Disculpen distinguidos
Amigos(as) con el inmenso respeto que ustedes se merecen de mi parte,
hoy – nuevamente – presento a disposición suya dos Artículos muy diferentes, pero que hoy en la realidad mundial
del sistema mundo, marcan una fuerte
tendencia de un país que continúa su
crecimiento macro-económico – pero con una inmensa deuda social interna,
como es la pobreza de millones de
campesinos y pueblos de culturas menores. Igualmente, un problema central que es una tendencia, hacia su
desaparición, Dónde
están los Sindicatos? Y la respuesta preliminar que le brindaríamos
a nuestro Colega Berenguer, es que
los sindicatos, se encuentra en estado
de desaparición, el propio sistema lo está extinguiendo. Recordemos que desde
los tiempos de la imposición violenta de las políticas del Consenso de Washington – 1990 – han sido eliminados, triturados los derechos sociales
– derechos laborales de los trabajadores
– la política de la flexibilización social – o la desregulación del mercado
del trabajo a nivel global – eliminó los derechos sociales, genero una masiva
desocupación – más de 1,200 millones de
desempleados - hoy 27 años después
que encontramos, una generación de los “nuevos esclavos asalariados”, sin derechos sociales y por más de mil millones de jóvenes trabajadores. Y los sindicatos, la
política sindical, sólo “sobrevive” en
los “viejos” sindicatos de la Administración
Pública – Maestros, como los nuevos abanderados de la lucha sindical –
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Los
altos líderes chinos hicieron un llamamiento el martes 14 de marzo, a fin de
hacer o realizar un gran esfuerzo en la lucha contra la ,pobreza y la corrupción
durante su reunión con los Legisladores del país con ocasión de la Sesión de la
Legislación Anual.
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UNA CHINA SIN POBREZA.
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Xulio Ríos.
Rebelión viernes 17 de marzo del 2017.
China se ha planteado como gran objetivo de la
agenda política para 2020 la erradicación de la pobreza en el país. Su sola
inclusión entre las prioridades es de por sí un elemento a destacar y celebrar.
En 1949, cuando triunfó la Revolución, su PIB equivalía al de 1890. Unos 500
millones de personas conformaban una sociedad inmensamente rural, analfabeta y
pobre, con el país destrozado por una secuela de guerras, tanto civiles como de
agresión. La trayectoria desde entonces a hoy no ha sido ni mucho menos rectilínea;
no obstante, especialmente en la fase iniciada a partir de 1978, en este ámbito
concreto, el balance es realmente portentoso.
El logro de una sociedad modestamente acomodada,
objetivo de larga data planteado por el PCCh, no puede ser alcanzado plenamente
en tanto persista una pobreza significativa. En los años transcurridos de
reforma y apertura, la explotación de la mano de obra o la intensificación de
las desigualdades daban cuenta de una China tan crecientemente rica como
insoportablemente injusta. La erradicación de la pobreza no resuelve esas taras
pero envía un claro mensaje de otro signo.
En más de una ocasión, buena parte de la sociedad
china se ha mostrado poco comprensiva con las acciones de un gobierno que
también ha gastado y gasta importantes recursos en la realización de grandes
proyectos en el exterior o cuando las grandes giras de las máximas autoridades
del país se riegan con promesas de inversiones millonarias a la vez que
internamente es tanto lo queda por hacer. Sucumbir a ese contraste no siempre
es justo aunque si comprensible cuando el país exhibe la posición 90 en
términos de IDH (Índice de Desarrollo Humano).
Aun así, desde el inicio de la reforma en 1978, más
de 700 millones de personas han salido de la pobreza en China. A finales de
2015, quedaban 55,75 millones de pobres según fuentes oficiales. El alivio de
la pobreza mejoró la vida de 55 millones de chinos entre 2013 y 2016, años de
crisis en el mundo, un número mayor que toda la población española. A día de
hoy, unos 45 millones de chinos se encuentran en esta situación. Los
presupuestos centrales y locales destinaron en 2016 un total de 34.330 millones
de dólares a esta finalidad. Unos 8 millones de hogares recibieron
micro-créditos para emprender un nuevo rumbo. El estándar actual señala que las
zonas peor clasificadas serán las prioritarias.
A nivel global, China es quien más ha contribuido
durante la última década en la lucha contra la pobreza. Con más de 1.300
millones de habitantes, ha sacado de ella a más personas que cualquier otro
país del mundo. Son datos incontestables.
Lo que resta es, como siempre, lo más difícil. La
estrategia de reducción selectiva de la pobreza implica una gestión más al
detalle de los fondos y la disposición de beneficios tangibles. Cuanto más se
avance más complejo será pues se requieren actuaciones diversas en materia de
infraestructuras (caminos, agua, electricidad…), educación, empleo, salud,
vivienda, con proyectos sociales y de desarrollo a la par.
En paralelo a la vigilancia de la reincidencia o el
combate a una corrupción especialmente repugnante cuando afecta a la gestión de
estos fondos, es importante un manejo adecuado de la reubicación de ciudadanos
con escasos recursos que habitan en zonas remotas y de difícil acceso. En esta
estrategia, es probablemente la recolocación el aspecto más sensible habida
cuenta que puede generar problemas de nuevo tipo relacionados con el desarraigo
y la inadaptación.
El traslado de personas de zonas subdesarrolladas a
otras desarrolladas (en 2017 se calcula que serán unos 2,43 millones los
reubicados) exige un diálogo respetuoso con las comunidades afectadas. En 2016
fueron trasladadas un total de 2,49 millones de personas.
Si China, con todas las garantías exigibles,
acredita la consecución de sus objetivos, no solo demostrará que no es
imposible acabar con esta lacra sino que le sacará los colores a buena parte
del mundo desarrollado.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la
Política China.
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La "vieja"
Europa donde aún se conserva, el viejo modelo del desarrollo en base al
capitalismo industrial, - en ciertos "lunares"- de la producción, los Sindicatos mantienen su lucha contra las políticas neoliberales
de la austeridad absoluta, totalmente contraria a los intereses de los
trabajadores.
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¿DÓNDE ESTÁN LOS SINDICATOS?.
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Vicente
Berenger.
Rebelión
viernes 17 de marzo del 2017.
Desde hace tiempo estamos sufriendo en el mundo un
proceso general y progresivo de empobrecimiento. Los trabajadores cada día
perciben menores salarios recibiendo muchos de ellos remuneraciones que rayan
la esclavitud. La situación como decimos se prolonga ya en el tiempo pero sin
embargo no solemos ver actuaciones de los oficialmente representantes de los
trabajadores, ni tan siquiera a modo de presencia en los medios: ¿Dónde están
los grandes sindicatos? Además de todo esto habría que sumar los millones de
trabajadores desempleados, gran parte de los cuales nunca podrá reincorporarse
ya al mercado laboral. Seguimos preguntando: ¿dónde están los representantes de
los trabajadores? Vemos todo tipo de tertulianos en las televisiones y personas
de profesiones varias debatiendo o manifestándose en los medios: economistas,
políticos, periodistas, sociólogos, bufones y también payasos (con todos los
respetos hacia la tan noble profesión de hacer reír), ¿y dónde están los
sindicalistas?
Los grandes sindicatos, en efecto, ni están ni se
les espera. A los sumo vemos cada ciertos meses -o ya casi que podríamos decir:
años- una aparición pública de algún líder sindical generalmente para afirmar
trivialidades. Parece que ya ni se molestan en cumplir su principal acometido,
canalizar la indignación de los trabajadores -indignación que por otra parte se
ha ido diluyendo como un azucarillo-; ya casi que ni se esfuerzan en
escenificar una representación que a muchos nos parece que no es tal;
sencillamente y usando terminología telefónica: están apagados o fuera de
cobertura.
No sabemos dónde están los sindicatos pero pese a
ello la verdadera fuerza de un país sigue siendo la actividad del trabajador:
es la energía que puede llevar adelante a una nación o puede paralizarla, es el
motor que mueve a un estado pero también la fuerza que puede “golpear” a las
élites y a sus planes de empobrecimiento global. Son, ciertamente, los que
pueden plantar cara y decir “basta”, y no precisamente con las huelgas que
tanto gustan a la patronal y a los sindicatos oficiales (un día de huelga a
cada dos o tres años y todos a casa) sino con verdaderas medidas de presión
efectivas y si es necesario indefinidas -y por supuesto siempre pacíficas- que
bien están al alcance de la mano de los trabajadores. Pero claro está, que para
que la fuerza del trabajador pueda ser influyente y pueda ayudar a revertir la
actual situación de injusticia salarial y las diferencias sociales cada vez más
acuciantes se requiere de unión, organización y lucha, pero no habrá ninguna de
las tres en tanto que estemos bajo el paraguas de unos sindicatos que en lugar
de promover la lucha de los trabajadores promueve su parálisis.
No, y como se podría decir de una buena parte de
políticos, no nos pueden representar unos sindicatos o unos líderes que no
pongan constantemente el “grito en el cielo” por el creciente empobrecimiento
de los trabajadores; no pueden ser representantes unas organizaciones que no se
empeñen en concienciar de que las condiciones laborales cada vez son más penosas,
que las injusticias y las desigualdades sociales son cada vez mayores y que es
necesario por tanto mantener una lucha efectiva que pueda ser una verdadera
arma de presión. No nos deberían representar aquellos que en lugar de despertar
conciencias las adormecen, aquellos que en lugar de plantear debates sobre las
posibilidades contestatarias que tiene el trabajador -que en realidad son
muchas- hagan los debates inexistentes.
Porque si entendemos por “sindicatos” aquellas
organizaciones que defienden los intereses de los trabajadores frente a los
intereses de las élites preguntamos de nuevo: ¿dónde están los sindicatos?, o quizás podríamos plantearlo de una
manera mejor: ¿existen?
Vicente
Berenguer, asesor filosófico.
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