ASÍ SERÍA LA GRAN COLOMBIA SI EXISTIERA HOY
Las cuatro naciones que
alguna vez formaron la alianza soñada por Simón Bolívar después de conseguir la independencia de España tienen hoy, entre todas, un producto
interno bruto de US$952.000 millones. Si
la Gran Colombia existiese hoy, sería una nación de 96 millones de
habitantes y 2,5 millones de kilómetros cuadrados de territorio.
Las cuatro
naciones que alguna vez formaron la alianza soñada por Simón Bolívar después
de conseguir la independencia de España
tienen hoy, entre todas, un producto interno bruto de US$952.000 millones. Y
junto a un potencial económico que incluiría las mayores reservas petroleras
del mundo, un canal interoceánico y
varias de las principales metrópolis de América
Latina, sería la dueña de una variedad geográfica, cultural y social con
pocos paralelos.
¿Cómo funcionaría
políticamente? Nadie lo sabe a ciencia cierta, por supuesto.
La Gran Colombia se acabó en 1830 cuando
Ecuador, Venezuela y Colombia
tomaron sus propios caminos. Y Panamá se
convirtió en una nación independiente en
1903 al separarse de Bogotá.
VIDA TORMENTOSA
Las cuatro naciones que por cerca de una década
compartieron el experimento Grancolombiano se han caracterizado por una vida independiente tormentosa.
Colombia experimenta todavía uno de los conflictos armados más
largos del mundo, que el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC aspira a
terminar pronto.
Ecuador experimentó en los dos siglos de vida independiente numerosos
alzamientos militares.
Panamá tuvo una complejísima relación con Estados Unidos que incluyó la
controversia colonial en torno a la zona del canal y la traumática invasión de
diciembre de 1989.
Y Venezuela, por supuesto, vive en la actualidad una profunda
crisis económica en medio de la enorme polarización política que produjo la
llamada Revolución Bolivariana y el bloqueo criminal impuesto por el Imperio.
¿Habrían estado mejor si hubieran seguido juntos? Es terreno de
especulaciones. También es cierto que, cada una por su lado, estas cuatro naciones han conseguido logros
impresionantes en todos los terrenos a lo largo de su
vida independiente.
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COLOMBIA: NI NACIÓN NI REPÚBLICA, SOLO UNA
SIMPLE COLONIA.
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Fernando Dorado.
Rebelión lunes 12 de agosto del 2019.
Se celebran en Colombia 200 años de la independencia y la “fundación” de
la república. Se hizo la independencia formal de España, pero no se constituyó una Nación. Son cosas diferentes que muchos confunden,
por ignorancia o conveniencia. Tiempo
después, la oligarquía criolla nos entregó al imperio inglés y, después, al
norteamericano (1903).
Es cierto que funcionamos como un país, tenemos una economía construida por nuestra gente
(así sea subordinada a las potencias) y portamos una particular y compleja identidad (que nos hace “seres especiales”), pero no somos una
verdadera Nación. Somos una colonia y el “Caín de América”. Con siete bases militares gringas y gobiernos títeres, no podemos
creernos “independientes”. Las derechas oligárquicas, patriarcales,
racistas y clericales, nos usan como cabeza de playa en la región. Y la
resistencia interna es exterminada a sangre y fuego, a pesar que la oligarquía afirma que tenemos “la democracia más antigua del continente”.
Para entender por qué hemos llegado a la actual
situación, es interesante comprender lo que en verdad ocurrió en el pasado. A principios del siglo XIX, el grueso del
pueblo mestizo, de origen indígena, afro y “blanco pobre”, no tenía la más
mínima oportunidad de decidir con autonomía sobre la llamada “revolución” de independencia. Estaban
sometidos al poder omnipotente de los grandes terratenientes y esclavistas
mineros, sin posibilidad de hablar y menos de decidir.
Sólo en muy pocas regiones de la Nueva Granada existían núcleos de pueblos rebeldes que podían
decidir su “propio hacer” frente a
la guerra que enfrentaba a los llamados “patriotas”
con los “realistas”. Eran pueblos
indios y negros que no habían sido completamente derrotados y mantenían una
relativa autonomía para poder decidir qué partido tomar.
En el suroccidente colombiano, el pueblo Nasa, que era
el único que mantenía una relativa autonomía, se dividió. Unos apoyaron a los “patriotas”, otros a los “realistas”. En el Patía, la gran
mayoría de negros rebeldes, que tenían una alianza de vieja data con pueblos sindaguas (awas), y en Nariño, la mayoría de los indígenas pastos y quillacingas, se
pusieron del lado de los realistas. Conocían a los encomenderos criollos y
sabían que eran peores que los administradores del rey. Era natural que desconfiaran
de la “independencia”.
Para los actuales “ciudadanos” colombianos y muchos políticos y académicos, influidos
por el falso nacionalismo que ha sido utilizado en Colombia para engañar, la actitud “progresista” tenía que ser la “patriótica”.
Apoyar el rey de España es considerado una “traición”
y es inconcebible que pueblos negros o indígenas pudieran ser “realistas”.
No obstante, si nos colocamos en el “cuero” de esos pueblos, los 200 años de independencia no les ha
significado gran cosa. No han podido ampliar o fortalecer su autonomía, y
siguen en peligro de ser exterminados o
“extintos”. Las leyes que se aprueban en “su favor”, como las que se aprobaron en tiempos de la “república”, se convierten en trampas y
retrocesos.
La
particularidad y complejidad colombiana (historia muy resumida).
En el territorio que los españoles denominaron la Nueva Granada (actual Colombia),
durante la conquista y colonización, se encontraron con la existencia de un
pequeño “imperio” muisca, en la
altiplanicie cundi-boyacense en el centro de esa región, rodeado de cientos de
pueblos indígenas indómitos y rebeldes, en medio de una geografía y naturaleza
exuberante y agreste.
Se enfrentaban a tres cordilleras gigantescas; dos océanos (atlántico y
pacífico) que nos conectan con Centroamérica,
las Antillas y Sudamérica y nos hacen ser un cruce de caminos y migraciones amerindias (y actuales), y a bosques
y selvas impenetrables donde los indígenas
se refugiaban (y después lo hicieron los “negros cimarrones”).
Poco a poco fueron colonizando el territorio y
esclavizando a la población. Esas oligarquías coloniales vivían aisladas en sus
ciudades, rodeadas de la resistencia de los indios. En Popayán, se protegieron con sus aliados “yanaconas” traídos de Perú
y Ecuador; en Bogotá tenían acuerdos con los indios muiscas mientras los a
culturizaban; en Cartagena se hacían
proteger por mestizos-negros domesticados, y en Antioquia, los hijos de hombres blancos e indias (mestizos) les
servían de protección y mano de obra de haciendas y minas.
En el caso de Antioquia, cuando los mestizos
crecieron, fueron expulsados de las haciendas por medio de la “colonización
paisa” hacia Caldas, Risaralda, Quindío, y norte del Valle, y de allí hacia más
abajo, Tolima, Huila, Caquetá, Putumayo, zonas del Cauca, y los Llanos. No
obstante, esos mestizos de origen paisa, se volvieron liberales en su contacto
cotidiano con los pueblos pijaos, cuyabros, calimas, nasas y demás, rebeldes por
naturaleza. (Es la avanzada más subversiva de nuestro pueblo, pero deben controlar
el “resentimiento” para conectarse
al resto).
Así continuó la colonización
en Colombia, proceso que no ha terminado. Nunca hubo reforma agraria, sino
que empujaron con la violencia a campesinos y colonos hacia tierras baldías. De
tal manera que en Colombia siempre
existió una élite de origen español, una gran base de mestizos domesticados (de
origen yanacona, muisca y blanco), y una gran cantidad de pueblos indios
rebeldes pero desunidos y dispersos, que siempre se enfrentaban con los
“capataces”, o sea, con el “colchón de amortiguamiento” que habían
construido los criollos para defenderse de los “malos cristianos”, los “bandidos,
vagabundos e insurgentes”.
Así, los criollos herederos de los españoles no estaban en capacidad de
construir una Nación y menos una república democrática. Para ellos era
mejor mantener el control en las diversas regiones e impedir la unión de los pueblos rebeldes que podían influir en
sus aliados domesticados, los “indios
buenos”, y poner en peligro su hegemonía. Por ello, necesitaban un aliado
imperial en caso de una rebelión
generalizada como ocurrió con Jorge
Eliécer Gaitán. Alguien de antaño decía que “la oligarquía colombiana le teme
más al pueblo que al imperio”.
Conclusión
Seguir haciéndole creer a nuestra gente que en verdad
hubo una efectiva independencia y
que se fundó una República, es caer
en la trampa de los poderosos. Hay que sintonizarse con nuestro pueblo que
instintivamente sabe que siempre fue una mentira. Por ello la gente aclama con más exaltación el triunfo de un deportista
salido y surgido de sus entrañas, que la supuesta independencia que muy pocos
sienten de verdad y que pocos celebran con entusiasmo.
La tarea que tenemos por delante es fundar en
serio la Nación y construir la República. No será nada fácil. Para hacerlo no podemos seguir
luchando solo contra los “capataces”
(Uribes, Santos, etc.), apoyándonos solo en un sector de los pueblos más
rebeldes (Nariño, Guajira, alrededores
del Volcán del Huila, y Bogotá). Nos toca diseñar una estrategia
envolvente, paciente, inteligente, sin “vivezas”
y sin “saltos al vacío” (supuestas “constituyentes”, etc.), que solo
conducen a más guerras fratricidas y a desgastes innecesarios.
Hay que romper con la repetición compulsiva que nos conduce a una
constante trágica: a) alzamiento
rebelde; b) acuerdo de paz; c) falsa constitución; y d) nueva guerra.
Es lo que ocurrió con algunas guerrillas, que se dedicaron a acosar a campesinos ricos y medios en muchas
regiones, sin apuntarle a los lacayos
mayores y al imperio, generando la base
social de lo que hoy es el “uribismo”.
Eso no podemos repetirlo. Hoy está apareciendo una juventud que marca la pauta, que quiere cambios concretos en la vida
real y no solo en las leyes (que siempre se quedan en el papel).
Esa juventud no quiere más de lo mismo, así se vista de “nuevo” y
“progresista”.
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