sábado, 16 de febrero de 2019

(ECO)SOCIALISMO.O BARBARIE. PUES VA A SER LA BARBARIE.

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"El colapso, desigualdad creciente, acelerada y pavorosa, con su otra cara, la religión del crecimiento, del consumo como razón de existir. La base del individualismo y la codicia de las clases dominantes y acomodadas. La barbarie no es igualitaria, es plural. No es para los “seres humanos”, sino para grupos sociales concretos. Políticamente se concreta en múltiples variedades de neofascismos cimentados en violencia cotidiana y fanatismos identitarios y/o religiosos. Tampoco hay que extrañarse, es la respuesta política que aparece en la Historia ante las desigualdades, repetida siglo tras siglo, pero esta vez desplegada a una escala nunca conocida. Se parte de los 3.800 millones de personas que constituyen hoy la llamada “clase consumidora mundial”; personas que no van a renunciar a lo que consideran “suyo” debido a una propaganda omnipresente; pero es también la barbarie de los más de 3.400 millones de excluidos que forman las clases subalternas. Mejor 1984 que Un mundo feliz. La barbarie no es una excepción a la regla de que la realidad siempre supera la ficción.

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“Con sorprendente frecuencia se oyen y leen críticas sobre los excesos del capitalismo financiero, causante cierto de la crisis global que padece el sistema económico que él mismo ha creado y que sufre la gran mayoría de la sociedad. Es la gran paradoja de un modelo, neoliberal se dice hoy, que se reinventa cada algunas décadas pero que en el proceso de automantenerse deja desigualdades, injusticias sociales, desequilibrios y tendencias neofascistas, pero también, y de forma cada vez más creciente, gravísimas huellas ecológicas en un Planeta ahogado; en una Tierra que no tiene capacidad para acoger más impactos sobre sus elementos vivos: los ecosistemas y entre ellos el humano ATTAC.

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(ECO)SOCIALISMO.O BARBARIE. PUES VA A SER LA BARBARIE.
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Rebelión viernes 17 de febrero del 2019.
Miguel Muñiz
El teniente de cazadores ordenó:
«La puerca tiene que nadar».
El cazador Runge regresó una hora después;
«La puerca ya está nadando».
Berlín, 1919
Enero es agua en el canal de Landwehr
donde van borrándose las manos
de Rosa Luxemburg.
Jorge Riechmann (1987)

Por desgracia el título no es una amenaza, sino una realidad. La barbarie nos acompaña desde hace tiempo. De nada sirve engañarse planteando alternativas para hacerle frente, fijar límites temporales (2030, 2050…) que cada vez son más irreales. Como escribe José A. Tapia Granados, con total honestidad, sobre el cambio climático: “Entonces, ¿qué hacer? Mi respuesta es, dicho mal y pronto, que no lo sé. Tengo enormes dudas, aunque algunas cosas son obvias.”.
La barbarie no es sólo el cambio climático (con sus sequías, inundaciones, extinciones de especies y alteraciones geográficas), es el agotamiento acelerado de recursos energéticos y naturales, las ingentes emisiones de residuos (sólidos, líquidos y gases), la contaminación química, la pérdida de suelo fértil, la escasez de agua potable…, todo aquello que alimenta el demencial binomio producción-destrucción, y sus consecuencias: migraciones masivas, hambrunas, exterminios, etc; el cuadro conocido que nos lleva al colapso.
El colapso, desigualdad creciente, acelerada y pavorosa, con su otra cara, la religión del crecimiento, del consumo como razón de existir. La base del individualismo y la codicia de las clases dominantes y acomodadas. La barbarie no es igualitaria, es plural. No es para los “seres humanos”, sino para grupos sociales concretos. Políticamente se concreta en múltiples variedades de neofascismos cimentados en violencia cotidiana y fanatismos identitarios y/o religiosos. Tampoco hay que extrañarse, es la respuesta política que aparece en la Historia ante las desigualdades, repetida siglo tras siglo, pero esta vez desplegada a una escala nunca conocida.
Se parte de los 3.800 millones de personas que constituyen hoy la llamada “clase consumidora mundial”; personas que no van a renunciar a lo que consideran “suyo” debido a una propaganda omnipresente; pero es también la barbarie de los más de 3.400 millones de excluidos que forman las clases subalternas. Mejor 1984 que Un mundo feliz. La barbarie no es una excepción a la regla de que la realidad siempre supera la ficción.
A medida que aumentan las desigualdades, que aumentan las clases acomodadas, que se hunden más y más las clases subalternas, ¿qué pasará? ¿Tienen sentido las alternativas globales”, las grandes palabras, o mejor centrarse en el conocimiento de la barbarie concreta?.


Creo que he resuelto una pequeña pieza del puzzle en la Historia del Socialismo. El lema de Climate & Capitalismo. “Ecosocialismo o barbarie: no hay tercera. Rosa de Luxemburgo.

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Conocimiento concreto. Saber cuántos somos, cuántos son. Las clases dominantes, las clases acomodadas (las clases consumidoras globales) y las clases subalternas no se reparten homogéneamente. Estudiar lo cercano, ¿cuál es su proporción en la Europa de hoy?, ¿y en España?, ¿cuántas personas forman las clases dominantes? ¿Cuántas las clases acomodadas? ¿Cuántas las clases subalternas? ¿Cuántas personas son realmente precarias, más allá de la precariedad oficial? Sin número no hay resistencia real, sólo discurso.
La realidad es compleja, dejar los porcentajes banales, eso tan confortable de que “somos el 99%”, o “el 80%, dejar el “todas y todos”, el tod@s, los “ismos” tan repetidos y tan vacíos, los ecologismos, ecosocialismos, ecofeminismos, decrecentismos, etc., abandonemos (si podemos) las zonas de confort trabajosamente conseguidas.
La barbarie se inscribe en la coherencia lógica del antropoceno, es la pauta dominante de la mayoría de la especie humana desde su aparición. En el siglo XX, el resultado natural de la semilla sembrada tras la primera y la segunda guerra mundial, arraigada y desarrollada durante los largos años de guerra fría; que eclosionó con la victoria absoluta del neoliberalismo a finales del siglo; que se expandió, ya iniciado el siglo XXI, vía especulación financiera desenfrenada, y que mostró su poder absoluto en 2008. Ha establecido la agenda, el proyecto que se desarrollará en el siglo XXI.
Analizar y resistir, cómo sobrellevarla y convivir dentro de ella aceptando su hegemonía, las complicidades que llevan a que se imponga. Analizar contradicciones concretas y puntos de ruptura, sin elevarlos a la categoría de alternativas. Dejando de redactar denuncias sin destinatarios tangibles y propuestas de movilización sin objetivos definidos, acciones, calendarios y balances críticos de lo que se hace. Cada escrito como resultado final de un trabajo social, no un llamamiento inicial a “hacer algo”. Se escribiría mucho menos, pero se actuaría mucho más.
Porque quien percibe la barbarie dispone de una ingente cantidad de información que crece día a día: artículos, discursos, panfletos, blogs, webs, libros, informes, monográficos, dossieres. Miles de expertos escriben. Un cálculo aproximado: sólo en 2018 se publicó un mínimo de 185 libros de denuncia de las múltiples facetas de la barbarie; añadamos a ello informes, videos en youtube, webs, blogs y documentos de todo tipo. La desproporción entre lo publicado y lo actuado crece.
Estudiar las geopolíticas y buscar siempre el mal menor, no la alternativa satisfactoria, pero imposible de llevar a la práctica.

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