LOS GOBIERNOS
PROGRESISTAS LATINOAMERICANOS DEL SIGLO XXI. ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN
HISTÓRICA. Importante
e interesante trabajo de investigación político-económico, en un
escenario múltiple latinoamericano del progresismo
democrático y de izquierda, que se empoderó la primera década del siglo XXI en América latina. Su ascenso al Gobierno – no tocó el
Estado y “respeto” el Poder burgués - sus políticas económicas con respecto
al neoliberalismo y la crisis mundial
de octubre del 2008 y al final que pasó con los gobiernos progresistas.
Cuál fue en realidad el centro de la crisis política – el llamado
fin del ciclo progresista – por el contrario, se mantienen “vivas las llamas “libertarias”
de la izquierda latinoamericana – y no fueron derrotadas por el ascenso
“democrático-electoral” de la derecha político-empresarial-neoliberal
– con fuerte “olor” a las viejas
oligarquías – y en otros escenarios
con la torpeza de un odio y violentismo
al liquidar sus Derechos Sociales, conseguidos, durante la primera década del siglo XXI y su lucha
permanente con Movimientos Sociales anti-globalización
neoliberal. En realidad, para nosotros, este es el escenario principal,
desde donde tenemos la gran capacidad de forjar y construir un “nuevo camino de
esperanza” la unidad, organización y movilización de la Sociedad Civil – el Poder
Popular – de la Nueva Izquierda Democrática y Progresista, en la lucha diaria y permanente de los Pueblos de Nuestra
América, la Patria Grande. Pablo Raúl Fernández Llerena.
/////
LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS LATINOAMERICANOS
DEL SIGLO XXI.
Ensayos de interpretación histórica.
*****
Autores. Frank Gaudichaud. Massino Modonesi y Jeffery R. Weber.
UNAM. Ediciones.
Rebelión viernes 9 de agosto del 2019.
El reciente ensayo crítico sobre
la actual coyuntura latinoamericana Los
gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de
interpretación histórica, escrito por
los investigadores y militantes Franck Gaudichaud, Massimo Modonesi y Jeffery
R. Webber, publicado por UNAM Ediciones, está ahora disponible en formato PDF,
en línea:
La obra también se encuentra también en formato
impreso, para adquirirlo escribir a: suscripciones.fcpys@gmail.com
Aquí abajo el resumen y el sumario, seguidos de la
introducción a cargo de Massimo Modonesi.
RESUMEN
En el primer quinquenio del 2000
se produjo en América Latina una oleada de derrotas electorales de los antes “invencibles” partidarios del
neoliberalismo y la correspondiente apertura de uno de los más grandes procesos
de recambio relativo de los grupos dirigentes que ha visto la historia de la
región. Así, en la primera década del
siglo XXI, se contaron tantos gobiernos de tinte progresista como no se
veían desde los años treinta y cuarenta del siglo anterior. Estos gobiernos
lograron instalar cierto grado de hegemonía que les permitió sostenerse por un
ciclo temporal sorprendentemente largo -que varía entre 10 y casi 20 años de
gobierno. Sin embargo, en los últimos años, por múltiples razones, este proceso
entró en una etapa de agotamiento – el
llamado “fin de ciclo”. Tratando de dar cuenta de forma integral del
ascenso, consolidación y crisis de estas experiencias políticas, en este libro
se pretenden ofrecer claves de lectura para atender los desafíos analíticos
relacionados con dos elementos trascendentes, que le otorgan un valor que
inclusive rebasa la dimensión latinoamericana: su historicidad y su politicidad.
ÍNDICE
Presentación
Capítulo 1. Conflictos, sangre y esperanzas. Progresismos y
movimientos populares en el torbellino de la lucha de clases latinoamericana Franck Gaudichaud
Capítulo 2. Mercado mundial, desarrollo desigual y patrones de
acumulación: la política económica de la izquierda latinoamericana Jeffery Webber
Capítulo 3. El progresismo latinoamericano: un debate de época Massimo Modonesi
PRESENTACION por Massimo Modonesi.
En el primer quinquenio del 2000
se produjo en América Latina una oleada de derrotas electorales de los antes “ invencibles ” partidarios del
neoliberalismo y la correspondiente apertura de uno de los más grandes procesos
de recambio relativo de los grupos dirigentes que ha visto la historia de la
región. Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay, Ecuador, Nicaragua y El
Salvador, en una breve secuencia que se aceleró entre 2002 y 2006, pasaron a ser gobernados
por partidos y presidentes que se declaraban
antineoliberales. Así, en la primera
década del siglo XXI, se contaron tantos gobiernos de tinte progresista
como no se veían desde los años treinta y cuarenta del siglo anterior. Estos
gobiernos lograron instalar cierto grado de hegemonía que les permitió
sostenerse por un ciclo temporal sorprendentemente largo – que varía entre 10 y
casi 20 años de gobierno- que incluyó tres procesos constituyentes, varias
re-elecciones presidenciales, logrando inclusive sostener el recambio del
titular del ejecutivo al interior del mismo partido (salvo el de Bolivia y Nicaragua). Sin embargo, en los últimos
años, por múltiples razones que se analizarán en el libro, este proceso entró
en una etapa de agotamiento – el llamado “ fin de ciclo ”– que se manifestó en la derrota
electoral en Argentina en 2015, el
golpe institucional en Brasil 2016,
la negativa plebiscitaria a la re- elección de Evo Morales en Bolivia ese mismo año, la apretada victoria de Lenin Moreno en 2017 y su casi
inmediato enfrentamiento con Rafael
Correa en Ecuador, y que se presenta en forma explosiva tanto en la crisis venezolana desde 2014 como en la
del “ orteguismo ” en Nicaragua en 2018.
Tratando de dar cuenta de forma integral del ascenso, consolidación y crisis de
estas experiencias políticas, en este libro se pretenden ofrecer claves de
lectura para atender los desafíos analíticos relacionados con dos elementos
trascendentes, que le otorgan un valor que inclusive rebasa la dimensión
latinoamericana: su historicidad y su
politicidad.
La historicidad del ciclo progresista es evidente en el corto plazo ya que constituye un capítulo significativo de historia del tiempo presente – que podemos llamar provisionalmente las dos décadas del progresismo latinoamericano – , marcado por la línea de tensión neoliberalismo-antineoliberalismo-posneoli- beralismo, por la discontinuidad que introdujeron los gobiernos, su discurso y sus prácticas, respecto del ciclo neoliberal anterior. De allí que se justifique la expresión de “cambio de época”.
Al mismo tiempo, y esto interpela la caracterización de su politicidad, no es igualmente evidente su alcance en términos de “hacer época”, lo cual, como sugería Gramsci, implica marcar un quiebre profundo y duradero, una diferencia cualitativa que podríamos enmarcar en la distancia que separa un cambio de una transformación, que rebasa el nivel estrictamente político para sedimentar a nivel estructural y cultural. En este sentido, los gobiernos que se proclamaron posneoliberales e incluso revolucionarios, fueron evaluados con esta vara tanto desde su derecha como su izquierda y, en ambos casos, por ir demasiado lejos o por quedarse cortos respecto de las proclamas y las aspiraciones.
La historiografía de las próximas décadas, sopesando estos fenómenos en un impacto que todavía no podemos medir plenamente, nos permitirá evaluar el alcance de estas dos décadas progresistas en el mediano y largo plazos. Un alcance que podría llegar a compararse, mutatis mutandi, con el impacto de los gobiernos progresistas latinoamericanos de los años treinta y cuarenta, los cuales fueron la consecuencia de otra oleada o ciclo de movilización popular y que operaron como solución de compromiso, como forma de temperar y desactivar el conflicto, abriendo una época de revolución pasiva que resultó bastante exitosa en el corto plazo, pero se agotó inexorablemente en el mediano plazo.
La historicidad del ciclo progresista es evidente en el corto plazo ya que constituye un capítulo significativo de historia del tiempo presente – que podemos llamar provisionalmente las dos décadas del progresismo latinoamericano – , marcado por la línea de tensión neoliberalismo-antineoliberalismo-posneoli- beralismo, por la discontinuidad que introdujeron los gobiernos, su discurso y sus prácticas, respecto del ciclo neoliberal anterior. De allí que se justifique la expresión de “cambio de época”.
Al mismo tiempo, y esto interpela la caracterización de su politicidad, no es igualmente evidente su alcance en términos de “hacer época”, lo cual, como sugería Gramsci, implica marcar un quiebre profundo y duradero, una diferencia cualitativa que podríamos enmarcar en la distancia que separa un cambio de una transformación, que rebasa el nivel estrictamente político para sedimentar a nivel estructural y cultural. En este sentido, los gobiernos que se proclamaron posneoliberales e incluso revolucionarios, fueron evaluados con esta vara tanto desde su derecha como su izquierda y, en ambos casos, por ir demasiado lejos o por quedarse cortos respecto de las proclamas y las aspiraciones.
La historiografía de las próximas décadas, sopesando estos fenómenos en un impacto que todavía no podemos medir plenamente, nos permitirá evaluar el alcance de estas dos décadas progresistas en el mediano y largo plazos. Un alcance que podría llegar a compararse, mutatis mutandi, con el impacto de los gobiernos progresistas latinoamericanos de los años treinta y cuarenta, los cuales fueron la consecuencia de otra oleada o ciclo de movilización popular y que operaron como solución de compromiso, como forma de temperar y desactivar el conflicto, abriendo una época de revolución pasiva que resultó bastante exitosa en el corto plazo, pero se agotó inexorablemente en el mediano plazo.
En esta inflexión hegemónica, apareció otro ciclo de movilización y de
conflicto que inició entre finales de los años cuarenta y mediados de los años cincuenta y terminó en los años setenta, con la oleada militarista que arrasó con las
diversas expresiones – nacional-populares
y socialistas revolucionarias – de
movimientos populares construidos y
fortalecidos a lo largo de – por lo menos – medio siglo de historia. La hipótesis de que existan rasgos
similares en la configuración de estos dos ciclos históricos merece ser
explorada por medio un tratamiento mucho más profundo y sistemático, pero
podemos prever que será parte de un ejercicio comparativo y de un análisis de los ciclos políticos de mediana duración en América
Latina. Más allá de su alcance histórico, respecto de su politicidad,
es decir su composición política, la experiencia latinoamericana planteó su
propia contribución al debate-proceso de renovación/reconfiguración
de las izquierdas a nivel mundial, a
casi 30 años de la caída del muro de
Berlín. Salvadas las diferencias y las especificidades que aparecerán a lo
largo del libro, podemos sostener que la América
Latina de inicio del siglo XXI
fue caracterizada por la irrupción un antineoliberalismo
desde abajo que derivó en proyecto progresista implementado
desde arriba, que se proclamó posneoliberal,
fue cuestionado por sus rasgos
populistas y terminó siendo acorralado por una combinación de protestas surgidas a su izquierda y por
la reacción restauradora de las derechas neoliberales de matriz oligárquica.
La noción de progresismo es conceptualmente vasta y ambigua como lo es el campo real de las expresiones y configuraciones de izquierda, centro- izquierda y nacional-populares que conquistaron el poder estatal. Así lo entendieron los mismos gobernantes al buscar un mínimo común denominador, de la misma manera que los críticos, los opositores y los analistas intentando evidenciar un modelo o un formato transversal. Por ello, convirtiéndose en una palabra escurridiza pero omnipresente, la de “progresista” se asentó como el adjetivo calificativo con el cual convencionalmente se han caracterizado a los gobiernos y se ha vuelto, por lo tanto, una palabra clave en el léxico de los debates en curso, tanto en el terreno político como en el académico. Por otra parte, en relación con los contenidos que pretende designar, la noción de progresismo tiene la virtud de apuntar a aspectos constitutivos de los proyectos y las prácticas de estos gobiernos. En efecto, esta noción pertenece al lenguaje por medio del cual se designó, históricamente, desde la izquierda marxista, a los programas y las fuerzas sociales y políticas socialdemócratas, populistas o nacional-populares que buscaban transformar y reformar al capitalismo introduciendo dosis de intervención y regulación estatal y de redistribución de la riqueza: en el caso latinoamericano, con un nítido acento antiimperialista y desarrollista.
Este último aspecto, ahora presentado como neo-desarrollismo, se conecta con la noción de progreso y contribuye a definir el horizonte y el carácter del proyecto, así como de las críticas que, desde perspectivas ambientalistas, ecosocialistas o poscoloniales, cuestionan frontalmente la idea de progreso y la de desarrollo tanto en sus expresiones de los siglos pasados como en su prolongación en el siglo XXI. Hay que señalar que, de la mano del progresismo, otro concepto polémico – sobre el cual no vamos a detenernos por la complejidad que implica – rondó el debate latinoamericano: el de populismo. Valga sólo un comentario sobre la ambivalencia de una noción que sirvió a las derechas para cuestionar, desde posturas conservadoras o reaccionarias, el estatalismo, el asistencialismo- clientelismo y el autoritarismo, puntos críticos a los cuales las izquierdas opositoras agregaban la falta de consistencia antineoliberal y anticapitalista, un interclasismo forzado que en realidad cobijaba la continuidad substancial de las división entre clases y, en su seno, la emergencia de determinados grupos, fracciones o burocracias que ocupaban lugares cruciales en las relaciones de dominación.
La noción de progresismo es conceptualmente vasta y ambigua como lo es el campo real de las expresiones y configuraciones de izquierda, centro- izquierda y nacional-populares que conquistaron el poder estatal. Así lo entendieron los mismos gobernantes al buscar un mínimo común denominador, de la misma manera que los críticos, los opositores y los analistas intentando evidenciar un modelo o un formato transversal. Por ello, convirtiéndose en una palabra escurridiza pero omnipresente, la de “progresista” se asentó como el adjetivo calificativo con el cual convencionalmente se han caracterizado a los gobiernos y se ha vuelto, por lo tanto, una palabra clave en el léxico de los debates en curso, tanto en el terreno político como en el académico. Por otra parte, en relación con los contenidos que pretende designar, la noción de progresismo tiene la virtud de apuntar a aspectos constitutivos de los proyectos y las prácticas de estos gobiernos. En efecto, esta noción pertenece al lenguaje por medio del cual se designó, históricamente, desde la izquierda marxista, a los programas y las fuerzas sociales y políticas socialdemócratas, populistas o nacional-populares que buscaban transformar y reformar al capitalismo introduciendo dosis de intervención y regulación estatal y de redistribución de la riqueza: en el caso latinoamericano, con un nítido acento antiimperialista y desarrollista.
Este último aspecto, ahora presentado como neo-desarrollismo, se conecta con la noción de progreso y contribuye a definir el horizonte y el carácter del proyecto, así como de las críticas que, desde perspectivas ambientalistas, ecosocialistas o poscoloniales, cuestionan frontalmente la idea de progreso y la de desarrollo tanto en sus expresiones de los siglos pasados como en su prolongación en el siglo XXI. Hay que señalar que, de la mano del progresismo, otro concepto polémico – sobre el cual no vamos a detenernos por la complejidad que implica – rondó el debate latinoamericano: el de populismo. Valga sólo un comentario sobre la ambivalencia de una noción que sirvió a las derechas para cuestionar, desde posturas conservadoras o reaccionarias, el estatalismo, el asistencialismo- clientelismo y el autoritarismo, puntos críticos a los cuales las izquierdas opositoras agregaban la falta de consistencia antineoliberal y anticapitalista, un interclasismo forzado que en realidad cobijaba la continuidad substancial de las división entre clases y, en su seno, la emergencia de determinados grupos, fracciones o burocracias que ocupaban lugares cruciales en las relaciones de dominación.
El cerco hacia la hipótesis y las prácticas progresistas, cuestionadas
bajo el rótulo de populistas, se
intensificó a partir de que, a partir de
2013, se sintieran los efectos de la crisis
económica mundial de 2008 y, por lo tanto, los gobiernos ya no dispusieran
de los recursos para garantizar tanto la acumulación como la redistribución de
la riqueza. Desde abajo y a la izquierda
del progresismo, a veces desgajándose de los perímetros de las alianzas y coaliciones de gobiernos, otras
desde una independencia nunca abandonada, brotaron diversas experiencias de luchas, movilizaciones y protestas que,
sin lograr articular una alternativa de izquierda consistente y manteniéndose dispersas o
esporádicas, mostraron grietas y rupturas en el flanco izquierdo de la hegemonía
progresista. Sin embargo, en el contexto de una crisis que se hacía
orgánica, fueron las derechas
latinoamericanas, como lo señalamos al principio, las que aprovecharon la
coyuntura para recuperar la iniciativa política que habían perdido a mediados
de los años 2000. Una recuperación
relativa que está mostrando muy rápidamente su límite, no sólo porque no ha
logrado extenderse y generalizarse y porque, tanto en Brasil como en Argentina, el proyecto restaurador de las élites neoliberales y de las viejas oligarquías se presentó de forma brutal, sin tapujos ni veleidades
de construcción de consenso, mostrando la rapacidad y el cinismo en el
ejercicio de gobierno, así como la ineficacia de las fórmulas económicas.
En el escenario actual, abierto a múltiples desenlaces, hay que reconocer que el progresismo, a pesar de su indiscutible crisis y de sus evidentes miserias, no ha muerto ni terminado en el basurero de la historia sino que continua siendo una opción que se coloca como alternativa a la derechización en el terreno de la disputa del poder estatal, mientras que las izquierdas sociales o anticapitalistas, los movimientos y las organizaciones en lucha se mantienen en el respetable e imprescindible pero acotado terreno de la resistencia, con dificultad para constituirse como polos de acumulación y de expansión de fuerzas. Por ello, a pesar de sus derrotas, su crisis y el avanzar inexorable del fin del ciclo histórico y político, en el cual se manifestaba cierta hegemonía progresista, desde varios lugares se sigue insistiendo en esta fórmula, en un nuevo progresismo que no reniega sino simplemente enmienda los límites o los errores del viejo /1
En el escenario actual, abierto a múltiples desenlaces, hay que reconocer que el progresismo, a pesar de su indiscutible crisis y de sus evidentes miserias, no ha muerto ni terminado en el basurero de la historia sino que continua siendo una opción que se coloca como alternativa a la derechización en el terreno de la disputa del poder estatal, mientras que las izquierdas sociales o anticapitalistas, los movimientos y las organizaciones en lucha se mantienen en el respetable e imprescindible pero acotado terreno de la resistencia, con dificultad para constituirse como polos de acumulación y de expansión de fuerzas. Por ello, a pesar de sus derrotas, su crisis y el avanzar inexorable del fin del ciclo histórico y político, en el cual se manifestaba cierta hegemonía progresista, desde varios lugares se sigue insistiendo en esta fórmula, en un nuevo progresismo que no reniega sino simplemente enmienda los límites o los errores del viejo /1
Los tres capítulos que componen esta obra pretenden ofrecer un panorama
ágil, crítico y, al mismo tiempo, preciso de este proceso. Cada uno de ellos aborda una dimensión fundamental
que incluye la perspectiva histórica y apunta a caracterizar la politicidad
de este proceso transcendental para América Latina.
En el primer capítulo, proponemos una periodización de las complejas relaciones
entre luchas de clase, progresismos, izquierdas y movimientos populares de
los años noventa a nuestros días. Allí, se insiste, en primera instancia, en la
emergencia plebeya, en los movimientos y las resistencias que han fisurado la hegemonía neoliberal y el Consenso de Washington. Se muestra
posteriormente el ascenso de los gobiernos progresistas,
de centro-izquierda o nacional populares y antiimperialistas a partir de 1998-1999 con la elección Hugo Chávez. La segunda mitad de los años 2000 aparecen entonces
como una “edad” de institucionalización-burocratización de los
progresismos, de la experiencia
bolivariana y de una redistribución parcial de los ingresos de las
exportaciones en el cuadro de diversas formas de capitalismo de Estado. Por último, insistimos en el reflujo
político, las derivas autoritarias,
la formación de nuevas castas en el
poder, las tensiones con los
movimientos populares y el regreso de las derechas a partir de 2013. Un periodo “en tensión”, también caracterizado
por nuevas dinámicas de lucha y acciones
colectivas, viniendo tanto de los sectores conservadores de la sociedad
como de movimientos sociales antagonistas y emancipadores.
En el segundo capítulo, analizamos la política económica
de la izquierda latinoamericana, vinculando los ritmos de la acumulación capitalista y la crisis en la
región, con la dinámica internacional del mercado mundial y los caprichos geopolíticos del imperialismo estadounidense y
chino en el siglo XXI. En el capítulo se estudia el ascenso, la
consolidación y, finalmente, la crisis del neoliberalismo en América Latina
durante los años ochenta y noventa, el auge de las materias primas y el
fortalecimiento electoral de la izquierda
entre 2003 y 2011, y las repercusiones económicas y políticas de la última crisis mundial capitalismo – la Gran Recesión de 2008 – que comenzó a
afectar América Latina seriamente en
2012. En el capítulo se explica la relación
dialéctica entre las temporalidades políticas y económicas de América Latina
en las últimas décadas, enfatizando rupturas y continuidades en la política económica de la región durante las
diferentes fases de los gobiernos progresistas.
En el tercer capítulo, analizamos el debate que, sobre
este pasaje histórico, en particular sobre el parteaguas del asentamiento de los gobiernos progresistas, se
entabló en la intelectualidad
latinoamericana de izquierda. Ordenamos las coordenadas generales del
debate y se reseñan los principales argumentos de las distintas posturas nacional-populares,
populistas, anticapitalistas, autonomistas-libertarias, ecologistas y pos-colonialistas.
En el trasfondo, señalamos una tensión teórico-política, en los antípodas del
debate, entre una tendencia hegemonista y otra autonomista, entre la defensa de
la iniciativa desde arriba, desde el
Estado, a partir de alianzas
interclasistas y por medio de reformas limitadas y dosificadas y la crítica
de esta opción a partir de la defensa de la iniciativa desde abajo y la
necesidad de un radicalismo
antisistémico. Por último, se incluyen conclusiones que buscan ordenar y
resumir las principales ideas del libro y de abrir una ventana hacia el futuro.
Esperamos que la lectura estimule el
análisis y el balance crítico de las experiencias políticas que trastocaron el orden
neoliberal en América Latina y
significaron un parteaguas histórico,
cuyas consecuencias estamos viviendo y sobre la cuales tenemos que reflexionar en clave
estratégica si queremos anticipar y co-construir futuros deseables y
emancipadores para Nuestra América.
Junio de 2018.
1/ Véase, por ejemplo,
Aloizio Mercadante y Marcelo Zero (coordinadores), Gobiernos del PT: Un legado
para el futuro , CLACSO-Fundação
Perseu Abramo-Partido dos Trabalhadores, Buenos Aires-San Pablo, 2018; Fander
Falconi, “ ¿Qué significa ser
progresista hoy? ”, Argentina, Nodal.am 28 de marzo de 2018, quien, dicho
sea de paso, nunca usa la palabra “izquierda”
en su artículo pero coloca como primer punto a la democracia participativa como base de un republicanismo radical; Alfredo
Serrano Mansilla, “El nuevo
progresismo latinoamericano ” ,México, La Jornada.com.mx 28 de abril de
2018.
REFERENCIAS
Franck Gaudichaud, Jeffery Webber, Massimo
Modonesi, Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI.
Ensayos de interpretación histórica, Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 2019, ISBN:
978-607-30-1770-1.
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