SOCIOLOGÍA DEL HAMBRE. CRECE EL HAMBRE EN EL
MUNDO. MILLONES DE NIÑOS ABANDONADOS POR EL ESTADO. Mientras la riqueza mundial se multiplica y concentra
en 8 Billonarios, y 5 de ellos
tienen más dinero que el 50% de la
población mundial: 3,500 millones de pobres del mundo. El capitalismo salvaje golpea fuerte
a millones de Niños. Hambre y Miseria de los Pequeños Agricultores (Agricultura
familiar) y las Comunidades Rurales. (Distantes o alejadas de los Centros
Periféricos y la Ciudad-Global). África el continente más pobre y más hambre y América Latina el
más Desigual, Inseguro y violento del
mundo. Por tercer año consecutivo
diversas agencias de NACIONES UNIDAS han documentado niveles crecientes de
hambre severa en el mundo, que afecta a 820
millones de personas. Más de 2.000 millones sufren inseguridad alimentaria “moderada o severa”. Durante el mismo periodo, el
mundo viene experimentando lo que Reuters ha denominado una “sobreabundancia
global de cereales”, con productos agrícolas excedentarios amontonados
fuera de los silos de grano y pudriéndose por falta de compradores. Está visto que el aumento de las cosechas
de grano no reduce el hambre global.
PESE A ELLO, NO PASA NI UN DÍA sin que algún dirigente académico, industrial o
político se una al coro MALTHUSIANO para
advertir de la inminencia de fenómenos de escasez de alimentos causados por el
crecimiento de la población y la limitación de los recursos naturales. Por ejemplo, Richard Linton, decano de la Facultad de Agricultura y Ciencias de la
Vida de la Universidad del Estado de Carolina del Norte, ha hecho sonar
la alarma con palabras que nos son familiares: “Tenemos que hallar la manera de
alimentar al mundo, doblando la oferta de alimentos”, ha declarado. “Y
todos sabemos qué pasará si no producimos alimentos suficientes: será la
guerra, la competición.”
“¿CÓMO ALIMENTAREMOS AL MUNDO?”, exclama el predicador. “Aumentar nuestra
abundancia”, responde el coro. Hay tanta equivocación en esta
respuesta. E incluso en la pregunta, que es profundamente arrogante. ¿Cómo alimentaremos –nosotros– al mundo?
Sabemos a qué nos referimos con esta pregunta: a los países ricos, con semillas de alto rendimiento y una
agricultura a escala industrial. EE UU
piensa que está alimentando al mundo actualmente. Pero no es cierto.
MÁS DEL 70% DE LOS ALIMENTOS CONSUMIDOS en los países en desarrollo, donde el hambre es
endémica, se cultivan en esos mismos países, en su mayor parte por pequeños
agricultores. Estos agricultores son los
principales proveedores de alimentos. Y utilizan tan solo el 30 % de los recursos agrícolas para ello
(lo que implica que la agricultura industrial utiliza el 70 % de los recursos para alimentar al 30 % de la población). Ahí
fuera no hay ningún mundo que espera de brazos cruzados que lo alimenten. La mayoría de las personas que pasan hambre
son pequeños agricultores o gente que vive
en comunidades rurales. No esperan a que les repartan alimentos; intentan activamente –y
a menudo de forma desesperada– alimentar a sus familias y sus comunidades.
/////
CRECE EL HAMBRE EN EL MUNDO.
***
(Millones de Niños(as) abandonados por los Estados. Golpea fuerte a la Agricultura Familiar. Mientras que la Riqueza Mundial se multiplica y concentra en 8 Billonarios).
***
(Millones de Niños(as) abandonados por los Estados. Golpea fuerte a la Agricultura Familiar. Mientras que la Riqueza Mundial se multiplica y concentra en 8 Billonarios).
*****
Timothy
A. Wise.
Viento
Sur.
Miércoles
31 de julio del 2019.
Por tercer año consecutivo diversas agencias de Naciones Unidas han documentado niveles crecientes de hambre severa en el mundo, que afecta a 820 millones de personas. Más de 2.000 millones sufren inseguridad alimentaria “moderada o severa”. Durante el mismo periodo, el mundo viene experimentando lo que Reuters ha denominado una “sobreabundancia global de cereales”, con productos agrícolas excedentarios amontonados fuera de los silos de grano y pudriéndose por falta de compradores. Está visto que el aumento de las cosechas de grano no reduce el hambre global.
Pese
a ello, no pasa ni un día sin que algún dirigente académico, industrial o
político se una al coro malthusiano
para advertir de la inminencia de fenómenos de escasez de alimentos causados
por el crecimiento de la población y la limitación de los recursos naturales.
Por ejemplo, Richard Linton, decano
de la Facultad de Agricultura y Ciencias de la Vida de la Universidad del
Estado de Carolina del Norte, ha hecho sonar la alarma con palabras que nos son
familiares: “Tenemos que hallar la
manera de alimentar al mundo, doblando la oferta de alimentos”, ha
declarado. “Y todos sabemos qué pasará
si no producimos alimentos suficientes: será la guerra, la competición.”
“¿Cómo alimentaremos al mundo?”, exclama el predicador. “Aumentar nuestra abundancia”, responde el coro.
Hay tanta equivocación en esta respuesta. E incluso en la pregunta, que es
profundamente arrogante. ¿Cómo alimentaremos –nosotros– al mundo? Sabemos a qué
nos referimos con esta pregunta: a los países ricos, con semillas de alto
rendimiento y una agricultura a escala industrial. EE UU piensa que está
alimentando al mundo actualmente. Pero no es cierto.
Más del 70% de los alimentos consumidos en los países
en desarrollo, donde el hambre es endémica, se cultivan
en esos mismos países, en su mayor parte por pequeños agricultores. Estos
agricultores son los principales proveedores de alimentos. Y utilizan tan solo
el 30 % de los recursos agrícolas para ello (lo que implica que la agricultura
industrial utiliza el 70 % de los recursos para alimentar al 30 % de la
población). Ahí fuera no hay ningún mundo que espera de brazos cruzados que lo
alimenten. La mayoría de las personas que pasan hambre son pequeños
agricultores o gente que vive en comunidades rurales. No esperan a que les
repartan alimentos; intentan activamente –y a menudo de forma desesperada–
alimentar a sus familias y sus comunidades.
Sin embargo, el mundo ya produce más que suficiente para alimentar a 10.000 millones de personas, o sea, unos 3.000 millones más de las que somos actualmente. ¿Por qué seguimos haciendo las cosas mal, creyendo que la producción de más mercancías agrícolas acabará con el hambre? El economista indio Amartya Sen ganó su premio Nobel por demostrar que pocas veces el hambre viene causada por la escasez de alimentos. Francés Moore Lappé nos demostró hace casi 50 años, en su obra seminal Diet for a Small Planet (Dieta para un pequeño planeta), que el hambre no viene causada por la escasez de alimentos. El hambre viene causada por la falta de poder de los productores de alimentos y de la gente pobre. Poder sobre la tierra, el agua y otros recursos naturales que permiten producir alimentos. Y poder para obtener ingresos que permitan a la gente adquirir los alimentos que necesita.
Sin embargo, el mundo ya produce más que suficiente para alimentar a 10.000 millones de personas, o sea, unos 3.000 millones más de las que somos actualmente. ¿Por qué seguimos haciendo las cosas mal, creyendo que la producción de más mercancías agrícolas acabará con el hambre? El economista indio Amartya Sen ganó su premio Nobel por demostrar que pocas veces el hambre viene causada por la escasez de alimentos. Francés Moore Lappé nos demostró hace casi 50 años, en su obra seminal Diet for a Small Planet (Dieta para un pequeño planeta), que el hambre no viene causada por la escasez de alimentos. El hambre viene causada por la falta de poder de los productores de alimentos y de la gente pobre. Poder sobre la tierra, el agua y otros recursos naturales que permiten producir alimentos. Y poder para obtener ingresos que permitan a la gente adquirir los alimentos que necesita.
El espejismo de que nosotros alimentamos al mundo
reside en lugares como Iowa, un territorio cubierto de punta
a cabo por cultivos de grano y de soja, en un sistema concebido para ocupar
hasta la última hectárea de suelo incomparablemente fértil. Pero es difícil encontrar pruebas
fehacientes de que la prolífica producción de Iowa esté alimentando a todas
las personas hambrientas del mundo en desarrollo. Iowa alimenta principalmente
a cerdos, pollos, la industria de comida basura y automóviles; la mitad de nuestro grano se destina a la
producción de etanol, y el 30 % del
aceite de soja se emplea ahora para fabricar
biocombustible. La gente pobre del mundo no puede permitirse comer carne ni
conducir un automóvil; la comida basura es lo último que necesita.
Exportamos
alrededor de la mitad de nuestras habas de soja y el 15 % de nuestro grano,
pero ni siquiera estas cantidades sirven para alimentar a los hambrientos, pues
se emplean principalmente como forraje, sobre todo para ganado porcino, en gran parte en China, el principal
país productor de cerdos del mundo. Pero la gente pobre no come esa carne, sino
que es principalmente la creciente clase media del país la que la consume. En
el mejor de los casos, la prodigiosa
producción de grano y soja de Iowa contribuye a abaratar un poco el precio
de los alimentos de las clases medias emergentes del mundo en desarrollo. Pero
es un espejismo decir que Iowa alimenta a la gente hambrienta.
Y es un espejismo peligroso pensar
que podemos resolver el problema del hambre en el mundo incrementando la
producción mundial a base de implantar la agricultura
industrial. Peligroso porque la manera en que se cultivan esos alimentos en
explotaciones de monocultivo con un uso intensivo de productos químicos, está
destruyendo literalmente la base de recursos –suelo, agua, clima– de la que
depende la futura producción de alimentos. Volvamos a Iowa: este Estado ha
perdido la mitad de la capa superficial del suelo debido a la erosión,
consecuencia de un excesivo cultivo en hileras con uso de maquinaria pesada. En la última década han pasado a cultivarse
más de 200.000 hectáreas de terrenos nuevos de reserva, ya que los agricultores
se han dedicado a plantar hasta la misma orilla de los ríos, tratando de hacer
un buen negocio gracias a los elevados precios del grano destinado a la
producción de etanol. El suelo es un
recurso renovable, pero solo si se cultiva de una manera que lo protege y lo
renueva.
Iowa tampoco consigue renovar el otro recurso
renovable que es el agua. La agricultura de este Estado es de secano, pero se
bombea agua de los acuíferos de Jordán y
Dakota con unos caudales que impiden que vuelvan a llenarse. Se precisan 19 litros de agua al día para
criar un puerco; con 20 millones de puercos, esto suma más de 139.000
millones de litros de agua al año. Se
requieren 11 litros de agua para destilar 4 litros de etanol a partir del
grano; esto suma más de 45.000 millones de litros al año. Si la producción
de etanol y de carne aumenta al ritmo previsto, estos grandes acuíferos
acabarán secándose.
Al mismo tiempo, el uso excesivo de productos químicos
requeridos para el grano y la soja contamina el agua potable y
destruye hábitats de especies que la agricultura precisa para cultivar
alimentos. Un reciente informe de Naciones
Unidas alerta sobre extinciones masivas, mientras que otro estudio
documenta “apocalipsis de los insectos”,
que incluye la pérdida de polinizadores cruciales para los cultivos. Todos los ámbitos de la agricultura de Iowa
están implicados en el cambio climático y a su vez amenazados por el mismo.
La agricultura industrial es una emisora
importante de gases de efecto invernadero: los excesivos fertilizantes vertidos en los campos de
cereales de Iowa emiten nubes de
óxido nítrico, que es más potente que el dióxido de carbono. Las granjas industriales de este Estado
también contribuyen a ella cuando se vierten los purines concentrados en los campos de los agricultores.
El clima cambiante hace que las prácticas agrícolas
actuales sean sumamente destructivas. Los modelos
de la NASA para Iowa predicen una alta probabilidad de tormentas más intensas, como
el reciente ciclón, frecuentes inundaciones y una creciente amenaza de largas sequías. Un estudio
de la Universidad de Minnesota
calcula que, en 2075, la producción de grano de Iowa será un 20 a 50 % más baja que hoy.
No es un sistema que funcione bien, y si nos preocupa
la disponibilidad global de alimentos, nosotros, en los países ricos,
deberíamos dejar de apostar por la agricultura
industrial y adoptar de inmediato dos medidas sencillas: en primer lugar, reducir el despilfarro
de alimentos, que malgasta un tercio o más de los alimentos producidos en todo
el mundo. En segundo lugar, dejar de
destinar cosechas y tierras a la producción de biocombustible.
Mientras tanto, dejemos
de alimentar el espejismo de que el aumento de la producción de mercancías
agrícolas estadounidenses contribuirá a reducir el hambre en el mundo.
______________
TIMOTHY A. WISE es el
director del Programa de derechos sobre tierras y alimentos del Small Planet
Institute de Cambridge, Massachusetts (EE UU).
Texto original en francés: https://heated.medium.com/world-hunger-is-on-the-rise-bd2ae8fc96c4
Texto original en francés: https://heated.medium.com/world-hunger-is-on-the-rise-bd2ae8fc96c4
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario