una cuestión formal, sino
que para su permanencia y profundización
se requiere de una responsabilidad compartida y de mecanismos efectivos de
punición contra quienes realicen
actividades antidemocráticas. Lo anterior debería aislar a los grupos extremistas de la extrema derecha
y permitir la recomposición de una centroderecha
que esté dispuesta a respetar las reglas del juego democrático.
Finalmente,
el juicio a los golpistas y las rigurosas penas que de allí se deriven puede
representar una gran oportunidad para que la democracia brasileña -pese a sus limitaciones- demuestre
su robustez y capacidad de resiliencia y, de esta manera, el país pueda cerrar
la puerta a nuevas aventuras sediciosas, inviabilizando la salida golpista como
una práctica política aceptable, tolerable o banal.
Fernando de la Cuadra es doctor en Ciencias
Sociales, editor del blog Socialismo y Democracia, autor
del libro De
Dilma a Bolsonaro: itinerario de la tragedia sociopolítica brasileña (editorial
RIL, 2021) y coeditor del libro EP Thompson en Chile: solidaridad, historia y
poesía de un intelectual militante (Ariadna Ediciones,
2024).
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