"Todos, entusiastas de las
redes sociales y artífices, en gran medida, del ascenso a la jefatura del Estado de su padre, por
sus habilidades propagandísticas en el universo on line. Y de la confección de un gobierno
integrado por militares (ocho de un total de 22 ministros); por economistas ultraliberales y por
políticos de marcado acento conservador y religioso en asuntos sociales que ya han dejado trazos de sus intenciones. Con un agresivo plan privatizador -24
empresas dejarán de ser mayoritariamente estatales en este primer trimestre-;
retrasos en la edad de jubilación hasta
los 65 años; proyectos de segregación en las aulas por sexo, o impunidad a
los policías que asesinen a delincuentes. Sin olvidarse de las iniciativas para
mercantilizar la Amazonía e impulsar, así, los beneficios y la productividad
del sector agrícola brasileño ni del empeño personal de su ministro de Economía,
Paulo Guedes, un Chicago
boy declarado, de emprender una perestroika liberal, primero en
su país y, con posterioridad, en el conjunto de América Latina".
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Xi Jinping (China), Jair Bolsonaro (Brasil), Natanyahu (Israel), Donald Trump (Estados Unidos), Viktor Orban (Hungría) y Erdogan ( Turquía). Al contenido del trabajo, mucha coincidencia. producto de una segura y responsable investigación - científico-político - pero en cuanto a los personajes, si hay diferencia política central. Ejemplo Hoy sus Políticas y su mirada política del mundo - ante el Desorden Mundial - son diferentes entre Xi Jinpin de China y Donald Trump, de Estados Unidos, precisamente el "forjador" con sus políticas "ultra nacionalistas y proteccionistas) de la Guerra Mundial Comercial y del "Nuevo Desorden Global".
***
EL "INVIERNO AUTOCRÁTICO" SE
EXPANDE POR EL MUNDO.
“Auspiciado por el vacío de un orden
global”.
*****
Diego Herranz.
Público.
Lunes 25 de febrero del 2019.
El autoritarismo ha llegado... ¿para quedarse? La cuestión queda en el aire, sin respuesta clara. Aunque se pueda decir que ha aterrizado de nuevo y que se ha propagado con rapidez. Auspiciado por el vacío de un orden global que navega a la deriva desde la instauración del America, first de Donald Trump. Hasta el punto de asegurar que una larga lista de líderes poderosos y ultranacionalistas se han hecho con las riendas de sus países, donde han impuesto sus manos de hierro.
La
Primavera árabe surgió como un soplo de aire fresco en el cambio de la década
actual. Como un sueño democratizador de las naciones de credo
musulmán, sometidas, la práctica totalidad de todas ellas, a regímenes
autocráticos. Diez años más tarde, ha
surgido otro movimiento social de signo contrario. No acontece en territorios
con déficit democrático. Ni en latitudes alejadas del primer mundo
económico. Todo lo contrario. Es un fenómeno propio de la cultura occidental y
trata de carcomer, poco a poco, sus instituciones políticas.
Este asunto ha sido compilado por numerosa literatura
procedente de centros de análisis, que hablan sin cortapisas de crisis de la democracia liberal. Pero
no todos ellos se atreven a aventurar el origen de esta nueva cruzada
ideológica que pretende combatir las
libertades cívicas y cercenar la iniciativa individual. Quizás porque
comulga con una visión ultramontana del capitalismo, aquel que reniega de los
corsés regulatorios y de los controles de vigilancia y de supervisión, el de
los defensores de los flujos de capital de alto riesgo, que prometen reportar
beneficios de varios dígitos con inversiones en activos de alta toxicidad y que
suelen estar al alcance de privilegiados, directivos que manejan información
privilegiada y, sobre todo, de las grandes fortunas.
Y que, en paralelo, sostienen la pervivencia de los
paraísos fiscales y de territorios propensos al lavado de dinero negro a donde
llevar sus patrimonios, los primeros, después de legalizar su procedencia, los
segundos. Más que una primavera, habría
que precisar que lo que se avecina es una glaciación, el invierno de los autócratas . Una ironía en toda
regla: la primavera (árabe) no hizo germinar la democracia, pero el
invierno (autocrático), puede hacer florecer, paradójicamente, las
dictaduras.
El pasado ejercicio fue el de su consagración, el de su
consolidación, al calor del orden mundial que ha emanado de Washington. Es
decir, que 2018 fue un año estelar para el autoritarismo.
En el que floreció la presidencia vitalicia de Xi
Jinping en China y, por
tanto, el epitafio del poder colectivo del régimen
de Pekín, cada vez más propenso a cercenar la iniciativa individual de sus
ciudadanos, a controlar las redes sociales y a condenar con penas
ejemplarizantes todo conato de disidencia. Jinping se ha hecho con las riendas, a
perpetuidad, del aparatik comunista, de la nomenklatura del
Estado, del nuevo modelo productivo de la segunda economía del planeta y del mayor ejército del mundo. Pero
también protagonizó uno de los momentos más ilustrativos de la connivencia
-casi comunión- que son capaces de suscitar los líderes autocráticos. No por casualidad, surgió la luna de miel
entre el dirigente norcoreano, Kim Jong Un y el presidente de EEUU, Donald Trump, abducido, parece
ser por sus comentarios, por la alta calidad y eficacia del control autoritario
que es capaz de ejercer la dictadura
hereditaria de Pyongyang.
El viraje de Europa e Israel
De igual modo que la cada vez menos democrática Polonia
-que se ha labrado una larga lista de advertencias, sin consumarse, de la UE
por la propensión del nacional-catolicismo del gobierno creado por el partido
de Jaroslaw Kaczynski , líder en la sombra de Ley y Justicia -el PiS- a seguir la estela del Fidesz húngaro de Víktor Orban , auspiciadores de
una hoja de ruta mimetizada en ambos socios del Este -si bien Budapest presenta
un itinerario más prolongado en el tiempo y más fructífero en sus resultados-
en la que se incluyen cambios estructurales de gran calado. Desde
reformas educativas que restauran la nostalgia nacionalista y adopta unos
criterios de centralización que gustan tanto a la Rusia de Vladimir Putin como
a la Administración Trump, hasta nombramientos a dedo de adeptos a sus
causas en las altas esferas del Ejército, Fuerzas de Seguridad y servicios
secretos, o la renovación, a su antojo, de sus tribunales constitucionales.
Mientras lanzan acusaciones de alta toxicidad, como la que señala a la opositora Plataforma Cívica polaca como responsable de la muerte de
su gemelo, Lech, en accidente aéreo, en 2010, cuando ejercía como presidente
del país.
Porque las tesis
conspiranoides -inspiradas con fake
news desde medios de comunicación afines, incluidos los canales
estatales- están a la orden del día en ambos países. Como en EEUU, donde Trump trata de demonizar a los grandes medios
de comunicación escritos o audiovisuales, mientras defiende espacios on line que han
abandonado el deber de veracidad y respalda sin paliativos la difusión sin
controles deontológicos de las redes sociales. Sabedores de que una falsa
noticia que anteceda en 24 horas cualquier desmentido ha ganado la batalla de
la audiencia. La batalla contra las libertades civiles desatada por Budapest y Varsovia, dos Caballos de
Troya que buscan la división irreparable de la Unión -tesis que apoya el
Kremlin desde hace años- no es baladí. Orban
se ha erigido en el abanderado de formaciones de ultraderecha en Europa y en el alter ego del primer ministro
israelí, Benjamin Netanyahu , que le denominó “el mejor líder” del Viejo Continente, de Trump, quien ha mostrado
en varias ocasiones el orgullo que le reportan sus encuentros con el premier
húngaro, y de Putin, para el que el primer ministro húngaro, como líder del
Grupo de Visegrado -que conforman, además,
Polonia, Eslovaquia y República Checa- representa su punta de lanza en el
propósito de Moscú de bombardear proyectos de integración de la UE y de
provocar tensiones geoestratégicas con Bruselas.
El primer ministro
húngaro, Orban, su homólogo israelí, Netanyahu, y la Administración Trump ya han tejido una primera alianza ultraderechista a la que han
incorporado al brasileño Bolsonaro
Netanyahu
y Orban fueron los dirigentes estrella en la reciente toma de
posesión del capitán del Ejército Jair Bolsonaro como presidente de
Brasil. El tridente que revela la alianza de la extrema derecha en el mundo.
Los dos primeros, casi sin oposición interna. El rival de Orban es el Jobbik, más escorado aún a la derecha, con el que suele
concertar iniciativas legislativas contrarias a la inmigración o de corte
nacionalista. En Israel, la sociedad hebrea ya ni se plantea que el conflicto
palestino acabe mediante una solución dialogada. Tzipi Livni, la referente del centro-izquierda, que derrotó a
Netanyahu en 2009 al frente del movimiento
centrista Kadima, en pleno descenso a los infiernos del laborismo -creador
del Estado de Israel- y, como esta histórica formación, que aún sucumbe en el
sueño de los justos, partidaria de la negociación con los palestinos, acaba de
renunciar a la carrera presidencial. A revalidar su lucha electoral contra el
mandatario del Likud, porque su
actual partido, Hatnuah (El
Movimiento), apenas tendría, según los sondeos, un apoyo del 2% en los comicios
legislativos del 9 de abril.
Tres Presidentes, de tres potencias mundiales, hoy en la coyuntura internacional de la "crisis global, final de la globalización neoliberal", son parte de los responsables del Nuevo Desorden Mundial Escenario que es propicio políticamente para el surgimiento del Autócratas, Dictadores, Populistas de Derecha, y otras formas de gobierno ante la crisis profunda de la Democracia Liberal Representativa, agredida, maltratada y finalmente - asesinada diariamente - por la políticas neoliberales.
***
Latinoamérica cambia de rumbo
De
Bolsonaro, en su escaso periplo presidencial, ya se puede decir
que ha entregado los resortes del poder a sus tres hijos. Todo un acto,
flagrante, de nepotismo . A Flávio,
sobre el que penden varias denuncias y un mayor número de sospechas de fraudes
financieros; a Carlos, apodado pitbull,
que ha forzado su primera crisis de gobierno con la destitución del ministro Gustavo Bebianno, el antiguo jefe de su
padre en el seno de la formación, el Partido Social Liberal (PSL) que le ha
aupado al poder, y al que Steve Bannon,
el fundador de Breitbart, el canal de noticias falsas por antonomasia en
EEUU, y máximo asesor de campaña de Trump, ha elegido como uno de los líderes
de The Movement,
institución que busca, bajos sus auspicios, aunar a las derechas globales, y a Eduardo, con conexiones en el crimen
organizado, pero el diputado más votado del Congreso.
Todos, entusiastas de las redes sociales y artífices,
en gran medida, del ascenso a la jefatura
del Estado de su padre, por sus habilidades propagandísticas en el universo
on line. Y de
la confección de un gobierno integrado por militares (ocho de un total de 22
ministros); por economistas
ultraliberales y por políticos de marcado acento conservador y religioso en
asuntos sociales que ya han dejado
trazos de sus intenciones.
Con un
agresivo plan privatizador -24 empresas dejarán de ser mayoritariamente
estatales en este primer trimestre-; retrasos en la edad de jubilación hasta los 65 años; proyectos
de segregación en las aulas por sexo, o impunidad a los policías que asesinen a
delincuentes. Sin olvidarse de las iniciativas para mercantilizar la Amazonía e
impulsar, así, los beneficios y la productividad del sector agrícola brasileño
ni del empeño personal de su ministro de
Economía, Paulo Guedes, un Chicago boy
declarado, de emprender una perestroika liberal, primero en su país y, con posterioridad,
en el conjunto de América Latina.
Brasil opera con un gabinete con ocho militares, economistas ultraliberales que desean una perestroika privatizadora y políticos nacional-católicistas en asuntos
sociales con claros signos de nepotismo
Pero la autocracia también tiene responsables al
otro lado del espectro político. Daniel Ortega, en
Nicaragua, persiste en su empeño de ser el nuevo Anastasio Somoza, cuatro
décadas después de que el primero derrocara al dictador -el segundo- en nombre
del pueblo. Nicolás Maduro y su gestión política, económica y social de
la crisis venezolana deja amplios retazos autocráticos. Por mucho que la Casa Blanca -sin descuidar a la extrema derecha
latinoamericana y europea- esté detrás de la elevada conflictividad y de la
emergencia humanitaria que asola a la que llegó a ser tercera economía latinoamericana, que a Trump sea el único
autócrata de todo el planeta que parece no gustarle o de que, en este sentido,
al dirigente republicano no le suponga ningún contratiempo que repudie el autoritarismo de Maduro mientras abraza el de Bolsonaro, a quien le
envió un tuit alabando su “gran discurso
inaugural” y anticipándole que “EEUU
está contigo” a lo que el dirigente brasileño replicó: “Juntos, con la protección de Dios, traeremos prosperidad y progreso a
nuestra gente”.
Doctrina Nixon en Oriente Próximo.
En otras latitudes, como Oriente Próximo, el drama
autoritario también ha entrado en escena. Quizás sus dos mejores botones de
muestra sean la Turquía de Recep Tayyip Erdogan , quien ha ido
acaparando poder mientras se sacude la Espada de Damocles de un Ejército,
teóricamente, llamado a devolver al país a la senda constitucional marcada por
el padre de la patria moderna turca,
Mustafá Kemal Atatürk. En los últimos años, la deriva islamista, las purgas
entre militares y en la sociedad civil y el nepotismo, con nombramientos de
familiares y acólitos de su partido, Justicia
y Desarrollo, en las más altas esferas económicas, políticas y
empresariales de una de los mercados emergentes más boyantes -aunque ahora le
asole una crisis monetaria y de deuda de alto voltaje-, han sido asuntos que
han estado en la mesa de operaciones de las cancillerías de todo el mundo.
Y
la Visión 2030 de Arabia Saudí, en manos del príncipe
heredero Mohamed bin Salman, acusado del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, y que, bajo
las pautas de una revolucionaria modernización económica, política y social del
mayor productor de crudo y lugar santo de la comunidad islámica mundial,
esconde un intento denodado por convertir a
Riad en la potencia hegemónica de una de las áreas más convulsas del globo
terráqueo. Promocionando y sufragando financieramente una guerra eterna como
yemení, aislando a su emirato rebelde,
Qatar, o ejerciendo la presión económica y geoestratégica estadounidense sobre Irán. El tercero en discordia de este triángulo autocrático
sería el general Abdel Fattah al Sisi . El líder egipcio no sólo ha
enterrado cualquier vestigio de primavera árabe en su país, también ha
aplastado a los movimientos vinculados a los Hermanos Musulmanes. Como la Administración Obama, Trump considera
al dictador egipcio esencial para los intereses estadounidenses en esta región.
Pero
la severidad autoritaria de Al Sisi no parece generar
disidencia en las diplomacias occidentales. A pesar de que su acceso al poder
se produjo mediante un golpe de estado,
en julio de 2013, que sacó de la jefatura
del Estado a Mohamed Morsi. O de que su estancia en el poder la haya
forjado mediante juicios sumarísimos, torturas o arrestos arbitrarios y
desapariciones forzadas, según denuncia
Human Rights Watch. O que forzase una enmienda constitucional para
mantenerse como presidente del país hasta 2034
“La
autocracia floreció en 2018 porque Washington se dejó por la vuelta a la llamada política realista,
un intento de control global, que mira con ojos amables a los dictadores porque
piensan que son los que mejor pueden ejecutar los deseos de gobernar el mundo”.
Quien así se expresa es,
nada menos, que Robert Kagan, asesor de
seguridad de George W. Bush y ensayista neocon. Con Trump, por tanto, reverdece la doctrina
Nixon, ideada junto a Henry
Kissinger, su secretario de Estado, que reduce la presencia americana fuera
de sus fronteras y entrega la llave de sus
intereses a autarcas como el Shah iraní o la monarquía saudí. Pese a que,
décadas después se pueda decir, sin temor a equivocarse, que esta postura
posibilitó la revolución islámica iraní y el estallido de un wahabismo que
propició que quince los diecinueve terroristas del 11-S fueran saudíes.
La
orientación del America
first que ha propagado Trump ha disparado la tendencia
internacional hacia el autoritarismo
Víctor
Menaldo y Michael Albertus, investigadores y autores de un
reciente ensayo bajo un título elocuente –“Autoritarismo y el origen de las
elites de las democracias”- escribían en The New York Times que la pérdida
de calidad democrática no sólo afecta a Polonia o Hungría, dentro de la órbita europea. También a Italia, con su fervor
antisistema de partidarios de la Liga Norte y del Movimiento Cinco Estrellas
que gobiernan los designios del país; también a naciones como España, donde el clima político y social se ha escorado a la
derecha por la crisis catalana,
hasta experimentar la irrupción de
Vox . Debido a la orientación del America,
first que ha propagado Trump y que ha disparado la tendencia
internacional hacia el autoritarismo. Entre otros lugares, en Egipto, Honduras, Rusia y Venezuela. Pero,
a su juicio, también acontecen otros factores.
De peso. Entre ellos, que más de las dos terceras
partes de las naciones que han emprendido una transición a la democracia desde
la Segunda Guerra Mundial la han
iniciado con constituciones escritas por las elites autoritarias que les
precedieron. Argentina, Chile, Kenia, México, Nigeria, Sudáfrica o Corea del Sur
están entre ellos. Y, por efecto rebote, también han tenido que asumir
un sistema electoral concreto, determinadas rémoras legislativas, anclajes de
modelo de estado, un funcionamiento expreso de la máxima corte constitucional,
inmunidades legales para ciertos jerarcas o roles de gendarmes de las cúpulas
militares o políticas de sus antiguos regímenes. En definitiva,
“una
obligación de operar
bajo ciertas salvaguardas, arrastrando un lastre de poderes y privilegios que
explican que, a menudo, en estos países, la experiencia democrática de sus ciudadanos no sea plena o que la democracia haya sido restaurada dentro
de un juego político que ha propiciado que la competencia económica y
profesional no responda a los estándares
de libertad y de mérito exigibles”, aseguran Menaldo y Albertus.
Riesgos geoestratégicos
Este
desorden mundial ha generado incertidumbre geoestratégica. Así ha quedado patente tras la última Conferencia de Seguridad celebrada a
mediados de febrero en Múnich. Cita que no ha logrado restituir el tratado
de armas nucleares de alcance medio (INF, según sus siglas en inglés) que ha dominado el orden global desde la Guerra
Fría y que acaba de convertirse en agua de borrajas por designación de Trump, primero, y de Putin, inmediatamente
después. Desde que el presidente americano ha irrumpido en la Casa Blanca, la lista de riesgos geoestratégicos se ha
disparado. Irán, Venezuela, Siria,
las tensiones nucleares, la carrera armamentística, la implosión presupuestaria
para modernizar los grandes ejércitos, el brexit o las diferentes
longitudes de onda en la que parecen
evolucionar aliados de Washington, como los socios del núcleo duro de la UE o Canadá, la guerra comercial o el
feroz combate contra la inmigración han hecho mella en un planeta cada vez más
convulso. En medio de peticiones expresas -casi amenazantes- de la Administración Trump para que Europa
asuma el nuevo eje del mal -Irán, Venezuela y Rusia- con notables
ramificaciones (China,
Siria, Turquía) y de viajes relámpago y con alto voltaje como el del
secretario de Estado, Mike Pompeo,
antiguo número uno de la CIA, al corazón de la Europa oriental eurófoba
-Polonia y Hungría- mientras exige a sus socios transatlánticos más gastos
en Defensa para financiar la OTAN.
Voces
como la del fundador del World
Economic Forum (WEF), Klaus Schwab, reclaman la
puesta en marcha de una nueva conferencia internacional. Un mecanismo de refundación
del sistema geopolítico y económico-financiero. Porque el orden global
“está en barrena”. Se necesita -dice- un nuevo Bretton Woods y nuevas fórmulas para gobernar la globalización y
restablecer la red de multilateralidad que fue capaz de generar la siesta geoestratégica del final de la
Guerra Fría; desde la caída del Muro
de Berlín hasta los atentados del 11-S. Y que, ahora, tras la implantación
del America
first ha aislado, con las políticas de Trump, a la primera potencia mundial en
una peligrosa senda de proteccionismo e insolación internacional.
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