"El
colapso, desigualdad creciente, acelerada y pavorosa, con su otra cara, la
religión del crecimiento, del consumo como razón de existir. La base del
individualismo y la codicia de las clases dominantes y acomodadas. La barbarie
no es igualitaria, es plural. No es para los “seres humanos”, sino para grupos
sociales concretos. Políticamente se concreta en múltiples variedades de
neofascismos cimentados en violencia cotidiana y fanatismos identitarios y/o
religiosos. Tampoco hay que extrañarse, es la respuesta política que aparece en
la Historia ante las desigualdades, repetida siglo tras siglo, pero esta vez
desplegada a una escala nunca conocida. Se
parte de los 3.800 millones de personas que constituyen hoy la llamada “clase
consumidora mundial”; personas que no van a renunciar a lo que consideran
“suyo” debido a una propaganda omnipresente; pero es también la barbarie de los
más de 3.400 millones de excluidos que forman las clases subalternas.
Mejor 1984 que Un mundo feliz. La barbarie no es
una excepción a la regla de que la realidad siempre supera la ficción.
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“Con
sorprendente frecuencia se oyen y leen críticas sobre los excesos del
capitalismo financiero, causante cierto de la crisis global que padece el
sistema económico que él mismo ha creado y que sufre la gran mayoría de la
sociedad. Es la gran paradoja de un modelo, neoliberal se dice hoy, que se
reinventa cada algunas décadas pero que en el proceso de automantenerse deja
desigualdades, injusticias sociales, desequilibrios y tendencias neofascistas,
pero también, y de forma cada vez más creciente, gravísimas huellas ecológicas en un
Planeta ahogado; en una Tierra que no tiene capacidad para acoger más impactos
sobre sus elementos vivos: los ecosistemas y entre ellos el humano ATTAC.
***
(ECO)SOCIALISMO.O BARBARIE.
PUES VA A SER LA BARBARIE.
*****
Rebelión
viernes 17 de febrero del 2019.
Miguel Muñiz
El teniente de cazadores
ordenó:
«La puerca tiene que nadar».
El cazador Runge regresó una hora después;
«La puerca ya está nadando».
Berlín, 1919
«La puerca tiene que nadar».
El cazador Runge regresó una hora después;
«La puerca ya está nadando».
Berlín, 1919
Enero es agua en el canal
de Landwehr
donde van borrándose las manos
de Rosa Luxemburg.
Jorge Riechmann (1987)
donde van borrándose las manos
de Rosa Luxemburg.
Jorge Riechmann (1987)
Por
desgracia el título no es una amenaza, sino una realidad. La barbarie nos
acompaña desde hace tiempo. De nada sirve engañarse planteando alternativas
para hacerle frente, fijar límites temporales (2030, 2050…) que cada vez
son más irreales. Como escribe José A. Tapia Granados, con total honestidad,
sobre el cambio climático: “Entonces, ¿qué hacer? Mi respuesta es, dicho mal y
pronto, que no lo sé. Tengo enormes dudas, aunque algunas cosas son obvias.”.
La
barbarie no es sólo el cambio climático (con sus sequías, inundaciones,
extinciones de especies y alteraciones geográficas), es el agotamiento
acelerado de recursos energéticos y naturales, las ingentes emisiones de
residuos (sólidos, líquidos y gases), la contaminación química, la pérdida de
suelo fértil, la escasez de agua potable…, todo aquello que alimenta el
demencial binomio producción-destrucción, y sus consecuencias: migraciones
masivas, hambrunas, exterminios, etc; el cuadro conocido que nos lleva al
colapso.
El
colapso, desigualdad creciente, acelerada y pavorosa, con su otra cara, la
religión del crecimiento, del consumo como razón de existir. La base del
individualismo y la codicia de las clases dominantes y acomodadas. La barbarie
no es igualitaria, es plural. No es para los “seres humanos”, sino para grupos
sociales concretos. Políticamente se concreta en múltiples variedades de
neofascismos cimentados en violencia cotidiana y fanatismos identitarios y/o
religiosos. Tampoco hay que extrañarse, es la respuesta política que aparece en
la Historia ante las desigualdades, repetida siglo tras siglo, pero esta vez
desplegada a una escala nunca conocida.
Se
parte de los 3.800 millones de personas que constituyen hoy la llamada “clase
consumidora mundial”; personas que no van a renunciar a lo que consideran
“suyo” debido a una propaganda omnipresente; pero es también la barbarie de los
más de 3.400 millones de excluidos que forman las clases subalternas.
Mejor 1984 que Un mundo feliz. La barbarie no es
una excepción a la regla de que la realidad siempre supera la ficción.
A
medida que aumentan las desigualdades, que aumentan las clases acomodadas, que
se hunden más y más las clases subalternas, ¿qué pasará? ¿Tienen sentido las “alternativas
globales”, las grandes palabras, o mejor centrarse en el conocimiento de la
barbarie concreta?.
Creo que he resuelto una pequeña pieza del puzzle en la
Historia del Socialismo. El lema de Climate & Capitalismo. “Ecosocialismo o
barbarie: no hay tercera. Rosa de Luxemburgo.
***
Conocimiento
concreto. Saber cuántos somos, cuántos son. Las clases dominantes, las clases
acomodadas (las clases consumidoras globales) y las clases subalternas no se
reparten homogéneamente. Estudiar lo cercano, ¿cuál es su proporción en la
Europa de hoy?, ¿y en España?, ¿cuántas personas forman las clases dominantes?
¿Cuántas las clases acomodadas? ¿Cuántas las clases subalternas? ¿Cuántas
personas son realmente precarias, más allá de la precariedad oficial? Sin
número no hay resistencia real, sólo discurso.
La
realidad es compleja, dejar los porcentajes banales, eso tan confortable de que
“somos el 99%”, o “el 80%, dejar el “todas y todos”, el tod@s, los
“ismos” tan repetidos y tan vacíos, los ecologismos, ecosocialismos,
ecofeminismos, decrecentismos, etc., abandonemos (si podemos) las zonas de
confort trabajosamente conseguidas.
La
barbarie se inscribe en la coherencia lógica del antropoceno, es la pauta
dominante de la mayoría de la especie humana desde su aparición. En el siglo
XX, el resultado natural de la semilla sembrada tras la primera y la segunda
guerra mundial, arraigada y desarrollada durante los largos años de guerra
fría; que eclosionó con la victoria absoluta del neoliberalismo a finales del
siglo; que se expandió, ya iniciado el siglo XXI, vía especulación financiera
desenfrenada, y que mostró su poder absoluto en 2008. Ha establecido la agenda,
el proyecto que se desarrollará en el siglo XXI.
Analizar
y resistir, cómo sobrellevarla y convivir dentro de ella aceptando su
hegemonía, las complicidades que llevan a que se imponga. Analizar
contradicciones concretas y puntos de ruptura, sin elevarlos a la categoría
de alternativas. Dejando de redactar denuncias sin
destinatarios tangibles y propuestas de movilización sin objetivos definidos,
acciones, calendarios y balances críticos de lo que se hace. Cada escrito como
resultado final de un trabajo social, no un llamamiento inicial a “hacer algo”. Se escribiría mucho
menos, pero se actuaría mucho más.
Porque
quien percibe la barbarie dispone de una ingente cantidad de información que
crece día a día: artículos, discursos, panfletos, blogs, webs, libros,
informes, monográficos, dossieres. Miles de expertos escriben. Un cálculo
aproximado: sólo en 2018 se publicó un mínimo de 185 libros de denuncia de las
múltiples facetas de la barbarie;
añadamos a ello informes, videos en youtube, webs, blogs y documentos de
todo tipo. La desproporción entre lo publicado y lo actuado crece.
Estudiar las
geopolíticas y buscar siempre el mal menor, no la alternativa satisfactoria,
pero imposible de llevar a la práctica.
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