&&&&&
EL LINCHAMIENTO
MEDIÁTICO, OTRA BARBARIE DEL PODER MEDIÁTICO.- “Una de las cualidades más perversas del “linchamiento mediático”
radica en su impunidad pública masificada. No hay retorno. Las calumnias, las
mentiras, los rumores, los chismes… las pruebas falsas y en general todas las
agresiones previstas por los códigos civiles y penales, cobran virulencias
especiales cuando se producen en público, sin fronteras y ni mesura posible.
Nadie puede reparar un daño que hace metástasis fácil en un caldo de cultivo
prefabricado, abonado con morbo, impudicia e impunidad sistémicas. Tal como es el capitalismo todo y sus
especialistas del linchamiento. Nadie está a salvo. Algunos creen que la figura
jurídica del “linchamiento mediático” es una exageración que no cuenta con
sustento legal suficiente. Algunos creen que es imposible sancionar a
los linchadores sin rozar, o lesionar, la “libertad de expresión” en
alguna de sus variedades liberalistas.
En plena Huelga Nacional de los
Maestros mexicanos, contra la Ley de Reforma – privatización de la educación y
eliminación de los derechos del Maestro – según el magisterio en lucha -, surgió
desde los medios de comunicación - poder concentrado en dos corporaciones mediáticas
– siempre conectados - al servicio o
parte de la agenda de gobierno - con los gobiernos de turno un ataque feroz
contra los Maestros y sus Líderes Sindicales. Hoy en América Latina ante la crisis
estructural de la política – políticos corruptos, crisis final de los partidos
y crisis de la propia política – a (in)surgido una “verdadera dictadura desde
los medios de comunicación”, en especial contra los opositores de los
gobernantes de turno, pero todo ejecutado y calculado “fríamente” por la
derecha y sus élites políticas y financieras.
*****
No
faltan los que rechazan radicalmente el “linchamiento mediático”, con
pretextos incluso filológicos, para rechazar íntegramente los cuerpos legales
que lo tipifican…. Pero la escala más dañina del “linchamiento mediático”, por su perversión y volumen, no está en
sus tufos golpistas y magnicidas, está en su capacidad de infiltrarse como
cultura de la descalificación, como hábito de la marginación impune o como tradición
inamovible, reservada para los poderosos cuando se les viene en gana satanizar
a una persona, a un movimiento político o una revolución social para anular su
pensamiento y encadenarlo a un cepo de mentiras, ridiculizaciones y falacias
degradantes. Con
ayuda de conglomerados mediáticos burgueses. A “voz en cuello” y a los “cuatro
vientos”.
/////
BRASIL.- El caso más
clamoroso fue el linchamiento de la inocente Fabiane María de Jesús en Guarujá
en el litoral paulista a principios de este mes de mayo de 2014. Confundida con
una secuestradora de niños para prácticas de magia negra, fue literalmente
despedazada y linchada por una turba de indignados.
***
¿CUÁNTA BARBARIE
EXISTE AÚN ENTRE NOSOTROS?
*****
Leonardo Boff. ALAI América Latina en
Movimiento.
Viernes 23 de mayo del
2014.
Perversidades siempre se
han dado en la humanidad, pero hoy, con la proliferación de los medios de
comunicación, algunas se hacen más patentes y suscitan especial indignación. El
caso más clamoroso fue el linchamiento de la inocente Fabiane María de Jesús en
Guarujá en el litoral paulista a principios de este mes de mayo de 2014.
Confundida con una secuestradora de niños para prácticas de magia negra, fue
literalmente despedazada y linchada por una turba de indignados.
Tal hecho constituye un
desafío a la comprensión, pues vivimos en sociedades consideradas civilizadas y
dentro de ellas ocurren prácticas que nos remiten a los tiempos de barbarie,
cuando aún no había contrato social ni reglas colectivas para garantizar una convivencia
mínimamente humana.
Hay una tradición teórica
que ha intentado dilucidar tal hecho. En 1895 Gustave Le Bon escribió, quizá
fue el primero, un libro sobre la “Psicología de las masas”. Su tesis es que
una multitud, dominada por el inconsciente, puede formar un “alma colectiva” y
llegar a practicar actos perversos que el “alma individual” normalmente jamás
practicaría. El norteamericano H. L. Melcken escribió en 1918 “La Turba”, un
estudio mesurado sobre el hecho. Muestra la identificación del grupo con un
líder violento o con una ideología de exclusión, que adquiere entonces un
cuerpo propio y, sin control, deja que irrumpa lo bárbaro que anida todavía en
el ser humano. Freud en 1921 retomó la cuestión con su “Psicología de las masas
y análisis del yo”. Los impulsos de muerte subsistentes en el ser humano, dadas
ciertas situaciones colectivas, dice, escapan al control del superyó
(conciencia, reglas sociales) y aprovechan el espacio liberado para
manifestarse con toda su virulencia. El individuo se siente amparado y animado
por la multitud para dar salida a la violencia escondida dentro de él.
El análisis más incitante
fue hecho por la filósofa Hannah Arendt. En 1961 siguió en Jerusalén todo el
proceso del juicio del criminal nazi Adolf Eichmann por crímenes contra la
humanidad. En 1963 Arendt escribió un libro que irritó a muchos: “Eichmann en
Jerusalén: un relato sobre la banalización del mal”. Y acuñó la expresión “la
banalización del mal”. Mostró como la identificación con la figura del “Führer”
y con las órdenes dadas desde arriba pueden llevar a las peores barbaridades
con la conciencia más tranquila del mundo. Pero no solo en ellos se expresa la
barbarie. También lo hace en aquellos judíos a los que desbordaba su odio a
Eichmann, exigiendo los peores castigos para él, como expresión también de un
mal interno.
¿Qué concluimos de todo
esto? Que un concepto realista del ser humano debe incluir también su
inhumanidad. Somos sapientes y dementes. En otras palabras: la barbarie, el
crimen, el asesinato pertenecen al ámbito de lo humano. Hace miles de años
dimos un día el salto desde la animalidad, del inconsciente al consciente, del
impulso destructivo a la civilización. Pero ese salto todavía no se ha
completado totalmente. Cargamos dentro de nosotros, latente pero siempre
actuante, con el impulso de muerte. La religión, la moral, la educación, el
trabajo civilizatorio han sido los medios que hemos desarrollado para poner
bajo control esos demonios que nos habitan. Pero esas instancias no tienen la
fuerza que pueda someter tales impulsos a las reglas de una civilización que
procura resolver los problemas humanos con acuerdos y no recurriendo a la
violencia.
Hay que reconocer que
todavía prevalece en nosotros mucha barbarie. No diría animalidad, pues los
animales se rigen por impulsos instintivos de conservación de la vida y de la
especie. En nosotros esos impulsos perduran pero tenemos condiciones para
volverlos conscientes, canalizarlos para tareas dignas a través de
sublimaciones no destructivas, como Freud y, recientemente, el filósofo René
Girard con su “deseo mimético” positivo tanto han insistido. Pero ambos se dan
cuenta del carácter misterioso y desafiante de la persistencia de ese lado
sombrío (pulsión de muerte en dialéctica con la pulsión de vida) que dramatiza
la condición humana y pueden llevar a hechos irracionales y criminales como el
linchamiento de una persona inocente. Todos pensamos en los linchadores, ¿pero
cuáles serían los sentimientos de Fabiane María de Jesús, sabiéndose inocente y
siendo víctima de la saña de la multitud que hace “justicia” por su propia
mano?
La cuestión principal no es
el Estado ausente y débil o el sentimiento de impunidad. Todo eso cuenta, pero
no aclara el hecho de la barbarie. Ella está en nosotros. Y a todas horas
resurge en el mundo con expresiones innombrables de violencia, algunas
reveladas por la Comisión de la Verdad que analiza las torturas y las
abominaciones practicadas por tranquilos agentes del Estado de terror
implantado en Brasil.
El ser humano es una
ecuación aún no resuelta: cloaca de perversidad, para usar una expresión de
Pascal, y al mismo tiempo la irradiación de bondad de una Hermana Dulce en
Bahía, que aliviaba los padecimientos de los más miserables. Ambas realidades
caben dentro de ese ser misterioso ―el ser humano― que sin dejar de ser humano
puede ser también inhumano. Tenemos que completar el salto de la barbarie a la
plena humanidad. La situación violenta del mundo actual, también contra la
Madre Tierra, nos deja aprensivos sobre la posibilidad de que ese salto pueda
tener un final feliz. Sólo un Dios podrá humanizarnos. Él lo intentó pero acabó
en la cruz. Uno de los significados de la resurrección es darnos esperanza de
que aún es posible. Pero para eso necesitamos creer y esperar.
*****
- Leonardo Boff es teólogo y escritor.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario