"Exclusión
social, violencia y retoricas discursivas. Por ende, no es de extrañarse, que la exclusión social
sea el mal de la época, con las consecuentes reacciones y el aumento de la
violencia en muchos sectores de la sociedad. Son inútiles pues, los discursos
moralistas y los lamentos sobre los efectos sociales de tal situación. De lo
que se trata es de salir de ella.
"Los reclamos de
sensibilidad social a los capitales inversores están muy bien en boca de
la Iglesia, pero por si solos no pueden constituir la propuesta de los
gobiernos.
"Esperemos que
el "impotente" discurso no se transforme, en definitiva,
en una versión laica de las encíclicas papales. La caridad no es, precisamente,
vocación de las empresas. Si, los dueños de empresa y los operadores
financieros tienen todos los motivos para felicitarse por el estado de cosas y
vivir la vida que se presenta como una situación y una época bendita, ya que
ninguna teoría, ninguna manera de pensar; ninguna acción seria se opone a
ellos.
"¿Por qué continuar en la retórica discursiva de la "indignación" en los foros sociales (¿de
catarsis colectiva?), en las cumbres mundiales y renunciar a una acción seria
en su país que se oponga a este estado de las cosas? ¿No sería una estrategia
más eficaz el intentar ver las carencias de nuestro pensamiento y de nuestra
acción política que han otorgado tal ventaja al sistema económico capitalista
(y a la ideología neoliberal que lo sostiene y legitima) que parece ya
irreversible?
"Hasta que no se elabore una propuesta real y valiente
para intentar salir de la situación presente – y no simplemente para paliar sus
efectos más atroces, con planes de emergencia, y ayudas sociales – su destino
político seguirá preñado de melancolía. ¿Acaso no será cierto que un mundo de transformación
seguirá reduciéndose en la nostálgica llorona de un universo perdido en décadas
de miseria"?
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CAPITALISMO: DISCURSO DEL MIEDO, SALARIOS
QUE BAJAN Y VIOLENCIA QUE AUMENTA.
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Eduardo Camín.
Rebelión jueves7 de febrero del 2019.
En nuestros días, el ritmo vertiginoso de transformación, del mundo
globalizado, de complicación técnica, de automatización laboral, de creación
científica, de inteligencia artificial, de mentiras reales y verdades
virtuales, nos impone una ráfaga de necesarias innovaciones en la convivencia
social.
No obstante asistimos a una consecuente paradoja ya
que en cada rincón del mundo globalizado el capital transnacionalizado
reproduce el mismo discurso: una partitura coral cuya coherencia es impuesta,
entre otras cosas, por la hegemonía del pensamiento único.
Frente a las tertulias económicas sin fin, frente a
los sesudos analistas financieros que siguen interpretando la crisis con una
actitud banal, entre los sacerdotes de las cifras macroeconómicas y los profesionales
de la eternidad han discurrido la mayor parte de las explicaciones actuales,
destilando su odio profundo contra el marxismo, pero a veces surgen algunos
informes fomentados por la porfiada realidad que tiran por tierra todo esa
verborragia y falacia capitalista.
En este idilio económico de futuro venturoso el Informe Mundial sobre Salarios 2018/2019
constata que en términos reales (ajustados a la inflación) el crecimiento
mundial del salario se desaceleró, y pasó de 2,4 por ciento en 2016 a 1,8 por
ciento en 2017. Estas conclusiones se basan en datos de 136 países. En 2017, el
crecimiento mundial de los salarios cayó a su nivel más bajo desde 2008, muy
por debajo de los niveles anteriores a la crisis financiera mundial, según un nuevo informe de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT).
Entonces debemos aceptar como valido toda una serie de ideas que nos
imponen los apóstoles del neoliberalismo: "todo aumento de salarios
–dicen- toda disminución de las horas de trabajo, toda mejora de las
condiciones laborales, disminuye la productividad y por ello la competitividad
de la producción de “nuestra” empresa (o de “nuestra nación”).
Toda regulación estatal o sindical hace que las
posibilidades de ventas de la empresa (o del país) se vean disminuidas en la
"jungla" del mercado ultra competitivo; la consecuencia indeseable de
su aplicación seria la disminución de “nuestra competitividad” y por ende, de
“nuestra ocupación”, añaden.
En realidad, este discurso del miedo, es muchas veces
planteado y sostenido por dirigentes del progresismo. No es la inconsciencia
política sino -por el contrario- la plena conciencia de la realidad de estos
planteos lo que arrastra a los trabajadores y ciudadanos a la inacción, al
reflujo, a la no participación en actividades sindicales y políticas que, al
ser planteadas y desarrolladas en un marco nacional, son ineficaces a
priori.
En tal marco de fragmentación social, pasividad política y desocupación en
aumento, los acuerdos sindical-patronales tienen características opuestas a los
de antaño; que en lugar de significar un paso adelante en las condiciones de
vida de los trabajadores, constituyen casi sin excepción, un retroceso.
Se trata de racionalizar, dicen los patrones (curioso
verbo que ayer significaba riqueza y hoy miseria) de disminuir salarios, de
aumentar ritmos de trabajo, de invertir menos en seguridad laboral, etc., con
el objeto de ganar competitividad frente a las demás empresas (o naciones) con
la dudosa promesa de que serán mantenidos los ya magros niveles ocupacionales
existentes, muchas veces en condiciones de cuasi esclavitud.
Las
inversiones extranjeras y la flexibilización laboral.
La apuesta más corriente a la obtención de capitales
ha sido (es) durante muchos años las inversiones extranjeras directas, como
panacea para la creación de empleo y mejor estabilidad económica en la
región.
¡Vaya ingenuos! ¿Es que acaso, antes de invertir un
solo centavo en un emprendimiento, los capitales transnacionalizados, no
chequean las prebendas que pueden obtener del sistema político nacional o
regional, junto con las condiciones de explotación que está dispuesta a aceptar
la mano de obra de los diferentes países y regiones?
Ello implica que la radicación de una planta
productiva se decidirá, muy probablemente, a favor del lugar que ofrezca las
mayores condiciones de explotación de la mano de obra y las tasaciones fiscales
más reducidas, evidentemente con la zona franca incorporada. Con esos métodos,
la clase trabajadora es obligada a competir entre sí y la conciencia
generalizada de tal situación se convierte en un ulterior impulso hacia la baja
global de los salarios.
"Salarios fuertemente decrecientes o niveles de
desempleo explosivos", clama globalmente la voz del sistema capitalista a
través de sus representantes políticos nacionales y locales. Y esta estrategia mundial de los capitales
transnacionalizados, esta “uberización” de las economías empuja a los
trabajadores desocupados a aceptar condiciones aún inferiores a las vigentes en
las empresas ya instaladas, con el objeto de lograr la radicación de dichos
capitales y, por lo tanto, de conseguir un empleo.
Una
flexibilización laboral recetada e impuesta globalmente por organizaciones mundiales (el Fondo
Monetario Internacional y Banco Mundial, en particular). Implica en muchos
casos la caducidad de los acuerdos sindicales nacionales por rama de actividad,
lo que fragmenta ulteriormente la unidad sindical e introduce el principio de
competitividad al interno de las fronteras nacionales.
Este análisis de la 'aldea global' es algo más que una idea o una elaboración
periodística: constituye la demostración de que un sistema económico librado a
su propia suerte, e incapaz de redistribuir los incrementos productivos, marcha
hacia el abismo de su propia implosión, arrastrando todo lo que se encuentre en
su camino.
Si los efectos recesivos de la disminución del consumo
popular no son tan evidentes como nos hace constar cada gobierno. ello se debe
a que una redistribución orientada hacia los sectores de mayor capacidad
adquisitiva (y a la creación de una serie de productos tecnológicamente
inimaginables) ha ampliado fuertemente la demanda efectiva de los sectores de
altos ingresos.
Como se sostiene corrientemente. estamos pasando de
una economía 'high volume' masificada,
a una economía 'high value' basada en
'nichos' estratificados, en segmentos
de mercado que consumen 'customized products'.
Exclusión
social, violencia y retoricas discursivas.
Por ende, no es de extrañarse, que la exclusión social
sea el mal de la época, con las consecuentes reacciones y el aumento de la
violencia en muchos sectores de la sociedad. Son inútiles pues, los discursos
moralistas y los lamentos sobre los efectos sociales de tal situación. De lo
que se trata es de salir de ella.
Los reclamos de
sensibilidad social a los capitales inversores están muy bien en boca de
la Iglesia, pero por si solos no pueden constituir la propuesta de los
gobiernos.
Esperemos que
el "impotente" discurso no se transforme, en definitiva,
en una versión laica de las encíclicas papales. La caridad no es, precisamente,
vocación de las empresas. Si, los dueños de empresa y los operadores
financieros tienen todos los motivos para felicitarse por el estado de cosas y
vivir la vida que se presenta como una situación y una época bendita, ya que
ninguna teoría, ninguna manera de pensar; ninguna acción seria se opone a
ellos.
¿Por qué continuar en la retórica discursiva de la "indignación" en los foros sociales (¿de
catarsis colectiva?), en las cumbres mundiales y renunciar a una acción seria
en su país que se oponga a este estado de las cosas? ¿No sería una estrategia
más eficaz el intentar ver las carencias de nuestro pensamiento y de nuestra
acción política que han otorgado tal ventaja al sistema económico capitalista
(y a la ideología neoliberal que lo sostiene y legitima) que parece ya
irreversible?
Hasta que no se elabore una propuesta real y valiente
para intentar salir de la situación presente – y no simplemente para paliar sus
efectos más atroces, con planes de emergencia, y ayudas sociales – su destino
político seguirá preñado de melancolía.
¿Acaso no será cierto que un mundo de transformación
seguirá reduciéndose en la nostálgica llorona de un universo perdido en décadas
de miseria?
¿Acaso
el mundo de las modernidades nacionales, y la retórica del discurso del
neoliberalismo conservador globalista, seguirá marcando el sentido de los
tiempos?
EDUARDO CAMÍN, Periodista uruguayo, miembro de la Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU. en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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