No comparto el excesivo optimismo de los dos Autores, sobre
eliminación de la EXTREMA POBREZA, así en términos muy simples, si
ingresamos con la herramienta del análisis científico social, de la
investigación desde el amplio y productivo campo del pensamiento crítico, de lo
que hoy significa la Mundialización de
la DESIGUALDAD ECONÓMICO-SOCIAL, LABORAL, POLÍTICA,
CULTURAL, AMBIENTAL, etc. Es decir, la desigualdad mirada, como un proceso hoy indetenible, producto del
propio capitalismo salvaje y sus políticas neoliberales – que se fundamentan en
la explotación de la naturaleza, la
expoliación de la fuerza de trabajo y el fundamentalismo consumista.
DESIGUALDAD MULTIDIMENSIONAL, que hoy se basa y se sustenta precisamente,
en la existencia de la propia Pobreza
Extrema, y la Ciudad Global, hoy depositaria de la extrema pobreza, la
mundialización del desempleo, así como
en los países en desarrollo la
informalidad, los pésimos niveles de Educación, malos servicios en el sistema
de Salud, salarios de sobrevivencia,
alarmantes niveles de Bienestar Social, histórica marginación en los
servicios de servicios públicos, a sectores mayoritarios de la población,
Corrupción elitizada e institucionalizada dese los sectores
político-empresariales, violencia e inseguridad Ciudadana; economía criminal
diversificada, minería ilegal, contrabando, narco-terrorismo, etc. que ha
generado a nivel mundial una super concentración de la riqueza, cuando el 1% de la
población mundial, tiene más
riqueza que el 99% de la población – es decir, que 62 personas, tiene más
riqueza que el 50% de la población
mundial. Hoy el neoliberalismo, “puede
cantar victoria” que eliminó la extrema pobreza – cuando todos conocemos,
que quien tiene el poder puede hacer y deshacer
con las estadísticas, y con
plena seguridad dirán y gritarán ante el mundo de que ya no hay pobres, pero la realidad les dará con un ladrillo en la
cabeza para que alguna vez en su vida, “reflexionen”
y por lo menos digan “algo de verdad”. Mientras el barullo y el tumulto se apoderan
de la “Academia”, la Desigualdad
seguirá rompiendo mitos y cada vez será más fría, violenta, radical, salvaje e inhumana. Y las Estadísticas irán rompiendo esquemas, teorías, métodos, procesos,
pero el sistema
mundo seguirá su camino indetenible hacia su propia destrucción y
descomposición estructural.
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LA ELIMINACIÓN DE LA EXTREMA POBREZA EN EL MUNDO.
*****
Manuel de la Rocha y
Mario Negre.
Economistas frente a
la crisis.
Rebelión viernes 24 de
marzo del 2017.
Para millones de
ciudadanos europeos y de otros países occidentales vivimos tiempos de gran
pesimismo y turbulencias, dominados por el malestar social, la incertidumbre
por el futuro y el auge de los populismos. En este panorama tan incierto y poco
estimulante que domina los medios de comunicación, a menudo se olvidan
acontecimientos importantes y positivos que ocurren más allá de nuestras
fronteras. Hay uno en particular que merece la pena destacar, lo que el
periodista del NYT Nicholas Kristof calificó en 2016 como ¨La mejor noticia
desconocida¨: en los últimos 30 años el porcentaje de personas en el mundo
que viven en pobreza extrema se ha reducido en más de la mitad. No solo
eso, el planeta tiene hoy al alcance y por primera vez en su historia, la
eliminación de la pobreza extrema, definida como un nivel de ingresos inferior
a 1,9 dólares diarios. El objetivo es erradicarla en 2030, la meta fijada por
Naciones Unidas como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que
sustituyeron a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y han sido suscritos
por prácticamente todos gobiernos del mundo.
¿Es factible lograr el
objetivo en la fecha señalada?, ¿de qué depende?. El último Informe sobre Pobreza y Prosperidad Compartida, publicado en octubre de 2016 por el Banco Mundial, muestra que el número de
personas en el mundo viviendo en extrema pobreza ha disminuido en 1.100
millones en las últimas dos décadas y media, período en el que la población
mundial creció casi 2.000 millones (ver gráfico). Esta disminución se ha
producido en todas las regiones en desarrollo con excepción de África
subsahariana, donde a pesar de la reducción del porcentaje de pobres extremos,
el número absoluto ha subido debido al fuerte crecimiento poblacional y se ha
estancado en el último lustro. A nivel global, los números dejan poco espacio
para la duda: la pobreza extrema ha descendido dramáticamente y de forma
efectiva de los 1.900 millones de 1990 a menos de 800 en 2013, una reducción de
casi 50 millones de pobres menos por año, equivalente a la población de
Colombia o Corea del Sur.
Además, la reducción de la
pobreza se mantuvo incluso en medio de enormes crisis internacionales, entre
ellas la llamada Gran Recesión que comenzó en 2007. La única excepción fue la
crisis asiática de finales de los 90, que provocó un aumento de la pobreza por
un corto periodo de tiempo, tanto en términos relativos como en números
absolutos.
A la vista de lo anterior, las perspectivas parecen
muy positivas y sin embargo, conviene ser cautelosos respecto al futuro. En
efecto, si se mantuviera la pauta actual la pobreza extrema se eliminaría en el
mundo antes del objetivo fijado de 2030. Pero se trata de un ritmo que es difícilmente
sostenible, pues está muy condicionado por las tasas de crecimiento
extraordinarias experimentadas por China y otras grandes economías emergentes,
que en unos años prácticamente habrán eliminado su pobreza extrema. De hecho,
es muy posible que ya no queden pobres extremos en China gracias al trepidante
progreso de las últimas décadas, mientras que en el caso de Indonesia las
últimas cifras resultan en unos 25 millones de pobres, por lo que las
reducciones futuras tendrán que venir de otros países. Por otro lado, la India,
todavía alberga unos 215 millones de pobres extremos y su capacidad para
reducir esa cifra será fundamental para llegar al 2030.
En este contexto, el gran desafío para lograr el
objetivo en 2030 radica en los países más frágiles y en la reducción de la
desigualdad. Los primeros se caracterizan por conflictos bélicos recurrentes,
mala gobernabilidad, economías poco diversificadas, corrupción sistémica y gran
vulnerabiblidad al cambio climático. Son los países que Paul Collier llamó el
¨Bottom Billion¨, los que albergan a los mil millones más pobres. Las
estimaciones del Banco Mundial muestran que no es realista pensar que el
crecimiento económico por sí mismo podrá acabar con la pobreza extrema. Y es
que la economía internacional continúa mostrando síntomas de raquitismo
económico y los países más pobres se enfrentan a circunstancias muy difíciles,
incluso después de demostrar una considerable resiliencia durante la crisis
global de 2008-09. Desde 2014, con el fin del ciclo de los altos precios de las
materias primas, el crecimiento económico se ha ralentizado en todas las
regiones en desarrollo y hay pocos motivos para esperar que esto cambie a corto
plazo. Por tanto, la clave para lograr el objetivo de eliminar la pobreza en
2030 reside en una mejor distribución de los beneficios del crecimiento en los
países donde esta subsista, es decir, en la puesta en marcha de políticas
efectivas de desarrollo inclusivo.
De hecho, los últimos cálculos indican que solo se
puede llegar al objectivo de eliminación de la pobreza extrema mundial en 2030
a condición de que la desigualdad disminuya de forma importante en aquellos
países que albergan un gran número de pobres. Contrariamente a lo que muchos
piensan, las dos últimas décadas han sido testigo de importantes reducciones de
la desigualdad en países no industrializados. Mientras en los países
industrializados la desigualdad ha tendido a subir, en los países en vías de
desarrollo las médidas estándares de desigualdad muestran en general cambios
progresivos de la distribución de ingreso (aunque esto puede ser compatible con
una creciente polarización del ingreso en favor de las élites económicas). Los
últimos datos alrededor del periodo 2008-13 señalan que en el 60% de los países
para los que hay datos, y que repesentan más del 80% de la población mundial,
el ingreso del 40% más pobre de la población creció por encima de la media.
La buena noticia es que hoy sabemos con bastante
certeza lo que funciona y lo que no en este campo. Los avances en el conocimiento
y la evidencia empírica sobre cómo reducir la pobreza extrema en el mundo han
sido enormes. Así, más allá del tan discutido papel que la globalización ha
jugado en esta evolución, positiva en promedio pero con importantes impactos
negativos en ciertos grupos que resultan perdedores netos, la disminución de la
pobreza global se ha apoyado en buena medida en el desarrollo y elaboración,
desde principios de los 90, de encuestas de hogares. Éstas han permitido un
estrecho monitoreo y la aplicación de políticas bien enfocadas y dirigidas, al
proveer información muy valiosa de la situación de bienestar material de las
personas más allá de indicadores nacionales como el crecimiento del PIB.
Las causas de la reducción de la pobreza no son
exactamente las mismas en cada región, pero sí que existe un amplio consenso en
torno a tres políticas básicas que deben sustentar cualquier estrategia para
lograr un crecimiento económico inclusivo:
- Inversión masiva en capital humano y en infraestructura de los países, con especial énfasis en los grupos más desfavorecidos, para que tanto las personas, como las economías sean más competitivas y diversificadas;
- Puesta en marcha de políticas efectivas de protección social de las poblaciones vulnerables, que impidan reversiones de los avances logrados. Se trata de establecer redes de protección y aseguramiento frente a todo tipo de riesgos, como la enfermedad, el desempleo, desastres naturales, o sequías. En Europa, este tipo de políticas está asociado a los Estados del Bienestar, mientras en otros países se han seguido estrategias mixtas con mayor participación del sector privado.
- Mayor progresividad de la tributación para ampliar el impacto redistributivo y financiar las dos políticas anteriores.
Es decir, diferentes países han avanzado en la
prosperidad inclusiva por caminos diversos, con diferentes grados de
liberalización económica, apertura comercial o presencia del Estado en la
economía. Pero en todos los casos considerados exitosos de reducción sustancial
de la pobreza, las tres políticas mencionadas arriba han jugado un papel
central, y que se ha venido a llamar como “crecer, invertir y proteger”.
Por último, merece la pena destacar que lograr la
eliminación de la pobreza extrema no es ni de lejos tan caro como algunos
pensarán. El coste real es probablemente imposible de estimar con precisión,
pero un simple cálculo de los ingresos totales necesarios para cerrar la brecha
de la pobreza extrema hasta proveer el umbral mínimo de 1,90 diarios para todo
el mundo, resulta en una cifra sorprende mente baja: el 0,15% del PIB mundial o
unos 150 mil millones de dólares al año. Se trata de una estimación bruta, que
no tiene en cuenta los costes administrativos, ni las necesarias voluntades
políticas, ni el desafío de mantener a millones de personas fuera de la pobreza
en el futuro. Pero es una cifra que desmiente el gran mito de que terminar con
la pobreza es una quimera imposible e inasumible de financiar por su altísimo
coste.
Es más, esa cantidad representa aproximadamente la
mitad de los ingresos tributarios que se estima que se evaden cada año en
paraísos fiscales, o menos de la mitad del dinero perdido anualmente en juegos
de azar en sólo diez países de todo el mundo.
En definitiva, acabar con la pobreza extrema es tan
solo uno de los 17 ODS establecidos para avanzar hacia un desarrollo global
sostenible y ni siquiera implica erradicar la pobreza, pero sin duda se
trataría de un importantísimo hito para la humanidad, que está a nuestro
alcance. Quedan tan solo 13 años para esa fecha. Sabemos cuáles son los
desafíos que tenemos por delante y dónde, así como las políticas que se
necesitan para lograrlo. Ojalá que la comunidad internacional esté a la altura del
reto y nuestro país juegue el papel que le corresponde por su peso.
*****
Manuel de la Rocha es economista de la Fundación
Alternativas, miembro de Economistas Frente a la Crisis y Director del Grupo de
Estudios sobre los Desafíos de la Globalización de la Universidad Internacional
de la Rioja (UNIR).
Mario Negre es Economista Senior del Instituto
Alemán de Desarrollo y Consultor del Grupo de Investigación del Banco Mundial.
Codirector del Informe del Banco Mundial ¨Poverty and
Shared Prosperity 2016: Taking on Inequality
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