“Como lo subraya
el politólogo Atilio Borón, las democracias latinoamericanas aparecen a menudo como Instituciones
puestas al servicio de una minoría privilegiada y del mundo financiero internacional.
A pesar de la utilización de todo un
arsenal de léxico sobre la “buena
gobernanza” y el respeto de la “gobernabilidad
Democrática”, una proporción
importante de los ciudadanos se sienten engañados por gobiernos considerados
como poco legítimos, cuando no son directamente denominados como regímenes nepóticos y corruptos. Esta contradicción entre neoliberalismo y
democracia es central en la actual América
Latina y constituye el hilo conductor de esta obra colectiva. Por cierto
esta tensión ha sido públicamente reconocida por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en un informe muy bien documentado sobre “la Democracia en América Latina”: la
tesis central que es defendida, es la de
una evolución globalmente positiva de la región gracias a la existencia de “democracias electorales”, que responden
a las normas internacionales. Sin embargo, este balance lamenta la ausencia de “Democracias Ciudadanas”
y pone en duda la “calidad de la
democracia” marcada por la debilidad de la participación electoral y múltiples
déficit de cohesión social y étnica”.
“En su informe sobre la
“gobernabilidad en América Latina” (2005) la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) realiza una constatación similar,
lamentando las disparidades
estructurales, en la distribución de los Ingresos, la permanencia de altos niveles de corrupción y el aumento permanente de la violencia. La FLACSO subraya que América Latina es la región del mundo donde la tasa de
homicidios por armas de fuego es la más elevada Y Describe incluso la formación
de Estados a la
deriva o colapsados (Failed states)
que han perdido el monopolio de la violencia legítima frente a la multiplicación de redes criminales y del
narcotráfico: donde la multiplicación de “espacios sin ley” donde reina solamente la ley del más fuerte”.
“Jean Paul Marthoz, del grupo de
Investigaciones sobre la Paz y la Seguridad
(Bélgica), resalta la dimensión del problema: “basta con hojear el informe de Amnistía
Internacional o de Human
Rights Watch para recordar que algunos países del continente poseen serios
problemas de respeto de los derechos humanos. Cada año, periodistas,
sindicalistas, defensores del medioambiente son asesinados. El Estado de Derecho dista mucho de ser respetado. La corrupción causa estragos socavando
el contrato democrático y los grandes equilibrios económicos. La impunidad por
los crímenes cometidos en la época de las dictaduras militares y de las guerras
civiles es casi total. (...) la violación de los derechos humanos se ha
privatizado cada vez más. Dos fenómenos carcomen
al continente: el paramilitarismo y la delincuencia de derecho común”.-
Fuente Una América latina en Movimiento”.
Autor: Franck Gaudichaud.
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LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA
EN EL NEOLIBERALISMO.
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Emir
Sader.
ALAI.
América Latina en Movimiento.
Martes
28 de marzo del 2017.
Un elemento que se ha
globalizado rápidamente ha sido el de la crisis de la democracia. En Europa,
que se enorgullecía de sus sistemas políticos, las políticas de austeridad han
promovido la generalizada deslegitimación de esos sistemas, centrados en dos grandes
partidos. Cuando ambos asumieron esas políticas económicas anti-sociales, han
entrado en crisis acelerada, perdiendo votos, intensificando el desinterés
político por las elecciones, dado que esos dos partidos promueven políticas
similares. Han empezado a surgir alternativas –en la extrema derecha y en la
misma izquierda- que ponen en shock a esos sistemas: por la derecha de forma
autoritaria, por la izquierda buscando el ensanchamiento y la renovación de las
democracias.
Hasta que la crisis de las
democracias dio un salto con el Brexit y con la elección de Donald Trump en los
EEUU. En Gran Bretaña, los dos partidos tradicionales fueron derrotados en una
decisión crucial para el futuro del país y de la misma Europa, con la decisión
mayoritaria de salida de la Unión Europea. Lo cual refleja cómo esos dos
partidos no han sabido entender el malestar de gran parte de la población
–incluso de amplios sectores de la misma clase trabajadora- respecto a los
efectos negativos de la globalización neoliberal. Los trabajadores, electores
tradicionales del Partido Laborista, concentraron su voto por el Brexit, en
contra de la decisión de ese partido y terminaron decidiendo la votación.
En EEUU la victoria de un
candidato outsider, que, para ganar, no solo enfrentó al Partido Demócrata sino
también a los grandes medios, a la dirección de su propio partido, a los
formadores de opinión. El triunfo de Trump representó una derrota para los dos
partidos como expresiones de la voluntad organizada de los norteamericanos.
Por todas partes la
democracia tradicional hace agua. Los partidos tradicionales pierden
aceleradamente apoyos, las personas se interesan cada vez menos por la
política, votan cada vez menos, los sistemas políticos entran en crisis, ya no
representan a la sociedad. Es la democracia liberal, que siempre se autodefinió
como “la democracia”, la que entra en crisis, bajo el impacto de la pérdida de
legitimidad de gobiernos que han asumido los proyectos antisociales del
neoliberalismo y de la misma política, corrompida por el poder del dinero, que
en el neoliberalismo invade a toda la sociedad, incluso a la misma política.
En América Latina, dos
países que habían fortalecido sus sistemas políticos, mediante gobiernos y
liderazgos con legitimidad popular, como Argentina y Brasil, han retrocedido
hacia gobiernos que pierden –o nunca han tenido– apoyo popular. El mismo
sistema político sufre con gobiernos que han hecho promesas o han sido elegidos
con programas distintos a los que ponen en práctica. El programa neoliberal de
ajustes fiscales profundiza la crisis de legitimidad de los gobiernos y de los
mismos sistemas políticos.
La concepción que preside
al neoliberalismo, que busca transformar todo en mercancía, llegó de lleno a la
política, con sus financiamientos privados, con campañas adecuadas a servicios
de marketing, con millonarias actividades que hacen de las campañas un
despliegue de piezas publicitarias casi al estilo de cualquier otra mercancía.
Por otra parte, gobiernos copados de ejecutivos privados los hacen cada vez más
parecidos a empresas, por el personal y por la concepción que preside a
gobiernos con mentalidad de mercado.
La era neoliberal es así
la era del agotamiento del sistema de las democracias liberales. Los agentes
que le daban legitimidad – parlamentos con representación popular, partidos con
definiciones ideológicas, sindicatos y centrales sindicales fuertes, dirigentes
políticos representantes de distintos proyectos políticos, medios de
comunicación como espacio relativamente diversificado de debates – se han
vaciado, dejando al sistema político y a los gobiernos suspendidos en el aire.
El desprestigio de la política es la consecuencia inmediata del Estado mínimo y
de la centralidad del mercado.
La crisis de las
democracias se ha vuelto uno de los temas que se extienden de los EEUU a la
América Latina, pasando por Europa y por Asia. Ya no se trata de reivindicar un
sistema que se ha agotado, sino de construir formas alternativas de Estado, de sistemas
políticos y de representación política de todas las fuerzas sociales.
- Emir Sader,
sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio
de
Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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