"Desplazar la presencia de China y Rusia de la región no será por cierto una tarea fácil, China es el primer cliente comercial
de prácticamente todos los países de la región y es la mayor consumidora de las commodities que se producen en la misma.
Es también, actualmente, el mayor proveedor de Inversión Extranjera Directa, de insumos de bienes de capital y de
consumo, desplazando en la región la presencia estadounidense en casi todos
estos escenarios. Como bien lo señala Diego Hernández Nilson, surge en la Región un Nuevo Panamericanismo que
no solo reacciona contra el “giro a la izquierda” y
al “regionalismo poshegemónico
latinoamericano” liderados por Brasil, la Argentina de Macri, Chile y Colombia,
buscando un realineamiento continental tras EU, cuyas expresiones más ostensibles han sido la propuesta de Prosur o el aval interamericano a los atropellos al Estado de derecho en
Paraguay, Honduras y Guatemala".
"Regenera, además, este nuevo panamericanismo, el antiguo bloque
continental hegemónico en el que convergía la oligarquía terrateniente, los
intermediarios financieros, las elites
políticas y los ejércitos de la doctrina de la seguridad nacional; en su
nueva versión donde se agrega un nuevo sector financiero ligado al lavado de
activos y las iglesias evangélicas. Este realineamiento panamericano adquiere un
significado mayor a la luz de las transformaciones recientes del sistema internacional: se abandona el
multipolarismo esbozado en la última década (un mundo de regiones), para
pasar a una nueva
estructura bipolar que divide
al mundo entre los renovados bloques occidentales y euroasiáticos (guerra
comercial incluida)".
"La tensión mundial hace que para Estados Unidos sea fundamental contar con el alineamiento continental, como sucedió en
otras coyunturas similares.
En la actual disputa hegemónica mundial, el bloque occidental abandona el liberalismo
político, asumiendo un discurso occidentalista, asociado a la aparición de
la nueva derecha conservadora y
autoritaria (Trump, Brexit, Vox, Orbán y el propio Bolsonaro), que no solo
rechaza al socialismo y a la
socialdemocracia, sino también al liberalismo y el institucionalismo".
/////
SE
PROFUNDIZA EL PROCESO DE DESINTEGRACIÓN REGIONAL EN EL MERCOSUR.
*****
Roberto
Chiazzaro.
Rebelión martes
3 de setiembre del 2019.
Desde el momento en que se hicieron públicos los resultados de las PASO
(elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), en la República
Argentina , Jair Bolsonaro y dos Ministros de su Gabinete, los de Hacienda y
Relaciones Internacionales, manifestaron públicamente, que, de resultar electo
en Argentina el candidato Alberto
Fernández, Brasil abandonaría el MERCOSUR.
El argumento esgrimido para lanzar tamaño exabrupto,
que sorprendentemente no fue cuestionado por la cancillería argentina, fue que
las políticas aplicadas, oportunamente, por los gobiernos kirchneristas,
entorpecieron la celebración del Acuerdo con la Unión Europea (EE), el cual
recientemente ha sido negociado. Por otra parte, durante la campaña electoral,
Alberto Fernández, en más de una oportunidad, manifestó, que, si resultaba
electo, revisaría los contenidos del mismo.
El Acuerdo aún no está firmado, falta que se proceda a
la revisión legal del texto y que se efectúen las traducciones
correspondientes, para que los cancilleres estén en condiciones de firmar los
textos del Acuerdo y remitirlos a sus respectivos Parlamentos, para su
aprobación. Resulta evidente que estos eventos se llevarán a cabo cuando asuma
el próximo gobierno argentino, el cual será, de neto perfil kirchnerista.
El Acuerdo MERCOSUR-UE consta de tres pilares, el económico, el político
y el de cooperación. Los pilares políticos y de cooperación, por sus
características y contenidos, son de naturaleza intergubernamental, por lo
cual, requieren que cada uno de los miembros de la UE deban aprobarlos en forma
individual, lo cual implica un proceso sumamente lento y engorroso.
Por el contrario, el pilar económico–comercial es
supranacional, por lo cual entra en vigor luego de la revisión jurídica y la
aprobación por parte de la Comisión
Europea y del Parlamento Europeo (ambos organismos supranacionales de la
UE). Este pilar es el más relevante para los integrantes del Acuerdo, y su
aprobación implica un trámite más simplificado.
De acuerdo a información proporcionada, se entiende
que si un país decide no firmar el Acuerdo que ya está negociado, los demás
pueden decidir seguir adelante, o sea se podría obviar la supuesta oposición de
la Argentina
La única limitación que existiría es la Res 32/00 del Consejo Mercado Común , la cual
en su Artículo 1 dice que los miembros del Mercosur reafirman el compromiso
de” negociar en forma conjunta los
acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países
extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias” Dado que, si
bien es cierto que el Acuerdo no ha sido firmado, pero si negociado, cada uno
de los miembros del MERCOSUR puede
firmar y ratificar, individualmente el mismo.
Lo relevante de esta interpretación de la Res 32/00 del CMC es que,
seguramente, las cancillerías de Uruguay, Paraguay y Brasil, estén de acuerdo con la misma, lo que implica apostar a la
flexibilización del MERCOSUR. Esta
apuesta genera la posibilidad, para los miembros del Acuerdo, de negociar a
diferentes velocidades, lo cual, como ya lo hemos dicho, elimina la posibilidad
que una Argentina kirchnerista se oponga
a la puesta en práctica del Acuerdo MERCOSUR UE.
El exabrupto de Jair Bolsonaro, al proferir la amenaza de abandono del
Mercosur, apunta a concretar un giro de 180° en lo que
respecta a las definiciones estratégicas asumidas en la Declaración de Foz de Iguazú firmada el 30 de noviembre de 1985 por
los Presidentes de Argentina, Raúl
Alfonsín y por el Presidente de Brasil, José Sarney.
Acuerdo estratégico éste, que nacía al unísono del
restablecimiento de la democracia en ambas naciones, el cual, dejando de lado
la hipótesis bélica, sentó las bases de un proceso de Integración regional, que
tuvo su momento culmine cuando se produjo el nacimiento del MERCOSUR. La ARGENTINA Y
EL BRASIL sellaban así una alianza estratégica que hasta el día de hoy no
se ha visto erosionada.
Dos son los motivos que impulsan a Bolsonaro a dar este paso, el primero
de ellos es otorgar un respaldo a Macri
en su disputa electoral con Alberto
Fernández. Una victoria de éste, unida a la de Andrés Manuel López Obrador en México y a las muy probables del Frente Amplio en Uruguay y de Evo Morales en Bolivia, podrían
llegar a interpretarse como la continuidad y la vigencia de los Gobiernos
progresistas en y una temprana y
estrepitosa derrota del macrismo neoliberal.
El segundo motivo amerita llevar a cabo un análisis
previo del proceso que llevó a que se generase
a nivel mundial un nuevo sistema de producción global, que tiene su origen
en la crisis del petróleo acaecida a medidos de los años 70 y que impactó
fuertemente en la estructura económica mundial.
Las grandes empresas transnacionales buscaron los
medios para recuperar la rentabilidad perdida, lo cual trajo aparejado el
desarrollo de un nuevo sistema de producción global y la paulatina pérdida del “estado de bienestar” que se había
desarrollado a lo largo de los años dorados, en el seno de los países
desarrollados. En aquel entonces, como suele suceder, el peso de la crisis lo
pagaron los trabajadores.
Es así que vamos a asistir al proceso de deslocalización de la producción de los
países centrales hacia la periferia, fundamentalmente hacia los países
asiáticos en donde hay abundancia de materias primas y mano de obra barata.
En esta llamada Nueva División Internacional del Trabajo, las potencias centrales mantuvieron esencialmente las tareas de
innovación, diseño y comercialización, mientras deslocalizaban las tareas más simples de la manufactura. Con el tiempo se comenzaron a deslocalizar
tareas cada vez más complejas, no obstante, la lógica central de esta nueva
división del trabajo seguía siendo la misma.
Este proceso permitió la acumulación de grandes ganancias a las
transnacionales de los países centrales, pero generó en los mismos la fragmentación de la clase
trabajadora. Se dio un proceso por el cual los trabajadores más calificados
se especializaron en tareas de innovación y diseño, ganando, por lo tanto,
elevados salarios.
Los que no tenían estas capacidades, como
consecuencia del proceso de deslocalización, perdieron sus puestos de trabajo y tuvieron que emigrar hacia el
sector de servicios, percibiendo bajas remuneraciones.
El sector financiero fue otro de los ganadores en este proceso de la
deslocalización de la producción, grandes flujos de dinero ingresaban
a Estados Unidos, producto de la
remisión de utilidades e inversiones los cuales proveían crédito para los
consumidores, capitales para la inversión directa en corporaciones
estadounidenses o alimentaban la
adquisición de deuda pública de EU.
La caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética produjo
una transformación del mundo bipolar al unipolar, la hegemonía de EU, en todos
los aspectos, resultaba, en aquel entonces, incuestionable.
Sin embargo, los hechos parecen demostrar que esa
hegemonía estaba, muy lejos de ser eterna, más allá de la capacidad de los medios de comunicación para elaborar una “posverdad”, en la actualidad,
nociones como el éxito del capitalismo, la invencibilidad de los EU, su superioridad científica y
tecnológica, las óptimas condiciones de vida de su sociedad, su hegemonía
militar, etc. resultan ser absolutamente cuestionables.
Es que, el orden mundial, una vez más, ha sufrido una mutación: el mundo
unipolar se ha transformado en un mundo multipolar, manifestándose
en una cierta superioridad, económica,
científica, tecnológica y militar de China y Rusia, en múltiples aspectos,
siendo este el eje principal de la conflictividad global actual.
El declive de la potencia hegemónica, lleva a ésta a
modificar su estrategia en materia de política exterior, extremando su
agresividad, y provocando una alteración en la estabilidad del sistema
internacional. Se generan múltiples
tensiones, fundamentalmente con China y Rusia, pero también con sus aliados
de la UE, con Canadá, México, Turquía,
Irán, Siria, Cuba y muy especialmente con Venezuela.
Esta estrategia desarrollada por los EU, explica la llegada de un Donald Trump, a la presidencia, debido
a la necesidad de enfrentar los nuevos desafíos a la que se encuentra sometida
la hegemonía estadounidense.
Desata una guerra comercial con China, bloquea económicamente a Rusia e
Irán, y desembarca una vez más en su “patio trasero”, nuestra América Latina,
desempolvando la vieja doctrina Monroe de “América para los americanos” -del norte
agrego yo-, intentando desplazar a China
y Rusia de la misma.
Esta tarea se ha visto favorecida por el acceso de las
derechas sudamericanas a los gobiernos, apuntando
a dejar de lado el tipo de integración regional que avance más allá de lo
meramente comercial, estando en un todo de acuerdo con la estrategia esbozada
por Donald
Trump, quien ha señalado expresamente, que EU privilegia la negociación
bilateral y asimétrica.
Desplazar la presencia de China y Rusia de la región no será por cierto una tarea fácil, China es el primer cliente comercial
de prácticamente todos los países de la región y es la mayor consumidora de las commodities que se producen en la misma.
Es también, actualmente, el mayor proveedor de Inversión Extranjera Directa, de insumos de bienes de capital y de
consumo, desplazando en la región la presencia estadounidense en casi todos
estos escenarios.
Como bien lo señala Diego Hernández Nilson, surge en la Región un Nuevo Panamericanismo que
no solo reacciona contra el “giro a la izquierda” y
al “regionalismo poshegemónico
latinoamericano” liderados por Brasil, la Argentina de Macri, Chile y Colombia,
buscando un realineamiento continental tras EU, cuyas expresiones más ostensibles han sido la propuesta de Prosur o el aval interamericano a los atropellos al Estado de derecho en
Paraguay, Honduras y Guatemala.
Regenera, además, este nuevo panamericanismo, el antiguo bloque
continental hegemónico en el que convergía la oligarquía terrateniente, los
intermediarios financieros, las elites
políticas y los ejércitos de la doctrina de la seguridad nacional; en su
nueva versión donde se agrega un nuevo sector financiero ligado al lavado de
activos y las iglesias evangélicas.
Este realineamiento panamericano adquiere un
significado mayor a la luz de las transformaciones recientes del sistema internacional: se abandona el
multipolarismo esbozado en la última década (un mundo de regiones), para
pasar a una nueva
estructura bipolar que divide
al mundo entre los renovados bloques occidentales y euroasiáticos (guerra
comercial incluida).
La tensión mundial hace que para Estados Unidos sea fundamental contar con el alineamiento continental, como sucedió en
otras coyunturas similares.
En la actual disputa hegemónica mundial, el bloque occidental abandona el liberalismo
político, asumiendo un discurso occidentalista, asociado a la aparición de
la nueva derecha conservadora y
autoritaria (Trump, Brexit, Vox, Orbán y el propio Bolsonaro), que no solo
rechaza al socialismo y a la
socialdemocracia, sino también al liberalismo y el institucionalismo.
De esta forma, además
del alineamiento geopolítico de países, los aspectos ideológicos asumen una
renovada importancia. Hay una derecha
conservadora que tensa la posición de Occidente en la disputa.
Brasil y su oligarquía conservadora son un jugador activo e importante
en la actual disputa. Bien decía Henry
Kissinger “Hacia donde vaya Brasil, irá América Latina”, y en tal sentido
resulta sumamente significativa la declaración llevada a cabo por el Ministro de Economía de Brasil, Paulo
Guedes.
Guedes señaló que “oficialmente estamos en negociaciones con EU para un
Acuerdo de Libre Comercio”, y queda claro entonces cual fue el segundo motivo
para anunciar el posible abandono del MERCOSUR.
Si la Argentina kirchnerista pone trabas
a la celebración de un TLC con EU, Brasil abandona el MERCOSUR y lo negocia,
como Trump prefiere, bilateralmente.
EU prioriza un TLC bilateral con Brasil, el país con
mayor territorio y población de América
del Sur, con un importante mercado interno y una enorme reserva de recursos
energéticos y naturales.
Sin dudas Trump desea recuperar Brasil de la influencia china. No fue
casual la visita de su Secretario de Comercio Wilbur Ross, proponiendo, ante la implosión de Oderbrecht,
cuantiosas inversiones en infraestructura y, ante la liberalización de las reservas de hidrocarburos del Pre-Sal,
debido a la desarticulación de PETROBRAS,
manifestó el interés de las grandes petroleras estadounidenses de participar en
la explotación de las mismas.
La competencia que están llevando a cabo EU en Brasil, buscando desplazar la
presencia de China implica reforzar
los vínculos militares entre ambas naciones,
En ese sentido han sido múltiples los ejercicios
militares llevados a cabo entre los ejércitos de ambas naciones y finalmente Brasil ha accedido a la firma de un
acuerdo por el que liberará el uso de la
Base de Alcántara por EU. De eta forma Washington
obtiene una base de lanzamiento de satélites que permite un acceso privilegiado
a la órbita geoestacionaria.
EU ha logrado la sumisión de Brasil, el gobierno de Bolsonaro le ha
permitido lograr el mayor éxito geoestratégico de las últimas
décadas. Lejos están aquellas iniciativas de Brasil para crear un bloque
sólido en América del Sur con tendencias hacia un progresismo de izquierda.
En lugar de ello todo indica que vamos camino a la celebración de múltiples acuerdos
bilaterales con la potencia hegemónica, y van quedando sepultados los sueños de una
integración regional profunda y las aspiraciones de construcción de una Patria
Grande, libre y soberana.
ROBERTO CHIAZZARO. Representante (diputado)
Nacional por el Frente Amplio (Partido Socialista). Distribuido por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
(CLAE, estrategia.la).
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario