"Lala
Brillos es performer, actriz y activista. Vive en Rosario, y condujo el tetazo del 7 febrero de
2017, en el Monumento a la Bandera en repudio al episodio de la playa de
Necochea. Ese, como todos los tetazos de los últimos tiempos fueron actos
políticos de cuidado de los cuerpos, por la libertad de mostrarlos y decidir
sin condicionamientos. “Contra los
tarifazos, los despidos y por la
libertad de las tetas de Milagro Sala, que también nos compete por el solo
hecho de ser mujeres”, clamaba Lala en la apertura del festival, “cuidamos nuestros cuerpos más que la
propiedad privada”, arengaba a la multitud que se había congregado en las
escalinatas y explanada del Monumento. Lala
conduce el programa de radio Mañana
vemos, y en diálogo con Las12,
recoge como primera impresión en torno a este tema la felicidad que reinaba un
día del verano pasado cuando llegó con sus amigas al parador teta friendly que
está en la isla frente a Rosario. “La
libertad se veía en los rostros”, cuenta. Junto a la artista visual
uruguaya Viviana Artigas hicieron
fotos para la muestra “Mujeres en
cuero”: “Comimos en tetas, nos
metimos al agua en tetas, hablamos de nuestras tetas y de la posibilidad de
exhibirlas permanentemente como lo hacen los hombres. Era la primera vez que
nos pasaba algo así”. La muestra estuvo exhibida en el Espacio Abre, de Rosario el año pasado. Dos semanas atrás volvieron
a convocarse e hicieron una intervención de madrugada andando en bici en tetas.
El mensaje que las convocaba venía del futuro y decía: “Año 2022, las mujeres pueden salir de trabajar a la madrugada en
bicicleta e ir en cuero sin ningún tipo de acoso”.
/////
LA
SOCIOLOGÍA DEL CUERPO: ARRIBA LAS GOMAS. PEZONES AL VIENTO.
El
Poder contra hegemónico de las tetas en la era de la marea Feminista.
*****
AUTONOMÍAS | Su enunciación parece encerrarlo todo:
el derecho al disfrute, la libertad de
la piel, la tiranía del sexismo, los mandatos hetero-patriarcales al borde
de la tortura, la decisión de sentir y disponer del propio cuerpo a como dé
lugar. Esa geografía política llamada
tetas, hacedoras de historia en quemas sublimes de corpiños, en tetazos
públicos por el derecho a la libertad, impulsoras a decidir si tenerlas o no, y
en todo caso cómo, cuándo y con quién andar en cuero. Sin esclavismos
machistas ni abusos sexistas, contra-hegemónicas, feministas, migrantes,
negras, laburantes, conurbanas, activistas, estudiantes, en todas sus formas descosificables y dándole pelea a la policía de los
cuerpos en su desnudez soberana.
Laura Rosso.
Página/12 domingo 10 de febrero del
2019.
Tetas
que se mueven sin que nada restrinja el movimiento, pezones perceptivos de la
lluvia o el calor, y la piel que se deja ver detrás de una sola tela. Tetas dichosas y nada vergonzosas
que hacen oídos sordos a la práctica reguladora del uso del corpiño y gozan con
la singularidad propia de cada una en marchas, tetazos y vida cotidiana donde
cada vez más la autonomía de los cuerpos propone jugar en la liga de la
libertad, sin monitoreos de vigilancia para las que quieran caminar por la
calle sueltas de cuerpo, hacer topless en la playa, amamantar a sus hijxs en
lugares públicos, o marchar y pintárselas en el abrazo colectivo. Basta con
recordar a la rectora de la Escuela Nº 12 de Villa Urquiza que retó a una
alumna de 18 años por ir al colegio con un vestido de breteles finitos (“No
podés venir sin usar sostén”, le dijo), o el operativo policial que impidió a
tres mujeres hacer topless en Necochea, o las dos mujeres policía que no
dejaron a una madre de 22 años amamantar a su bebé en una plaza de San Isidro,
y cómo de inmediato se desataron protestas, sueltas de corpiños y tetazos
feministas. Porque después del 3 de junio de 2015, el latido de mujeres,
lesbianas, travestis y trans, comenzó a definirse con el signo de una
revolución que vino a cambiarlo todo. Una vez más, se trata de la soberanía de
los cuerpos y el derecho al disfrute, a andar libres, a amamantar donde sea y a
estudiar cómodas, sin nada que apretuje el contorno, las ideas, o las ganas. El
uso o no de corpiños, puede implicar tanto una decisión ideológica y política
como espontánea, y apelar a la comodidad según gustos personales, pero lo que
ya no tiene vuelta atrás es la certeza de que el vínculo con los cuerpos
transita por otro camino, uno menos hipócrita.
Lala
Brillos es performer, actriz y activista. Vive en Rosario, y condujo el tetazo del 7 febrero de
2017, en el Monumento a la Bandera en repudio al episodio de la playa de
Necochea. Ese, como todos los tetazos de los últimos tiempos fueron actos
políticos de cuidado de los cuerpos, por la libertad de mostrarlos y decidir
sin condicionamientos. “Contra los
tarifazos, los despidos y por la
libertad de las tetas de Milagro Sala, que también nos compete por el solo
hecho de ser mujeres”, clamaba Lala en la apertura del festival, “cuidamos nuestros cuerpos más que la
propiedad privada”, arengaba a la multitud que se había congregado en las
escalinatas y explanada del Monumento. Lala
conduce el programa de radio Mañana
vemos, y en diálogo con Las12,
recoge como primera impresión en torno a este tema la felicidad que reinaba un
día del verano pasado cuando llegó con sus amigas al parador teta friendly que
está en la isla frente a Rosario. “La
libertad se veía en los rostros”, cuenta. Junto a la artista visual
uruguaya Viviana Artigas hicieron
fotos para la muestra “Mujeres en
cuero”: “Comimos en tetas, nos
metimos al agua en tetas, hablamos de nuestras tetas y de la posibilidad de
exhibirlas permanentemente como lo hacen los hombres. Era la primera vez que
nos pasaba algo así”. La muestra estuvo exhibida en el Espacio Abre, de Rosario el año pasado. Dos semanas atrás volvieron
a convocarse e hicieron una intervención de madrugada andando en bici en tetas.
El mensaje que las convocaba venía del futuro y decía: “Año 2022, las mujeres pueden salir de trabajar a la madrugada en
bicicleta e ir en cuero sin ningún tipo de acoso”.
Lala
que vive una vida sin corpiño, cierra
diciendo que le pareció algo hermoso y que cree que es posible. “Aunque la
mirada y el acoso aún existen, en algún momento tendremos el respeto al otrx
naturalizado. Andar en cuero también es
un privilegio de los varones. ‘Ah,
no usas corpiño’, son cometarios de hombres con los que no tengo ningún
tipo de diálogo pero que igual comentan”. Como activista
busca esa igualdad “hay que darle pelea a la policía de los
cuerpos, a la sexualización de la teta
que se vende, que se cosifica. Hay que correrla de ese lugar capitalista y
verla desde donde proviene el alimento materno más noble hasta un simple hecho
de libertad”.
Zuleika
Esnal salió sin corpiño en una charla Ted que se
viralizó y los comentarios eran “sobre
si tenía o no tenía las tetas en su lugar, como si hubiese un lugar donde
tenerlas y eso fuese lo importante”, dice. “Yo estaba hablando de una realidad que nos caga a palos todo el tiempo,
que nos están asesinando, que no podemos salir tranquilas a la calle, que
tenemos que avisar que estamos vivas, y sin embargo era: ‘Mírenla sin corpiño,
después quieren que no las violen’. Ahí es cuando digo cuánto nos falta. Pero
cuando miremos para atrás, vamos a ver todo lo que estamos haciendo hoy. Cada
una tiene que hacer lo que quiera y sienta, sin pedir permiso nunca por eso.”
¿Cómo se resignifican las tetas en esta marea
feminista? ¿Qué representa la decisión de dejar de usar
corpiño? ¿Es una toma de decisión o un proceso que se da con más espontaneidad?
¿Qué trae aparejado y qué plus aporta? Lara, Julieta, Lule, Vanina y Abril
trazan sus historias en las que dejaron de lado el corpiño, o lo usan a veces,
y solo si están cómodas.
Lara (21 años, de Avellaneda):
–Sinceramente es la primera vez que me detengo a pensar sobre la decisión. Y
resalto eso como algo interesante porque soy consciente de mis lecturas
feministas de estos últimos años, o al menos la constancia con la que leo y
discuto. Creo que fue una decisión bastante espontánea y poco intelectualizada.
Ahora me pregunto: ¿Cuándo decidí usarlo? ¿Quién y a qué edad me compró el
primero? No puedo responder. Simplemente sucedió. Como suceden todas las cosas
que nos construyeron hasta hoy y que ahora estamos tirando.
Julieta (gestora cultural, 24): –Creo
que algo que trae la marea feminista en relación a las tetas es diversidad en
su representación. Crecimos con una sola manera hegemónica de entender las
tetas, grandes, redondas y blancas, básicamente representadas desde un ojo
hetero-patriarcal. Hoy veo que esto está cambiando, tanto en redes sociales,
marchas, incluso en publicidades. Creo que esta representación trae una
liberación de la imagen y desde esa liberación es que dejamos de usar corpiño y
levantamos la imagen de las tetas como bandera ya sea por placer, exhibición, o
símbolo de potencia de nuestras luchas. La imagen colectiva de las tetas se
está comenzando a diversificar y ahí es donde podemos empezar a aceptar
nuestras tetas tan distintas a aquella imagen hegemónica con la que crecimos.
Con el tiempo dejé de usar corpiño porque sentía que no lo necesitaba, por
comodidad... pero esta decisión estuvo acompañada por una aceptación de mi
cuerpo. Siempre está el familiar o la persona ajena que cuestiona, juzga y
pregunta “pero, ¿por qué?”.
Vanina es actriz y cuenta que cuando daba de mamar quería
estar en tetas todo el día porque le
dolían los pezones con el sólo roce de la ropa.
“Cuando daba la teta era febrero y venían a visitarnos amigos que en
ocasiones se
ponían en cuero en la terraza de mi casa. Con los pezones agrietados, salía a
saludarlos poniéndome una remera y muchas veces un doloroso corpiño por si me
salía un poco de leche mientras les hablaba. ‘Si tapo eso, lo más natural que las tetas hacen –pensé una de
tantas noches en vela con mi bebé– más vale que voy a creer que está bien
taparlas cuando sólo son mis tetas y no el almuerzo de alguien’. Hoy casi no uso corpiño, me molesta y
como tengo tetas chiquitas no cumple la función de contenerlas. Pero uso
remeras cuando tengo calor. Y me lo cuestiono. Pienso en todo lo que del cuerpo aún debe taparse, retenerse,
esconderse, con ropa, con excusas, con dolor, con calor. Pienso en el agotamiento
emocional que es tener un cuerpo de mujer y andar por la calle, en el trabajo,
en todas partes menos en la intimidad, lugar en el que el cuerpo desnudo es
realmente la extensión de unx mismx para unx mismx y para le otre. Me dan ganas de quedarme ahí con mi cuerpo,
mis tetas, mi culo, mi panza pero más me dan ganas de asomarme de ese lugar
y ver que por la calle todas andamos si
tenemos ganas o necesidad en tetas también”.
Lule tiene treinta años, es productora,
comunicadora y forma parte de Matria, medio colaborativo para la igualdad de géneros.
Cuenta que no usa corpiño aunque usó en sus primeros años de teta porque se
sentía “más grande”.
“Las que usaban corpiño eran las mujeres y cuando sos niña o preadolescente, ser mujer es
una especie de meta”, puntualiza. Cuando entró en la secundaria lo abandonó y
nunca más. Excepto cuando juega al fútbol, que usa deportivo “porque post lactancia de dos años siento
que me puedo autoinfligir un cross de teta”. Dice que nunca fue una toma de
decisión políticamente asumida sino por comodidad. Asume que los corpiños le resultan horrendos y que le encanta cómo se
ven las tetas, los pezones y la piel.
MARCHAR
EN TETAS ES MARCHAR
Muchas
pibas dejan remera y corpiño de lado y ponen sus tetas, como ponen su cuerpo, para
una lucha común, que las hermana sin igualarlas. Silvia Elizalde, investigadora del CONICET y autora de Tiempo de
chicas. Identidad, cultura y poder (Grupo Editor Universitario, 2015), señala que esa desnudez vuelve
indisimulable “el espesor real y experiencial
de cada quien que grita por sus derechos, en contraposición a una industria
cultural que photoshopea los cuerpos hasta hacerlos encajar en su perversa
ilusión canonizante y sin carnadura social y política”. Y trae como
metáfora el propio bamboleo de las tetas
al andar como continuación en el cuerpo de las mujeres de la marea feminista
que todo lo sacude y lo transforma, en claro contrapunto –dice– con la inacción
estatal y la vista gorda social, eternizadas en la promesa de cambio y la
hipocresía.
Fue en un Encuentro Nacional de Mujeres cuando Lara recuerda
haberlas conocido realmente porque caminó muchas cuadras sin remera y se pintó
el cuerpo con sus amigas. “Me gusta
tenerlas sueltas”, dice.
“No siento la necesidad de sostenerlas/contenerlas. Incluso me parece
erótico que estén libres. Que se
luzca su forma con las remeras. Que estén al alcance si las quiero tocar o
quiero que las toquen”. A veces se pregunta si por el resto de sus días va a
tener que seguir escuchando ‘mirá que se te caen’, ‘ahora porque tenés veinte,
a los cuarenta te vas a querer matar’.
Pero el feminismo también le enseñó a identificar cuáles son sus
preocupaciones y cuáles las de esta sociedad patriarcal. Así que transita otro
verano en remera y disfruta de sus tetas, que son de ella y de nadie más.
Elizalde remarca la necesidad de situar en contexto este “ponerle el pecho a las luchas”:
“No es lo mismo marchar en tetas entre cientos de
otras que también lo hacen como parte de una voluntad colectiva de
autodeterminación y despliegue autónomo del cuerpo que hacerlo sola, volviendo
a casa luego de la desconcentración”.
Abril es militante de Hagamos lo imposible, vive en Lomas de Zamora y está por
cumplir veinte años. Se acuerda abrazada a sus compañeras de colegio en alguna
marcha feminista cuando tenía catorce. Muchas
andaban en corpiño, otras en tetas, y ella en remera porque así se sentía
cómoda. Pero todas abrazadas. A los quince o dieciséis anduvo sin remera ni
corpiño en una movilización. “Todas nos
cuidábamos de los ojos de afuera. Yo comentaba con los cachetes rojos a mis
amigas sobre lo loco que era caminar por pleno centro ¡en tetas! Las calles son nuestras, decíamos”. Descubrían el propio
cuerpo y entendían que es para ellas. “Para nuestro disfrute, para nuestra risa,
para nuestro orgullo. Nuestro aquelarre es así”, proclama Abril.
¿Y
cómo lo vivís hoy?
Abril: –Lo costoso es plantarse a la mirada ajena. Es
real que nos miran, que nos juzgan, que nos etiquetan. ¡Y la cantidad de formas
que tienen nuestras tetas! Pezones
grandes, pezones chicos, pezones parados, tetas caídas, tetas inmensas, tetas
chicas, tetas triangulares o redondas, tetas negras, tetas blancas, tetas
coloradas, tetas con lunares y andá a saber cuántas cosas más, pero tetas.
Lo vivo así, transito momentos, a veces mejor, a veces no tanto. A veces me
siento más libre, más fresca, más tranquila. A veces no, entonces agarro algún
corpiño que me haga sentir bien. Creo que el horizonte es encontrarse
auténtica, cómoda y segura. La decisión es nuestra.
La investigadora adjunta del Conicet, Karina
Felitti, tiene un trabajo sobre el uso y no uso del corpiño como acción política
que se titula En tetas ¿hay paraíso? La
desnudez femenina como arma política. En
charla con Las12, abre el tema a otras complejidades y dice:
“En algunos espacios feministas e incluso en los
círculos de mujeres, el no usar corpiño suele proponerse –explícita o
implícitamente– como un símbolo de feminista libertaria, que puede ser
complicado de llevar a la práctica para las chicas que tienen mucha teta, que
han amamantado, que salen a correr o practican deportes. Por eso, para algunas
será más cómodo o liberador no usar corpiño y para otras es más cómodo usarlo”.
¿Cuándo
surge la práctica de mostrar las tetas en las marchas?
Karina: –Desde hace
unas décadas, el desnudo ha devenido estrategia de protesta feminista.
Mostrarse totalmente sin ropas o con el torso descubierto está siendo usado por
muchas mujeres, de diferentes edades, naciones, etnicidades, clases, géneros y
corporalidades, como un modo de llamar la atención sobre sus reclamos sociales,
políticos, económicos, laborales, (no) reproductivos y sexuales. Sabemos que la
práctica de mostrar el pecho en una apuesta política no es nueva, basta recordar el cuadro La Libertad
guiando al pueblo, de Delacroix, en
donde el seno descubierto de la Marianne
deviene símbolo de la Revolución Francesa y sus ideales. Como plantea Marilyn Yalom, se trata de
un pecho que nutre la nueva etapa de la historia republicana. Lo novedoso es la
organización colectiva de tetazos, la confluencia de cientos de mujeres que
inscriben en su torso consignas y salen a marchar, y la difusión por las redes
de estas acciones.
¿Y
qué sucede en las redes con estas prácticas?
–Desde otros lugares de enunciación encontramos
mujeres que muestran las cicatrices de sus mastectomías en la red y madres que
reclaman poder compartir en Facebook o
Instagram sus fotos amamantando o que implementan una micropolítica del
pecho en libertad dejando de usar corpiños. Como afirma Rita Segato en Las estructuras elementales de la
violencia, el cuerpo de las mujeres es un campo de batalla donde se plantean
barreras de control territorial, es bastidor donde se cuelgan insignias y es
también un último espacio de soberanía cuando todas nuestras posesiones están
perdidas.
¿Cómo
aparecen las tetas en las representaciones de la moda?
–Si pensamos en el “pecho sexy” podemos imaginarlo
desnudo o insinuado, con muchos ejemplos en la historia del arte que nos
ayudan a contextualizar los deslizamientos, y con una vinculación fuerte con la
industria de la moda. ¿Qué pensarían de los corpiños con relleno las mujeres que tiraron los
suyos en los “basureros de la libertad”
que colocaron las feministas de los 60?
Muchas mujeres han optado por no usar más corpiño como un signo de
libertad ante la duda sobre la posibilidad de ser una mujer liberada y a la vez
ajustada por las correas de un corsé. En
mi trabajo puse en el centro de la escena las voces de las propias mujeres,
sin desconocer las presiones del mercado y sus modelos, y advertí el placer que
causa en muchas vestir lencería erótica y cómo esto también generó una nueva
oferta. Hay varias diseñadoras con
marcas en expansión que se inscriben en prácticas de comercio justo y
adhieren al feminismo, tienen a la comodidad como principal emblema, sin
renunciar al diseño, la belleza y el erotismo porque no todas las mujeres se
sienten cómodas sin un sostén o entienden que el corsé es símbolo de
opresión.
Desiree Du Val es la directora creativa de WTTJ,
ropa antipatriarcal que se define bajo los hashtags #haceloquetegusta
#sevaacaer #macrigato #seraley. Dice que
las pibas están visibilizando la hipocresía patriarcal, que reconocen sus
cuerpos como propios, emprenden la hermosa tarea de liberarlo a gusto de cada
una y cada vez son más las que sacan las tetas a la libertad. Cuenta:
“Desde que nos comienzan a salir las tetas, nos las condicionan, opinan y critican, o nos
meten en la cabeza que las tetas son parte de esa ‘privacidad femenina’ que deberá ser guardada para el hombre que
decida probarlas o consumirlas en un medio de comunicación. No tardan en decirte cómo las tenés que
tener, y recibimos permanentemente los límites que nos impone el
patriarcado. Y así, nuestras valiosas tetas pasan a ser un objeto más del
macabro sistema de consumo. Nos
encontramos con hombres que no pueden reprimir la paja por sus cerebros
podridos de tanto cosificarnos; claro está que el problema son sus cerebros
podridos, no nuestras tetas”. Desiree
manifiesta la esperanza de poder algún día subirse al colectivo y que sus
pezones parados no sean punto de atracción.
Los emprendimientos
feministas de lencería erótica o “ropa
para el interior de cada una”, como propone Brilla Gringa, respetan la forma natural del cuerpo, sin aros, ni
broches. “Libres pero seguras. Mujer,
naturaleza, suelta, húmeda y que truena” reza la oración que las representa. ElleVanTok, es la tienda de lencería
erótica que plantea comodidad para sostener junto con la posibilidad de elegir.
Maru, su fundadora, se maravilla con
cómo cada vez más mujeres, con cuerpos no hegemónicos, no comerciales, no
estereotipados o estereotipables, buscan liberarse, potenciarse, seducirse y
seducir. Y arriesga:
“En esta revolución de las mujeres y
transfeministas no pedimos permiso. Elegimos qué, cómo y con quién, con prendas que se adaptan a diferentes cuerpos y requerimientos
de cada una, no al revés. No pretendemos disimular, sino proclamar la
independencia”.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario