“CÓMO SE ENTIENDE EL TERRITORIO?. En la persecución de estos
objetivos, logramos descubrimientos de distinto orden. Uno de ellos se refiere a que el estudio del territorio ha experimentado
un proceso que pasa de formulaciones y aproximaciones disciplinares a
experiencias interdisciplinares que han combinado geografía, historia, sociología, antropología y ciencia política, entre
otras. Asimismo, se logra establecer esfuerzos de investigación y reflexión
teórica que pueden ser catalogados como transdisciplinares. Éstos tratan, por ejemplo, de
establecer la manera en que las espacialidades, entendidas como formas de producción social del territorio, pueden incidir de
manera severa en la dinámica de las relaciones
de poder más allá del control del
espacio y de la soberanía sobre el territorio y sus elementos.
“No
obstante, ninguna de las perspectivas encontradas satisfizo la búsqueda
encaminada a pensar el territorio
como una
construcción integral, dialéctica, compleja, multidimensional y
pluridimensional, desde la vida social y sus múltiples y
plurales interrelaciones, procesos y dinámicas, donde lo geográfico y ecológico, lo económico, lo
social, lo cultural estén concatenados dialécticamente. No obstante, en
muchos casos hubo planteamientos referidos a la inseparabilidad de objetos y
acciones sociales, tal y como lo plantea
Milton Santos (2006). En este mismo sentido Bernardo Fernandes afirma que
“Al
analizar los espacios no podemos separar los sistemas, los objetos, y las
acciones que se complementan con el movimiento de la vida, en que las relaciones
sociales producen los espacios y los espacios a su vez producen las relaciones
sociales” (2010:
3).
“Si lo geográfico y ecológico, lo económico, social, cultural y lo
político fueran entendidos como partes
indivisibles y en interacción,
lo mismo que sus niveles, ámbitos y escalas. De esta cuenta, el lector
encontrará en este ensayo una búsqueda explicativa, para lo cual se recurre a
la categoría de dimensión territorial.
En ese sentido y después de presentar una aproximación inicial donde se incluye
la relación geo-eco-antrópica correspondiente
al territorio, se abordarán las dimensiones social, económica, política y cultural, no como las únicas, pero sí las más importantes y
generales. Éstas serán analizadas en su carácter
multidimensional, en tanto existe una relación
simbiótica entre todas las dimensiones y en todas las posibilidades de esta
simbiosis compleja; es decir, la
multidimensionalidad será un recurso analítico que permitirá establecer,
por ejemplo, cómo lo económico no puede ser explicado sin referencia
también a lo social, lo político y lo
cultural.
“En
general, se trató de plasmar un enfoque en el cual cada dimensión no se conciba
como un apartado sin vínculo,
sino como un complemento necesario para entender
la complejidad del territorio. Esto requiere
el entrecruzamiento y la articulación sistemática y coherente del conocimiento
que, además, ha sido aportado por áreas
disciplinares que lo interpretan como espacio habitado, vivido y construido históricamente.
Desde estas dimensiones del territorio nos adentramos, a partir de variables,
en la complejidad de la configuración, procesos y dinámicas que nos permiten
dar respuesta a la pregunta ¿cómo
entender el territorio en tanto trama única, indivisible y compleja? Para
el efecto se optó por un ir y venir entre lo teórico y lo concreto, de tal manera que algunos apartados fueron
construidos con base en aproximaciones fundamentalmente teóricas.
Instrumentos
de Planeamiento Territorial.- Impulsamos inversiones en planificación y uso del
suelo con objeto de construir territorios integrados, equilibrados,
sustentables y socialmente justos que satisfagan las necesidades de las
personas, salvaguardando los recursos para el futuro.
***
“Mientras que otros presentan ¿Cómo entender el territorio? abordaje que considera dinámicas y procesos concretos del contexto
latinoamericano principalmente, desde el cual, además, se enfocaron varias
de las búsquedas que se pretendieron resolver en este texto. En esta indagación, y no obstante lo
extenso que resulta este enfoque, no es pretensión que el territorio sea entendido como la totalidad de la realidad, en donde éste lo sea
todo. Pretende, sí, una aproximación abarcadora para entender su complejidad, lo cual refiere a su
carácter como una realidad constitutiva y construida amplia. En ese sentido, el
territorio como
construcción social se explica desde
la complejidad del ser humano y esa complejidad es lo que se intenta
recuperar. Para el efecto, además de lo ya expresado, se desarrolla un
enfoque que recupera la perspectiva y representación que del territorio tiene la ciencia social que
lo estudia (perspectiva ética) y la
perspectiva y representación del territorio
desde los actores o sujetos sociales que lo construyen (perspectiva émica).
“En esta búsqueda se han encontrado fuentes que aportan al logro de
una interpretación compleja que el
objeto del territorio
a nuestro entender requiere. Valga decir que las aproximaciones al territorio que se plasman en textos
vinculados a la teoría del desarrollo territorial son en buena medida parciales (por la variables que
considera), pragmáticas (circunscritas
a lo que se interpreta como posible en el marco del establishment), operativas (para establecer ámbitos de
aplicación de políticas), de gobernabilidad y gobernanza (de divisiones administrativas) y ubicadas en
intenciones prescriptivas del deber ser. En tal sentido, se espera que este
texto permita dar cuenta de las relaciones, procesos y dinámicas que, además de
entender el territorio, sean base
para impulsar de forma coherente el desarrollo con enfoque o perspectiva territorial, no circunscrito sólo a
variables como lo institucional, lo
social y lo económico-productivo, por demás marcadoras de una estrechez en el entendimiento
del territorio y del desarrollo complejamente concebidos”. Fuente. ¿ Cómo
entender el Territorio?. Mario Sosa V.
/////
AMÉRICA LATINA: TERRITORIOS
EN CONFLICTO.
TERRITORIALIZACIÓN.
*****
Pablo Montilla y Javier Souza
Casadinho.
ALAI. América Latina en Movimiento.
Jueves 21 de febrero del 2019-
Este
artículo presenta brevemente la noción de territorio, comenzando por la
desigualdad en el acceso y distribución de la tierra en América Latina y su
relación con los procesos de desterritorialización.
La identidad campesina está compuesta por una
cultura profundamente enraizada en la tierra. Por un lado, exige a las
prácticas agrícolas, ganaderas y forestales que respeten el equilibrio
ecológico y social, pero sobre todo exige que salvaguarden un modo de vida
campesino. Por el otro lado, la tierra vincula en la medida en que dentro de
las comunidades campesinas se mantienen relaciones de reciprocidad, intercambio
de prestaciones, etc. (Barbetta, 2012).
Así mismo son muchas las culturas en América Latina que consideran a la tierra
un ser vivo a la cual pertenecemos, razón por la cual se le realizan ofrendas,
como la de la Pachamama, a fin de
continuar con la armonía cósmica que propicia abundantes cosechas y la
continuidad de la vida. Es desde esta interacción con la tierra y su
interpretación, que ponemos en juego estrategias, prácticas y tecnologías que
no son solo orientadas a su conservación, sino al enriquecimiento permanente de
sus propiedades físicas, químicas y biológicas.
De este modo podemos notar que, al hablar de la tierra, cada uno de
nosotros lo hace pensándola desde su propio lugar de referencia (ubicación geográfica), de vida y de
identidad; es entonces que la tierra pasa a ser algo más amplio y complejo que
podemos llamar: territorio.
El autor brasileño Rogerio Haesbaert
(2011) en su libro El mito de la
desterritorialización afirma que: “perder el territorio
es desaparecer”. Para aquellos
que trabajamos la tierra en América Latina, sabemos que esta sentencia del
autor es cierta, especialmente para los productores familiares en el contexto
de la economía global competitiva y sin rostro humano, donde desaparecer o extinguirse, es día a día, una amenaza
latente. Mantenerse, perdurar y ser resilientes se vuelve una necesidad
superior.
EXCLUSIÓN: la desigualdad del acceso a la tierra en América Latina.
Un estudio de OXFAM en el año 2016 reflejaba con minucioso
detalle la desigualdad latinoamericana.
En especial, ponía el foco en la relación desigualdad
– tierra basándose
en el “coeficiente de Gini para la
distribución de la tierra”: un indicador entre 0 y 1 donde 1 representa
la máxima desigualdad en cuanto a la
distribución de la tierra. La obtención de este coeficiente basándose en la
información de los censos nacionales agropecuarios, permitió visibilizar que para América Latina se registra un
valor de 0,79, siendo más alto aún (0,85) si solo se considera América del
Sur. Se trata de niveles de concentración
muy superiores a los observados en Europa
(0,57), África (0,56) o Asia (0,55) (OXFAM, 2016). Entender que América Latina es una región
profundamente desigual en torno a la distribución y tenencia de la tierra es
entender los problemas y conflictos de tierra
y territorio, porque estamos partiendo de territorios profundamente
desiguales con estructuras de tenencia, en muchos casos, cercanas al feudalismo.
Así pues, el acceso desigual fue y
es producto de procesos históricos que se originan en la colonización española,
prosiguen durante las guerras civiles y en las campañas de exterminio de los pueblos
originarios, pero que continúan y se resignifican con los planes económicos y sociales de estabilización y ajuste que
determinan una mayor concentración y extranjerización de la tierra.
En consecuencia, cuando los productores nos quedamos sin poder
reproducir nuestra actividad y forma de vida en los territorios que elegimos
para ello, nos estamos
desterritorializando. Pero si ello sucede por causas ajenas a nosotros,
como lo hace el capitalismo a través de la acumulación por desposesión, nos están desterritorializando. Para Harvey (2005) la producción de los
espacios bajo el sistema capitalista es un medio de apropiación y obtención de
plusvalías mediante mecanismos constantes de acumulación por desposesión (desterritorializando), generando desarrollos
geográficos desiguales como son los de nuestros territorios. Esto sucede bajo una lógica de flujos de capital que
se reorientan y territorializan manteniendo el equilibrio y rendimiento de su
conjunto y en claro desmedro de aquellos que habitamos o confluimos en los
espacios rurales y campesinos.
Esta apropiación de la tierra implica una resignificación del
territorio, ya sea desde las actividades a realizar y el modo
en que estas se llevan a cabo, como así también por la relación entre actores
sociales. En este sentido cambian desde el “qué
producir” y el “cómo hacerlo”
(las tecnologías) hasta el “para qué
producir” y, generalmente, en estas decisiones prevalecen los criterios
económicos por encima de los sociales, ambientales o culturales.
Por ello los procesos
de desterritorialización pueden ser explicados desde el punto de vista
económico al vincularlos a los procesos de expropiación
y exclusión introducidos en la lógica de la acumulación capitalista, que
separa a los medios de producción del productor (Haesbaert, 2005), a quien se
le excluye de su espacio físico, lo que tiene como consecuencia las migraciones del “campo a la ciudad”, en
donde aquel productor despojado de su territorio
intentará rehacer su identidad cultural, social
y su economía en tierras ajenas.
Finalmente, los procesos o intentos de desterritorialización pueden
tensionar y manifestar conflictos –que en ocasiones puede resolverse a partir
de la negociación e incidencia política– en torno a la defensa de los bienes y servicios naturales, como
fuente y medio para poder reproducir las distintas realidades
(territorialidades) campesinas en América Latina. Este es el caso de Famatina, Andalgalá y Piray.
Conflictos territoriales o territorios en conflictos.
FAMANTINA se ubica en el oeste de la provincia de La Rioja, en el noroeste de Argentina, posee
un valle en el cuál predominan los pequeños predios agrícolas de 0,5 a 5
hectáreas con cultivos de nogal y vid entre los más destacados. La región se
encuentra dentro de las denominadas “tierras secas”, con lluvias que no llegan
a superar los 250 mm anuales. El valle también alberga un cordón montañoso de
explotación minera: “la sierra de
Famatina”, desde la época prehispánica hasta principios del siglo XX. El
interés de empresas trasnacionales por los minerales que allí se albergan causó
la advertencia de la población local que, frente al avance en la propuesta de
explotación minera del cerro “a cielo
abierto”, se levantó en su contra masivamente en 2012 bajo el lema: “El Famatina no se toca”. Como
resultado de la lucha –aún activa– los numerosos intentos de instalar la
minería claudicaron, frente a una comunidad decidida a defender el Famatina por sobre todas las cosas, negando la licencia
social a cualquier empresa minera que quiera instalarse bajo condiciones de
explotación nocivas para el ambiente. Allí,
el conflicto dentro del territorio fue y sigue siendo principalmente por el
agua; la minería como actividad a cielo abierto demanda grandes cantidades de
este bien natural: por lo que, en este caso, la agricultura y la minería son excluyentes. Por último parece que el
conflicto hubiese servido, en algunos casos, para volver los ojos a la tierra y
así volver a regar y cuidar los predios.
También podemos citar la pugna por la tierra y el agua, en los territorios del departamento de ANDALGALÁ, ubicado en el centro
norte de la provincia de Catamarca;
a 248 km al norte de la capital provincial San Fernando del Valle de Catamarca.
Estos territorios, irrigados por el río
Andalgalá, se encuentran al pie de las estribaciones meridionales de la
Sierra de Aconquija, y al norte del Campo de Belén, un espacio desértico que
contiene al Salar de Pipanaco. La
principal actividad económica es la agricultura, que provee sus productos a las
fábricas de conservas, deshidratadoras de frutas y verduras, procesadoras de
dulces y aceite de oliva. La ganadería se
desarrolla en los lugares carentes de agua como una economía de subsistencia
para los pequeños productores. A partir del desarrollo de la minería las actividades productivas domésticas para el mercado
han cambiado, y en relación a las condiciones ambientales se menciona que las lluvias han disminuido lo que dificulta
el riego, dado que cada vez hay menos agua y esta es de mala calidad por su contenido de minerales. También se menciona que el viento arrastra mucho
polvillo en suspensión que se deposita en las plantas e impide una adecuada
fotosíntesis, lo que afecta el crecimiento y desarrollo de los frutos que
pierden tamaño, no maduran y cuando están aún pequeños se caen de la planta, en
especial en los cultivos de naranjas y membrillos (Souza Casadinho y otros, 2013). La producción agraria y la minería
son incompatibles dadas la demanda y la contaminación del agua y también del
suelo. Según los agricultores de la comunidad, el agua tanto por su dureza como
por su pH elevado (acidez) debido a la
concentración de minerales, algunos de ellos con potencialidad tóxica
(Souza Casadinho y otros, 2013). Se puede observar que los empresarios mineros
y los productores agrarios luchan por dos capitales distintos, por un lado,
están los que luchan por acrecentar la
posesión de capital monetario, por ampliar el beneficio económico
aprovechando al máximo la disponibilidad de bienes naturales y nexos con el poder político y económico. Por
otro lado, se hallan los productores agrarios que desean hacer uso y disfrute
pleno de los bienes comunes naturales, reproduciendo y eligiendo así un
determinado tipo de vida.
Destacamos, por último, la existencia de una pérdida de expectativas de los agricultores respecto
a las actividades agrarias. Parece ser que no se trata solo de intereses
económicos, sino que es más profundo y atañe a las estrategias de vida y
producción de los agricultores y a
como fueron construyendo sus hábitos de trabajo y a su rol como actores
productivos. Esta reducción en las
actividades agrarias se expresa en una menor superficie de cultivo, así
como en menor demanda de trabajo local y
migración. Bajo esta situación no es de extrañar que los productores familiares
vendan sus predios –su porción de territorio– con lo cual se refuerza la
concentración y extranjerización de la tierra.
Por último, mencionaremos el caso de PIRAY, ubicado en la provincia de
Misiones (noreste de Argentina), donde la posesión de tierra de los agricultores familiares presenta una alta heterogeneidad tanto en su
distribución como en el vínculo legal. Los
productores campesinos poseen entre dos a 15 hectáreas de tierra, donde
algunos son ocupantes de tierras privadas, arrendatarios y en menor medida
propietarios con su correspondiente escritura y titulación. La disputa por la tenencia de la tierra entre diferentes
actores, entre los que se haya el Estado, aparece como uno de los problemas
que afrontan estos agricultores. En los
últimos 30 años se asiste a un proceso de concentración por desposesión de tierras, en el cual las empresas forestales son protagonistas. Las
empresas acumulan tierra y avanzan con plantaciones de árboles (exóticos), ya
sea por compras individuales a los agricultores
campesinos o por acuerdos con el Estado; al tratarse de monocultivos, estas producciones forestales demandan la
utilización de plaguicidas de toxicidad aguda y crónica.
La posesión de la tierra de manera individual
constituye un elemento esencial, donde destacan los casos de utilización por la
comunidad de la tierra obtenida en las luchas
y el uso individual de los predios, pero con planificación comunitaria, a fin de que las acciones particulares no perjudiquen
al
entorno productivo, ambiental y social. Es el caso de los integrantes
del Movimiento Campesino de Liberación
que mediante la presión y negociación con el Estado han podido obtener la
titularización de casi 38 000 hectáreas
en la zona de la localidad de Pozo Azul,
que eran propiedad de las empresas colonizadora Misionera y Continental. De
este modo posibilitaron regular la situación productiva y de vivienda, y afianzar la identidad
campesina.
La Agroecología en los procesos de arraigo territorial o
territorialización.
La agricultura ha
cumplido un rol protagónico en la formación histórica de las sociedades y en la
consolidación de los territorios. Por
ello, en el actual contexto latinoamericano de acaparamiento de tierras, despojo y acentuados procesos de
desterritorialización, las bases de la agroecología pueden dar modelos alternativos y soluciones a esta
situación compleja que atraviesan los territorios de las comunidades de
agricultores campesinos y de pueblos indígenas, con un enfoque integral
que incluya las distintas cosmovisiones,
orientando otras formas de relación con el uso de los recursos naturales
implícitos en la producción agropecuaria. De este modo se contribuye a la
formación de un nuevo paradigma
civilizatorio que tenga como fin potenciar o restaurar equilibrios rotos
por desarrollos donde solo prima la ganancia
del capital financiero en desmedro del capital natural, cultural y social.
En territorios donde cada vez la figura de la familia rural, especialmente la campesina, al migrar se desterritorializa, la agroecología podría actuar como
modelo innovador y atractivo para las nuevas generaciones que buscan
desarrollarse en ambientes más saludables para su vida y la de sus hijos, superando de este
modo la dicotomía producir o conservar, integrando dentro de un mismo
territorio (sostenible) ambos anhelos.
*****
JAVIER SOUZA CASADINHO.
Huertero en el predio agroecológico El Paraíso.
Docente - investigador y extensionista Facultad de Agronomía, Universidad de
Buenos Aires, Argentina. Coordinador regional de la Red de Acción en
Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina.
PABLO MONTILLA
Productor
nogalero agroecológico. Docente-investigador, Universidad Nacional de Chilecito
- IAMRA, La Rioja, Argentina.
REFERENCIAS.
Barbetta, P. 2012. Ecología de los saberes campesinos: más allá del
epistemicidio de la ciencia moderna: reflexiones a partir del caso del movimiento
campesino de Santiago del Estero Vía
Campesina. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO.
Haesbaert R. 2011. El mito de
la desterritorialización: del “fin de los territorios” a la
mulliterritorialidad. México: Siglo XXI Editores.
Harvey, D. 2005. The New Imperialism: Accumulation by Dispossession. SocialistRegister 40, pp 99-129.
Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20130702120830/harvey.pdf.
OXFAM. 2016. Desterrados: tierra, poder y desigualdad en
América Latina. Oxfam Internacional,
noviembre de 2016. ISBN 978-0-85598-836-4.
Souza Casadinho J., Montilla, P., Souza Casadinho L., y Silva S. 2013.
Megaminería en Andalgalá. Emergencia y distribución de las enfermedades desde
la percepción de sus habitantes. Bienaventurados los pobres. Unión Europea.
Proyecto 2011/273
Fuente: Revista Leisa, volúmen 34, número 4.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario