CHOMSKY:
"EN EE.UU. LA DEMOCRACIA EXISTE SOLO PARA EL 1% DE LA POBLACIÓN". El reconocido intelectual estadounidense ha lamentado que en
su país no hay partidos que
representen a los numerosos votantes abstencionistas El lingüista y activista
político estadounidense Noam Chomsky opina que los políticos
de su país no rinden cuentas ante los ciudadanos que los eligieron, sino
ante los que tienen dinero, informa el portal de noticias Alternet.
"[Estados Unidos] se ha
convertido en gran medida en un país dirigido por el mundo de los negocios, y
esto se revela de muchas maneras", ha dicho Chomsky en su mensaje de video desde
la Universidad de Concord, en Virginia
Occidental. El experto ha detallado que "a medida que se asciende por la escala de ingresos se va
obteniendo más influencia sobre los representantes, y es en la cima, lo que
significa realmente un
1% de
la población, donde se toman las decisiones".
“ESTADOS UNIDOS ES UNA OLIGARQUÍA, NO UNA DEMOCRACIA.- El país que se anuncia como referente universal de la democracia no
cumple los estándares básicos de un sistema en el que las mayorías toman
las decisiones El gobierno de los ricos,
por los ricos y para los ricos». al sustituir «pueblo» en la conocida frase
de Abraham Lincoln por quienes tienen el poder
real en Estados Unidos, se logra una
idea más exacta de cómo funcionan la política y la sociedad norteamericanas. Los pensadores progresistas vienen
alertando desde hace décadas que el dinero
es el que mueve los hilos de Washington, mientras el sistema democrático, desde
los padres fundadores hasta nuestros
días, resulta
una máscara para encubrir los intereses de la minoría rica”.
Además, Chomsky ha lamentado que en
EE.UU. no hay partidos que representen al gran número de votantes
abstencionistas. "Estados Unidos tiene un nivel de
abstención muy alto, personas que
no votan. Y eso ha sido investigado con resultados interesantes. (...)
Su perfil socioeconómico coincide con aquellos que en Europa votan por
partidos laboristas o socialistas. Ese
sector de la población en Estados Unidos simplemente no
vota, porque nadie los representa", ha constatado.
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ESTADOS
UNIDOS ES UNA OLIGARQUÍA, NO UNA DEMOCRACIA.- El país que se
anuncia como referente universal de la democracia no
cumple los estándares básicos de un sistema en el que las mayorías toman las
decisiones «El gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos». Al
sustituir «pueblo» en la conocida frase de Abraham
Lincoln por quienes tienen el poder real en Estados Unidos, se logra una
idea más exacta de cómo funcionan la política y la sociedad norteamericanas.
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LOS
VERDADEROS MUROS DE LA DEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE.
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Jorge Majfud.
Rebelión
jueves 21 de febrero del 2019.
Los muros de la democracia estadounidense son de
dos géneros: uno es cultural y el otro estructural. Ambos,
con un antiguo objetivo: mantener el poder en manos de una minoría que se
representa como mayoría.
Veamos el
muro cultural, primero, pero empecemos por su lado positivo. Los llamados
"Padres fundadores" fueron una elite de intelectuales, reflejo de las
nuevas y radicales ideas europeas que, más o menos, encontraron un espacio en
el nuevo continente que no tenían en el viejo, de la misma forma que lo hizo el
cristianismo en Europa y no en la Palestina judía. Es decir, un territorio
menos codiciado por los imperios del momento y menos acosado por la tradición
milenaria de ideas fosilizadas. Thomas Jefferson se había hecho ciudadano
francés antes de ser presidente de Estados Unidos y todos los demás tenían, de
alguna forma, una profunda admiración por los filósofos de la ilustración, sino
directamente por la cultura francesa. Las ideas de Jefferson, como la de los
otros fundadores, no sintonizaban mucho con el resto de la población, al
extremo de que sus libros fueron prohibidos en muchas bibliotecas bajo la
exagerada acusación de ser ateo. La idea de crear un muro espeso que separase
religión de gobierno era demasiado radical.
Sin
embargo, esta elite fundacional compartía con el resto la desgracia del racismo
y de la doble vara. El genio de Benjamín Franklin no quería una inmigración que
no fuese blanca y anglosajona. El sabio de Thomas Jefferson no sólo abusó de
una menor a la que hizo madre varias veces, sino que, además, nunca la liberó
por ser mulata. La hermosa esclava, Sally Hemings, era la hija ilegítima de su
suegro con otra esclava. Por no entrar en la larga y persistente historia de
leyes racistas que van desde la idea de la no humanidad de los negros hasta el
desprecio de los latinoamericanos por su condición de hibridez, como las mulas,
algo que, según los periodistas y congresistas del siglo XIX, no agradaba a
Dios. El asco por los chinos, por los irlandeses (antes de convertirse en
blancos asimilados), por los indios y por los mexicanos completó el mapa del
desprecio y el despojo a todo lo que no era anglosajón y protestante. La
hermosa frase “We the people” asumía, de hecho, que con eso de “el
pueblo” no se referían ni a los negros, ni a los indios, ni a nadie que no
perteneciera a la “raza” de los fundadores.
Pero
Jefferson estaba en lo cierto cuando dijo que “la tierra les pertenece a los
vivos, no a los muertos”. A los padres Fundadores (y a los líderes que les
siguieron) se los suele disculpar porque eran “hombres de su tiempo”; no se
puede juzgar a alguien que vivió hace doscientos años con los valores de hoy.
Sin embargo, un par de años después que Jefferson dejara el gobierno en Estados
Unidos, un militar rebelde llamado José Artigas, quien estaba contra el abuso
militar en el gobierno y a favor de una democracia más directa, apenas tomó
control de la Unión de los Pueblos Libres (lo que hoy es Uruguay y parte de
Argentina) repartió tierras a blancos, indios y negros bajo el lema “los más infelices
serán los más privilegiados”. Un principio y una actitud verdaderamente
cristiana de un hombre no religioso.
Tampoco
es cierto que Estados Unidos nunca tuvo una dictadura. De hecho, sus leyes
necesitaron un siglo, hasta después de la Guerra Civil, para reconocer que
alguien podía ser ciudadano estadounidense independientemente del color se su
piel, aunque luego continuó filtrando, también por ley, a inmigrantes que no
eran suficientemente blancos.
Actualmente,
hasta los blancos más blancos se han convertido en negros. Pero no lo saben y
por eso tanto renacido odio a los negros y marrones. Se sienten los nuevos
negros, pero no lo reconocen y, por eso, necesitan despreciar al resto para
confirmar su antigua condición de blanco, es decir, de privilegiados.
Mientras
tanto, la democracia estadounidense continúa secuestrada por el 0,1 por ciento
de su población, por los billonarios que financian las campañas políticas,
cenan con los ganadores y envían escribas a sentarse en los comités que
redactan las leyes que luego aprueban los legisladores, cuya mayoría son
millonarios.
Ahora
echemos una mirada sobre los muros estructurales de la democracia hegemónica.
También estos problemas hunden sus raíces en el racismo y el elitismo social
enmascarado en un discurso opuesto.
Veamos
esta lógica referida a la obsesión histórica de las burbujas étnicas. La
población latina está sub-representada en extremo porque, al igual que otras
minorías como la afroamericana y la asiática, viven en las grandes ciudades y
éstas están en los estados más poblados como California, Texas, Florida, Nueva
York e Illinois. De estos estados, sólo Texas es un estado con mayoría
conservadora sólida. Florida es pivotante y los demás son tradicionales
bastiones progresistas (liberals, en el lenguaje estadounidense). Sin
embargo, a pesar de que California tiene una población de 40 millones, sólo
cuenta con dos senadores. La misma cantidad que Nueva York, otro estado con 20
millones. La misma cantidad de senadores tiene cada uno de los cincuenta estados,
como Alaska, un estado cuya población no alcanza los 800 mil habitantes. Una
colección de estados centrales como las dos Dakotas, Nebraska, etc. rondan
apenas el millón de habitantes (Wyoming apenas llega al medio millón) y cada
uno cuenta con dos senadores. Lo que significa que el voto de un granjero en
cualquiera de esa docena de estados conservadores y despoblados vale entre 30 y
40 veces más que el voto de cualquier estadounidense que viva en los poblados
estados de California, Texas, Florida, Nueva York o Illinois.
Claro,
este sistema de elección de senadores no es único en el mundo, pero en Estados
Unidos el des balance poblacional y político a favor de los conservadores
rurales, desde el siglo XIX, es notable y consistente.
Por si
fuese poco, hay que considerar que su sistema de elecciones presidenciales no
solo le niega a Puerto Rico, con casi cuatro millones de habitantes (más que
varios estados centrales juntos), la posibilidad de elegir presidente, sino
que, además, el sistema electoral vigente, herencia del sistema esclavista que
favorecía a los estados del sur con una escasa población blanca, hace posible
que un presidente sea elegido habiendo recibido tres millones de votos menos
que el perdedor.
Gracias a
este sistema (los electores no solo reproducen el número de representantes sino
también de senadores), estados más poblados como California, Texas, Illinois o
Nueva York (que subsidian económicamente a estados más pobres) necesitan el
doble o más de votos que los despoblados estados del centro para alcanzar un
elector. Otra razón para entender por qué las minorías, que sumadas no lo son,
no son tratadas con la justicia electoral que una verdadera democracia debe
garantizar: un ciudadano, un voto.
No por casualidad la población, pese a la
vieja manipulación mediática, suele tener opiniones muy diferentes a sus
propios gobiernos. Lo cual apenas importa en esta democracia.
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