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“La posibilidad de un momento humanista. Según
el Diccionario del Nuevo Humanismo[1], un momento humanista
se caracteriza por una situación
histórica en la que una generación
más joven lucha con la generación
asentada en el poder, modificando el
esquema antihumanista dominante.
La revolución social producida adquiere plena significación si
inaugura una etapa en la que sucesivas
generaciones pueden adaptar y
profundizar las propuestas fundacionales de ese proceso.Pero puede ocurrir que ese proyecto sea
cancelado por la misma generación que llega al poder, o que esta fracase en su
realización.
“En
el momento actual, en
el que comienza a configurarse una civilización global, podría ocurrir que estos acontecimientos,
inaugurados en cualquier lugar del
planeta, se conviertan en efectos demostración históricamente sincrónicos, gracias al acortamiento del espacio que ofrece el desarrollo tecnológico y,
particularmente, el incremento de las
comunicaciones. Pero la clave
para pasar a otro período de la Historia
será que se propague y logre echar raíces
en la conciencia colectiva el reconocimiento
del ser humano como valor central,
una decidida actitud no violenta y
el compromiso de lograr la apertura de
posibilidades de desarrollo integral
para todas y todos sin discriminación
alguna.
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Fuentes: Rebelión - Imagen: Manifestantes frente al Parlamento de Nepal en llamas, 9 de septiembre de 2025, el día después de que 19 personas perdieran la vida por la represión. [Adnan Abidi/Reuters]
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LA
«PRIMAVERA ASIÁTICA» Y UN NUEVO DESPERTAR GENERACIONAL.
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Por Javier Tolcachier | 16/09/2025 | Mundo.
Fuentes.
Revista Rebelión martes 16 de septiembre del 2025.
Luego
de algo más de una década de aquel legendario año 2011, en el que masivas
protestas en diferentes puntos del globo parecían conducir a cambios profundos,
se suceden los alzamientos populares en distintos países de Asia.
Una
suerte de “primavera asiática” sopla desde la región del
subcontinente indio, derribando gobiernos y ocasionando fuertes remezones
políticos en el área.
¿Qué
conecta a estos hechos? ¿Qué anida en esa juventud que puebla las calles para
expresar su descontento? ¿Es la muestra del hastío y del clamor de los pueblos
o de maniobras instigadas por poderes geopolíticos con intereses de
desestabilización?
¿Se
trata de una réplica de estallidos catárticos o de la posibilidad de cambios
profundos y duraderos?
El triunfo de la movilización popular no
violenta en Sri Lanka.
Abrumado
por el alza de los precios,
la carencia de productos básicos y el
impagable endeudamiento del país, el pueblo de Sri Lanka logró en abril 2022
deponer al entonces presidente Gotabaya
Rajapaksa a través de una imponente
movilización no violenta. Signada su
administración por la corrupción
estructural y cercado el palacio de gobierno, el mandatario renunció y huyó junto a su familia al exilio.
Dos años y medio después se celebraron nuevas elecciones presidenciales, en la que resultaría electo el diputado de izquierdas Annura Dissanayake, venciendo a dos candidatos del anterior establishment.
La protesta de la India profunda.
En
la continuidad de
las protestas iniciadas en 2020,
cuando el gobierno de Narendra Modi
aprobó leyes que favorecían al sector privado, cientos de organizaciones campesinas de la India convocaron movilizaciones y bloqueos denunciando
al gobierno central por no cumplir su
promesa de revocar los efectos de aquellas disposiciones legales.
En
esta ocasión, los
campesinos ampliaron su pliego de
demandas, exigiendo precios mínimos
para sus productos, mejoras en la
infraestructura, pensiones, mayor inversión en la investigación agraria,
eliminación de deudas y retiro de la
India de la Organización Mundial del Comercio, entre otras.
A
pesar de los retenes policiales y las amenazas, miles de
tractores y cientos de miles de
marchantes llegaron a la capital en una imponente marcha llamada “Delhi Chalo”.
Más
allá de los acuerdos
significativos conseguidos por las organizaciones campesinas, la protesta logró
quebrar la hegemonía que hasta entonces disfrutaba Narendra Modi y su partido nacionalista
BJP, que perdió 60 escaños en las
elecciones nacionales disputadas poco tiempo después.
Bangladesh, ¡que vivan los estudiantes!
La
irregularidad, el favoritismo y la corrupción del gobierno para la contratación en el sector público, junto a la discriminación de sectores vulnerables,
llevó a miles de estudiantes a las
calles de Bangladesh en Julio de
2024. La represión del Estado
y los grupos de choque del partido de gobierno dejó un saldo de cientos de muertos, lo que hizo que el conflicto escalase, conduciendo
a un levantamiento popular masivo contra el gobierno de la primera ministra Sheikh Hasina, quien dimitió y escapó a la India.
Pocos
días después,
para detener los desmanes y permitir
el encauzamiento institucional, se conformó un gobierno interino liderado por Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz.
Desde entonces, la tarea del economista y
creador del Banco comunitario de
microfinanzas Grameen, ha estado centrada en promover reformas
estructurales que permitan volver a la
normalidad constitucional con la celebración de elecciones generales en 2026.
Indonesia, las 17+8 demandas del pueblo.
A
fines de agosto pasado comenzaron las protestas en Indonesia como parte de un malestar social más amplio que se
inició a principios de año debido a las frustraciones
económicas y a una propuesta de aumento
de subvenciones para la vivienda destinadas a los miembros del Parlamento.
Inicialmente
concentradas en
la capital Yakarta, las protestas se extendieron por todo el país luego de la
muerte de un conductor de mototaxi a
manos de las fuerzas paramilitares antimotín
en el transcurso de la represión.
Si
bien el gobierno de Prabowo Subianto ha logrado contener de momento el estallido
mediante la ejecución de algunas medidas reclamadas por los manifestantes, los movimientos sociales y
estudiantiles se mantienen
movilizados demandando el cumplimiento integral de diecisiete exigencias de corto plazo y ocho reformas a ser
efectivizadas en el transcurso de un año.
Nepal, por primera vez, una mujer al
mando
También
aquí, los privilegios
de una clase política corrupta
desembocaron en protestas
multitudinarias, que tuvieron como corolario la caída del gobierno comunista encabezado por el primer ministro K.P. Sharma Oli.
Las
movilizaciones
fueron principalmente encabezadas por
la juventud urbana, particularmente
la llamada Generación Z, que expresó un rechazo frontal hacia la
corrupción generalizada y el nepotismo de la élite política del país. La suspensión de las principales plataformas
digitales, interpretada por los jóvenes
como censura por parte del gobierno, atizó el conflicto. Finalmente, se desató una feroz represión que causó más de media centena
de muertes. Esto hizo escalar aún más
la protesta, lo que derivó en que grupos
enardecidos prendieran fuego a edificios
gubernamentales y atacaran las viviendas
de funcionarios.
Para
liderar la transición
como primera ministra interina fue nombrada este 12 de septiembre Sushilla
Karki, ex jueza de la Suprema Corte
de Nepal. Es la primera mujer en ocupar ese cargo.
El rumbo de los acontecimientos.
El
núcleo de esta ola psicosocial ha sido el despertar de una
generación hastiada de las prácticas corruptas de la clase política enquistada en el poder, junto al malestar socioeconómico y la percepción
de discriminación y falta de oportunidades futuras para la juventud.
Las
reivindicaciones
señalan el anquilosamiento de estructuras
en las que predomina el nepotismo y condenan la violencia de los gobiernos
como única respuesta a los justos
reclamos de la población. Es
evidente que hay una fuerte exigencia de
conductas de coherencia y rectitud
frente a liderazgos hipócritas,
un reclamo de carácter moral.
En
todos los casos,
los alzamientos masivos han cosechado hasta ahora triunfos coyunturales. Lo que está
en duda es si se trata de victorias
parciales y pasajeras o llevarán a
transformaciones sistémicas profundas.
Sin
duda que, más allá de un genuino clamor juvenil y de la justicia de la denuncia, habrá distintas fuerzas que influirán en los desenlaces.
Entre
estas fuerzas no
es posible obviar la actual puja
geopolítica, por lo que resulta obvio
inferir que, al igual que lo sucedido durante las manifestaciones de 2011, la potencia estadounidense en
decadencia intentará
convertir estos estallidos en “revoluciones
de colores” e instalar gobiernos
adeptos al modelo de democracia
manejada por el poder corporativo.
Asimismo, es dado imaginar que la estrategia de la política exterior norteamericana apuntará a llevar el conflicto generacional al interior de China, como sucedió en el transcurso
de la protesta de los Paraguas Amarillos en Hong Kong o a aliados en la vecindad de la potencia emergente, creando situaciones
de conflicto en áreas ligadas al
proyecto de la Franja y la Ruta.
Pero también es predecible que por concomitancia y vasocomunicancia, sin necesariamente responder a injerencias externas, sigan produciéndose rebeliones similares. La intensa circulación de estos eventos y situaciones de cristalización política similares, encarnadas en las generaciones precedentes, garantizan las condiciones para que eso suceda.
La posibilidad de un momento humanista.
Según
el Diccionario del Nuevo Humanismo[1], un momento humanista
se caracteriza por una situación
histórica en la que una generación
más joven lucha con la generación
asentada en el poder, modificando el
esquema antihumanista dominante.
La revolución social producida adquiere plena significación si
inaugura una etapa en la que sucesivas
generaciones pueden adaptar y
profundizar las propuestas fundacionales de ese proceso.
Pero
puede ocurrir que ese proyecto sea cancelado por la misma generación que llega
al poder, o que esta fracase en su realización.
En
el momento actual, en
el que comienza a configurarse una civilización global, podría ocurrir que estos acontecimientos,
inaugurados en cualquier lugar del
planeta, se conviertan en efectos demostración históricamente sincrónicos, gracias al acortamiento del espacio que ofrece el desarrollo tecnológico y,
particularmente, el incremento de las
comunicaciones.
Pero
la clave para pasar a
otro período de la Historia será que
se propague y logre echar raíces en la
conciencia colectiva el reconocimiento
del ser humano como valor central,
una decidida actitud no violenta y
el compromiso de lograr la apertura de
posibilidades de desarrollo integral
para todas y todos sin discriminación
alguna.
(*) Javier Tolcachier es investigador del Centro Mundial de Estudios
Humanistas, integrante del equipo promotor del Foro Humanista Mundial y
comunicador en agencia Pressenza.
[1] Silo. Diccionario del Nuevo
Humanismo. Obras Completas Vol. II. Editorial Plaza y Valdés.
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