"Y
sucedió la reacción neoliberal.- Tiene
mucho que ver con el fracaso del capital de cumplir su promesa de fabricar
bienes y servicios crecientes para satisfacer las necesidades de las mayorías.
Topó con los límites del planeta y, siendo incapaz de ampliar y hacer crecer la
esfera material de la economía, empezó a maximizar la ganancia apostando por
otra forma de organizarse: la economía financiarizada que crecía con la
especulación, los mercados del futuro… Generó bolsas de riqueza ficticia,
burbujas que explotan y deuda extrema. Y se va desmantelando ese estado de
bienestar, construido en zonas muy concretas del planeta para proteger a las
mayorías".
¿Tras
la última crisis, la economía no volverá a crecer al ritmo anterior?
"El economista francés
Thomas Piketty [“La economía de las desigualdades”, 2015]
dijo que las sociedades ricas se deben acostumbrar a que la economía crezca en
un 1 o 1,5 por ciento como mucho y
siempre que se descubran nuevas fuentes energéticas; impresionante brindis al
sol. El historiador norteamericano Immanuel
Wallerstein dice que los ciclos recurrentes de expansión y recesión del
capitalismo son ya picos dentro de un planeta físico translimitado. Dientes de
sierra cada vez más próximos que tienen mucho que ver con esa dinámica de
agotamiento".
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SI ALGUIEN PROTAGONIZA HOY UNA REVOLUCIÓN GLOBAL, ES EL CAPITAL.
Entrevista a Yayo Herrero.
*****
Iñaki Zaratiegui.
Naiz.
Rebelión miércoles 6 de febrero del
2019.
Vino al mundo como Sagrario Herrero López (Madrid,
1965) y es Yayo en todas las biografías. "No
me llamaron por mi nombre ni cuando nací", reconoce. Coordinó durante
nueve años el colectivo Ecologistas en
Acción y ha dirigido durante siete el organismo independiente Fundación
Benéfico Social Hogar del Empleado (FUHEM). Destacada activista del ecofeminismo y militante a tiempo completo por
las justicias sociales y los equilibrios naturales, es asidua de nuestros
foros y debates –"me encanta venir, mi hija hizo la carrera en Bilbao; me
dicen que pida la ciudadanía vasca…"–. La última vez pasó tres atareados
días en la capital vizcaína. Presentó el libro “Invitación a la educación ecosocial en el Antropoceno”, de José Manuel
Gutiérrez Bastida, que ha prologado. Moderó el debate “Diálogo entre ecosocialismo y religión”, con el jesuita Patxi Álvarez y el pensador franco-brasileño Michäel Löwy.
Y protagonizó el encuentro “Frankenstein
y los monstruos del desamor”. Yayo es conversadora cercana, generosa y
entusiasta.
Antropóloga, ingeniera
agrícola, economista, profesora social, militante ecofeminista... ¿En qué
orden?
Son
indisociables. Ser activista es consecuencia inmediata de ir conociendo más
sobre el mundo. Me resulta muy difícil trabajar en lo nuestro, ver
cómo se profundizan la crisis ecológica y las desigualdades, y no
querer transformarlo.
No
se sintió ecologista hasta visitar una granja industrial de aves cuando
estudiaba Ingeniería.
Me
pareció brutal lo que hacemos para comer, una manera de producir alimentos que
causa un tormento terrible a los animales. Es una industria centrada en
maximizar el negocio y se produce en condiciones más y más terribles que
envenenan la tierra y las personas y maltratan a otras formas de vida.
Lleva
unos cuantos años peleando. ¿Principales empeños ganados y perdidos?
En
el feminismo y el ecologismo, mis espacios más cómodos, en lo puntual ha habido
batallas ganadas y perdidas. Hay muchas sentencias sobre infraestructuras
ilegales ganadas en juicio. La ciudadanía y hasta la legislación nos han dado
la razón en un montón de cosas: la calidad del aire, poner freno y establecer
figuras de protección a infraestructuras dañinas... Hay mucho terreno ganado en
el campo de la naturaleza. Y el movimiento feminista ha dado pasos imparables
en torno a la emancipación y autonomía.
¿Los
resultados en lo ecológico van más lentos que en lo feminista?
Sí,
a pesar de éxitos puntuales perdemos la batalla global, la de sostener la vida
humana en condiciones dignas para las mayorías sociales en un planeta con
límites físicos. Se profundizan las desigualdades, se achican los espacios
donde desarrollar la vida y es más difícil vivir bien. Por no hablar de
dinámicas como el cambio climático. Pero hay cada vez más la sensación de que
teníamos razón y más importante nos parece la tarea. No discutimos ya sobre un
modelo de desarrollo sostenible sino sobre cómo parar la insostenibilidad y
conseguir vidas dignas en un planeta en pleno cambio climático y con sus
límites sostenibles sobre la mesa.
Participa
en seminarios con títulos como "La bolsa o la vida. Capitalismo y otras
formas de delincuencia organiza»a". ¿Qué enseña?
La
contradicción de la guerra contra la vida que perpetran los dueños del capital.
O ganan ellos, y la vida se orienta con los mercados como epicentro, o ponemos
en el centro el conjunto de todas las vidas, apostando por un cambio radical,
por la disputa de la hegemonía económica, política y cultural. Los marxismos
dijeron que había una oposición capital/trabajo. Ecologismo y feminismo muestran
que hay una oposición entre la maximización del capital y todos los trabajos,
no solo los pagados, también los del hogar. Y el ecologismo social dice que hay
una oposición entre capital y vida.
En
el documenta « "El espíritu del »5", el cineasta Ken Loach documentó
bien el modelo social de bienestar, tras la Segunda Guerra Mundial, y su
desmantelamiento desde Margaret Thatcher. ¿Es la
revolución conservadora?
Hay
muchas resistencias locales, incluso intensas, pero si alguien protagoniza hoy una revolución global es el capital. Sus cambios hacen naufragar hasta las bases
antropológicas que organizan la vida: el marco de relaciones, las
solidaridades, las reciprocidades entre humanos… En Occidente se construyó
ese estado de bienestar y duró los “30
gloriosos” [1945-1975] en base a una correlación de fuerzas entre clase
obrera organizada y capital que no se da hoy, y en un momento de gran bonanza
mineral en el que no se había alcanzado el pico del petróleo. Parecía factible
mantener el sistema de producción de bienes y servicios a gran escala y en el
tiempo, con dinámica expansiva y que fuera ampliando derechos. Pero desde esas
miradas emancipadoras de las izquierdas hay que revisar la cuestión de los
límites físicos del planeta. Fue un modelo que se generó en solo una parte del
mundo y a costa de recursos de otros lugares.
Y
sucedió la reacción neoliberal
Tiene
mucho que ver con el fracaso del capital de cumplir su promesa de fabricar
bienes y servicios crecientes para satisfacer las necesidades de las mayorías.
Topó con los límites del planeta y, siendo incapaz de ampliar y hacer crecer la
esfera material de la economía, empezó a maximizar la ganancia apostando por
otra forma de organizarse: la economía financiarizada que crecía con la
especulación, los mercados del futuro… Generó bolsas de riqueza ficticia,
burbujas que explotan y deuda extrema. Y se va desmantelando ese estado de
bienestar, construido en zonas muy concretas del planeta para proteger a las
mayorías.
¿Tras
la última crisis, la economía no volverá a crecer al ritmo anterior?
El economista francés
Thomas Piketty [“La economía de las desigualdades”, 2015]
dijo que las sociedades ricas se deben acostumbrar a que la economía crezca en
un 1 o 1,5 por ciento como mucho y
siempre que se descubran nuevas fuentes energéticas; impresionante brindis al
sol. El historiador norteamericano Immanuel
Wallerstein dice que los ciclos recurrentes de expansión y recesión del
capitalismo son ya picos dentro de un planeta físico translimitado. Dientes de
sierra cada vez más próximos que tienen mucho que ver con esa dinámica de
agotamiento.
¿El
capital, sus responsables y colaboradores de todo tipo, no ven esa realidad o
no la quieren ver?
Más
bien lo segundo. Las elites sí se están preparando. En la última reunión del Foro de Davos hablaron de la necesidad
de establecer una renta mínima porque los nuevos procesos económicos van a
generar “mucha población sobrante”. Se
referían al mercado laboral, pero también, y de fondo, a la gente sobrante a
escala masiva de los territorios donde se extraen los últimos minerales que
quedan. En sus análisis internos, los ejércitos se postulan como especialistas
del caos y definen el cambio climático y el agotamiento de los recursos como
multiplicadores de amenazas. Hay metáforas significativas cono la del huracán
Sandy en 2012. Manhattan se quedó a oscuras, pero permaneció iluminada la torre
Goldman Sachs.
¿Y
las fuerzas tradicionales de izquierdas, partidos o sindicatos?
Es
trágico tener a tanta gente de las izquierdas políticas emancipadoras mirando a
otro lado o pensando que con políticas socialdemócratas que traten de hacer
justicia con el excedente del crecimiento económico se paliarán las
desigualdades. La socialdemocracia funcionó en los “30 gloriosos” porque había
un excedente económico importante con el que hacer políticas públicas. Pero sin
excedente, la socialdemocracia se queda inerme, insignificante. Decepciona y lo
que surge son los fascismos. Introducir el análisis del ecologismo social es
clave para entender lo que está pasando en Brasil,
Canadá, Austria, Italia… No son países, como se decía, con estados
fallidos. Ante el miedo y la percepción de la inutilidad de algunas izquierdas,
personas que potencialmente podrían tener conciencia de clase caen en lo que
pasó en los años treinta y votan fascismo.
Avisa
de que si el sistema no cambia, para necesitar menos energía y menos
materiales, vamos al colapso
Para
que la economía se sostenga hace falta flujo de mano de obra y materias primas.
Lo primero es tiempo de vida de las personas y lo segundo, naturaleza. Si el
sistema prescinde de la mano de obra robotizando la economía, requiere un uso
más intensivo de minerales y energía; se altera más la dinámica natural y se
sufren distorsiones en la producción, fruto del cambio de los ciclos naturales.
Lo que se produce llega cada vez para menos. Hay un estrechamiento del marco de
personas privilegiadas. Lo deja claro la mal llamada crisis de refugiados.
Llegan a nuestras fronteras y se las cerramos, pero las abrimos a las materias
que vienen de sus países. La verdad que hay tras el capitalismo globalizado en
esta época de los límites sobrepasados es casi fascismo. Ya hay muchísimas
vidas colapsadas en Siria, Irak,
Afganistán… O zonas arrasadas por las dinámicas extractivas. Y hasta en la
periferia de nuestras urbes: gente que saca a sus mayores de la residencia
porque necesita la pensión en casa.
En
ese campo de las dependencias, ha señalado que la gestión de la Diputación
guipuzcoana con EH Bildu fue puntera y pionera
Conozco mucho a Laura
Gómez, una feminista consecuente que era directora de
Igualdad. Se hizo una política coherente entre Hacienda, los Servicios Sociales
y el área de Igualdad. Una apuesta preliminar, inicial, trabajada con el
movimiento feminista, para garantizar un sistema en el que la persona tuviera
cubierto el derecho a ser cuidada y quienes realizaran ese trabajo no fueran
explotadas. El gobierno no fue revalidado en las elecciones siguientes y el
plan se desmanteló.
Fue
precisamente una cuestión medioambiental la que condicionó aquellas elecciones:
¿Qué hacer con la basura urbana?
El
proyecto puerta a puerta es una forma de gestionar los
residuos que vamos a tener que implantar antes o después. Los residuos son un
grave problema y la incineración no es la solución sino una muy mala práctica
porque contamina con partículas que nos hacen enfermar. Lo llaman incluso
valorización energética, pero el movimiento ecologista opina que no es tal. Se
queman, entre otras cosas, residuos orgánicos necesarios para nuestros suelos,
que tienen en general poco contenido de materia orgánica. Se sabe de sobra que
la clave es aplicar en orden las tres conocidas erres: reducir al máximo los
residuos generados en origen de fabricación (¡las mandarinas manufacturadas por
gajos!), reutilizar (antes devolvíamos las botellas a la tienda y se sigue
haciendo en otros países) y reciclar sin trampas.
¿Es
significativo que un problema de basuras se convierta en elemento central del
juego político?
Es
terrible que un proyecto absolutamente racional como separar la basura puerta a
puerta se convierta en una tremenda arma arrojadiza y electoral. Una
utilización política que no existe en otras partes del Estado (Barcelona, Extremadura, Mallorca, Alicante…) donde se está
implantando sin ningún problema. Por supuesto que aquella iniciativa se pudo
hacer mejor, pero si no somos capaces de implicarnos en ese tipo de esfuerzos
para no respirar polución y no enfermar vamos mal. Parece una tarea terrible
separar basuras, o estéticamente horrible tener bolsas en la vía pública, pero
el mercado nos tiraniza de mil maneras: tenemos las calles colonizadas por el
coche privado o por carteles publicitarios, etc. y ¿eso no nos incomoda? Algún
esfuerzo individual habrá que hacer para que el planeta no rebose de mierda.
Parecía
que la crisis revisaría esquemas, pero aquí mismo se ha reactivado un arsenal
de infraestructuras polémicas: se orilló el superpuerto Jaizkibel, pero
continúa la saga del TAV y las novedades son la incineradora de Gipuzkoa, el
Metro y la ampliación de la macro superficie Garbera en Donostia…
Globalmente,
aprendemos poco y hay un problema de fondo: el crecimiento como creencia sagrada; o la economía crece o nos morimos
de hambre. La trampa tras esas grandes infraestructuras es que el momento
de maximización del capital, el momento del pelotazo, es la propia
construcción, cuando se desvía dinero público a las constructoras. Y así quedan
por ahí infraestructuras construidas sin justificación de utilidad, mal o
nulamente usadas. Una brutal deriva de dinero público a manos privadas. Todos
los casos de corrupción indican que se adjudican obras a cambio de sobres,
financiación…
Se
suelen justificar esas operaciones bajo la lógica de crear empleo
Es
el caramelo, una lógica bien metida en la cabeza de la gente. Si cuentas los
puestos de trabajo que se prometen con los TAV y grandes infraestructuras no
habría casi paro. Pero el Estado español es un país récord en infraestructuras
y en paro. Te venden una incineradora que envenena la vida, una Y griega vasca
innecesaria y hasta un metro bajo la playa de una ciudad de escala urbana
maravillosa para moverse. Te venden una marcianada como progreso. Esos recursos
deberían ir obligadamente a proteger una vida digna para las mayorías sociales.
Y
en este panorama, ¿qué aporta el ecofeminismo?
El ecofeminismo es un
diálogo entre el ecologismo y el feminismo y vive un buen momento.
Somos ecodependientes
y sociodependientes. La vida humana en solitario es vulnerable y hay
que sostenerla deliberadamente, interactuando sobre una naturaleza limitada. Se
sostiene en una lógica social en la que unas personas cuidan a otras, sobre
todo en determinados momentos del ciclo vital. El pensamiento ecofeminista es una
corriente de pensamiento y un movimiento social que pueden ayudar a hacer una
buena deconstrucción del momento que vivimos y esbozar vías de salida que no
sean falsas soluciones. Que ataquen a la raíz estructural de un modelo capitalista, colonial, patriarcal,
ecocida e injusto.
¿Cuando
habla de deconstrucción del modelo económico, significa renunciar en parte al
llamado progreso tecnológico y científico?
Hay
que darle una vuelta de arriba abajo. Necesitamos mucha y buena ciencia para
afrontar los retos que tenemos. El cambio climático, el declive de los minerales,
la destrucción generalizada del planeta son resultado del modelo de desarrollo
científico y tecnológico utilizado por el capitalismo. No es un problema
técnico que resuelvan ingenieros y expertos sino un problema global, político,
de redistribución de la riqueza. Como
dice Vandana Shiva [filósofa y escritora india], de mal desarrollo. Cuando
decimos que debemos renunciar a determinados sectores productivos, que son un
problema para la continuidad de la especie en la tierra, contestan que si no
crecen la economía y el progreso cómo vamos a vivir. Un planteamiento
peligroso: o la economía crece o no hay posibilidad de vida buena. Y para ello,
sacrifiquemos hasta la propia vida y la posibilidad de futuro. El FMI dice que
el mayor riesgo en España es que se rectifiquen las reformas de los últimos
años; que dignificar salarios, pensiones o dependencias pone en riesgo la
economía. Si el riesgo para la economía es que la gente más vulnerable viva
bien, ¡vaya economía tenemos!
Con
la crisis florecieron el 15M, Occupy Wall Street, las primaveras árabes, las
Nuit debout parisinas... ¿Qué queda de aquellas movilizaciones?
Queda
mucho, aunque en lugares no tan visibles. Viví un ejemplo significativo con el
huracán Sandy de Nueva York en 2012,
que ya he recordado. En tres días se montó un servicio de voluntariado con unas
60.000 personas y la mayoría venía del movimiento
Occupy. Parecía estar larvado, pero seguía vivo, organizado y resultó un
organigrama muy útil cuando fue necesario, en una situación catastrófica. Si
vamos a los barrios se ve una mayor capacidad de articulación en tejidos que
estaban desmembrados, una generación que se politizó entonces, un capital que
no se ha perdido. La conformación de
Podemos y la materialización del 15-M en candidaturas para el cambio están
teniendo su recorrido, aunque no hayan cubierto las expectativas que se ponían
ellos mismos. El momento de tensiones y rupturas que vivimos tiene mucho que
ver con aquel movimiento. Incluso el resurgir de una ultraderecha que trata de
organizarse es resultado de este tiempo de fracturas que va a seguir durando
porque estamos ante una profunda crisis civilizatoria.
¿Tiene
esperanza de ver un proceso colectivo eficaz que nos reajuste a los límites
físicos del planeta?
He escogido el
Frankenstein de Mary Shelley como mito de rabiosa
actualidad para ver qué pesadillas genera el monstruo de la razón cuando se
desvincula de la ética, de los afectos y de poner en el centro el bienestar de
la gente. Para explicar que o se coloca el amor (no cursi-romántico sino como
capacidad de hacerte cargo de los demás, de sentirte vulnerable y saberte
necesitada de otras personas) como prioridad al organizar las relaciones sociales, o los
sueños de la razón se pueden transformar en situaciones monstruosas
destructoras del conjunto de la vida.
*****
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