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Hace ya más de
cuarenta años, James Tobin, antiguo consejero económico de John F. Kennedy, proponía poner un grano de
arena en las ruedas de la especulación internacional sobre las divisas. A pesar
de todos los hermosos discursos de algunos jefes de estado, la plaga de la
especulación sobre las monedas se ha seguido agravando. El lobby de los banqueros y
demás inversores institucionales ha obtenido que ninguna traba venga a
perturbar su actividad destinada a crear beneficios. Sin embargo, desde la
época en que James Tobin hizo su propuesta,
hemos visto que el volumen de las transacciones cotidianas en el mercado de
divisas se ha multiplicado por 500... La decisión de principio tomada en
enero de 2013 por once gobiernos de la zona euro de imponer una tasa de un
milésimo sobre las transacciones financieras es totalmente insuficiente, no
afecta a las divisas y ni siquiera es seguro que entre rápidamente en vigor.
Los bancos ejercen una fuerte presión para evitar y para limitar aún más su
alcance. El gobierno francés muy íntimamente ligado a los bancos interviene
activamente en favor de las demandas del lobby bancario. No hay solución
justa si el tema permanece en un contexto tan sesgado.
Los bancos son los principales actores en el
mercado de divisas. Mantienen una inestabilidad permanente de las tasas de cambio. Más del 95 % de los intercambios de divisas
son de tipo especulativo. Una ínfima parte de las transacciones cotidianas en
divisas concierne a inversiones, comercio de bienes y servicios ligados a la
economía real, envíos de emigrantes...
El volumen cotidiano de las transacciones en el mercado de divisas estaba
en 2013 en alrededor de 5.300 millardos de dólares! Los bancos que disponen, como los fondos mutuos de inversión, de
muy importantes liquideces, las usan y abusan de ellas empujando a
determinadas monedas a la baja o al alza a fin de obtener ganancias con los
diferenciales de tasas de cambio. Los
bancos juegan igualmente de forma determinante con los derivados de cambio de
divisas que pueden provocar pérdidas considerables, sin contar los
perjuicios de la inestabilidad de las monedas para el conjunto de la
sociedad. A partir
de mayo de 2013, las monedas de los grandes países llamados
emergentes (India, Brasil, Africa del
Sur, Rusia, Turquía, Argentina...) han sido sometidas a ataques
especulativos y han perdido en ciertos casos hasta el 20% de su valor. La tasa de cambio entre el dólar y el euro es también
objeto de la especulación
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The Deutsche Bank. Alemania. Fundado en Berlín en
1870, en tiempos del gobierno prusiano. Hoy es parte decisiva de la Troika que
gobierna la Unión Europea.
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En cuarenta años,
las transacciones en el mercado cambiario controlado por algunos grandes bancos
se han multiplicado por 500. El mercado cambiario (mercado de intercambios
de divisas ndt) constituye el compartimento del mercado financiero global que,
al lado del mercado de derivados, ha registrado el mayor crecimiento. Entre 1970 y 2013, el volumen de las
transacciones sobre las monedas se ha multiplicado por más de 500 (pasando
de un poco más de 10 millardos a 5.300 millardos de dólares por día). Cuando, en teoría, la función principal
de los mercados cambiarios es facilitar los intercambios comerciales
internacionales, en 2013, el montante de las transacciones ligadas a los intercambios de mercancías no
representaba ni siquiera el 2% del montante de las transacciones cotidianas en
el mercado de cambios.
En 1979, era
preciso el equivalente a 200 jornadas de actividad en los mercados cambiarios para alcanzar el volumen anual de las exportaciones mundiales. En 2013,
3,5 jornadas de actividad en los mercados de cambio bastan para alcanzar el
volumen anual de las exportaciones mundiales de mercancías. Esto indica hasta qué punto las actividades
de los mercados financieros están desconectadas de la economía productiva y
del comercio de mercancías. En 2013,
entre solo cuatro bancos controlaban el 50% del mercado cambiario (Deutsche Bank, 15,2 %; Citigroup, 14,9 %; Barclays, 10,2 %; UBS, 10,1
%). Si se añade la parte de otros seis bancos (HSBC, JPMorgan, Royal Bank of
Scotland, Crédit Suisse, Morgan Stanley, Bank of América), se alcanza el 80%
del mercado. La mitad de los intercambios tiene
lugar solo en el mercado de Londres.
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El poderoso lobby de
los banqueros logró postergar la aplicación de la tasa Tobin y minimizar su
costo al excluir las deudas soberanas.
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LA UNIÓN EUROPEA
postergó hasta 2016 la aplicación de la TASA TOBIN a las transacciones
financieras.
Postergan y diluyen el “impuesto ROBIN
HOOD”.
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Pese a las promesas iniciales, al final sólo se
retuvieron las acciones como campo de aplicación, dejando afuera del gravamen
productos que mueven cuantiosas operaciones, como la deuda soberana, las
materias primas o las divisas.
Eduardo
Febbro
Desde
París Página /12 jueves 8 de mayo del 2014.
Un pasito hacia atrás
bajo la presión del lobby bancario. Las elecciones europeas se celebran el
próximo 25 de mayo y muchos electores esperaban ver cumplida una iniciativa que
apuntaba a aplicar un gravamen sobre el conjunto de las transacciones
financieras. Pero la eterna historia de las buenas intenciones verbales de la
Unión Europea y la realidad dejó una nueva víctima por el camino: el impuesto
Tobin o “impuesto Robin Hood”. La famosa tasa inventada por el economista
norteamericano James Tobin (1918-2002) en los ’70 a fin de evitar que la
especulación derribara el sistema financiero debía entrar en vigor en once de
los 28 países de la Unión Europea. Sin embargo, los desacuerdos entre los
Estados y los guantes blancos de los banqueros que trabajan entre telones
atrasaron una vez más su aplicación al tiempo que redujeron su alcance inicial.
Los europeos llegaron a un acuerdo “mínimo” que remite la entrada en vigor del
impuesto Tobin, también conocido en Europa como TTF (Tasa sobre las
Transacciones Financieras), al 1O de enero de 2016. El consenso está muy lejos
de cumplir con los objetivos fijados en 2011 cuando la Comisión Europea decidió
instaurar una tasa sobre las transacciones financieras. Al principio se trató
de aplicar un gravamen al conjunto de las transacciones, incluidos los famosos
y controvertidos productos derivados que constituyen lo esencial y más
peligroso de la especulación financiera. Al final, sólo se retuvieron las
acciones como campo de aplicación, tanto las que se intercambian al contado
como en las plazas donde se negocian algunos productos derivados. Por ahora,
Europa dejó afuera del gravamen productos que mueven cuantiosas operaciones,
como la deuda soberana, las materias primas o las divisas.
Europa lleva años
discutiendo sobre la aplicación de la tasa Tobin. El principio del impuesto
europeo consistía en aplicar un gravamen del 0,1 por ciento sobre los
intercambios de acciones y obligaciones y otro de 0,01 por ciento sobre los
productos derivados. Con el huracán de la crisis financiera, los productos
derivados ocuparon un lugar importante y oscuro en las transacciones
financieras. Se trata de complicados instrumentos financieros creados
especialmente para cubrir los riesgos de los inversionistas. Lamentablemente,
la presión ejercida por el lobby de los bancos vació de contenido la iniciativa
original. Los montos que están en juego explican por sí solos por qué. El peso
de los productos financieros derivados es enorme: a escala mundial, entre
títulos de la Bolsa, materias primas, deudas de los Estados o de las mismas
empresas, el monto de estos instrumentos derivados se elevó a 770 mil millones
de dólares durante el primer trimestre de 2014, de los cuales 370 mil millones
corresponden a Europa, 220 mil millones a Estados Unidos, 40 mil millones a
Asia y 140 mil millones a las otras zonas del mundo. De los 770 mil millones
que se movieron durante los tres primeros meses, entre 7 y 8 por ciento
circularon en la llamada economía real. El resto es pura especulación financiera.
De los 28 países de la Unión Europea, sólo once optaron por aplicar la tasa
Tobin (España, Francia, Alemania, Bélgica, Austria, Portugal, Grecia,
Eslovaquia, Italia, Eslovenia y Estonia). Sin embargo, dentro de esos once hay
varios recalcitrantes. Es el caso de Alemania, Luxemburgo e incluso Francia,
cuyos bancos, en especial la Desteche Bank y BNP Paribas, están muy expuestos
debido al monto de productos derivados que manejan. Desteche Bank y BNP Paribas
son los dos principales actores del mercado europeo de productos derivados. A
los bancos y a estos Estados se le agregó también la postura hostil de Londres.
Si bien Gran Bretaña no forma parte de los once, Londres estima que si la tasa
Tobin se aplicaba como estaba prevista su plaza financiera pagaría las
consecuencias. Gran Bretaña llegó incluso hasta presentar un recurso ante la
Corte de Justicia europea. El organismo, sin embargo, rechazó los argumentos
británicos. Con todo, los bancos lograron frenar el avance del gravamen. Su
forcejeo no es una historia de paranoicos izquierdistas, sino una realidad
perfectamente cifrada en un informe elaborado por el Corporate Europe
Observatory (CEO).
En un informe presentado a principios de abril, el CEO
reveló que el sector bancario gasta unos 120 millones de euros anuales en
acciones de puro lobbying dirigidas exclusivamente a las instituciones
europeas, sea la Comisión de Bruselas o el Parlamento. La investigación,
titulada The Fire Power of the Financial Lobby, está llena de detalles
significativos sobre la manera en que los bancos operan para frenar las
reformas que podrían perjudicarlos. Así, por ejemplo, durante los seis primeros
meses de 2013, los 25 diputados europeos conservadores de Gran Bretaña se
entrevistaron con 74 actores de la industria financiera. El informe del
Corporate Europe Observatory escribe que en el curso de esas reuniones “las
regulaciones en curso, como la de los productos derivados, fueron discutidas”.
¿Y qué actores financieros asistieron a esos encuentros? Los de siempre y más
decisivos: “JP Morgan, Citigroup y Goldman Sachs”.
Con un total de 700
lobbies en acción, la tasa Tobin no tenía muchas posibilidades de pasar según
su modelo original. La Comisión Europea había calculado, al principio, que la
instauración del gravamen aportaría unos 34 mil millones de euros, 13 mil
millones corresponden a las acciones y obligaciones, y 22 mil millones a los
productos derivados. Ahora bien, sin los productos derivados, el monto se
divide por diez. El “enfoque por etapas” (Michael Spindelegger, ministro
austríaco de Finanzas) adoptado ahora dejará en la cajas de la UE sólo tres mil
millones. El economista Thomas Coutrot –miembro de la ONG Attac– recuerda que
la tasa Tobin tenía como propósito “disuadir el recurso a las transacciones a
alta frecuencia que se repiten miles de veces por minuto, que sirven para ganar
mucho dinero pero carecen de toda utilidad para la economía real. La tasa Tobin
hubiese servido para financiar las urgencias sociales y ecológicas nacionales e
internacionales”.
El mundo
bancario defiende sus prerrogativas sin miramientos. A pesar del acuerdo de
subsuelo al que llegaron los once países europeos que participan en la puesta
en marcha de este dispositivo ideado en 2011 por la Comisión Europea, el
ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble, dijo en tono muy optimista que
“la serpiente está saliendo del mar”. Pero la serpiente no salió. Apenas mostró
la cabeza. Puede que en 2016 haya evoluciones más positivas. Al principio
defendida únicamente por la izquierda, la tasa Tobin fue ganando adeptos en
todos los sectores ideológicos. Los bancos lograron una vez más impedir que saliera a flote.
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