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“Toda política exterior tiene repercusiones
interiores, en la imagen de firmeza y éxito de sus líderes, etc., ese aspecto existe en el caso que nos ocupa, pero no en la forma en que
se sugiere en Occidente: Putin buscando
laureles guerreros para consolidarse. Formulemos la pregunta a la inversa:
¿Qué habría pasado si Putin no hubiera hecho nada? Media Ucrania, incluidos diez millones de rusos y otros muchos
millones de ucranianos que no ven a Rusia como adversario, es decir la mayoría
del país, habría quedado metida en un régimen sometido a toda una serie de
opciones ajenas, desde el ingreso en la OTAN
(rechazado por la mayoría de los ucranianos en todas las encuestas de los
últimos veinte años), hasta la terapia
de choque neoliberal y las recetas
económicas europeas a la medida de las grandes empresas occidentales”.
“En algunos años, las bases de la flota rusa en
Crimea habrían pasado a ser ocupadas por Estados Unidos,
sobre eso hay pocas dudas. En ese contexto ¿cómo habría quedado Putin? Para
cualquiera que sepa un poco de historia rusa el resultado es obvio: Putin habría sido el tercer factor del
retroceso ruso. La diferencia es que si con Gorbachov se perdió una zona, digamos, “imperial exterior”, lo que
no estuvo mal porque el imperio corrompe al imperialista, y con Yeltsin una buena parte del
“imperio interior”, lo que con una buena administración tampoco tenía por qué
ser tan negativo como fue, este retroceso habría sido en tierra ancestral rusa:
toda Rusia y media Ucrania lo habría vivido como una catástrofe nacional. Así que en Ucrania Putin se juega su
supervivencia. Pero todo esto –y este es el punto fundamental- no lo ha
desencadenado Putin ni Rusia, como sugieren nuestros periódicos y nuestros
expertos (hay que ver siempre quién paga los
“centros de estudios estratégicos” donde trabajan tales expertos), sino que
ha sido el último movimiento de un proceso de 20 años arrinconando a Rusia, prosiguiendo
la guerra fría tras su final e ignorando los intereses más básicos
de Moscú. En lugar de respetar el espíritu del documento que puso punto final a
la confrontación Este/Oeste, la Carta de París para una Nueva Europa de
noviembre de 1990, la OTAN, un bloque
militar contra Rusia, continuó con más de lo mismo”.
Dos "pulpos" imperialistas con métodos diferentes - pero en la coyuntura con el mismo objetivo estratégico intervenir militarmente Ucrania - y ser los responsables directos de la una "nueva" "guerra fría" neocolonialista de las élites financiero-políticas que dominan el mundo y escenario mundial de una posible guerra nuclear. Ellos serán los únicos responsables. Es el momento político e histórico importante que ambos aprendan a respetar las decisiones políticas de los pueblos. Los Ucranianos, fuera de los nuevos fascistas golpistas, desean vivir en libertad, en paz para forjar un destino diferente para su Nación.
*****.
“Aquel documento, así como los “pactos entre
caballeros” que Gorbachov alcanzó en el contexto de la reunificación alemana, prometían una “seguridad continental
integrada” en la que la seguridad de unos países no se realizaría a costa de la
seguridad de otros. En lugar de eso
hemos tenido expansión de la OTAN hacia el Este, el favorecimiento de la
implosión -en lugar de la conciliación- de Yugoslavia, el único espacio no
alineado que quedaba en Europa tras el fin de la guerra fría, el escudo
antimisiles, la retirada del acuerdo antimisiles (ABM), la quimera del escudo antimisiles, la integración en la OTAN de las ex repúblicas soviéticas y
al final el asunto del kaganato de Kiev.
Después de veinte años metiéndole el dedo en el ojo, el oso ruso ha dado un
zarpazo y todo le acusan de “imperial”. Solo los necios ajenos a las realidades de veinte años de
política antirrusa en Europa pueden sorprenderse de esa reacción”. Entrevista
al periodista Rafael Poch- de- Feliu, sobre la Guerra en Ucrania. Rebelión.
5-5-2014.
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La guerra en Ucrania es la última aportación del “imperio el caos” a la
crisis”. Estados Unidos-Unión Europea y
Rusia se amenazan con una política de sanciones económicas. ¿Es el anticipo de
una nueva “guerra fría” o son demasiados los intereses económicos cruzados?
***
NOAM CHOMSKY:
LÍNEAS ROJAS EN UCRANIA Y EN TODAS PARTES.
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La Jornada lunes 5 de mayo del 2014..
Noam Chomsky.
La crisis actual en Ucrania
es seria y amenazante, tanto que algunos comentaristas la comparan con la
crisis de los misiles en Cuba, en 1962.
El columnista Thanassis
Cambanis resume el meollo del asunto en The Boston Globe: “La anexión de
Crimea por (el presidente ruso Vladimir) Putin
es una ruptura del orden en el que Estados Unidos y sus aliados confían desde
el fin de la guerra fría, en el que las grandes potencias sólo
intervienen militarmente cuando tienen consenso internacional a su favor o, en
ausencia de él, cuando no cruzan las líneas rojas de una potencia rival”.
Por lo tanto, el crimen
internacional más grave de esta era, la invasión de Irak por Estados Unidos y
Gran Bretaña, no fue una ruptura del orden mundial porque, aunque no obtuvieron
apoyo internacional, los agresores no cruzaron líneas rojas rusas o chinas.
En contraste, la anexión
rusa de Crimea y sus ambiciones en Ucrania cruzan líneas estadunidenses. En
consecuencia, Obama se concentra en aislar a la Rusia de Putin, cortando sus
lazos económicos y políticos con el mundo exterior, limitando sus ambiciones
expansionistas en su propio vecindario y convirtiéndola de hecho en un Estado
paria, informa Peter Baker en The New
York Times.
En suma, las líneas rojas
estadunidenses están firmemente plantadas en las fronteras de Rusia. Por
consiguiente, las ambiciones rusas en su propio vecindario violan el orden
mundial y crean crisis.
Este aserto es de
aplicación general. A veces se permite a otros países tener líneas rojas en sus
fronteras (donde también se ubican las líneas rojas de Estados Unidos). Pero no
a Irak, por ejemplo. Ni a Irán, al
que Washington amenaza continuamente con ataques (ninguna opción se retira de
la mesa).
Tales amenazas violan no
sólo la Carta de Naciones Unidas,
sino también la resolución de condena a Rusia de la Asamblea General, que
Estados Unidos acaba de firmar. La resolución comienza subrayando que la Carta
de la ONU prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza en asuntos internacionales.
La crisis de los misiles en Cuba también
puso de relieve las líneas rojas de las grandes potencias. El mundo se acercó
peligrosamente a la guerra nuclear cuando el entonces presidente John F. Kennedy rechazó la oferta del
primer ministro soviético Nikita
Kruschov de poner fin a la crisis mediante un retiro público simultáneo de
los misiles soviéticos de Cuba y los misiles estadunidenses de Turquía. (Ya
estaba programada la sustitución de los misiles de Estados Unidos por
submarinos Polaris, mucho más letales, parte del enorme sistema que amenaza con
destruir a Rusia.)
En aquel caso también, las
líneas rojas de Estados Unidos estaban en la frontera de Rusia, lo cual era un
hecho aceptado por todos los involucrados.
La invasión estadunidense de Indochina, como la de Irak, no cruzó
líneas rojas, como tampoco muchas otras depredaciones estadunidenses en el
mundo. Para repetir este hecho crucial: a veces se permite a los adversarios
tener líneas rojas, pero en sus fronteras, donde también están colocadas las
líneas rojas estadunidenses. Si un adversario tiene ambiciones expansionistas
en su propio vecindario y cruza las líneas rojas estadunidenses, el mundo
enfrenta una crisis.
En el número actual de la
revista International Security, de Harvard-MIT, el profesor Yuen Foong
Khong, de la Universidad de Oxford, explica que existe una larga (y
bipartidista) tradición en el pensamiento estratégico estadunidense: gobiernos
sucesivos han puesto énfasis en que un interés vital de Estados Unidos es
prevenir que una hegemonía hostil domine alguna de las principales regiones del
planeta.
Además, existe consenso en
que Estados Unidos debe mantener su
predominio, porque la hegemonía estadunidense es la que ha sostenido la paz y
la estabilidad regionales, eufemismo que se refiere a la subordinación a las
demandas estadunidenses.
Como son las cosas, el
mundo opina diferente y considera a Estados Unidos un Estado paria y la mayor
amenaza a la paz mundial, sin un competidor siquiera cercano en las encuestas.
Pero, ¿qué sabe el mundo?
El artículo de Khong se
refiere a la crisis causada por el ascenso de China, que avanza hacia la primacía económica en Asia y, como Rusia, tiene ambiciones
expansionistas en su propio vecindario, con lo cual cruza las líneas rojas
estadunidenses. El reciente viaje del presidente estadunidense Obama a Asia
tenía el objetivo de reafirmar la larga (y bipartidista) tradición, en lenguaje
diplomático.
La casi universal condena
de Occidente a Putin hace referencia
al discurso emocional en el que el gobernante ruso explicó con amargura que
Estados Unidos y sus aliados “nos han engañado una y otra vez, han tomado
decisiones a nuestras espaldas y nos han presentado hechos consumados, con la expansión
de la OTAN en Oriente, con el
emplazamiento de infraestructura militar en nuestras fronteras. Siempre nos
dicen lo mismo: ‘Bueno, esto no tiene que ver contigo’”.
Las quejas de Putin tienen sustento en hechos.
Cuando el presidente soviético Mijail
Gorbachov aceptó la unificación de Alemania como parte de la OTAN
–concesión asombrosa a la luz de la historia–, hubo un intercambio de
concesiones. Washington acordó que la OTAN
no se movería un centímetro hacia el este, en referencia a Alemania Oriental.
La promesa fue rota de
inmediato y, cuando el presidente soviético Mijail Gorbachov se quejó, se le indicó que sólo había sido una
promesa verbal, carente de validez.
Luego William Clinton procedió a expandir la OTAN mucho más al este,
hacia las fronteras de Rusia. Hoy día hay quienes instan a llevarla hasta la
misma Ucrania, bien dentro del vecindario histórico de Rusia. Pero eso no tiene
que ver con los rusos, porque la responsabilidad de Estados Unidos de sostener
la paz y la estabilidad requiere que sus líneas rojas estén en las fronteras
rusas.
La anexión rusa de Crimea fue un acto ilegal,
violatorio del derecho internacional y de tratados específicos. No es fácil
hallar algo comparable en años recientes: la
invasión de Irak fue un crimen mucho más grave.
Sin embargo, viene a la
mente un ejemplo comparable: el control estadunidense de la bahía de Guantánamo, en el sureste de Cuba.
Fue arrebatada a punta de pistola a Cuba en 1903, y no ha sido liberada pese a las constantes demandas cubanas
desde el triunfo de la revolución, en 1959.
Sin duda Rusia tiene argumentos más
sólidos a su favor. Aun sin tomar en cuenta el fuerte apoyo internacional a la
anexión, Crimea pertenece
históricamente a Rusia; cuenta con
el único puerto de aguas cálidas en Rusia y alberga la flota rusa, además de
tener enorme importancia estratégica. Estados Unidos no tiene ningún derecho
sobre Guantánamo, de no ser su monopolio de la fuerza.
Una de las razones por las
que Washington rehúsa devolver
Guantánamo a Cuba, presumiblemente, es que se trata de un puerto importante, y
el control estadunidense representa un formidable obstáculo al desarrollo
cubano. Ese ha sido un objetivo principal de la política estadunidense a lo
largo de 50 años, que incluye terrorismo en gran escala y guerra económica.
Estados Unidos se dice escandalizado por
las violaciones a los derechos humanos en Cuba,
pasando por alto que las peores de esas violaciones se cometen en Guantánamo; que las acusaciones válidas
contra Cuba no se comparan ni de lejos con las prácticas regulares entre los
clientes latinoamericanos de Washington,
y que Cuba ha estado sometida a un ataque severo e implacable de Estados Unidos
desde el triunfo de su revolución.
Pero nada de esto cruza las
líneas rojas de nadie ni causa una crisis. Cae en la categoría de las
invasiones estadunidenses de Indochina e
Irak, del rutinario derrocamiento de regímenes democráticos y la
instalación de despiadadas dictaduras, así como de nuestro espantoso historial de otros ejercicios
para sostener la paz y la estabilidad.
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Noam Chomsky es profesor
emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts, en Cambridge, Mass.
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