“Tras las últimas derrotas electorales –y
el golpe parlamentario en Brasil– de las fuerzas progresistas en la región
quisiera preguntarle: ¿Hay o no propuestas en la nueva derecha regional?
¿Cuál es la peligrosidad de esta contraofensiva? Lo que
estamos viviendo es, como te comenté, una “restauración
conservadora”, ese es el dato dominante desde hace un año en toda América Latina. Para entender esa
restauración hay que mirar bien los modelos de neoliberalismo continuado,
aquellos países donde no hubo ninguna interrupción del neoliberalismo en ningún
momento: México, Perú, Colombia y Chile,
países donde las tasas de desempleo,
precarización laboral y desigualdad se mantuvieron en forma constante; hay
que ver el modelo de terror y represivo de Honduras,
México y Colombia, la agresión a los movimientos populares, en efecto, al
neoliberalismo continuado que nunca desapareció en América Latina.
Como muy
bien señalas, esta contraofensiva se extiende a dos partes de América Latina: Argentina, donde se
produce el primer caso de la restauración neoliberal y cuyo primer año de neoliberalismo obtiene
resultados económicos espeluznantes en materia de recesión, inflación, desplome
de consumo y caída de la inversión, pero que persiste en tanto es un proyecto
que tiene objetivos y no es una mera improvisación, que se propone demoler las
conquistas obreras y recomponer una estructura de agresión permanente a las
conquistas populares; ciertamente hasta ahora ha demostrado que tiene muchas
intenciones de ajuste y capacidades limitadas para llevarlos a cabo. El segundo caso,
con algunas similitudes al anterior, es el de Temer en Brasil, porque tuvimos un modelo de restauración medio
conservadora con parlamentarios corruptos que votaron en favor del impeachment invocando a Dios, a
los familiares y militares corruptos, pero que en definitiva es un gobierno
extremadamente ilegítimo y, por lo tanto, con capacidades bastante limitadas
para estabilizar un modelo neoliberal. Estrictamente el proyecto de estos
restauradores es el de la Alianza del
Pacífico, apostaban a un tratado de libre comercio general para toda la región y el
problema es que ese proyecto sintonizaba bien con Hillary Clinton y tiene
muchos problemas con Trump”.
/////
AMÉRICA LATINA Y LA RESTAURACIÓN CONSERVADORA NEOLIBERAL.
Entrevista exclusiva a Claudio Katz,
economista, investigador y escritor argentino.
*****
Javier Larrain P.
Correo del Alba
Rebelión
viernes 27 de marzo del 2017.
El pasado año las fuerzas progresistas de la región
vieron con estupor la emergencia de líderes derechistas como Macri en la
Argentina y Temer en Brasil. El fortalecimiento de un bloque de países
neoliberales alrededor de la Alianza Pacífico abrió el debate respecto al
devenir socialista americano.
El carácter del neoliberalismo imperante y el
reemergente, los límites del llamado “ciclo progresista”, los desafíos que se
avecinan para los izquierdistas del continente así como la reflexión en torno a
experiencias revolucionarias del último siglo, fueron algunos de los temas
tratados en un diálogo sostenido, en exclusiva por Correo del Alba,
con el economista e intelectual marxista argentino Claudio Katz.
¿Qué es el neoliberalismo? ¿Una ideología, una
forma económica, una teoría política?
El neoliberalismo es una práctica reaccionaria o
pensamiento conservador, un modelo de acumulación basado en agresiones a los
trabajadores en una marco de mayor internacionalización del capital. Desde los
años 80 ha sido básicamente definido como una ofensiva del capital sobre el
trabajo para recomponer la tasa de ganancia.
En mi opinión el neoliberalismo se reforzó con la
caída de la Unión Soviética, la anexión de Alemania y el amoldamiento de la
Unión Europea a la globalización. El año 2008 había una discusión sobre si el
neoliberalismo se iba a mantener o iba a diluirse, la experiencia ha demostrado
que se mantuvo, se reforzó, se profundizó, al punto que la desigualdad alcanzó
niveles sin precedentes y, claramente, es el modelo que continúa operando hasta
la actualidad.
Es un modelo económico muy diferente al
keynesianismo de posguerra y, en el plano geopolítico, ha tenido momentos de
bipolaridad, unipolaridad y multipolaridad, aunque me parece que las clases
dominantes procesan este nuevo modelo en un marco compartido de negocios
globalizados.
¿Qué caras adoptará el neoliberalismo de la “era
Trump”?
La gran duda que tenemos todos es cuál es el tipo
de neoliberalismo a seguir por Trump en su presidencia. Ahora, de todos modos
creo que la globalización, en los términos ya señalados, se mantendrá, al igual que la
internacionalización productiva. Hay muchas dudas en cuanto al cómo Trump
introducirá cambios en los tratados de libre comercio y en todo lo referente a
la movilidad de la fuerza de trabajo y, en este nuevo escenario, me parece que
con él marchamos a algún tipo de neoliberalismo económico en combinación con
formas de nacionalismo reaccionario, lo que sería como otro periodo del neoliberalismo,
pero eso está por verse.
¿Pudiéramos decir que el neoliberalismo tiene
etapas definidas, una “historia”? En caso afirmativo, ¿cuáles serían –sobre
todo en lo que respecta a nuestra América–?
Personalmente interpreto al neoliberalismo como un
modelo integral en el plano económico político, como una ideología del capital
que retoma el pensamiento de las formas neoclásicas del razonamiento económico
y, por supuesto, en América Latina ha tenido una variedad de etapas. Creo que
incluso anticipó, a fines de los años 70, las tendencias de los países
desarrollados; fue lo que hizo Pinochet el primer experimento de neoliberalismo
y, sí, me parece que tuvo dos etapas: una primera en los años 80, en lo que se
llamó “reformas de primera generación”, que era un modelo de ajuste
inflacionario de las comunes tasas de interés. La segunda etapa, en la década
posterior, estuvo caracterizada por lo que se llamó el “Consenso de
Washington”, ya como un modelo de apertura comercial, privatizaciones,
flexibilidad laboral, etc.
Ahora estamos ingresando a un nuevo periodo porque
hubo una crisis del neoliberalismo en la década pasada; este nuevo periodo es
el de la “restauración conservadora”, que es en sí una nueva etapa del
neoliberalismo.
Tras las últimas derrotas electorales –y el golpe
parlamentario en Brasil– de las fuerzas progresistas en la región quisiera
preguntarle: ¿Hay o no propuestas en la nueva derecha regional? ¿Cuál es la
peligrosidad de esta contraofensiva?
Lo que estamos viviendo es, como te comenté, una “restauración
conservadora”, ese es el dato dominante desde hace un año en toda América
Latina. Para entender esa restauración hay que mirar bien los modelos de
neoliberalismo continuado, aquellos países donde no hubo ninguna interrupción
del neoliberalismo en ningún momento: México, Perú, Colombia y Chile, países
donde las tasas de desempleo, precarización laboral y desigualdad se
mantuvieron en forma constante; hay que ver el modelo de terror y represivo de
Honduras, México y Colombia, la agresión a los movimientos populares, en
efecto, al neoliberalismo continuado que nunca desapareció en América Latina.
Como muy bien señalas, esta contraofensiva se
extiende a dos partes de América Latina: Argentina, donde se produce el primer
caso de la restauración neoliberal y cuyo primer año de neoliberalismo obtiene
resultados económicos espeluznantes en materia de recesión, inflación, desplome
de consumo y caída de la inversión, pero que persiste en tanto es un proyecto
que tiene objetivos y no es una mera improvisación, que se propone demoler las
conquistas obreras y recomponer una estructura de agresión permanente a las
conquistas populares; ciertamente hasta ahora ha demostrado que tiene muchas
intenciones de ajuste y capacidades limitadas para llevarlos a cabo.
El segundo caso, con algunas similitudes al
anterior, es el de Temer en Brasil, porque tuvimos un modelo de restauración
medio conservadora con parlamentarios corruptos que votaron en favor del impeachment
invocando a Dios, a los familiares y militares corruptos, pero que en
definitiva es un gobierno extremadamente ilegítimo y, por lo tanto, con
capacidades bastante limitadas para estabilizar un modelo neoliberal.
Estrictamente el proyecto de estos restauradores es
el de la Alianza del Pacífico, apostaban a un tratado de libre comercio general
para toda la región y el problema es que ese proyecto sintonizaba bien con
Hillary Clinton y tiene muchos problemas con Trump.
En ese marco, ¿cómo sortearán tal imprevisto?
La “restauración conservadora” ahora enfrenta el
imprevisto de un presidente Trump que toma distancias con los tratados del
pacifico y, por lo tanto, puede generar una gran crisis; hay una gran
vacilación en los grupos dominantes sobre la política a seguir, no saben si
desmantelar el MERCOSUR o reorientar el libre comercio hacia nuevos socios de
Europa o China.
Este momento de crisis está dado porque si Trump va
un conflicto con China América Latina puede ser la victima comercial de ese
conflicto, afianzándose la primarización económica regional; también se puede
agudizar la crisis si Washington sube la tasa de interés, si construye el muro
en México, etc. En síntesis, estamos en una “restauración conservadora” con una
crisis en esa restauración por el ascenso de Trump.
Cuando Ud. nos recomienda analizar los
“neoconservadurismos” en comparación con países como México o Chile, ¿debemos
concordar en que esa derecha restauradora viene a aplicar o a terminar medidas
neoliberales que quedaron inconclusas?
Sí, ellos vienes a concluir lo pendiente del modelo
neoliberal que quedó interrumpido en la década pasada por lo que se denomina el
“ciclo progresista”, por el cambio de las relaciones de fuerza entre las clases
dominantes y las clases populares, por los límites que hubo a la intervención
del imperialismo norteamericano, por la educación popular, por la existencia de
proyectos radicales en Bolivia y en Venezuela, por la subsistencia de la
Revolución Cubana, por todo eso que limitó la agresión neoliberal; ahora
vuelven para atrás, se lanzan a una escala redoblada de agresión contra los
trabajadores.
En la misma perspectiva, ¿hay alguna relación en el
fortalecimiento o debilitamiento del neoliberalismo el que haya sido impuesto
en dictadura (Chile, Argentina, etc.) o en democracia (Bolivia, Venezuela,
etc.)?
Una característica del neoliberalismo es que en
todos los países de Sudamérica fue instaurado como modelo en la época de la
dictadura y convalidado por los regímenes constitucionales de los 80 y por los
gobiernos constitucionales neoliberales de los 90, regímenes políticos de
civiles que estuvieron al servicio de las mismas clases dominantes
dictatoriales y adscritos al mismo modelo de inserción laboral y a la
mundialización neoliberal; esto fue interrumpido por las grandes rebeliones de
los años 2000, 2003, 2004, y 2005, y ahora la restauración conservadora viene a
revertir ese proceso.
¿Cuán acertada o no le parece la categoría de
“acumulación por desposesión”, pregonada por David Harvey?
David Harvey retoma una idea de Rosa Luxemburgo que
tiene que ver con el proceso de depredación de recursos naturales, de fuerza de
trabajo, que se produce en las dinámicas de la acumulación primitiva, y que se
da en forma combinada con proceso de acumulación de capital, especialmente en
las economías periféricas.
Harvey retoma esa idea y utiliza el término
“desposesión” para señalar el carácter contemporáneo de esa depredación,
extendiéndolo a las economías metropolitanas, desarrolladas, incluyendo la
especulación financiera, los fraudes y las privatizaciones.
Es un concepto que ha suscitado muchas discusiones,
hay teóricos marxistas que han cuestionado el excesivo énfasis en el rol
extraeconómico en desmedro de la lógica del capital en esa categoría, señalando
que Marx estudió la lógica objetiva de la acumulación y los procesos de hurto,
robo o pillaje del capitalismo, a diferencia de los modelos de los esquemas
tributarios o esclavistas, se basan en normas especiales competencia, ganancia,
explotación y la “desposesión” es un ingrediente más. En mi opinión, creo que
en los periodos de acumulación corriente o acumulación normal la “desposesión”
ocupa un lugar secundario mientras que en los momentos genéricos, por ejemplo,
de entre guerra, o en otros de crisis, la “desposesión” ocupa un papel más
relevante; en las economías periféricas, en relación a las economías centrales,
la “desposesión” claramente tiene un papel más significativo.
En lo referido al Estado quisiera preguntarle algo
bastante básico: ¿cuáles son sus elementos esenciales?
En el plano teórico ha habido una interesante
recuperación de ideas marxistas sobre el Estado en los últimos años, las que
superan esa visión más tradicional, simplificada, ortodoxa e instrumentalista
de que es sólo un órgano de opresión de una clase dominante sobre otra clase
oprimida.
Pensadores más contemporáneos han logrado
comprender toda la dimensión del Estado retomando la idea de Marx de un
proyecto de liberación de la sociedad de la opresión estatal, o las ideas de
Lenin, quien tenía una expectativa de avanzar muy rápidamente en la emancipación
social y, por lo tanto, de una disolución de las formas estatales opresivas; la
historia demostró que esas expectativas eran extremadamente optimistas.
Pero, en el plano teórico, reitero, ha habido
aportes muy interesantes de Gramsci, por ejemplo, demostrando que el Estado es
un instrumento de cohesión y consentimiento tendiente a estabilizar la
hegemonía de las clases dominantes. También están las ideas de Althusser acerca
del Estado como articulación de las distintas distancias de dominación estatal.
Asimismo, podemos leer los debates entre Poulantzas y Balibar del Estado como
condensación de las relaciones sociales o el Estado como modelo asociativo de
burocracias y grupos capitalistas.
En síntesis, el pensamiento marxista del Estado
tiene mucho para aportar, especialmente en contraposición con ideas muy básicas
y primitivas liberales, neoliberales, neoclásicas, frente a la idea del Estado
mínimo, de las tesis heterodoxas del Estado como una institución neutral e
indispensable y eterna. La revisión de la teoría del Estado, su ampliación y
enriquecimiento, permite al mismo tiempo a los marxistas comenzar a pensar
proyectos y estrategias socialistas que, una vez integrada esta complejidad,
nos aproximan a las formas del Estado contemporáneo.
En la última década, en el campo de discusiones al
interior de la izquierda, muchos han insistido en separar “lo social” de “lo
político”. ¿Qué opinión le merece esa discusión?
La fuerte división entre lo social y lo político
empezó con fuerza hace una o dos décadas posiblemente, en corrientes que en la
Argentina denominamos “autonomistas” y que tenían una gran dificultad para
captar la relación entre “lo social” y “lo político”, comprender una idea
tradicional del marxismo de que la lucha social es la forma más inmediata en la
cual los trabajadores y los oprimidos ganan las calles por sus reivindicaciones
pero que la transformación de esa lucha económica básica en un proyecto
político requiere conciencia, organización y acción política.
Había una gran ilusión y expectativas, una
idealización de movimientos sociales y de su capacidad para actuar sin
necesidad de una construcción política y organizaciones políticas, sin embargo,
me parece que lo que ocurrió en la última década, la experiencia del denominado
“ciclo progresista” y de los procesos políticos de centro izquierda en
Argentina, Ecuador y Brasil, y los procesos político radicales en Venezuela y
Bolivia, demostraron que esas ilusiones y expectativas, esa simplificación del
análisis políticos, eran inconsistentes, que los trabajadores para emanciparse
necesitan acción política y algo más importante: bregar por la conquista del
poder político porque uno de los productos de esa teoría duramente centrada en
los movimientos sociales, la idea de “cambiar el mundo sin toma de poder”, no
puede prescindir de la transformación política regularizada en el ámbito del
Estado.
Muchos de esos debates se han transformado en
debates abstractos y han quedado atrás, hoy es muy evidente que la lucha social
requiere una proyección en el plano político y esto implica construir
organizaciones de tipo socialista para apuntalar un proyecto socialista.
¿Cuán insalvable es el aparente divorcio existente
entre los “partidos políticos” y los “movimientos sociales” como instrumentos
políticos? ¿Los segundos reemplazarán a los primeros o, finalmente, terminarán
siendo como aquellos?
Eso es la continuación del tema anterior. Me
resulta que es completamente abstracta y esquemática esa división de movimiento
social, organización política. Hay un eslabón entre ambos que es la proyección
de la lucha social al plano político y, en la última década, la lucha de la
izquierda está manifiestamente centrada en el plano político, en los desafíos
que tuvieron y tienen los gobiernos radicales para avanzar en un proyecto
socialista o la incapacidad para desenvolver este proyecto y la frustración que
ya se ha visto y ha caracterizado a los gobiernos de centro izquierda.
¿Cree que el acceso al aparato estatal de los
movimientos progresistas latinoamericanos (Venezuela, Ecuador y Bolivia en
particular) fue prematuro y pudiéramos estar pagando el costo de ello? (En el
sentido de no contar con una fuerza social lo suficientemente constituida y
organizada).
No creo que se pueda razonar en términos de “lo
prematuro” porque no me dice las condiciones en las cuales se actúa; lo que
existe son oportunidades para la conformación social, y cuando se dan los que
acceden al gobierno –con un claro sello de izquierda– tienen el desafío de
radicalizar esos procesos o frenarlos y conducirlos a una frustración de la
transformación popular.
En el caso de Venezuela, lo evidente y concreto es
que hay un gobierno que accedió al manejo de la entidad pública hace más de una
década y media y que resiste conspiraciones golpistas, desestabilizaciones
continuas, deterioro económico, presión internacional, acoso financiero, etc.
Y, entonces, hay una disyuntiva, el gobierno ha podido resistir pero no ha
sabido transformar esa resistencia en un modelo económico anticapitalista y por
lo tanto superador del legado rentista de la economía venezolana; ha sido un
periodo de grandes mejoras populares pero que no han transformado la estructura
improductiva y el país continua viviendo una disputa por el control de la renta
petrolera que genera tensiones cambiaras y presiones permanentes en los
capitalistas para desestabilizar. La economía sigue siendo el factor clave de
esta revolución.
La buena noticia es que el año pasado la clase
dominante venezolana falló una y otra vez en todos los intentos desesperados
que hizo para derrocar al gobierno; su última aventura fue un golpe improvisado
que fracasó ya que hubo contramarchas populares importantes y el pueblo, a
pesar de las penurias, no se sumó a las provocaciones de la derecha por la
cuestión de Maduro, claro, éste no tuvo la actitud de Dilma Rousseff o la de
Lugo de entregarse y ablandarse, se mantuvo firme, pero sigue abierto el
dilema: perdió una oportunidad para profundizar el proceso y nacionalizar los
bancos, controlar y nacionalizar el comercio exterior, poner fin a la
especulación de los capitalistas en el manejo de los precios; eso requiere
confrontar no sólo a la derecha sino también al ala burguesa que opera dentro
del chavismo, ese es el gran desafío que tiene abierto el proceso bolivariano.
Lo cardinal es que Venezuela y Bolivia, a
diferencia de Brasil y Argentina, son dos procesos abiertos que continúan,
donde todo está por escribirse.
Intelectuales como Françoise Houtart o Frei Betto
han destacado que en parte los límites del “ciclo progresista” están dados
porque sus gobiernos han sido antineoliberales pero no anticapitalistas, ¿qué
opinión tiene Ud. al respecto?
Efectivamente son gobiernos que han chocado con las
clases dominantes, con el imperialismo, han recurrido a la movilización popular
–lo que los distingue fuertemente de gobiernos como Dilma Rousseff o Cristina
Kirchner– pero que han encontrado su límite en la decisión de medidas
anticapitalistas; el aspecto positivo es que a pesar de no dar pasos
anticapitalistas han reivindicado un proyecto socialista en el terreno por lo
menos conceptual y eso atrajo gentes con proyectos anticapitalistas.
¿Cree que puede haber una revolución –en el sentido
más profundo de la palabra– por la vía electoral?
El asunto es el contenido de la palabra revolución
porque la revolución es un tema predominante en toda la historia del siglo XX
de América Latina; después vino el neoliberalismo, las dictaduras y se
transformó en una palabra proscrita. Con el proceso bolivariano se rehabilitó
el concepto revolución y está ahí el caso de la Revolución Cubana que mantiene el concepto revolución.
Mientras vivamos en un régimen capitalista, con el
tipo de explotación que caracteriza al capitalismo, los términos de una
transformación radical denominada revolución siempre estarán presentes para los
marxistas: revolución es el ingreso masivo de los explotados a la acción
directa en tanto proceso que transforma el sistema capitalista. El problema es
que las características específicas que tiene un proceso revolucionario
presentan significativas diferencias con lo que fueron los procesos
tradicionales del siglo XX; en general había una idea de simultaneidad en los
procesos de transformación socialista entre la formación de un gobierno de los
trabajadores, la captura del poder del Estado y la transformación de la
sociedad, tres momentos de un proceso simultaneo o con reducidas diferencias
temporales, pero, lo que la experiencia Venezuela u otra comienza a indicarnos
es que esta combinación de tres procesos tiene temporalidades diferenciadas, es
decir, llegar al gobierno, disputar el Estado y transformar la sociedad son
tres flancos de un mismo proceso que tienen momentos de desenvolvimiento
diferenciales, el problema entonces es si se avanza o no se avanza del gobierno
de los trabajadores a la transformación de la sociedad y la anulación de sus
cimientos capitalistas a la modificación y extinción de las formas estatales,
eso es lo que está abierto y hay muchas experiencias para reflexionar; es como
el gran tema abierto de nuestra década y de nuestra época.
Este año se cumple medio siglo del asesinato del
Che Guevara en Bolivia, ¿qué opinión tiene de su pensamiento económico? ¿Es
pertinente el rescate de esa parte de su legado –al que su compatriota Kohan
decididamente ha llamado “la manzana prohibida del comunismo”–?
Si uno habla del Che, restando la frivolidad de la
comercialización de un líder socialista y después una especie de absorción
publicitaria, rescatando por lo tanto ese militante revolucionario y sobre todo
su condición de luchador revolucionario que planteó ideas de radicalización
socialista en cada uno de los planos que le tocó operar, puede dar cuenta que
concebía claramente que un proceso que no avanza involuciona y, además, que un
proceso si no se transforma en socialista no sólo se mantiene como capitalista
sino como los peores.
Sus aportes son numerosos en muchos planos, por
ejemplo, en el del internacionalismo socialista por comprender que la
revolución será socialista o será una caricatura de revolución, y tendrá una
escala global. Che es el hombre de los valores morales, del
pensamiento revolucionario que formuló la teoría de formar una ética del hombre
nuevo: con solidaridad y hermandad como principios desde el inicio de la
revolución, sin esperar a la aparición de condición de bienestar material.
En este contexto, su teoría hay que entenderla en
esta visión general del Che, junto al luchador y administrador fue guerrillero,
economista y tuvo una experiencia en el Ministerio de Industrias de Cuba.
Reflexionaba sobre los mecanismos de participación y democratización y objetaba
las relaciones mercantiles entre empresas –en esa época estaba en boga el
modelo yugoslavo– sin adscribirse tampoco a la planificación compulsiva del
modelo puramente ruso. Sin duda son importantes sus aportes referidos al modelo
de cómo gestar una transición anticapitalista exitosa en el plano económico
combinando democracia socialista con participación colectiva, enfrentando
mecanismos agotados de mercado, cuestión con que se lucha en cada coyuntura y
cada país. La del Che es una de las experiencias a tomar en cuenta para el
quehacer del pensamiento económico socialista.
¿Qué opinión le merece y cuál es el aprendizaje que
pudiéramos extraer del experimento histórico de la Unidad Popular en el Chile
de Salvador Allende?
Ese tema es interesante e importante porque los
dilemas que atravesó la Unidad Popular son muy semejantes a los que afronta,
por ejemplo, Venezuela. Vemos dos procesos que accedieron por las urnas al
gobierno con un proyecto declaradamente socialista pero que tienen condiciones
distintas porque no estamos en la época de los golpes militares clásicos de los
setenta sino más bien en una época de regímenes constitucionales y golpes
blandos constitucionales tipo Honduras o Brasil.
Pero hay dos temas importantes en la comparación o
en la reflexión en torno a Salvador Allende: la primera es la lucha contra las
conspiraciones de la derecha, tanto Venezuela y, en menor medida, Bolivia
afrontan el mismo tipo de complots derechistas que sufrió Allende, aunque el
boicot económico ahora está más perfeccionado, tiene más instrumentos que en
los setenta, pero está también el uso de los medios de comunicación como
mecanismo reaccionario para crear una masa crítica, entre la clase media, a favor
de golpes derechistas; en definitiva, este primer problema corresponde a la
derecha y aquí hay que superar otro grave error de Allende, pues fue él quien
designó a Pinochet comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Chávez no cometió
ese error y tanto él como Maduro han sabido depurar las fuerzas armadas y
evitar ese tipo de dominio derechista.
El segundo problema de Allende fueron las
vacilaciones en la movilización popular contra el golpismo, aunque en general
hay como dos visiones al respecto: una que piensa que a la Unidad Popular le
fue mal porque aceleró mucho el proceso, su radicalización fue vertiginosa y se
chocó con la democracia cristiana, o sea que no concilió con la burguesía y por
lo tanto hay que ir más despacio; la otra señala que el problema es no haber
aprovechado los momentos de vacilación del campo derechista para avanzar en
medidas anticapitalistas y que Allende vaciló, no accionó, resultó preso en
gran medida de sus ingenuidades constitucionalistas. De todas maneras la
experiencia heroica y de sacrificio de Salvador Allende tiene que servir para
superar esas limitaciones.
¿Cree que las nuevas generaciones de izquierda
deben leer a Lenin? ¿Es extemporáneo o demasiado foráneo? ¿Cuál sería el valor
de la obra del líder ruso para un joven latinoamericano hoy?
Es un tema muy importante ya que, como decís vos,
este año va ser el centenario de la Revolución Bolchevique y va a haber muchos
homenajes y debates.
Con relación a Lenin creo que hay que separar el
plano teórico del plano político. En el plano teórico encontramos sus ideas
claves, por ejemplo, el concepto de “desarrollo desigual” que nos permite
comprender la dinámica del desenvolvimiento capitalista en contraposición a la
metodología puramente evolucionista o el gradualismo que imperaba en la época
de Kautsky y Bernstein; Lenin introdujo la idea del eslabón más débil para
dimensionar cómo la crisis del capitalismo se comporta en ciertas coyunturas,
en ciertos países y en ciertos momentos y la habilidad política de los
revolucionarios es captarla.
Lenin es el primer pensador marxista que comprendió
que el capitalismo está sujeto a estas etapas distintas, pues Marx veía el
precapitalismo y el postcapitalismo en cambio el ruso introdujo la idea de que
hay un periodo de librecomercio, una etapa de imperialismo, etc., de hecho en
la actualidad podemos hablar del neoliberalismo.
Pero Lenin fue especialmente un político
revolucionario que asignó e introdujo la dimensión política del pensamiento
socialista en todas sus dimensiones y actuó con una gran flexibilidad, fue el
autor de las estrategias políticas más perdurables del pensamiento marxista,
con la idea de comprender la variedad de oportunidades de un contexto
revolucionario y apostar al más adecuado.
Respecto a América Latina me centraría en una de
sus ideas que dice relación con la distinción que estableció entre el
nacionalismo revolucionario y el nacionalismo conservador. Lenin fue el que
captó por primera vez, a principio del siglo XX, que las formas nacionalistas
tienen contenidos y muy diferenciados y una cosa es el nacionalismo chauvinista
fachistoide de Trump o de Le Pen, y otro muy distinto es el del nacionalismo
radical revolucionario en la tradición de Torrijos o Chávez; distinguir esos
nacionalismos y buscar convergencia al socialismo con esos nacionalismos es
probablemente uno de los grandes aciertos de pensamiento leninista.
¿Qué piensa de la formación política para estos
tiempos? ¿Qué formas debiera adoptar? ¿A qué autores se debiera recurrir y bajo
qué metodologías?
Ahí nos metemos en un tema un poco complicado pues
no me considero demasiado autorizado para sugerir guiones de cursos de
formación. Hay muchos y muy interesantes cursos de formación de militantes en
América Latina en estos momentos, estoy pensando en el Alba, en la Escuela
Nacional Florestan Fernandes del MST, donde la formación es rigurosa pero no
dogmática y ese es el gran aporte de la época actual en comparación a otros
periodos y décadas pasadas.
Más que de autores querría plantear un tema que sí
me parece importante incorporar a la formación y a la reflexión del marxismo
latinoamericano actual, tema que estoy trabajando en la actualidad y que trata
de la actualización de la teoría marxista de la dependencia, cuestión que me
parece central para nuestra historia por el aporte que brindó y porque
evidencia lo que el marxismo latinoamericano puede ofrecer al marxismo, además
de las herramientas que ofrece para comprender problemas contemporáneos. A 40
años de su nacimiento, hay que revisar y trabajar esta teoría, primero en el
plano de la herencia marxista de la teoría que aprendemos de Marx, de los
clásicos como Lenin, Luxemburgo o Trotsky, de los teóricos de posguerra como
Mandel, Samir Amin. El segundo aspecto clave es qué tipo de teoría marxista de
la dependencia debemos reelaborar, retomar esa que emerge al calor de la
revolución cubana, postulando una síntesis entre socialismo y antiimperialismo,
la que se constituye alrededor de nombres como el de Ruy Mauro Marini, Vania
Bambirra y Theotonio dos Santos. Igualmente debemos estudiarla en sus polémicas
con la vertiente de Fernando Henrique Cardoso, en cómo absorbió ideas críticas
como las planteadas por Agustín Cuevas, cómo encontró síntesis enriquecedoras
con la teoría de sistema mundial de Wallerstein, qué puntos de contacto y de
distanciamiento tuvo con la teoría de metrópoli-satélite de André Gunder Frank
y que polémica llevó a cabo con lo que fueron los temas teóricos del
antidependentismo.
Es muy importante retomar la teoría marxista de la
dependencia y con ella estudiar las características del capitalismo neoliberal
actual, las formas que tiene la reorganización imperialista, y con ese
instrumental replantear los problemas de América Latina y del socialismo de
nuestra etapa.
¿Qué lugar le otorga al tema de la
despatriarcalización, el ecosocialismo y el humanismo?
Son temas que han querido incorporar en la agenda
del marxismo contemporáneo y el socialismo actual y que han estado muy
presentes en los distintos foros en los cuales se debaten ideas y proyectos alternativos.
Se han vuelto muy importantes por la aparición de movimientos que han hecho
valer la lucha social y la lucha de esas problemáticas, estoy pensando en el
movimiento de la mujer, de los indígenas, en la lucha orientalista, etc., están
en las calles y han penetrado sus ideas en las universidades y en el
pensamiento.
Por último, hace día asumió Donald Trump y quisiera
preguntarle acerca de los virtuales escenarios de un enfrentamiento abierto con
Rusia.
Trump es el gran tema de hoy y te diría que será el
de los próximos meses, vamos a estar hablando todo el tiempo de él, en el plano
económico e internacional que señalas. Claramente intenta disputarse con China,
procura hacer un rebalanceo, reducir el déficit comercial y el endeudamiento de
Estados Unidos respecto al gigante asiático, quiere presionarles para que abran
sus mercados al tiempo que prepara una discusión fuerte con éstos, por eso
Pekín está reaccionando.
Sin embargo, no es un tema de reorganización
mundial sino de una negociación de la globalización en otros términos lo que
intenta lograr Trump, donde el peso de cada Estado en una negociación pase a
ser más relevante. El presidente estadounidense busca utilizar a Rusia,
concertar un acuerdo con Putin para aislar a China, cosa difícil porque la
Rusia actual no es la de Yeltsin ni la que sucedió a la caída de la Unión
Soviética, como se demostró en Siria y Georgia. Putin juega fuerte y China
también ha creado una red de socios comerciales diversificados, ya ha dicho que
va a disputar con Estados Unidos, reforzando el mensaje y las ideas políticas
del libre comercio, asunto importante porque nos da una primera idea de cómo va
ser esa pelea.
China ha enviado un mensaje globalizador y de
promoción del libre comercio, lo que resulta interesante porque nos llama a
tener cuidado con las idealizaciones que algunos hacen de Rusia o de China en
esta confrontación.
Pero, a mi entender, lo central está en otro plano,
en la gran ofensiva que prepara Trump contra la clase trabajadora, contra los
latinos, contra los afroamericanos, contra las mujeres. Trump encarna un
proyecto de supremacía blanca, racista, de ultra millonarios. Hay que tener
cuidado con las miradas contemplativas que tienen algunos sobre su persona ya
que es un reaccionario; lo positivo de todo es que en Estados Unidos están
poniéndose en pie movimientos de resistencia importantes, en definitiva, puedo
concluir la entrevista diciendo que se aproximan tiempos interesantes en
Estados Unidos para ser vistos desde América Latina.
Javier Larraín P. Editor general. Correo del Alba.
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