"Las fake news en tiempos de
posverdad.- Las fake news es
un término que traducido al español significa falsas
noticias, más precisamente un producto pseudo periodístico
difundido a través de portales de
noticias, medios escritos, radio, televisión y principalmente en redes sociales, lugar por donde se canalizan la
mayoría de éstas, en tiempos de la nueva
era tecnológica y cuyo principal objetivo es la desinformación deliberada o el engaño, armas de destrucción masiva
que sirvieron en estos últimos años, a diversos
partidos políticos, entre otros, para llegar al poder y realizar unos de
los peores daños que se puede ocasionar
a un estado con políticas nefastas, subordinantes y colonialistas".
"Las
mismas se emiten con la intención y el fin de inducir al error, manipular
decisiones personales, desprestigiar o enaltecer una institución, entidad o persona,
según sea el caso, a los efectos de
obtener ganancias económicas o rédito político; éste último mecanismo,
haciendo honor a la verdad, fue utilizado como prima facie en los países
latinoamericanos, contra quienes fueron damnificados por
políticas netamente contrarias a los intereses del conjunto de la sociedad, principalmente
los más vulnerables (ancianos,
discapacitados y niños) y la clase
trabajadora, sumado a ello, los aparatos económicos mundiales utilizaron
este modus operandi, para, una vez sorteado el acto eleccionario, ejercer el
poder a gusto y piacere ante los ojos de la ciudadanía en general".
"Las fake news tienen relación con la propaganda y la posverdad o mentira
emotiva (neologismo que puso de moda el “estilo Trump” en EEUU), de hecho
el 2017 fue el año de las fake news, debido
a que estas se extendieron por todo el mundo, provocando no pocas situaciones
de riesgo en países y empresas; difundidas y amplificadas a través de redes
sociales principalmente se convirtieron y se convierten en la actualidad a un
ritmo vertiginoso, en fenómenos virales,
poniendo en riesgo aspectos tan importantes como la seguridad de la ciudad y de la ciudadanía, a ello se suman las políticas públicas y cuestiones de gran
escala en el ámbito financiero o de
soberanía estatal. La posverdad, término que se asocia a las fake news, se
utiliza para definir al mundo del revés de la política, y por ende ésta palabra
(posverdad) ha sido utilizada para
tratar de explicar el instinto y la sensación anti establishmen que catapultó a
la presidencia a Donald Trump e hizo triunfar al Brexit en el Reino Unido poniendo en
jaque a la Unión Europea y en Brasil desde la ultraderecha con el triunfo de
Bolsonaro, país más afectado por este fenómeno de
las fake news en tiempos de la
postverdad". Fuente ALAI.
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EL
PERIODISMO, LA MENTIRA Y LAS REDES SOCIALES.
*****
Elaine Tavares.
ALAI.
América Latina en Movimiento.
Viernes 15
de febrero del 2019.
El
mundo de las redes sociales
imprimió un concepto que ha sido bastante utilizado, principalmente por los
académicos, pero que también encuentra
espacio entre los desubicados que gustan parecer inteligentes. Es el tal del concepto de la post-verdad. En realidad,
un engaño, tanto como lo que parece significar.
La
post-verdad sería el uso de informaciones, en
más de una vez falsas, que buscan tocar a la persona en lo emocional o en sus
creencias personales.
Es decir, a partir de la recolección de los datos sobre los más de dos mil millones de personas en el mundo
que usan las redes sociales, como por ejemplo el Facebook, es posible saber
lo que la persona piensa, lo que le gusta, lo que odia, sus miedos y, desde
ahí, enviar informaciones que sean adecuadas a sus sentimientos y sensaciones. Estos datos son mercancías a la venta y
ya existen empresas especializadas en usarlas para los más variados fines. La distribución es hecha por los "bots
sociales", los softwares automatizados (robots), que, haciéndose pasar por personas reales, difunden de manera viral los mensajes
especialmente hechos para el cliente.
Es
decir, para usar las palabras correctas, eso significa manipulación, engaño,
mentira. Y ha
sido así que políticos
y empresas buscan consolidarse en el corazón y en la mente de las
personas. Es la manera moderna de
diseminar lo falso, el fraude. Esto
siempre fue hecho, ya sea de boca a boca, o por medio del periódico, la radio,
la televisión. La diferencia en la época actual es la magnitud de la tramoya. La cosa puede alcanzar millones de personas en pocas horas, y considerando que el sistema
ha sido organizado a partir de grupos
cerrados basados en la confianza, una
mentira esparcida por esos robots acaba asumiendo contornos de verdad en
segundos.
Muchos son los casos
de acusaciones falsas de crímenes como pedofilia, secuestro, etc.... llevar al linchamiento de personas, al
asesinato, al odio insano. Esto también siempre existió, pero ahora es
la velocidad del proceso lo que asusta. Además, el uso de programas que
reproducen la voz de la persona y
hasta la imagen son cada vez más comunes. La
cara de una persona puede ser plantada en un cuerpo que está violando a
alguien, por ejemplo. Todo es posible. Y una calumnia tiene el poder de alcanzar a la persona en cuestión de
segundos. De la misma forma esa tajada de mentiras es igualmente capaz de elegir o derribar políticos. Todo depende del poder de fuego de quien
puede pagar el software (el trabajo de
los robots). En el capitalismo, sabemos, las elecciones se definen por
monto de dinero que el candidato tiene
para hacer la campaña y no por las propuestas que presenta.
En la campaña
presidencial brasileña
esta táctica de usar empresas que usan el tal del "bot social" fue utilizada, lo que configuraría fraude, pero la justicia electoral no
la tuvo en cuenta y las personas afectadas por la avalancha de noticias falsas
comenzaron a hacer bromas de la denuncia, presentándose
ellas mismas como los "robots" del candidato, creyendo
piadosamente que habían sido sus
publicaciones en las redes que llevaron a la victoria
del presidente. Pocos son los que se perciben parte de una tela
gigante que va aspirando y manipulando.
Sin pensamiento crítico previo, es casi imposible creer que aquella persona
que manda mensajes no es una persona, sino
un sistema que, utilizando nombres de
personas reales, reproduce los mensajes a velocidad sorprendente.
Así que el mundo
distópico un día dibujado
por el gran escritor estadounidense Ray
Bradbury, en su Farenheit 451, parece estar bien aquí frente a nosotros. En
ese mundo, descrito en una novela publicada en 1953, las personas vivían como dopadas por pantallas de televisión gigantes
que tomaban la sala de sus casas, y de todos los lugares de la ciudad, de
manera omnipresente. En esas pantallas
se sucedían programas idiotas y sin sentido, que apenas narcotizaban a las
gentes, haciéndolas incapaces de discernir entre lo real y lo imaginario.
Mientras tanto, el gobierno manipulaba las informaciones y creaba una realidad
moldeada a sus intereses.
Pues hoy existe un
contingente muy grande de personas en esa situación. Narcotizadas por las
visualizaciones incesantes de las redes sociales, inoculadas con la mentira
sistemática, que se
disemina también en los medios masivos de comunicación y en las iglesias, van
desvinculándose de la realidad, asumiendo la existencia de un mundo imaginario,
en el cual cualquier persona que piense diferente de la multitud, que se
exprese diferente, o sueñe diferente sea considerada un virus, susceptible de
ser destruida.
La cuestión que se
plantea es: ¿es posible huir de eso? La respuesta es sí. No es fácil, pues la materialidad
de la vida exige que la persona esté conectada todo el tiempo. Pero el camino
puede ser el ejercicio sistemático del pensamiento crítico. Descartes, el filósofo francés, ya
enseñaba allá en el 1600: todo es duda.
Hay que preguntar. Hay que dudar. Hay
que investigar si la información es correcta. Hay que chequear una y otra vez.
Todos hemos caído en la trampa de la noticia falsa, la cual reproducimos a
partir de nuestros círculos de confianza. Pero, nuestros círculos de confianza
también mienten, entonces, no se puede vacilar.
La manada sigue al
líder, sin pensar. El sujeto crítico se demora, observa, refleja, piensa.
Yo soy periodista y en
mi formación
siempre hubo un tema que era perseguido -y aún es- por todo el profesional de esa área: conseguir dar de primera mano
la información. Siempre he pensado que eso es un engaño porque, en realidad, lo
que importa para el público no es que una pase la información en primer lugar,
de forma rápida y, a veces, irresponsable, sino que esa información sea 100%
segura y repleta del contexto. Es decir, lo que siempre he enseñado es que el
gran salto del buen periodista no es dar primero, sino dar mejor.
En ese mundo de
mentiras, que no es el de post-verdades, sino de
la vieja y manipuladora mentira,
más que nunca necesitamos del periodismo de verdad. El que describe, narra,
contextualiza, venga cargado de la impresión del reportero que ha visto las
cosas. Es un gran desafío en el universo de las redes sociales, pero hay que
perseguir esa meta. No es fácil, no es cómodo, exige esfuerzos hercúleos, pero
es lo que hay que hacer. Puede tardar en surtir efecto, pero esto no puede
desanimar. Hay un viejo proverbio
japonés que expresa bien la necesaria paciencia que necesitamos tener en la
tarea de narrar la vida real, la verdad de la inmanencia y la esencia de la
apariencia. Él dice así: "despacio, lentamente, el caracol va subiendo el Monte
Fuji".
Pues así es.
Seguimos.
ELAINE TAVARES. Periodista brasileña
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