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La lectura del Informe da pie para compartir algunas
consideraciones: primero, acerca de la autoridad moral que le cabe a quien, según Noam Chomsky y numerosos analistas, es
la mayor organización terrorista del mundo para juzgar si un país es o no
terrorista, o un protector o santuario de terroristas. Este es un tema que fue
examinado minuciosamente en un libro: El
lado oscuro del imperio. La violación de los derechos humanos por los
Estados Unidos escrito en co-autoría con Andrea
Vlahusic hace unos pocos años. De ahí lo grotesco de la pretensión de Washington de juzgar a terceros países
por su apego a la lucha contra el terrorismo. Segundo, ¿cuáles son los criterios con los cuáles decidir qué es ó que
no es terrorismo? El Informe recuerda, en su página 317, que la legislación
estadounidense establece (en la Sección 2656f(d) del Título 22 del Código
Penal) que “terrorismo es toda violencia premeditada y políticamente motivada perpetrada
por grupos subnacionales o agentes clandestinos en contra de actores no
combatientes.”
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Crisis estructural y crecimiento macro-económico la paradoja hoy de la globalización, escenario turbulento y complejo donde (in)surge el terrorismo en todas sus manifestaciones, como parte de la economía criminal.
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SOCIÓLOGO ATILIO
BORÓN: EL TERRORISMO EN EL MUNDO, SEGÚN EL DEPARTAMENTO DE ESTADO.
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Atilio Borón.
Rebelión lunes 12 de mayo del 2014.
El reciente informe del Departamento
de Estado sobre el Terrorismo, correspondiente al año 2013, identifica a cuatro
países como santuarios o promotores de terroristas: Cuba, Irán, Siria y Sudán.
Salvo Irán, los otros tres han sido víctimas de las agresiones de la mayor
potencia terrorista mundial, Estados Unidos, ocasionando, especialmente en los
casos de Siria y Sudán miles de muertes y destrucciones en gran escala. Mismo
en Cuba el número mínimo de víctimas del terrorismo se estima en unos dos mil,
a lo cual habría que agregar los enormes perjuicios económicos causados por
sabotajes, atentados y toda clase de actividades terroristas promovidas por
Estados Unidos. Tragicómica paradoja: en este Informe las víctimas se
convierten en victimarios, y estos en campeones de los derechos humanos.
La lectura del Informe da pie para
compartir algunas consideraciones: primero, acerca de la autoridad moral que le
cabe a quien, según Noam Chomsky y numerosos analistas, es la mayor
organización terrorista del mundo para juzgar si un país es o no terrorista, o
un protector o santuario de terroristas. Este es un tema que fue examinado
minuciosamente en un libro: El lado oscuro del imperio. La violación de los
derechos humanos por los Estados Unidos escrito en co-autoría con Andrea Vlahusic
hace unos pocos años. De ahí lo grotesco de la pretensión de Washington de
juzgar a terceros países por su apego a la lucha contra el terrorismo. Segundo,
¿cuáles son los criterios con los cuáles decidir qué es ó que no es terrorismo?
El Informe recuerda, en su página 317, que la legislación estadounidense
establece (en la Sección 2656f(d) del Título 22 del Código Penal) que
“terrorismo es toda violencia premeditada y políticamente motivada perpetrada
por grupos subnacionales o agentes clandestinos en contra de actores no
combatientes.”
Definición muy conveniente para el
imperio, porque impide que se califiquen como actos terroristas las diversas
formas de terrorismo de estado que practica Washington desde hace largo tiempo.
(Basta recordar el autoatentado que hundió el acorazado Maine en la bahía de La
Habana en 1898 para corroborar que la Casa Blanca es depositaria de una larga
tradición en esta materia). Según la definición de marras el asesinato de
civiles inocentes con bombas atómicas o con drones no constituyen actos
terroristas y tampoco lo es promover una sangrienta desestabilización de
gobiernos categorizados como enemigos: casos de Libia, Siria, actualmente
Venezuela. Caen también fuera de esa sesgada definición la invasión a terceros
países (Cuba, 1961; Panamá 1989 para no traer a colación sino un par de casos);
la invasión y destrucción sufrida por Irak y Afganistán en fechas recientes, o
colaborar en el asesinato de supuestos guerrilleros en Colombia (que luego se
demostró que eran “falsos positivos”). En suma: terrorista -o cómplice del
terrorismo- es todo aquel que se oponga a las políticas de Estados Unidos.
En el Informe se dice que Cuba fue
clasificada como santuario terrorista, o país promotor del terrorismo, desde al
año 1982. Es decir, seis años antes de la creación de Al Qaida –que tuvo lugar
en 1988- ya Cuba era considerada como un estado terrorista o protector de
terroristas. El argumento principal para mantener a Cuba en esa calumniosa
posición en el informe actual es que, y cito:
“A
lo largo del 2013 el gobierno de Cuba apoyó y fue anfitrión de las
negociaciones de paz entre las FARC y el gobierno de Colombia. El gobierno de
Cuba facilitó el viaje de los representantes de las FARC a Cuba para participar
en estas negociaciones en coordinación con representantes de los gobiernos de
Colombia, Venezuela y Noruega, y también de la Cruz Roja. No hubo indicación alguna de que el gobierno cubana haya
suministrado armas o entrenamiento paramilitar a grupos terroristas.”
Esta ridícula “acusación” en contra
de Cuba permite extraer una conclusión final que autoriza un moderado
optimismo: el imperio está realmente en problemas, mucho más graves de los que
atisbamos desde afuera. ¿Por qué? Porque cuando un documento oficial del Departamento
de Estado dice cosas tan estúpidas como las que se utilizan para condenar a
Cuba es porque hay una crisis no sólo moral, cosa archisabida, sino también
intelectual. Cómo convencer a cualquier persona con un mínimo coeficiente
intelectual que Cuba es un santuario del terrorismo internacional cuando la
razón por la que se la caracteriza de ese modo es … ¡su colaboración para
poner fin a uno de los conflictos armados más sangrientos y prolongados no sólo
de América Latina sino del mundo! ¿Qué decir entonces de Colombia, Venezuela,
Noruega y la Cruz Roja? ¿Son compinches de un “estado canalla”, como lo es Cuba
según el Departamento de Estado? ¿Por qué entonces no se los incluye bajo la
misma calificación, especialmente a Noruega y la Cruz Roja, cuya “complicidad”
con el gobierno cubano salta a la vista? Lo único que se puede decir es que
tanto los investigadores sobre el “terrorismo” como los redactores del informe
y las autoridades políticas que le dieron el visto bueno son de una fenomenal
incompetencia a la hora de elaborar un pretexto mínimamente persuasivo de las
prácticas terroristas del imperio.
Claro que esto no le quita el sueño
al gobierno estadounidense: su desprecio por la opinión pública doméstica e
internacional es tan grande como su adicción al “doble standard moral”:
junto con la condena de Cuba y a los otros países el Informe erige a la
teocracia gobernante en Arabia Saudita como un ejemplar bastión de la lucha
contra el terrorismo y exalta su colaboración con Washington en este terreno.
Ni una palabra hay en el Informe que insinúe que fue ese país quien
reclutó, financió y organizó la horda de mercenarios que han asolado Siria desde hace tres años. A
los fieles lacayos se les perdona cualquier cosa.
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