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"Por supuesto que hay innumerables procesos en las dinámicas políticas y sociales de los seres humanos que siguen cursos ingobernables, que no se pueden predecir, que no responden necesariamente a lo que poderosos grupos selectos pergeñan; pero aunque todo eso sucede y siempre los imponderables emergen, hay líneas maestras que marcan (condicionan, ¿determinan?) lo que nos pasa. Poderes, incluso, que van más allá de las autoridades formales de los Estados. Tenemos ahí capitales monumentales que fijan las líneas de acción que, acompasadamente, siguen las enormes masas de ciudadanos del mundo, y que los gobernantes se encargan de hacer cumplir.
"Por supuesto que hay innumerables procesos en las dinámicas políticas y sociales de los seres humanos que siguen cursos ingobernables, que no se pueden predecir, que no responden necesariamente a lo que poderosos grupos selectos pergeñan; pero aunque todo eso sucede y siempre los imponderables emergen, hay líneas maestras que marcan (condicionan, ¿determinan?) lo que nos pasa. Poderes, incluso, que van más allá de las autoridades formales de los Estados. Tenemos ahí capitales monumentales que fijan las líneas de acción que, acompasadamente, siguen las enormes masas de ciudadanos del mundo, y que los gobernantes se encargan de hacer cumplir.
"¿Por qué, por ejemplo, las ciudades están cada vez
más atestadas de vehículos automotores personales, siendo que eso es
absolutamente contraproducente, tanto en términos sanitarios –la contaminación
que producen los motores de combustión interna son los principales responsables
del calentamiento global– como urbanísticos –ya se hace literalmente imposible
circulas con tanto automóvil–? ¿Quién decide eso: los ciudadanos de a pie?
Definitivamente no. Capitales enormes que mueven cifras descomunales hacen que
se sigan produciendo vehículos que queman derivados del petróleo, y otros
capitales más monumentales aún negocian con el oro negro, aún a sabiendas de
los insolubles problemas de polución que ello trae".
"NUESTRA IGNORANCIA FUE PLANIFICADA POR UNA GRAN SABIDURÍA".
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Marcelo Colussi.
Rebelión lunes 11 de febrero del 2019.
El título del presente texto es una frase del
pensador argentino Raúl Scalabrini Ortiz. Genial formulación, sin dudas.
Genial, por cuanto presenta las cosas tal como son: en términos sociales,
vistos los acontecimientos humanos como fenómenos históricos omniabarcativos,
no queda ninguna duda que nuestra forma de actuar como masa responde a una
planificación que realizan algunos, muy pocos. Parafraseando lo dicho por
Scalabrini Ortiz entonces: lo que no sabemos nosotros (nuestra ignorancia) lo
saben los que deciden que no lo sepamos (los grandes grupos de poder, los que
manejan los hilos de los títeres).
Esas estructuras de poder (económico, político,
militar, científico, cultural), cada vez más pequeñas y poderosas, deciden el
futuro de inconmensurables cantidades de personas sobre la faz del planeta.
Ellas son las que le ponen precio a cada cosa que consumimos, las que deciden
las guerras o el tipo de gobierno que debe tener cada país, las modas, lo que
se come y no se come, cuánta agua puede beber cada mortal y lo que se debe
pensar “correctamente”. Se podría retrucar rápidamente que hay en esta
consideración un talante paranoico, un sabor a visión conspirativa que
encuentra fantasmas allí donde no los hay. El sentido de este texto, en todo
caso, es mostrar con ejemplos evidentes y concretos que no hay tal “teoría de
la persecución” de por medio, sino crudas y descarnadas verdades, para lo que
presentaremos algunos casos esclarecedores.
Por supuesto que hay innumerables procesos en las
dinámicas políticas y sociales de los seres humanos que siguen cursos
ingobernables, que no se pueden predecir, que no responden necesariamente a lo
que poderosos grupos selectos pergeñan; pero aunque todo eso sucede y siempre
los imponderables emergen, hay líneas maestras que marcan (condicionan,
¿determinan?) lo que nos pasa. Poderes, incluso, que van más allá de las
autoridades formales de los Estados. Tenemos ahí capitales monumentales que
fijan las líneas de acción que, acompasadamente, siguen las enormes masas de
ciudadanos del mundo, y que los gobernantes se encargan de hacer cumplir.
¿Por qué, por ejemplo, las ciudades están cada vez
más atestadas de vehículos automotores personales, siendo que eso es
absolutamente contraproducente, tanto en términos sanitarios –la contaminación
que producen los motores de combustión interna son los principales responsables
del calentamiento global– como urbanísticos –ya se hace literalmente imposible
circulas con tanto automóvil–? ¿Quién decide eso: los ciudadanos de a pie?
Definitivamente no. Capitales enormes que mueven cifras descomunales hacen que
se sigan produciendo vehículos que queman derivados del petróleo, y otros
capitales más monumentales aún negocian con el oro negro, aún a sabiendas de
los insolubles problemas de polución que ello trae.
Y las guerras que la búsqueda desenfrenada de ese
petróleo trae aparejadas, ¿la deciden acaso los mortales que viven de un
salario? ¿Quién determina los países que tienen que entrar en guerra: sus
pobladores, sus gobiernos acaso?
Veamos estos casos, por demás de esclarecedores.
Argentina, entre las diez primeras economías del
mundo al terminar la Segunda Guerra Mundial, con un proceso de
industrialización propio que la hacía autosuficiente, aportando la mitad de
todo el producto bruto de Latinoamérica para la década del 60 en el siglo
pasado, años después cayó en picada. En “el país de las vacas”, hoy día la
mitad de su población está bajo la línea de pobreza y pasa hambre. Buscar
comida en los tarros de basura, para muchos argentinos ya es algo común (y se
llegaron a matar animales en zoológicos para comer algo de carne roja). ¿Por
qué? ¿Haraganería e indolencia de sus pobladores? ¿Malas políticas de sus
gobernantes? “No dejemos que la Argentina sea una potencia, pues arrastrará
tras de sí a toda América Latina… La estrategia es debilitar y corromper por
dentro a la Argentina. Destruir sus industrias, sus fuerzas armadas, fomentar
divisiones internas apoyando a bandos de derecha e izquierda, atacar su cultura
en todos los medios, imponer dirigentes políticos que respondan a nuestro
Imperio. Esto se logrará gracias a la apatía de su pueblo y a una democracia
controlable, donde sus representantes levantarán sus manos en masa en servil
sumisión. Hay que humillar a la Argentina”, decía Winston Churchill en
Yalta en 1945. Evidentemente lo que sucedió a partir de 1976 con los planes de
ajuste neoliberal impulsados por los organismos crediticios de Breton Woods
(Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), llevados adelante por una
sangrienta dictadura militar, hundió al país sudamericano, dejándolo en un
estado de postración del que, muy probablemente, ya no podrá salir.
En Guatemala, en el año 2015 se vivió una
“primavera” anticorrupción particularmente llamativa: un país marcado por la
impunidad y corrupción a través de toda su historia, con niveles de ambas
características de las más altas de todo el continente, ¿por qué de buenas a
primeras pareció acometer esta cruzada contra la corrupción? ¿Por qué esa
repentina indignación ciudadana? Indignación llamativa: a partir de misteriosas
convocatorias hechas en las redes sociales (después se supo que desde perfiles
que resultaron ser todos falsos), la población capitalina –clasemediera en lo
fundamental– comenzó a asistir a la plaza en algo que luego fue ritualizándose:
llegar los sábados por la tarde a sonar vuvuzelas y a cantar el himno nacional.
Terminado que fuera ese ritual, todos a su casa, sin consigna política
transformadora más allá de una indignación ante los hechos de corrupción que se
iban conociendo a partir del trabajo del Ministerio Público y la Comisión
Internacional contra la Impunidad en Guatemala –CICIG–. De esa cuenta, con esa
“presión” popular, se vieron forzados a renunciar los por entonces presidente y
vicepresidenta: Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti. La sensación que pudo
haber quedado es que la movilización popular los depuso. Ahora, fríamente
analizados los hechos a la distancia, puede verse que se trató fundamentalmente
de un bien pergeñado plan de psicología militar. Una vez más Guatemala fue
utilizada por el gobierno de Estados Unidos como laboratorio de pruebas para un
ensayo de manejo social: disparar la vena anticorrupción para lograr una
protesta cívica (pacífica, sin la más mínima intención de modificar algo
sustancial; lo que en otros contextos comenzó a llamarse “revolución de
colores”). Con esa táctica ya probada, logró desplazar a los “molestos”
gobiernos de Argentina y Brasil.
Lo interesante es que a principios de 2015, antes
de abril en que comenzaron las protestas cívicas, fuentes oficiosas de la
Embajada de Estados Unidos filtraron la noticia –nunca difundida en forma
masiva– que el binomio presidencial no iba a terminar su período, pues iría
preso, y muy probablemente deportado a Miami con cargos de narcoactividad. Meses
después, “casualmente” la información extraoficial se confirmó en los hechos.
En la
República Bolivariana de Venezuela –la mayor reserva de petróleo del mundo:
300,000 millones de barriles, botín apetecido por las grandes multinacionales
petroleras, estadounidenses en lo fundamental– cursa hoy una agresión fenomenal
por parte de Washington y una serie de países que lo secundan. Claramente y sin
empacho lo expresó el Asesor de Seguridad Nacional John Bolton: “Haría una
gran diferencia para Estados Unidos económicamente si pudiéramos tener
compañías petroleras estadounidenses invirtiendo y produciendo petróleo en
Venezuela”. Es por ello que hoy el país caribeño atraviesa la situación
terrible que debe soportar, con penurias y amenaza de invasión, más un autoproclamado
presidente paralelo que complica tremendamente las cosas.
Analizando
el panorama, brillantemente lo expone Simón Andrés Zúñiga en su texto “Los
buitres y el reparto del botín”: “Antes de cerrar la semana, el ingeniero
venezolano Ricardo Hausman, escribe
en su cuenta Twitter: “President Guaidó has an
economic plan to start the recovery of Venezuela (…)”. Es decir, Hausman
anuncia que Guaidó cuenta con un plan económico para iniciar la recuperación de
Venezuela. El profesor de Harvard, a principios del 2018 ya había adelantado el
escenario que ahora se está ejecutando. En ese momento, escribió un artículo donde justificaba una
intervención militar y una operación de rescate (económico) por parte de
Estados Unidos y algunos países latinoamericanos. Es impresionante como un año
antes, detalló parte del guión estadounidense que ahora están leyendo (e
interpretando) Bolton y Guaidó”.
Los ejemplos citados son por demás de
aleccionadores respecto a lo que se quiere transmitir: todo, o muy buena parte,
de lo que sucede en términos político-sociales a las poblaciones, son producto
de elaborados planes de “ingeniería social”, o “ingeniería humana”. Pero, por suerte, los seres humanos somos
algo más complejo que materiales que se pueden procesar y manipular como hace
la ingeniería. Tenemos capacidad de reacción. Por eso
la historia no está terminada.
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