LA ECONOMÍA VERDE. LA ÚLTIMA FRONTERA DEL CAPITALISMO.
“repudiamos
y denunciamos la “economía verde” como una
nueva máscara para ocultar mayores niveles de codicia de las corporaciones y
del imperialismo alimentario en el mundo y como una forma brutal de lavarle la
cara al capitalismo…”
Al igual que la Cumbre, este otro Foro de las entidades filantrópicas ha sido
igualmente rechazado con sendas iniciativas. Una de ellas procedente de la
Asociaciones mundiales de víctimas el amianto en el mundo, que ha solicitado al
Secretario General de la ONU y a la presidenta de Brasil el que declare a
Stephan Schmidheiny, fundador de AVINA, como “persona non grata”, por
ser uno de los principales responsables de la tragedia de las industrias el
amianto en el mundo, sentenciado hace unos meses a 16 años de cárcel, por la
muerte de más de 2000 trabajadores italianos de una de sus fábricas de amianto.
La otra, a iniciativa de Ecologistas en Acción y firmada por más de 200
organizaciones de 23 países, de rechazo contra AVINA y Ashoka
por sus vínculos con el gran capital, las industrias contaminantes y la alianza
con Monsanto para llevar los transgénicos a África.
El capital vuelve sus ojos a la
naturaleza, al sector primario y a los bienes comunes.
En contra de las teorías que han sustentado al
capitalismo, por las que la superación de las actividades primarias eran la
señal de progreso y que consideraban el “capital” natural sustituible que
la naturaleza era prescindible en gran parte, de nuevo en Río+20 escenifican
una vuelta a la naturaleza. No solo a los materiales y productos que
proporciona sino también a los procesos esenciales para la vida, o sea a los
ecosistemas. El capital se hace “ecologista”.
“Pero no nos engañemos, lo que el gran capital
viene a proponer en esta nueva Cumbre de la Tierra es cómo hacer nuevos
negocios con esta última frontera de beneficio. Primero, valorando
monetariamente los servicios que gratuitamente proporciona la naturaleza a
todos sus habitantes, para después poder crear un mercado mundial de
servicios ambientales. Por ejemplo, convertir los servicios de los
bosques en bonos de carbono que las multinacionales compran,
venden y llevan a los mercados secundarios especulativos”.
Las miserias del capitalismo verde.
***
“Los bienes comunes (agua, tierra, biodiversidad,
ecosistemas, minerales de la corteza, etc.), mientras
tengan tal condición no son apropiables, por tanto, no sujetos ni
a valoración monetaria ni a comercialización. El primer paso, pues,
es hacer de algo inconmensurable, no traducible en dinero, en
algo que sí lo es. El segundo paso en eliminar los bienes comunes y establecer
la propiedad privada sobre todos ellos, o la
propiedad pública, que también, en última instancia, puede ser objeto de
concesiones o privatizaciones. A esto se le llama economía de los ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB): poner
precio, privatizar, vender”.
“Asistimos, de nuevo, a un
asalto a lo que queda de bienes comunes, que es mucho. Los estados y los
fondos de inversión y pensiones compran tierras fértiles por todo el mundo. Se
restringe y prohíbe la libre circulación de semillas entre campesinos,
e incluso se está intentando controlar la resiembra por parte de los propios
campesinos. Se practica la biopiratería para
patentar genomas, o seres vivos conocidos y usados durante milenios por
poblaciones autóctonas. Se trata de cobrar el uso
del agua de lluvia. Se privatiza la gestión de bordes costeros y parques
nacionales desalojando a las poblaciones indígenas…
Como resume la Vía Campesina,
en su documento “Río+20 y más allá”, la economía verde que se promociona en Río pretende generalizar el
principio que quién tiene dinero puede seguir contaminando; convertir la
biomasa en un sustituto del petróleo; restringir el acceso del uso del agua
de riego, que tiende a la escasez, hacia cultivos de exportación
y agrocombustibles; proponer soluciones tecnológicas altamente
peligrosas para solucionar el cambio climático o los problemas del hambre, como son la geoingeniería
y los transgénicos, y
“el más
ambiciosos y el que algunos gobiernos identifican como el mayor desafío que es
el de ponerle precio a todos los bienes de la
naturaleza (como el agua, la biodiversidad, el paisaje, la vida
silvestre, las semillas, la lluvia, etc.) para luego privatizarla
(con la excusa de que conservarlos requiere dinero) y cobrarnos por su uso”.
/////
GRETA,
SAMIR Y BERTA.
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Katu Arkonada.
Rebelión lunes
30 de setiembre del 2019.
Durante 2018 se documentó1 el
asesinato de 164 personas defensoras de la Madre Tierra, luchadoras sociales que
defendían sus ríos, montañas y recursos naturales ante el avance depredador de
la minería y agroindustria, generalmente a manos de transnacionales del Norte.
La mitad de estos asesinatos, 83, fueron cometidos
en América Latina y el Caribe. De ellos, 14 en México.
Un caso paradigmático en México fue asesinato en
febrero de este año de Samir Flores. Activista
del Frente en Defensa de la Tierra y del Agua, indígena
náhuatl y campesino, se había opuesto radicalmente al Proyecto
Integral Morelos (PIM), un plan de construcción de termoeléctricas en manos de
la multinacional española Abengoa. Esta empresa, que acumula 18.700 personas
despedidas mediante 40 Expedientes de Regulación de Empleo (ERE), tuvo en 2018
unas pérdidas de 1.498 millones de euros2.
Tres años antes, en marzo de 2016, fue asesinada en
Honduras Berta Cáceres, fundadora del Consejo Cívico
de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). Berta era indígena lenca, se oponía a la
privatización del agua en Honduras, y había recibido amenazas de la empresa
Desarrollo Energéticos Sociedad Anónima (DESA), responsable de la construcción
de represas hidroeléctricas en Agua Zarca, río Gualcarque.
Sin embargo, los asesinatos de estos dos luchadores
sociales en defensa de la tierra y de la vida, con gran impacto en los
movimientos sociales latinoamericanos, apenas tuvieron eco en los medios de
comunicación masivos y redes sociales en general.
Ha tenido que venir una activista sueca de 16 años,
Greta Thunberg, quien, tras un discurso en la
Cumbre para la Acción Climática de Naciones Unidas, y un
encuentro y posterior tuit de Donald Trump, se ha hecho mundialmente
conocida. Las redes sociales no paran de mencionar su nombre y las referencias
que ella hizo a la reforestación, transición energética y comer menos
carne, junto con críticas a las industrias contaminantes o el uso de plásticos
desechables, todo ello como maneras de enfrentar el desastre ambiental que vive
nuestro planeta.
Las críticas a Greta
no se han hecho esperar. Una chica europea, blanca, apoyada por firmas de
capital riesgo en energía verde, rodeada de una narrativa muy fuerte y
simbólica, por su edad (16 años) y tener síndrome de Asperger.
La polémica está servida.
¿Es positivo
que, aunque en otros casos no haya sucedido, haya una voz que conciencie a la
sociedad global sobre el cambio climático y la crisis medioambiental en la que
nos encontramos inmersos?, ¿o más bien debemos estar prevenidos ante un nuevo
producto de los medios de comunicación masivos e intereses transnacionales que
buscan crear un ecologismo de mercado new age?
Sin duda el debate siempre va a ser positivo. Pero
también hay que ser muy conscientes de como el capitalismo intenta
cooptar todas las expresiones de lucha, sean identitarias o formen parte del
programa histórico de la izquierda. Lo hizo en primer lugar con el multiculturalismo,
convirtiéndolo en la expresión posmoderna del propio capitalismo en el
ámbito cultural, y lo está haciendo en la actualidad con luchas tan
importantes y necesarias como el feminismo
(ahí está Hillary Clinton) o la reivindicación de los derechos LGTBIQ (en México, la marcha del orgullo ha pasado
a ser una reivindicación a un carnaval encabezado por carrozas de Amazon o
Facebook).
En un momento de financiarización y uberización de
la economía, síntoma de una crisis estructural de un
capitalismo en fase de descomposición, la economía
verde intenta convertirse en
alternativa que permita mantener el modo de producción capitalista,
conteniendo y aplacando las luchas colectivas en pos de soluciones individuales
y no estructurales.
Bienvenido sea por tanto el debate urgente sobre la
crisis climática que sufrimos como humanidad, aunque venga de la
manipulación de nuestras emociones por parte de una adolescente (y las
trasnacionales que la financian), que por su condición de clase y ubicación
geográfica difícilmente pueda entender que el problema no es que las
industrias contaminan y que las personas comen carne, sino un sistema capitalista, colonial y patriarcal.
Debatamos en todos nuestros espacios, públicos y
privados, como construir soluciones estructurales para lograr una verdadera
justicia social y ambiental, la única forma de superar la emergencia
climática, el ataque despiadado a nuestros bienes comunes, y la doctrina
del shock llevada al extremo del asesinato de luchadores medioambientales.
Que el
discurso de Greta sirva para que la vida y lucha de Samir Flores,
Berta Cáceres, y tantas otras y otros luchadores sociales en defensa
de la vida y de nuestra Madre Tierra, no haya sido en vano.
Que la intersección entre la lucha por la justicia
social, climática y el feminismo, dé a
luz a un nuevo proyecto político construido desde abajo y a la izquierda.
Notas:
1 ¿Enemigos
del Estado?
2 La
estricta dieta para el empleo de Abengoa
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