"Emergencia de proyectos
alternativos.
Aprovechando
la “oportunidad histórica” que representa esta crisis mundial y transición
histórica, el siglo XXI ha dado lugar a la reemergencia de proyectos
estratégicos alternativos al globalismo financiero neoliberal capitalista,
reivindicando la particularidad y dignidad de pueblos-naciones, culturas y
civilizaciones otras, las cuales han sido históricamente oprimidas e
invisibilizadas por el Occidente blanco, europeo y angloamericano. Nuestra
América constituye un claro ejemplo de ello, con el “cambio de época”, “giro a
la izquierda” o emergencia del proyecto nacional popular latinoamericano en los
distintos procesos políticos del subcontinente".
"Esta crisis mundial se encuentra en pleno proceso de desarrollo, y lejos
de haberse resuelto con la imposición de un ganador o un conjunto de ganadores,
se profundiza día a día. Así es que, mientras que en Nuestra América tomaban
fuerza los discursos acerca del “fin de ciclo” de los gobiernos
nacional-populares y el proyecto latinoamericanista a raíz de la derrota del
kirchnerismo en Argentina en 2015, la destitución de Dilma Rousseff mediante un
golpe de Estado parlamentario en Brasil en 2016, la crisis económica y política
en la Venezuela chavista desde la muerte de Chávez en 2013-2014,
principalmente, ello no respondía a un cierre de las condiciones generales
excepcionales a nivel mundial. Por lo contrario, los fenómenos del Brexit en
Reino Unido y
la victoria de Trump en Estados Unidos, ocurridos en 2016, marcan una nueva
fase de profundización de la crisis, como expresión de amplias y diversas
fuerzas sociales que emergen contra la globalización financiera transnacional
(tanto “por derecha” como “por izquierda”) en el seno de las últimas potencias
hegemónicas del sistema-mundo".
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MULTIPOLARISMO Y
PLURIVERSALISMO EN LA GEOPOLÌTICA DE LA CRISIS MUNDIAL.
Proyectos Estratégicos en
disputa.
*****
Wim Dierckxsens, Walter Fomento, Julián Bilmes.
ALAI- América Latina en Movimiento.
Martes 5 de febrero del 2019.
La crisis mundial en que nos encontramos, de carácter estructural y
civilizatorio, ha dado lugar a la emergencia de diversos proyectos estratégicos
alternativos a la globalización financiera neoliberal, reivindicando la
particularidad de pueblos-naciones, culturas y civilizaciones otras, oprimidas
e invisibilizadas por el Occidente blanco, europeo y angloamericano.
En un mundo en transición histórico-espacial, se desarrollará en este trabajo
una lectura geopolítica de la crisis mundial en pos de dar cuenta de la disputa
por la reconfiguración del ordenamiento mundial y social, y los actores que
protagonizan la misma. Ello nos llevará a afirmar que los proyectos de las
fuerzas antiimperialistas que luchan por salir de la situación de dependencia,
subordinación y subdesarrollo, en las históricas periferias del sistema-mundo,
encuentran oportunidades de respaldo coaligándose con los esquemas de poder que
impulsan un orden mundial multipolar, en tiempos en que la escala del
Poder-Valor-Estado no es ya continental sino planetaria.
Tanto el proyecto que parte de China y los BRICS como el proyecto
humanista ecuménico/interreligioso que emerge desde la iniciativa del Papa
Francisco -pero que pone de manifiesto diálogos, acuerdos y una estrategia
común de las cinco grandes religiones monoteístas- ofrecen perspectivas de
consolidación y realización de los proyectos nacionales antiimperialistas del
mundo, dado el enfrentamiento de aquéllos con el capitalismo financiero global
que amenaza la supervivencia de la naturaleza y la humanidad misma con sus
destructivos e insostenibles patrones de acumulación, producción y consumo. Y
se anuda aquí, como necesario horizonte futuro, la propuesta pluriversal de
mundo.
Un mundo en crisis
estructural, sistémica y de civilizaciones.
Para pensar las condiciones para una geopolítica antiimperialista hoy,
es menester situar y contextualizar la situación mundial en que nos
encontramos. El siglo XXI dio lugar a una profunda crisis mundial, de carácter
estructural y sistémico, que redefine el ordenamiento mundial y social, abre
una transición histórico-espacial de orden geopolítico, y ello da lugar a
condiciones de posibilidad excepcionales para los procesos emancipatorios en
las periferias del sistema mundo (Dierckxsens y Formento, 2018).
Esta crisis mundial y transición histórica en curso pone en cuestión el
diseño del orden mundial, desde el unipolarismo estadounidense-angloamericano
instituido hacia 1989-1991 hacia una creciente multipolaridad, a la par que se
pone en cuestión la potencia hegemónica y el “centro de gravedad” del poder
mundial, desde Estados Unidos (EUA) y el polo angloamericano occidental hacia
los polos emergentes con centro en China, el Asia-Pacífico y los BRICS1 (Dierckxsens
y Formento, 2016). Ello da lugar, a su vez, a una posible desoccidentalización
del mundo ante la reemergencia asiática, para volver a centrarse en Oriente
cinco siglos después de constituida la modernidad occidental capitalista, con
sus implicancias en términos civilizatorios (Arrighi, 2007; Dussel, 2004).
El carácter civilizatorio de la crisis mundial se aprecia en el
cuestionamiento creciente del proyecto ilustrado universalista de la Modernidad
eurocéntrica, que conlleva colonialidad, racismo epistémico y sometimiento de
pueblos y naciones diferentes (Grosfoguel, 2008). Se ha abierto en la
actualidad una fuerte disputa y debate de orden civilizatorio. Si con la
conferencia de Bandung en 1955 y la creación del Movimiento de Países No Alineados
se dio una primera oleada del despertar de las naciones y pueblos del Sur,
algunas de cuyas naciones se cuentan entre las más antiguas de la historia
universal, en la actualidad nos encontramos en una segunda oleada (Amin, 2018).
Se encuentra en desarrollo, pues, un cambio profundo de paradigma: del
“choque de civilizaciones” (Huntington, 2005), de carácter racista, xenófobo y
supremacista occidental, hacia un nuevo enfoque de “alianza de civilizaciones”,
para promover nuevas formas de convivencia planetaria, basadas en el respeto
mutuo, la tolerancia como principio fundamental, la diversidad cultural y
civilizatoria como posibilidad de enriquecimiento y no de exclusión (Bruckmann
y Dos Santos, 2015), de carácter ya no universal sino pluriversal (Dussel,
2004).
Esta crisis mundial emerge con toda potencia con el estallido financiero
del 2008 en EUA, en tanto crisis del sistema capitalista: una crisis de
sobreacumulación y realización, resueltas con financiarización y creación de
las famosas “burbujas” especulativas (Harvey, 2014), que contiene una pugna
entre proyectos estratégicos con diferentes modos de territorialidad y
proyección de poder, disputando a lo interno de EUA y el polo angloamericano
occidental (Formento y Merino, 2011). Dada la incesante construcción de poder
para la “acumulación sin fin” de capital (Arrighi, 2014), se aprecia una
profunda disputa entre “imperios financieros” por las bases de la acumulación y
reproducción capitalista: conflicto que da cuenta de que se ha producido una ruptura
en el núcleo del poder mundial angloamericano, lo cual hace a su vez a la
específica forma en que se expresa esta crisis global, y la emergencia del
multipolarismo como opción de poder (Dierckxsens y Formento, 2016).
Un conflicto que enfrenta al clásico imperialismo norteamericano con un
nuevo imperialismo de escala global, es decir, a aquellos intereses y actores
de escala continental que tienen asentado su poderío (económico, político,
militar, ideológico-cultural) en el Estado-nación estadounidense y el NAFTA
(Tratado de Libre Comercio de América del Norte, según sus siglas en inglés),
enfrentados a intereses y actores que han dado el salto hacia una escala
global, en base a la consolidación de una nueva forma de capital dominante que
ha emergido con la globalización neoliberal (denominada Red Financiera Global),
impulsando una nueva institucionalidad y tendencial estatalidad global
supranacional (Formento y Merino, 2011).
Emergencia de proyectos
alternativos.
Aprovechando
la “oportunidad histórica” que representa esta crisis mundial y transición
histórica, el siglo XXI ha dado lugar a la reemergencia de proyectos
estratégicos alternativos al globalismo financiero neoliberal capitalista,
reivindicando la particularidad y dignidad de pueblos-naciones, culturas y
civilizaciones otras, las cuales han sido históricamente oprimidas e
invisibilizadas por el Occidente blanco, europeo y angloamericano. Nuestra
América constituye un claro ejemplo de ello, con el “cambio de época”, “giro a
la izquierda” o emergencia del proyecto nacional popular latinoamericano en los
distintos procesos políticos del subcontinente.
Esta crisis mundial se encuentra en pleno proceso de desarrollo, y lejos
de haberse resuelto con la imposición de un ganador o un conjunto de ganadores,
se profundiza día a día. Así es que, mientras que en Nuestra América tomaban
fuerza los discursos acerca del “fin de ciclo” de los gobiernos
nacional-populares y el proyecto latinoamericanista a raíz de la derrota del
kirchnerismo en Argentina en 2015, la destitución de Dilma Rousseff mediante un
golpe de Estado parlamentario en Brasil en 2016, la crisis económica y política
en la Venezuela chavista desde la muerte de Chávez en 2013-2014,
principalmente, ello no respondía a un cierre de las condiciones generales
excepcionales a nivel mundial. Por lo contrario, los fenómenos del Brexit en
Reino Unido2 y
la victoria de Trump en Estados Unidos, ocurridos en 2016, marcan una nueva
fase de profundización de la crisis, como expresión de amplias y diversas
fuerzas sociales que emergen contra la globalización financiera transnacional
(tanto “por derecha” como “por izquierda”) en el seno de las últimas potencias
hegemónicas del sistema-mundo3.
Lejos de
asistir a un “fin de ciclo” del proyecto nacional popular latinoamericano y
los procesos emancipatorios antiimperialistas, consideramos que sigue abierta
la oportunidad histórica que brindan esas condiciones generales de crisis
mundial para la reemergencia y el desarrollo de un proyecto estratégico propio
(soberano, autónomo, alternativo y antiimperialista), en una “segunda oleada”
del proceso emancipatorio y revolucionario (García Linera, 2016).
A diferencia de las condiciones mundiales con que contó la “primera oleada” emancipatoria y
revolucionaria en Nuestra América,
existen hoy en día esquemas de poder alternativos, de carácter multipolar y
potencialmente pluriversal, expresados en la propuesta BRICS comandada por el eje
China-Rusia, y el humanismo ecuménico interreligioso comandado por el Vaticano
del Papa Francisco. Esto es, proyectos estratégicos que confrontan y se
presentan como alternativas sistémicas y civilizatorias frente a las variantes
del proyecto estratégico del capitalismo financiero angloamericano.
El BRICS, si bien
nace como estrategia de bancas financieras globales para apalancar y conducir
la expansión del capital transnacional y darle “solución espacial” de la
crisis capitalista (Harvey, 2014), y por ello, aparecían como tendenciales
actores de una nueva institucionalidad global multilateral, cambia su carácter.
Luego de la crisis financiera global de 2008 estos actores avanzan en la
pretensión de constituirse en nuevos polos de poder mundial, desarrollando
mayores niveles de autonomía relativa, aprovechando la crisis e internas en el
viejo centro del poder mundial para impulsar sus propios proyectos
estratégicos, lo cual se manifiesta ya claramente en la cumbre del BRICS en
Fortaleza, en 2014. Allí se lanza la propuesta de un Nuevo Banco de Desarrollo
y un Fondo de Reservas de Contingencia, dos instrumentos que aparecieron como
alternativas a los organismos internacionales de crédito tradicionales -FMI y
BM-, buscando así una mayor soberanía productiva y una nueva arquitectura
financiera global (Schulz, 2016). Junto con el megaproyecto de transporte
comercial y productivo euroasiático denominado Nueva Ruta de la Seda y el Banco
Asiático de Inversión en Infraestructura, los BRICS comenzaron a perfilar
nítidamente su apuesta por un nuevo orden mundial multipolar (Dierckxsens y
Formento, 2016).
Por otro lado, y en creciente articulación con el anterior, con la
elección de Jorge Bergoglio para constituirse como nuevo Papa de la Iglesia
Católica, en 2013, emerge lo que puede denominarse como humanismo ecuménico
interreligioso: un planteo de articulación de las cinco grandes religiones
monoteístas que incluye también la cosmogonía de las religiones de pueblos
originarios (el denominado “poliedro”), en busca de retomar diálogos y
establecer acuerdos en defensa de la vida y el ser humano, frente a un
capitalismo salvaje que pone en riesgo la continuidad de la naturaleza y la
especie con sus actuales patrones de acumulación, producción y consumo,
irracionales e insostenibles (Dierckxsens y Formento, 2017).
Escala planetaria de
Poder-Valor-Estado.
La emergencia de esquemas de poder mundial alternativos presenta
condiciones favorables en términos de respaldo internacional para una eventual
próxima oleada emancipatoria en América Latina, y para los proyectos
nacional-populares y antiimperialistas del orbe, en tiempos en que ha escalado
el umbral de poder (Gullo, 2015). En efecto, a raíz del estudio del devenir de
la crisis mundial se puede afirmar que en la actualidad el poder se impone,
define y proyecta a nivel planetario, dada la globalización financiera
transnacional de la presente fase del capitalismo y la emergencia de esos
proyectos alternativos (Dierckxsens y Formento, 2016). Según esta lectura y
abordaje geoestratégicos, quedan superadas y subordinadas las nociones de
potencias, superpotencias o imperialismos de país central, tanto de escala
nacional como continental, con sus respectivos modos de territorialidad
preponderantes. Si bien los Estados-nacionales y sus respectivos gobiernos no
han desaparecido, sino que juegan un papel de relevancia (y de hecho su número
se ha ampliado en las últimas décadas), va quedando cada vez más en evidencia
la limitación que presenta un enfoque acotado únicamente a ellos, en un mundo
el que las grandes empresas transnacionales y las redes financieras globales
que las articulan y coordinan, los superan ampliamente en escala, poderío y
capacidad de diseño y desarrollo de estrategias.
Se aprecia en la actualidad la progresiva desarticulación del
Estado-nación en tanto instrumento y escala del Poder-Valor-Estado, en pos de
la tendencial imposición de un Estado transnacional global sin barreras
nacionales a la libre circulación de capital (Dierckxsens y Formento, 2016). Un
diseño institucional y proto-estatal global que se puede observar en
instrumentos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial
(BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC), el G20 y mega-acuerdos de
comercio e inversiones como el Tratado Transpacífico y Transatlántico. Si bien
luego de la Segunda Guerra Mundial se imponen ya en Occidente con el tratado de
Bretton Woods un conjunto de organismos multilaterales, como el FMI y el BM, la
forma dominante de entonces era multinacional, mientras que ahora es
transnacional. En la actualidad nos encontramos en un momento de transición
histórica, en que los bloques económicos se caracterizan por una etapa
intermedia en la superación del capital transnacional de todo tipo de frontera.
Ello plantea una dificultad adicional para las perspectivas
emancipatorias. Si el desarrollo del pensamiento geopolítico latinoamericano
(Barrios, 2017) da cuenta de la necesidad de constituir un Estado continental
industrial en Nuestra América en pos de obtener la masa de poder suficiente
para poder actuar en forma soberana en el escenario internacional (Methol
Ferré, 2009), no es menos cierto que en este siglo XXI y en plena crisis
mundial, ese bloque gran-nacional, o polo regional de poder, precisa hacer
causa común o ser parte en aquellos esquemas de poder mundial para sustentar la
apuesta por salir de la histórica condición de dependencia/subordinación que lo
de en posición de vasallo.
Se trata de una oportunidad histórica de romper con esa condición que
marcó su inserción subordinada en el sistema-mundo, dejando de reproducir el
modelo de acumulación primario financiero exportador y apostando a la
industrialización regional basada en el desarrollo científico-tecnológico y la
producción de conocimiento orgánica a ese proceso. Lo cual sólo puede ser
realizado por una segunda oleada de gobiernos populares en Nuestra América que
se planteen estos desafíos, elaborando una agenda estratégica regional ante la
convulsionada dinámica mundial (Bruckmann y Dos Santos, 2015).
Sobre la necesaria
propuesta pluriversal de mundo
La necesaria propuesta pluriversal de mundo como horizonte futuro
encuentra condiciones y perspectivas de ser en esta vía, entendemos. Retomamos
el concepto de pluriversalismo, de los estudios decoloniales y la filosofía de
la liberación, para referirnos a iniciativas estratégicas que contienen una
pluralidad de proyectos y actores convergiendo en una estrategia que es de
escala planetaria, no centrada en una iniciativa dominante sino en una síntesis
de iniciativas que incluye lo diverso y heterogéneo, es decir, no en tanto
síntesis que subsume sino como articulación de diversidades. Por ello la
nominación de pluriversalismo y no otro universalismo, como lo fue la propuesta
universal eurocéntrica de civilización en donde la historia de la civilización
(única) se iniciaba con la configuración civilizatoria europea y concluía con
su expansión, mediante la europeización del mundo. Ese universalismo abstracto
eurocéntrico se auto concebía como realización y plenitud de la historia de la
civilización universal, lo cual coincidía con la iniciativa intelectual europea
(francesa/británica/germana) de los siglos XVI y XVII, con intelectuales como
Descartes, Kant, Hegel y otros.
El uso del concepto de pluriversalismo para nominar y dar cuenta de la
potencialidad que se halla en los esquemas de poder mundial alternativos al
globalismo financiero neoliberal, viene a dar cuenta de la escala planetaria de
tales iniciativas, a la par de que no hay una sola iniciativa estratégica que
convoca, sintetiza y subsume a otras sino que expresa un diálogo y coexistencia
de civilizaciones e iniciativas civilizatorias. Por ello hablamos de crisis de
civilizaciones para confrontar con los planteos eurocéntricos de crisis
civilizatoria (entendida como una única civilización que entra en crisis). Lo
que se encuentra en cuestionamiento y transición es la propuesta civilizatoria
universalista eurocéntrica angloamericana, pero el actor que produce la crisis que es pluriversal es un
diálogo de civilizaciones, lo cual hace que la crisis sea de civilizaciones.
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