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“En
este contexto, los 41 años de La Jornada también nos interpelan a
repensar el futuro del periodismo crítico.
¿Cómo sostener la independencia
editorial frente a la precarización laboral de los periodistas? ¿Cómo garantizar la viabilidad económica de un medio que
no se somete a la lógica de la publicidad corporativa? ¿Cómo articularse con las nuevas generaciones que consumen información
en formatos digitales y redes sociales? Estas preguntas son parte de los desafíos que enfrentan no sólo Porque en
cada línea escrita en La Jornada
palpita la certeza de que otro
periodismo es posible, que otra comunicación
es necesaria, que otra sociedad se
construye en la medida en que los
pueblos toman la palabra y no se dejan arrebatar el derecho a nombrar su propia
realidad. Esa certeza, sostenida
por 41 años de lucha cotidiana, es un patrimonio
colectivo que merece no sólo
celebrarse, sino expandirse,
multiplicarse, reinventarse. En
ello se juega no sólo la historia de un diario, sino el futuro de la crítica y de la emancipación de nuestros pueblos.
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MÉXICO. 41 AÑOS DEL DIARIO
«LA JORNADA».
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Por Fernando Buen Abad Domínguez | 22/09/2025 | Mentiras y medios
Fuente.
Revista Rebelión lunes 22 de septiembre del 2025.
Fuentes: Rebelión.
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Algunos
crecimos aprendiendo del diario La Jornada que él mismo no es una simple
celebración de la crítica
para conmemorarla por costumbre, aprendimos que es la constatación de una persistencia histórica firme en un
terreno hostil, el de la batalla mediática también, donde el poder económico y
político despliega sus arsenales para monopolizar la conciencia social y
reprimir toda forma de disidencia. El
aniversario abre un horizonte de reflexión necesario, ¿qué significa, en la época de la
guerra cognitiva global y de la saturación informativa, sostener una mirada
crítica desde la prensa escrita? ¿Cómo se reconfigura el papel de un diario que
nació en 1984 —en plena reestructuración neoliberal— y que, contra viento y
marea, se mantuvo fiel a la tarea de informar desde un ángulo insurgente, sin
plegarse a las narrativas dominantes?
Aquí
no se trata de una apología acrítica ni de la idealización de un medio que también ha sufrido
contradicciones, tensiones internas, presiones económicas y dilemas
editoriales. Se trata de reconocer que La
Jornada encarna, con todas sus dificultades, la posibilidad concreta de un periodismo comprometido con las luchas
sociales, los movimientos populares,
las causas de la dignidad humana
frente a la voracidad capitalista.
En su trayecto se anudan memorias
de huelgas
obreras, resistencias campesinas, movimientos estudiantiles, luchas feministas,
debates intelectuales, confrontaciones con el poder político y económico.
Con
su crecimiento, La Jornada
debe entenderse en clave histórica. Surgió
en un momento en que la dictadura del
consenso neoliberal se instalaba con toda su maquinaria, privatizaciones, apertura comercial, endeudamiento externo,
reformas laborales y educativas,
subordinación a los dictados del Fondo Monetario Internacional. El periodismo
hegemónico se convirtió, en gran
medida, en vocero de esas
transformaciones, ocultando sus costos
sociales y exaltando sus supuestos beneficios. La Jornada irrumpió como un
contrapunto, dio espacio a los
críticos de ese modelo, visibilizó la
resistencia social y abrió un cauce
para la reflexión teórica y política
que buscaba desmontar el lenguaje tecnocrático del neoliberalismo. Desde
entonces, se colocó en el lugar incómodo de la disidencia, un lugar necesario para el desarrollo democrático de cualquier
sociedad.
A
lo largo de estos 41 años,
el diario ha demostrado que el periodismo
crítico no es una consigna
abstracta, sino un ejercicio material, reportajes desde las comunidades
indígenas que defienden sus
territorios frente a megaproyectos extractivos; cobertura de las luchas magisteriales; análisis de la violencia estructural que padecen los migrantes; crónicas de los estragos de
la militarización; denuncias de la corrupción política y empresarial;
reflexiones sobre la cultura, la filosofía,
el arte y la ciencia desde perspectivas emancipadoras. Cada sección del diario ha sido un laboratorio semiótico donde se confrontan discursos, se producen
significados alternativos y se resiste a la lógica de la mercancía informativa.
Recuérdese
que este aniversario
ocurre en un momento histórico de
enorme complejidad. La llamada “era
digital” ha transformado
radicalmente las condiciones de producción,
circulación y consumo de la información. La prensa escrita se encuentra bajo el asedio de las plataformas digitales, de los algoritmos que priorizan el espectáculo
sobre el análisis, de la inmediatez
que sacrifica la profundidad, de la mercantilización de la atención como nuevo recurso explotado por las corporaciones tecnológicas. El diario no es un simple intermediario
de información, sino un productor de
significados que permite a los sujetos sociales elaborar su propia comprensión del mundo. En este sentido,
La Jornada no se limita a describir
la realidad, la reconfigura al dar
visibilidad a los conflictos, al
nombrar las injusticias, al dar palabra a los invisibles. Se convierte en un instrumento de praxis semiótica, un medio donde los signos se rebelan contra el orden
establecido y se ponen al servicio
de la emancipación.
Muchos
han intentado silenciar o desacreditar a La Jornada de múltiples formas, campañas de difamación, presiones económicas mediante
el retiro de publicidad oficial,
intentos de dividir a su comunidad de lectores
y colaboradores, o la simple
saturación del espacio informativo con contenidos frívolos que buscan relegar
la voz crítica a los márgenes. Sin
embargo, el diario ha resistido gracias a una comunidad solidaria de periodistas, intelectuales, artistas, militantes
y lectores que comprenden que
defender este medio no es un gesto de nostalgia, sino una necesidad vital en la lucha por la verdad. El aniversario 41
no sólo recuerda los logros del pasado, también
renueva la responsabilidad colectiva
de sostener un espacio de comunicación
al servicio del pueblo.
Celebramos
las miradas críticas que proponen, en este aniversario, en su esencia, la celebración de la pluralidad emancipadora. La Jornada no
es un monolito ideológico ni un dogma editorial, sino un espacio donde
confluyen diversas voces que comparten una preocupación común, desmontar las narrativas de la dominación y abrir caminos de emancipación.
Esa pluralidad no significa relativismo, sino
riqueza de enfoques que se alimentan mutuamente
para producir análisis más complejos y profundos. El diario es, en ese sentido, una escuela de pensamiento crítico en
movimiento, un taller colectivo
donde se ensaya, se discute y se afina la capacidad de interpretar el mundo
para transformarlo.
En
este contexto,
los 41 años de La Jornada también
nos interpelan a repensar el futuro
del periodismo crítico. ¿Cómo sostener la independencia editorial frente a la precarización laboral de los periodistas? ¿Cómo garantizar la viabilidad
económica de un medio que no se somete a la lógica de la publicidad
corporativa? ¿Cómo articularse con
las nuevas generaciones que consumen información en formatos digitales y redes
sociales? Estas preguntas son
parte de los desafíos que enfrentan no sólo Porque en cada línea escrita
en La Jornada palpita la certeza de
que otro periodismo es posible, que
otra comunicación es necesaria, que otra sociedad se construye en la medida en que los pueblos toman la
palabra y no se dejan arrebatar el derecho a nombrar su propia realidad. Esa certeza, sostenida por 41 años de lucha
cotidiana, es un patrimonio
colectivo que merece no sólo
celebrarse, sino expandirse,
multiplicarse, reinventarse. En
ello se juega no sólo la historia de un diario, sino el futuro de la crítica y de la emancipación de nuestros pueblos.
Publicado
originalmente en La Jornada.
https://www.jornada.com.mx/2025/09/21/opinion/016a1pol
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