"El cambio de régimen bajo una perspectiva histórica y regional.- La imposición de gobiernos títeres es un objetivo
estratégico primordial del Estado imperial. Los resultados varían a lo largo
del tiempo en función de la capacidad que tengan gobiernos alternativos
independientes para la construcción nacional. Esos gobiernos-títere tienen más éxito en naciones
pequeñas con una economía vulnerable. El golpe de Estado de Guatemala ha durado
más de sesenta años, de 1954 a 2019. En este país, las principales insurgencias
indígenas han sido reprimidas gracias a los asesores militares y la cooperación
estadounidense".
"Otros gobiernos-títere que han tenido un éxito
similar son los de Panamá, Granada, República Dominicana y Haití. Cuando se es
pobre y pequeño y se tiene un ejército débil, Estados Unidos no tiene ningún
problema en invadir y ocupar directamente el país, con un reducido coste
económico y en bajas militares. En los países mencionados, Estados Unidos consiguió
imponer y mantener regímenes títere durante largos periodos de tiempo. Los resultados de los golpes de Estado dirigidos
por Estados Unidos en el último medio siglo han sido contradictorios".
"En el caso de Honduras, el Pentágono consiguió
derribar un gobierno liberal-democrático progresista de muy corta duración. El
ejército de Honduras estaba bajo dirección de EE.UU. y el elegido presidente
Manuel Zelaya dependía de una mayoría popular de electores sin acceso a las
armas. Tras el triunfo del golpe de Estado, el régimen títere de Honduras ha
permanecido bajo tutela de Estados Unidos durante una década y probablemente lo
seguirá estando".
"Chile ha permanecido también bajo el tutelaje de
Estados Unidos durante la mayor parte del siglo XX, salvo el breve respiro que
le supuso el gobierno del Frente Popular, entre 1937 y 1941, y el gobierno
socialista democrático de Salvador Allende, entre 1970 y 1973. El golpe de
Estado orquestado por EE.UU. en 1973 impuso la dictadura de Pinochet, que duró
27 años. La siguió un régimen electoral que continuó la agenda neoliberal de
Pinochet-Estados Unidos, que incluía el desmantelamiento de todas las reformas
nacionales y sociales del gobierno popular de Allende. En resumen, Chile ha
permanecido dentro de la órbita política de EE.UU. durante la mayor parte del
último medio siglo. El régimen socialista democrático de Allende nunca
dio armas al pueblo ni estableció relaciones económicas en el extranjero
capaces de sostener una política exterior independiente. No sorprende que estos
días Chile haya seguido el llamamiento de Trump para derribar al presidente
venezolano Maduro.
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INTERVENCIÓN EN VENEZUELA. LOS “CAMBIOS
DE RÉGIMEN” PROPICIADOS POR ESTADOS UNIDOS: ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
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Dr. James Petras.
Rebelión viernes 8 de febrero del 2019.
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
Mientras Estados Unidos procura por todos los
medios derrocar al gobierno democrático e independiente de Venezuela, las
consecuencias a corto, medio y largo plazo de los golpes de Estado que propició
en el pasado son contradictorias.
En este artículo, nos proponemos examinar las
consecuencias y el impacto de las intervenciones de EE.UU. en Venezuela a lo
largo del último medio siglo para posteriormente pasar a analizar el fracaso y
el éxito de los “cambios de régimen” impulsados por Estados Unidos en toda
América Latina y el Caribe.
Venezuela: Resultados y perspectivas 1950-2019
Durante la década posterior a la Segunda Guerra
Mundial, Estados Unidos, a través del Pentágono y de la CIA, aupó al poder a regímenes
clientelares autoritarios en Venezuela, Cuba, Perú, Chile, Guatemala, Brasil y
otros países.
En el caso de Venezuela, Estados Unidos apoyó una
dictadura de casi una década (la de Pérez Jiménez), entre 1951 y 1958. Esta fue
sustituida por una coalición de centro-izquierda un breve periodo de tiempo.
Posteriormente, EE.UU. reestructuró su política para promover regímenes
democristianos y socialdemócratas de centro-derecha, que gobernaron en
alternancia durante casi cuarenta años.
En los años noventa, los regímenes clientelares de
EE.UU., acorralados por la corrupción y profundas crisis socioeconómicas,
fueron apartados del poder y dieron paso a un gobierno independiente y
antiimperialista dirigido por Hugo Chávez.
La elección libre y democrática del presidente
Chávez derrotó varios intentos de “cambio de régimen” dirigidos desde Estados
Unidos a lo largo de las siguientes dos décadas.
Tras la elección de Nicolás Maduro como presidente,
Washington organizó la maquinaria política para impulsar un nuevo cambio de
régimen. EE.UU. ha lanzado a todo gas un golpe de Estado en el invierno de
2019.
El historial de las intervenciones estadounidenses
en Venezuela es variado: un golpe de Estado que duró menos de una década;
regímenes electorales pro-EE.UU. durante cuarenta años que fueron reemplazados
por un gobierno populista y antiimperialista nacido de las urnas, que ha
mantenido el poder casi veinte años. Hasta llegar al despiadado golpe de Estado
dirigido por Estados Unidos activo en estos momentos.
La
fabricación de Juan Guaidó: como el laboratorio de Cambio de Régimen de los
Estados Unidos creó al líder del golpe en Venezuela. Hoy con sus declaraciones es la de un verdadero Títere del Imperio, que no descarta pedir la intervención militar de los Estados Unidos, con el fin de derrotar la dictadura.
***
La experiencia de “cambio de régimen” venezolana
nos permite entender la capacidad estadounidense para conseguir el control a
largo plazo reorganizando su base de poder de una dictadura militar a un
régimen electoral, financiado mediante el expolio petrolero, con el respaldo de
un ejército de confianza y “legitimado” por la alternancia de partidos
políticos vasallos que acepten su sumisión a Washington.
Los regímenes clientelares de EE.UU. están
gobernados por élites oligárquicas, con escasa capacidad empresarial, que viven
de las rentas estatales (petroleras). Al tener una estrecha relación con
EE.UU., las élites gobernantes no son capaces de conseguir la lealtad del
pueblo. Por dicha razón, los regímenes clientelares dependen de la fuerza
militar del Pentágono para conservar el poder, pero esa es precisamente su
mayor debilidad.
El cambio de régimen bajo una perspectiva histórica y regional
La imposición de gobiernos títeres es un objetivo
estratégico primordial del Estado imperial. Los resultados varían a lo largo
del tiempo en función de la capacidad que tengan gobiernos alternativos
independientes para la construcción nacional.
Esos gobiernos-títere tienen más éxito en naciones
pequeñas con una economía vulnerable. El golpe de Estado de Guatemala ha durado
más de sesenta años, de 1954 a 2019. En este país, las principales insurgencias
indígenas han sido reprimidas gracias a los asesores militares y la cooperación
estadounidense.
Otros gobiernos-títere que han tenido un éxito
similar son los de Panamá, Granada, República Dominicana y Haití. Cuando se es
pobre y pequeño y se tiene un ejército débil, Estados Unidos no tiene ningún
problema en invadir y ocupar directamente el país, con un reducido coste
económico y en bajas militares.
En los países mencionados, Estados Unidos consiguió
imponer y mantener regímenes títere durante largos periodos de tiempo.
Los resultados de los golpes de Estado dirigidos
por Estados Unidos en el último medio siglo han sido contradictorios.
En el caso de Honduras, el Pentágono consiguió
derribar un gobierno liberal-democrático progresista de muy corta duración. El
ejército de Honduras estaba bajo dirección de EE.UU. y el elegido presidente
Manuel Zelaya dependía de una mayoría popular de electores sin acceso a las
armas. Tras el triunfo del golpe de Estado, el régimen títere de Honduras ha
permanecido bajo tutela de Estados Unidos durante una década y probablemente lo
seguirá estando.
Chile ha permanecido también bajo el tutelaje de
Estados Unidos durante la mayor parte del siglo XX, salvo el breve respiro que
le supuso el gobierno del Frente Popular, entre 1937 y 1941, y el gobierno
socialista democrático de Salvador Allende, entre 1970 y 1973. El golpe de
Estado orquestado por EE.UU. en 1973 impuso la dictadura de Pinochet, que duró
27 años. La siguió un régimen electoral que continuó la agenda neoliberal de
Pinochet-Estados Unidos, que incluía el desmantelamiento de todas las reformas
nacionales y sociales del gobierno popular de Allende. En resumen, Chile ha
permanecido dentro de la órbita política de EE.UU. durante la mayor parte del
último medio siglo.
El régimen socialista democrático de Allende nunca
dio armas al pueblo ni estableció relaciones económicas en el extranjero
capaces de sostener una política exterior independiente. No sorprende que estos
días Chile haya seguido el llamamiento de Trump para derribar al presidente
venezolano Maduro.
Los resultados contrapuestos de los regímenes títere
Algunos de los golpes de Estado orquestados por
EE.UU. fueron derrotados antes o después.
El clásico ejemplo que ilustra la derrota de un
régimen clientelar es el de Cuba, que logró derribar la dictadura de casi diez
años de Batista y ha conseguido resistir una invasión directa organizada por la
CIA y un bloqueo económico durante el último medio siglo (hasta nuestros días).
Cuba fue capaz de derrotar la política
restauracionista gracias a la decisión de Fidel Castro de armar al pueblo,
expropiar y tomar el control de las multinacionales hostiles de Estados Unidos
y establecer aliados estratégicos en el exterior: la URSS, China y, mucho
después, Venezuela.
Por el contrario el golpe de Estado respaldado por
el ejército estadounidense en Brasil (1964) mantuvo el poder más de veinte
años, hasta que se restauró parcialmente la política electoral bajo la
dirección de las élites.
Dos décadas de programas económicos neoliberales
fallidos propiciaron la elección de los reformistas sociales del Partido del
Trabajo (PT), que comenzó a poner en marcha grandes programas para combatir la
pobreza encuadrados en el contexto de políticas neoliberales.
Tras década y media de reformas sociales y una
política exterior relativamente independiente, el PT sucumbió ante la recesión
de una economía dependiente de las materias primas y ante unos estamentos hostiles
(la judicatura y el ejército, concretamente) y fue reemplazado por un par de
regímenes clientelares de extrema derecha que han funcionado bajo la dirección
de Wall Street y del Pentágono.
Estados Unidos ha intervenido con frecuencia en
Bolivia, apoyando golpes militares y regímenes clientelares y en contra de
regímenes nacional-populistas (1954, 1970 y 2001). En 2005, un levantamiento
popular dio paso a elecciones libres que llevaron al poder a Evo Morales, líder
de los movimientos cocaleros. Entre 2005 y el momento actual, el presidente
Morales ha dirigido un gobierno moderado de centro-izquierda y
antiimperialista.
El fracaso de las iniciativas estadounidenses para
derribar a Morales es consecuencia de diversos factores: Morales organizó y
movilizó una coalición de campesinos y obreros (especialmente mineros y
cocaleros). Se ganó la lealtad del ejército, expulsó a las “agencias de
cooperación” que actuaban como caballo de Troya, amplió el control sobre los
hidrocarburos y promovió los vínculos con la agroindustria.
La combinación de una política exterior
independiente, una economía mixta, alto crecimiento y reformas moderadas
neutralizó los intentos estadounidenses por derribar su gobierno.
No es ese el caso de Argentina. Tras el sangriento
golpe de Estado de 1976, en el que el ejército respaldado por EE.UU. asesinó a
30.000 ciudadanos, el ejército fue derrotado por la Arma da Británica en la
guerra de las Malvinas y se retiró después de siete años en el poder.
El régimen títere nacido tras el de los militares
gobernó y saqueó el país durante casi una década antes de hundirse en 2001 a
causa de una insurrección popular. Sin embargo, la izquierda radical, carente
de cohesión, fue reemplazada por gobiernos de centro izquierda
(Kirchner-Fernández) durante alrededor de una década (2003-2015).
Los regímenes neoliberales del bienestar entraron
en crisis y fueron reemplazados en 2015 por otro régimen títere de Washington
encabezado por Macri, que procedió a revertir las reformas, privatizar la
economía y subordinar el Estado a los banqueros y especuladores
estadounidenses.
Tras dos años en el poder, el gobierno títere se
tambaleó, la economía entró en una espiral descendente y comenzó otro ciclo de
represión y protestas populares. La debilidad del gobierno lanzó a la gente a
la calle mientras el Pentágono afila sus cuchillos y prepara nuevos títeres
para reemplazar al actual régimen clientelar.
Conclusión
Estados Unidos no ha podido consolidar los cambios
de régimen en aquellos países grandes que cuentan con organizaciones de masas y
un ejército leal. Sí lo ha conseguido en regímenes nacional-populares como
Brasil y Argentina. Pero, con el tiempo, los gobiernos títere han sido
derrotados.
Así como Estados Unidos recurre a una única “vía”
(golpes militares e invasiones) para aplastar a los gobiernos populares
pequeños y más vulnerables, utiliza una estrategia de “múltiples vías” con los
grandes países poderosos.
Por lo general, en el primer caso es suficiente una
llamada al ejército o el envío de los marines para acabar con una democracia
electoral. En el caso de países poderosos, EE.UU. utiliza una estrategia de
múltiples agentes que incluye el bombardeo propagandístico en los medios de
comunicación y, catalogar a demócratas como dictadores, extremistas, corruptos,
amenaza para la seguridad, etc.
Cuando la tensión aumenta, los clientes regionales
y los estados europeos se organizan para apoyar a los títeres locales.
El presidente de EE.UU., cuyo dedo índice vale
tanto como el voto de millones de electores, corona a presidentes impostores.
Las manifestaciones en la calle y la violencia organizada y pagada por la CIA
desestabilizan la economía; las élites empresariales boicotean y paralizan la
producción y la distribución. Se gastan millones en sobornar a jueces y altos
oficiales del ejército. Si el cambio de régimen puede lograrse a través de
sátrapas militares locales, Estados Unidos evita la intervención militar
directa.
Los cambios de régimen en los países más grandes y
más ricos duran entre una y dos décadas. Sin embargo, el cambio a un régimen
electoral títere puede consolidar el poder imperial durante un periodo más
prolongado, como fue el caso de Chile.
Cuando el régimen democrático tiene un fuerte apoyo
popular, Estados Unidos proporciona la asistencia ideológica y militar para una
masacre a gran escala, como ocurrió en Argentina.
La próxima confrontación en Venezuela será un caso
de cambio de régimen sangriento, pues Estados Unidos tendrá que asesinar a
cientos de miles y derrotar a los millones de personas comprometidas con los
avances sociales, con su lealtad a la nación y con su dignidad.
Por el contrario, la burguesía y los traidores
políticos que la siguen buscarán venganza y recurrirán a las más infames formas
de violencia para despojar a los pobres de sus avances sociales y sus recuerdos
de libertad y dignidad.
No
debe sorprender que el pueblo venezolano se esté preparando para una lucha
prolongada y decisiva: se lo juegan todo en esta confrontación final con el
imperio y sus títeres.
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