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Respuesta.-
Si en su oportunidad, en estos más de 10 años que viene gobernando el Partido
de los Trabajadores – con los
Presidentes, Lula y Dilma – si
hubieran realizado los grandes cambios estructurales en la sociedad brasileña –
económico, social, cultural, político,
ambiental, institucional – no simples “reformas perfumadas” que son muy
pasajeras en sus resultados, incluso rápidamente pueden evaporarse, porque la derecha por su propio carácter
de clase, no permite que reformas, cambios estructurales afecten sus
intereses, entonces termina destruyéndolos desde dentro del propio sistema, o
desde fuera utilizando todos sus canales, los
poderes fácticos, en especial poder de los medios de comunicación. Todos
sabemos que los dos mandatos constitucionales el Presidente Lula, se han realizado importantes programas sociales –
y sobre todo políticas sociales que atacaron frontalmente el problema de la
pobreza, beneficiando a más de 40 millones de seres humanos que
salieron del infra-mundo de la miseria, hambre, exclusión, violencia, descomposición
moral y humana – caso de las poblaciones de muchas favelas -. Reformas en general
vinieron y se implementaron como Políticas
de Estado desde el gobierno, pero aquí (in)surge el primer y gran problema
por su complejidad: El gobierno, el Partido político gobernante, que trabajó en
la organización, carácter o
tipo representación, ampliación o creación y mejoramiento de derechos sociales
a estos nuevos sectores sociales emergentes, se ejecutaron- esta es la “clase media” brasileña emergente -.
El
problema central fue evidente, el fracaso institucional en relación al conjunto
de contextos sociales, múltiples, complejos de un sistema que intentaba salir de la dependencia y el
control hegemónico del neoliberalismo,
sin embargo, encontramos la ausencia o falta de Políticas desde los partidos,
en especial del gobernante, por ser de su absoluta responsabilidad y sobre todo el capital político que respaldaba su
gestión gubernamental. En el escenario está ahora un nuevos sector social emergente y
exigente en sus “nuevos” derechos sociales. Este un nuevo sector social
emergente, base de un Poder Local –
forjadores y constructores de una Nueva Sociedad Civil, Real, popular, democrática –
no encuentra absolutamente “nada” en su
camino, es decir, mejoramiento en calidad de la educación, servicios asistenciales, trabajo y remuneraciones de calidad, servicios públicos – transporte,
agua, luz, desagüe, etc. -. Pero
nuestra mirada de dirige mucho más allá, hacia la propia estructura del
sistema – hoy América latina, es el
territorio – concepto multidimensional, pero básicamente cultural – donde está
presente una nuevo modelo del
capitalismo mundial – el capitalismo
de la desposesión de los recursos naturales, la biodiversidad, los Conocimientos
Ancestrales – que “convive” con el modelo tradicional, el extractivismo de materias primas, exportador y depredador de
nuestra naturaleza, pero además hoy en su “diversidad”
acumulativa, explotadora, también se apodera progresivamente de las ciudades y sus
necesidades más importantes y fortalezas del nuevo modelo.
Protestas de movimientos
populares no dan tregua a la Copa Confederaciones en Brasil.- Una protesta
de movimientos sociales en Brasilia se sumó este viernes a las masivas manifestaciones ocurridas por las alzas del
transporte en Sao Paulo y Río de Janeiro, que han generado un clima de tensión antes de la Copa Confederaciones
de fútbol.
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Obviamente
los intereses corporativos aumentan con motivo de dos grandes e históricos
acontecimientos: Mundial de Fútbol 2014 y las Olimpiadas
2016, ha surgido dentro del propio proceso mundial el “Boom Inmobiliario”, inmerso en satisfacer intereses y necesidades
– nuevas y de mejor calidad – para esa “clase
media” emergente, que el país – segundo – más desigual del mundo y escenario de un “mundo” de diversidades culturales – convenimos que las necesidades insatisfechas son históricas,
y los niveles de desigualdad son mucho más profundas y violentas. Coyuntura
mundial presente ahora en Brasil donde el deporte también ahora, exige obras
monumentales: Estadios, Coliseos, Arenas
Deportivas, Villa Olímpica, Centros de Esparcimientos, Hoteles, Restaurantes
– y todos ellos comienzan a ocupar terrenos públicos, otros a expropiar y otros
simplemente a ocuparlos – con todo ello, tenemos un resultado, turbulento y
extremadamente polarizado: Destrucción absoluta del medio ambiente, contaminación,
violencia, inseguridad, es decir, se impone las exigencias del gran
capital corporativo global – están presentes las mega-corporaciones locales y
transnacionales – decimos locales, porque hoy Brasil es la sexta economía
mundial, y su “fortaleza
económico-financiera” es in duda sus corporaciones
y mega- corporaciones transnacionales, altamente beneficiadas, por la
política de Lula – no olviden que es
llamado el “padre
de millones de pobres”, pero también “la
mamá” de unos cuantas corporaciones del gran capital corporativo brasileño.
Frente a
esta hiriente, cruel y desafiante realidad, internamente en “el seno de la
propia sociedad” algo distinto,
diferente, está surgiendo y cada vez busca donde ubicarse, pero no encuentra
lugar – simplemente, ya está ocupado, por las “viejas” clases dominantes, o los
propios sectores antiguos de “clase media”; ahora, buscan “cierta” calidad en
sus exigencias. (In)surge la
insatisfacción generalizada de la población, se forjan nuevos Líderes (Líderes
Comunitarios) que hicieron de la “Insurgencia” frente al sistema su forma de lucha
y protesta como un intento “ilusorio” de acabar con el sistema, alentados por
las propias condiciones críticas, de políticas injustas, ineptas y pesadas en
su aplicación, en vez de trabajar por una alternativa de solución, la burocracia – por su falta de
compromiso – se encarga de inmovilizarla
o desnaturalizarla en su verdadero contenido _otra realidad que genera mayor insatisfacción, adicionado,
también la indiferencia de las autoridades en todos
los niveles – sigue incrementándose el rechazo y cuestionamiento al gobierno -
en el propio escenario del descontento, incapacidad
del Estado de solucionar sus problemas centrales –pero seguimos caminando y
nos encontramos con la fuerte presencia de la economía
criminal – con todas sus vertientes de destrucción y muerte -,
narcotráfico, corrupción, lavado de activos, secuestro, terrorismo,
prostitución, miseria – y millones de gente aún inmersos en la “cultura de la basura” como medio de
sobrevivencia en la ciudades y
mega-ciudades brasileñas – y es una constante real, objetiva e inhumana en
la mayoría de ciudades
de América Latina -.
Como el
Estado y el propio gobierno no tienen la capacidad para abordar esta realidad
que compromete a millones de brasileños, entonces es el turno, contexto vacío, sin control – base
o camino de anomia social - donde
(in)surge el “Líder miliciano” – policías, narcotraficantes,
contrabandistas y criminales – en estas condiciones de “anomia social” evidente en varias ciudades – panorama existente a
nivel mundial – en especial en aquellos países donde el Estado – es inviable – o un narco-Estado. Este sector social es sumamente peligroso, asesino, criminal, violento,
inculto – hoy ante la ausencia del
Estado – controla y protege cantidad de Favelas – hablamos de millones – en un país de 200 millones de
población y aún hoy con índices de pobreza por encima del 50%, pero en el fondo
estructuralmente donde la desigualdad económico-social es hoy el
más grave, complejo y turbulento problema, realidad que nos demanda, nos obliga
a presentar un conjunto de alternativas para encontrar estratégicamente una solución a sus problemas estructurales.
Mientras a sus gobernantes en tiempos
del mundial de Fútbol solo les queda o “rezar”,
haber si aparece un “santo” que los
proteja, – que no es posible -
entonces con toda seguridad surge la criminalización, como política
gubernamental frente a las protestas y
movimientos en un país donde la desigualdad económico-social, es hiriente,
sangrante e inhumana.
Los “rolezinhos” brasileños, o irrupción de jóvenes de clase media baja, que reivindican su protagonismo social tomando los centros comerciales. El desalojo
policial de miles de participantes en una de estas acciones ha desatado una ola
de nuevas convocatorias en las redes sociales.
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SOCIÓLOGO
IGNACIO CANO: BRASIL, LAS PROTESTAS SOCIALES.- “HAY UNA CRISIS DE
REPRESENTACIÓN”.
Experto en temas de
violencia, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
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El sociólogo español, Ignacio Cano, analiza las
protestas del año pasado en Brasil como reflejo de una insatisfacción con el
modelo político; el surgimiento de las milicias y de las Unidades de Policía
Pacificadora.
Adrián Pérez.
Página /12 jueves 15 de mayo
del 2014.
Luce como si no hubiera dormido en toda la
noche, pero su disposición a conversar es inquebrantable. Después de ultimar
detalles con su asistente sobre un encuentro diplomático que mantendrá al
finalizar esta entrevista, Ignacio Cano, profesor y coordinador del Laboratorio
de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro,
dialoga con Página/12, en el lobby de un hotel cuatro estrellas, sobre el
surgimiento de las milicias y de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en
la ciudad carioca, las protestas del año pasado en Brasil y la política de
seguridad del gobierno de Dilma Rousseff a un mes del Mundial de Fútbol. El
sociólogo español pasó fugazmente por Buenos Aires para participar de la
Reunión Regional de Expertos sobre Seguridad y Uso de la Fuerza por parte de
las Fuerzas Policiales, organizada por el Centro de Estudios Legales y Sociales
y la Academia de Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos de
Ginebra. “El nudo gordiano del problema
brasileño es la desigualdad y la violencia. En ese sentido, la trayectoria de
los últimos diez años ha sido positiva, pero todavía estamos muy lejos del
ideal”, dispara.
En el segundo lustro de 2000, un fenómeno acaparó la atención de la
prensa carioca: las milicias. Para
el sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid, este actor social surge
como tentativa de relegitimación de procesos de dominación preexistentes.
Miembros de la policía militar, de la policía civil, agentes penitenciarios,
bomberos y fusileros navales –en actividad y retirados– forman estos cuerpos
paraestatales que, además de apegarse al clientelismo tradicional, apelan a la
coacción armada. Las milicias crecen por lo general en áreas pobres,
abandonadas por el Estado, con un férreo control territorial. Cano aporta algunas claves sobre su
financiamiento. “En muchos casos, los propios policías, corrompidos por el
narcotráfico, llegan a la conclusión de que sacan más dinero, en función del
debilitamiento del menudeo del narcotráfico, vendiendo servicios a la comunidad
y controlando transacciones comerciales, que comercializando drogas o
recibiendo una parte de su venta.
Primero piden tasas de
protección; más tarde controlarán la renta del agua, la venta de gas, el
transporte clandestino, Internet, la televisión por cable y las transacciones
inmobiliarias del vecindario. El líder miliciano no sólo atrae centros comunitarios o consigue
fondos para la comunidad. También paga entierros, fiestas o juguetes para los
niños en Navidad. A diferencia del narcotráfico, que asume su papel marginal,
estigmatizado y perverso en la sociedad, las milicias –advierte Cano– llegan con un discurso liberador, como
si se tratase de una cruzada contra el narcotráfico. En la construcción de ese liderazgo buscan obediencia y que
los elijan como referentes territoriales a cambio de resolver la vida de los
habitantes de las favelas.” A este
modelo que gira alrededor del jefe
local, quien ostenta un dominio total sobre la vida cotidiana de las
personas, Cano lo llama “neofeudalismo”.
Ante un conflicto con el vecino o una mujer golpeada por su marido es el jefe
de la milicia, del narcotráfico o del grupo de exterminio quien dirime la
controversia.
Los policías que forman los grupos de exterminio dominan el territorio ejecutando a
“indeseables” y vendiendo sus servicios de “limpieza social” a comerciantes o
líderes políticos. Pero no controlan el acceso a espacios públicos
permanentemente como ocurre con el narcotráfico o la milicia. “Nunca tienen a
alguien en el ingreso a la favela preguntando a qué va. Son muchos más
discretos. De noche matan a quien les
parece que tienen que matar”, apunta Cano. Más allá de la disputa
territorial, en algunos casos, se dan pequeñas asociaciones o las milicias
permiten que los narcotraficantes comercien drogas a cambio de dinero. En
ocasiones, las comunidades se venden entre estos grupos armados.
Desde el punto de vista de la seguridad
pública, el desafío, según Cano, pasa por convencer a la policía y a los
operadores del narcotráfico de que esa estructura de violencia es una desgracia
para todos. “El narcotráfico tiene que evolucionar hacia un modelo de delivery,
con reducción de sus costos, inversión, sin utilizar armamento de gran calibre
y sin control territorial; la policía debe volcarse hacia la protección de la
comunidad, con disminución de la violencia y no de victoria sobre el
narcotráfico, que es imposible”, señala el docente de la Universidad de Río de
Janeiro. “Pretender acabar con el
narcotráfico es colocarse una meta inalcanzable”, sentencia.
Movimientos
sociales de Brasil realizan jornada de protestas contra el Mundial 2014. Bajo
la consigna "Copa sin pueblo: estoy en la calle de nuevo", agrupaciones
integrantes de la Asociación Nacional de Comités Populares de la Copa (Ancop)
presentan una lista de reivindicaciones. Entre las demandas están la
Libertad de manifestación durante el Torneo, indemnización para las familias de
los trabajadores muertos en las obras y garantía de vivienda digna para las
familias removidas.
*****
–Entonces, ¿cómo se explica la
inversión en tecnología y armamento para combatirlo?
–La criminalización del
narcotráfico nos ha traído en América latina costos elevadísimos en
términos de violencia y corrupción. La
derecha tradicional se resiste a revisar ese modelo, pero hoy vemos que
países como Uruguay, Colombia y Guatemala empiezan a cuestionarlo.
Según Cano, el modelo de intervención tradicional de la policía entrando,
disparando, matando y saliendo de los barrios es una estrategia de combate de
la droga sin impacto a mediano y largo plazo. “Muchas veces policías corruptos entraban a la favela para enviarle una
señal al narcotráfico: me pagás más o vas a acabar como el último que matamos
porque no pagaba suficiente”, dice. En 2008, la Secretaría de Seguridad del
gobierno carioca creó las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) para romper ese ciclo extorsivo. Se instalaron en la
comunidad de Doña Marta. Su propuesta: retomar los territorios dominados por el
crimen organizado, a través de una patrulla ciudadana, para establecer el
Estado democrático de derecho.
Hoy, 37 UPP controlan al menos 60 favelas
de los centenares que salpican la geografía sinuosa de Río de Janeiro. Si bien
fue pensada como una policía con permanencia en los barrios, la venta de droga
continuó, pero sin un dominio territorial tan claro de grupos armados. “Aunque
han sido la vitrina principal de las políticas de seguridad, el gobierno no las
ubicó en las localidades más violentas, que se encuentran en el oeste de la
ciudad y en el conurbano”, afirma Cano.
–¿Las UPP son un modelo
exportable a otros países?
–Sólo puede replicarse en situaciones con altos niveles de violencia
letal y control territorial de grupos armados ilegales. Además es muy costoso.
Hay que multiplicar por ocho o por nueve la tasa de saturación policial. La
razón de policía por habitante en Río, para el conjunto del Estado, es de 2,3
policías militares cada mil habitantes. En las áreas de UPP hablamos de 18
policías cada mil habitantes.
–¿Argentina entra en ese
esquema de violencia que demanda intervención de las UPP?
–Puede ser que en algún barrio de alguna ciudad se den esas situaciones.
Pero Argentina aún no vive el
escenario que atraviesan las metrópolis de Brasil. Y esperemos que nunca llegue
a eso. Como política para su país no me parece.
–¿Cómo analiza la posición del
gobierno brasileño sobre las manifestaciones?
–El gobierno tiene estrategias contradictorias. Por un lado reconoció
que las manifestaciones fueron importantes para la democracia y se expresó en contra de la violencia. Por otra parte,
hay sectores del gobierno, también de la oposición, que proponen una ley antiterrorista para contener a los
manifestantes. En algunos Estados ha
habido una cooperación activa entre fiscales,
policías y gobierno para acusar a manifestantes de pertenecer a bandas
armadas. En Minas Gerais, la
Justicia utilizó la figura penal de crimen de milicia. En Río, el año pasado hubo detenciones nocturnas donde incautaron
libros de Mijail Bakunin. El
gobierno está muy preocupado por la posibilidad de motines en las cárceles y de
manifestaciones cerca de los estadios. Hay insatisfacción y desajuste entre la
visión de un Brasil que, según The
Economist, estaba despegando como un cohete y la calidad de vida en casa.
–¿Es un descontento dirigido a
los gobiernos estaduales o al gobierno federal?
–Es una
insatisfacción con el modelo político. Hay crisis de representación.
Dilma continúa siendo favorita porque el resto de la clase política también
se ha desgastado. En Manaos están construyendo un estadio para 40 mil personas.
La asistencia de público para ver un domingo al equipo local es de 5 mil
personas. ¿Quién se beneficia? Las elites asociadas al proyecto del Mundial.
Eso genera mucho disgusto. Lo que pase depende mucho de Felipao y Neymar. Si el equipo nacional es eliminado rápido, es probable que
esa insatisfacción sea canalizada hacia protestas mucho más amplias.
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