"Y el otro modelo es nada menos que Colombia, país
sometido al flagelo de una interminable matazón que no cesa y
que no provoca el menor gesto de compasión del imperturbable novelista
hispano-peruano, que debería avergonzarse de ello. Lo mismo cuando todavía se
pregunta si “el gigante brasileño comenzará el retorno a la barbarie”. ¡Teléfono,
don Mario! No se enteró que Jair Bolsonaro preside Brasil y que la barbarie ya
está instalada en el Palacio del Planalto. Bolsonaro le declaró la guerra a la
cultura, prohibió la “ideología
de género”, condena a las escuelas formadoras de ciudadanos, a la
naturaleza misma, siendo el principal autor intelectual y político del
gigantesco incendio que se está devorando partes de la Amazonía. ¿No son suficientemente bárbaras todas estas
iniciativas? No lee los diarios, no explora lo que dicen las redes sociales
(no la de sus amigos, que le pintan un mundo beatífico que, aparentemente, usted toma por cierto). ¿No sabe que
hubo un “golpe blando” en Brasil y
que terminó con el gobierno legal y legítimo de Dilma Rousseff y que sus verdugos fueron dos bandidos, Michel
Temer y Eduardo Cunha que ahora están en la cárcel por ladrones’? También lo
está Lula, pese a que en el juicio el juez Sergio Moro dijo que no tenía
pruebas de la corrupción de Lula pero que estaba convencido que había
robado un departamento. ¿No le suena a despotismo monárquico todo esto? Tal
vez no porque el polémico rey emérito de España, Juan Carlos, le confirió un
título de nobleza y lo hizo Marqués. Pero, ¿le parece un gesto civilizatorio regresar a la época de
la Inquisición en donde un cura
enviaba a la hoguera a una mujer porque también él, como el juez Moro, estaba convencido que la víctima era una bruja que se
había entregado gozosa a la concupiscencia de Satanás? ¿No sabía que
Moro, dilecto alumno de los programas de “buenas
prácticas” que organiza el gobierno de Estados Unidos, fue premiado por Bolsonaro
por encarcelar a Lula designándolo nada menos que Ministro de Justicia del
Brasil? En
fin, don Mario: ¿en qué mundo vive usted?"
/////
Dr. en Ciencias Sociales- Sociólogo - Atilio Boron - respetable Maestro Universitario y Líder del Pensamiento Crítico latinoamericano - y el Dr., Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. (El vocero oficial de un asfixiado y fracasado neoliberalismo en América latina. Mi respeto como un Señor en Literatura, pero Cero en Política.
***
LA FURIA DEL HECHICERO Y LA VENGANZA DE ROGER CASEMENT.
(La pobreza Política de Vargas Llosa).
*****
Atilio
Boron.
América
Latina en Movimiento.
Lunes 9 de setiembre del 2019.
El artículo del Dr. Vargas Llosa, inició
"fusilando a la Verdad" sobre la situación real – bloqueo criminal y
fracaso del proyecto neoliberal en América Latina - y su defensa cerrada, sorda
y ciega sobre el desastre de las burguesías político-empresariales y – lo imperdonable
- no dijo nada sobre su peor herencia que deja la Corrupción y menos, lo que queda
como el peor desastre: la vil, salvaje e inhumana Desigualdad Económico Social.
El Continente más desigual del mundo.
***
Días pasados Mario Vargas Llosa descargó otra de sus
habituales diatribas sobre los gobiernos y líderes progresistas y de izquierda
de Latinoamérica. [1] Pero en esta oportunidad dio un paso más y no se
privó de atacar también a los electorados que, según su peculiar visión, al
elegir a gobiernos “populistas”
optan por la barbarie y el atraso de la tribu en lugar de disfrutar las mieles
de la civilización capitalista. El
novelista está furioso porque algunos países de Latinoamérica no parecen
dispuestos a querer avanzar por el sendero neoliberal que él les viene
proponiendo desde hace tanto tiempo.
Como no podía ser de otro modo objeto preferente de su ojeriza es el
gobierno de Nicolás Maduro. Desde el
confort y el lujo de la deliciosa Marbella descerraja sus disparos contra Diosdado Cabello, quien le pidió a su
gente que “recurran al trueque para
desterrar del país de una vez por todas la moneda imperialista.” El
novelista abunda en el asunto y denuncia tarde lo que el gobierno bolivariano
viene denunciando hace años: que como parte de la guerra económica que
Washington le declaró a Venezuela las mafias vinculadas a los capos del imperio
se apoderan de cuanto bolívar circula en el mercado, se los llevan a Colombia y dejan a la
población sin circulante para hacer sus compras. Esto no es producto de la
lógica del mercado sino una perversa artimaña destinada a fomentar el malhumor
social y potenciar el descontento con el gobierno, apostando a que estas
penurias provocarán la tan esperada insurrección popular que ponga fin al gobierno de Maduro. En otras
palabras: planificar el caos económico y social y sentarse a esperar que
maduren las condiciones para la revuelta popular. Pero el señalamiento de Vargas Llosa se detiene, no por obra del azar o el
descuido, en el engañoso mundo de las apariencias dado que omite identificar
las causas que originan la desaparición del circulante y los objetivos que la Casa Blanca persigue con esta maniobra.
Oculta a sabiendas que esta operación es una de las vigas maestras de las “guerras de quinta generación” (también
llamadas “guerras híbridas”) que lleva a la práctica el imperio. Guerras
que ya no se libran con armas convencionales sino por medio de la conquista de
las mentes y los corazones de los pueblos, sembrando el caos, promoviendo el
odio y la ira, incentivando el temor y canalizando todas estas frustraciones
hacia el gobierno que Estados Unidos desea destruir. En suma: ganar una guerra sin disparar una sola bala y confiando en la
eficacia de la “artillería del pensamiento”, como advirtiera Hugo Chávez.
El diagnóstico del novelista es categórico: “lo que ha hecho con Venezuela el ‘socialismo del siglo XXI’ es uno de
los peores cataclismos de la historia”. Puede ser, porque lo ha reconocido
el propio gobierno bolivariano. Pero no basta con constatar un crimen de lesa
humanidad: hay que investigar quién es el culpable, el autor intelectual y el
agente material responsable de esta situación. Recordemos: no fueron también cataclismos los que ocasionó Estados
Unidos en Irak, en Libia, en Siria, antes en Chile, Nicaragua, Haití, República
Dominicana, Granada y por supuesto en Vietnam
y en Indonesia, Camboya, Laos como antes lo produjeron los ataques de los
Todos los países víctimas de una agresión sufren terribles penurias, pero nadie
en su sano juicio puede culpar a los agredidos por sus padecimientos. Al
escritor no se le puede escapar el hecho de que Venezuela es víctima de una guerra de una crueldad infinita, que se
ha cobrado miles de muertos por el bloqueo en el suministro de alimentos y
medicamentos por lo que debe enfrentar una situación humanitaria de extrema
gravedad. Pero ¿desde cuándo la responsabilidad de esta tragedia recae sobre la
víctima y no sobre los hampones, amigos y protectores de Vargas Llosa, que son los que perpetran el crimen de la guerra?
En la alucinada visión del
novelista Estados Unidos es exaltado como la indiscutible vanguardia de la
civilización, y por lo tanto incapaz de hacer el mal. Éste lo
hacen los malos gobiernos que eligen los incorregibles latinoamericanos y nada
debe culparse a n por nuestros infortunios. Al idealizar a Estados Unidos el
escritor barre bajo la alfombra a una sociedad alienada y alienante que cada
semana produce un asesinato colectivo perpetrado por un humanoide que "oye voces" que le ordenan
entrar a una iglesia, una escuela, un hospital o una cafetería y disparar a
mansalva: o un veterano desquiciado en las guerras de Irak, Siria o Afganistán,
o un drogadicto enloquecido deseoso
de vengarse de una sociedad que lo redujo a tan desgraciada condición. Nada de
esto dice el locuaz y prolífico escritor. También obvia la existencia de 50
millones de estadounidenses que viven bajo la línea de la pobreza y los otros
tantos que están apenas por encima y que comen cuando pueden gracias a las “food
stamps”; o la de los poco más de
550.000" diseminados a lo largo y a lo ancho de todo el país; o la del
25 por ciento de la población de Estados Unidos que no tiene asistencia médica
alguna o que la tiene en grado insuficiente. Esto para ni hablar de una "civilización" que
perpetró los dos mayores atentados terroristas de la historia de la humanidad
al reducir en instantes a cenizas a más de doscientas mil personas inocentes cuyo único delito había sido vivir en Hiroshima
y Nagasaki.
Incapaz de controlar el sesgo ideológico que tanto lo ofusca el autor de
Conversación en la Catedral clama
por los “cuatro millones de venezolanos”
que han huido del país, pero cierra beatíficamente sus ojos ante los ocho
millones de desplazados en oficialmente reconocidos por las autoridades de ese
país. Cuatro millones (suponiendo que
sean cuatro) que huyen de Venezuela es una catástrofe; ocho millones que
abandonan los campos colombianos es un agradable paseo que no despierta el
menor reproche en el rencoroso escritor. Peor aún, en su desbocada iracundia se
congratula de que Chile “progrese a pasos de gigante” al igual que en “Colombia, donde la
democracia funciona y parece hacer avances pese a todas las deficiencias del
llamado ‘proceso de paz’.” Es obvio que el novelista extravía por
completo el rumbo cuando abandona el terreno de la ficción -en el que se mueve
con indiscutible maestría- y pretende instalarse como un cronista objetivo y
profundo de su época. Para su desazón hay que decir que en este
terreno es apenas un diletante.
Por ejemplo, se escandaliza de las “gigantescas
fortunas” fugadas por la dirigencia chavista sin aportar, como ocurre
invariablemente en sus frecuentes libelos, un solo dato concreto o una sola
fuente objetiva sobre la cual apoyar sus denuncias. Pero seré solidario con él
y le ofreceré una información que seguramente le será de utilidad: bajo el
gobierno de su admirado amigo Mauricio
Macri fugaron de la Argentina, entre el 1º de Enero del 2016 y el 30 de Junio
de 2019, la friolera de 70.200 millones de dólares, a razón de 54 millones de
dólares día a día, incluyendo sábados, domingos y “fiestas de guardar.” Son
datos oficiales del Banco Central. Pero como se trata de un amigo el novelista
seguramente se llamará a silencio ante este descomunal saqueo. Prefiere
fantasear con el dinero que los
chavistas habrían fugado de Venezuela y no meter sus narices en los delitos
cometidos por sus amigos y auspiciantes.
En su nota prosigue con sus
difamaciones: centenares de presos políticos en Venezuela, torturas
sistemáticas, cuerpos represivos que se multiplican, “impopularidad del régimen”, “asesinatos a
mansalva”, sometimiento vía terror y siguen las letanías. Pero, ¿está hablando de Colombia, donde
cada semana desaparecen, torturan o matan a tres o cuatro militantes sociales?
¡No! Habla de Venezuela, poniendo su exquisita pluma de escritor de
ficciones al servicio de los más sórdidos intereses de las clases dominantes de
Estados Unidos y América Latina. Y
se permite agredir también a nuestra Cuba,
heroico país que ha soportado con un alarde de patriotismo y estoicismo
admirables sesenta años ininterrumpidos de agresiones norteamericanas. Pero el autor de La Casa Verde pasa por
alto esa nimiedad y se permite describir a Cuba como un país “que se ha quedado fuera de la historia.” Sangra
por su aún entreabierta herida porque
quien se quedó fuera de la historia fue él, postergando para siempre sus sueños
de ser presidente del Perú. Sus compatriotas
le propinaron una derrota humillante a manos de Alberto Fujimori en la elección presidencial de 1990. Después de
ese masivo repudio tuvo que optar por la ciudadanía española. ¡Y pese a ello tiene la desfachatez de
decir que Cuba se quedó fuera de la historia!
Es obvio que lo propio de este novelista no es el
ensayo sino la ficción. Si muchos de sus personajes volvieran a vivir (pienso
en el entrañable irlandés Roger Casement, héroe de El Sueño del Celta)
seguramente lo increparían sin piedad por su cinismo y por su deshonestidad al
poner en sus bocas palabras y discursos anticapitalistas y antiimperialistas
que luego desprecia y denigra cuando abandona sus ficciones y se dedica a
comentar lo que ocurre en el mundo real. Por ejemplo, en este mismo artículo
les reprocha a argentinas y argentinos por su “locura furiosa” expresada en las elecciones primarias del 11 de agosto que se tradujeron en una
categórica derrota de su amigo Mauricio. “Yo pienso” –dice el escritor- “que el llamado ‘gradualismo’, el empeño del
equipo de Macri en no exigir más sacrificios a un pueblo extenuado por los
desmanes de los Kirchner” fue el causante de la derrota. Es obvio que Vargas Llosa no tiene la menor idea de
lo que ha ocurrido en la Argentina.
Sólo un ignorante, o una persona desalmada, puede “exigir más sacrificios” a un pueblo que gracias a las políticas
que él propone con tanto ahínco ha sido empobrecido, hambreado, desinformado y
confundido por la propaganda oficial, abrumado por aumentos escalofriantes en
las tarifas de los servicios públicos,
por la escalada inflacionaria, crecientemente desempleado, con miles de
pequeñas y medianas empresas cerradas, con el consumo cayendo en picada, con
brutales recortes en los programas de
salud y educación y con un país que se convirtió en un festival de
endeudamiento y fuga de divisas. Y no sólo eso: el escritor se permite asegurar
que el gobierno de su amigo, el que tomó por asalto y saqueó a la Argentina es “probablemente el más
competente y honrado que ha tenido el país en mucho tiempo.” Ni honrado ni
competente, sino todo lo contrario, don Mario. Y si tiene tiempo venga a la Argentina y converse con gente real, de
carne y hueso, no las momias con las que alterna cuando nos visita, y compruebe
por usted mismo si todavía se les puede exigir que hagan más sacrificios. Sobre
todo, para que los ricachones que nos gobiernan sigan abultando sus fortunas de
manera escandalosa.
Termina usted su balance de esta penosa marcha desde la supuesta
civilización a la barbarie refiriéndose a los gobiernos de Nicaragua, Bolivia y México. La verdad: nada nuevo. Reproduce sin
el brillo que su pluma exhibe en sus novelas las mentiras y “posverdades” que elaboran sin cesar sus amigos en Washington y
reproduce la peonada intelectual y política que el imperio apaña y mantiene en
estas latitudes. Fulmina a Ortega, a Evo
y a López Obrador sin aportar un solo dato, sin la menor especificación del
contexto, sin situar históricamente las luchas de esos gobiernos sometidos por
siglos a la opresión imperialista. Lo hace confiado en el hechizo de su prosa.
Pero no basta. Acusa con impudicia a Evo
de pretender eternizarse en el poder, habiendo sido de lejos el mejor
presidente de toda la historia de Bolivia
y construido la economía más sana y dinámica de Nuestra América. Nada de eso le
importa. Esa “eternización” es
maligna, dice, pero no así la de su compadre
Felipe González o la de su mentora
ideológica y política Margaret Thatcher. En estos casos sus prolongadas
permanencias en el gobierno fueron síntoma de virtud republicana. Lo que es
bueno en un europeo es malo cuando lo hace un indio, un mulato o un obrero. No
hace falta ser un psicólogo para percibir el racismo subyacente a aquella
denuncia.
No le va mejor a AMLO, que
también cae bajo el rayo de su inquina: “prosiguen los asesinatos de
periodistas y mujeres a un ritmo aterrador”, afirma, y su “populismo
comienza a carcomer una economía que, pese a la corrupción del gobierno
anterior, parecía bien orientada.” Los asesinatos de periodistas y los
feminicidios comenzaron con los gobiernos que precedieron a López Obrador y que Vargas Llosa apoyó
con todas sus fuerzas, ¿o se le olvidó ese detalle? Y eso de que la "economía parecía bien orientada” es
un certificado oficial de ignorancia en lo más elemental de la ciencia y la
historia económicas. Charlatanería pura,
como la que exalta las “democraduras” de Piñera y Duque en Chile y Colombia. En
Chile, país con el mayor endeudamiento per cápita América Latina producto de la privatización de casi todo, incluida
el agua, y en donde según un estudio de la prestigiosa Fundación Sol de ese
país “más de la mitad de los
trabajadores asalariados no puede sacar a una familia promedio de la pobreza”
y cuya población se ha resignado a ser gobernada por los ricachones y sus
representantes políticos y ya no se molesta en ir a votar. Ese es el modelo a imitar, según
el escritor, pese que es uno de los países más desiguales del mundo, comparable
a la de Rwanda.
Y
el otro modelo es nada menos que Colombia, país sometido al flagelo de una
interminable matazón que no cesa y que no provoca el menor gesto de
compasión del imperturbable novelista hispano-peruano, que debería avergonzarse
de ello. Lo mismo cuando todavía se pregunta si “el gigante brasileño comenzará el
retorno a la barbarie”. ¡Teléfono, don Mario! No se enteró que Jair Bolsonaro
preside Brasil y que la barbarie ya está instalada en el Palacio del Planalto.
Bolsonaro le declaró la guerra a la cultura, prohibió la “ideología de género”, condena a las
escuelas formadoras de ciudadanos, a la naturaleza misma, siendo el principal
autor intelectual y político del gigantesco incendio que se está devorando
partes de la Amazonía. ¿No son
suficientemente bárbaras todas estas iniciativas? No lee los diarios, no
explora lo que dicen las redes sociales (no la de sus amigos, que le pintan
un mundo beatífico que, aparentemente, usted
toma por cierto). ¿No sabe que hubo un “golpe
blando” en Brasil y que terminó con el gobierno legal y legítimo de Dilma Rousseff y que sus verdugos
fueron dos bandidos, Michel Temer y Eduardo Cunha que ahora están
en la cárcel por ladrones’? También lo está Lula, pese a que en el juicio el
juez Sergio Moro dijo que no tenía pruebas de la corrupción de Lula
pero que estaba convencido que había robado un departamento. ¿No le suena a
despotismo monárquico todo esto? Tal vez no porque el polémico rey emérito de
España, Juan Carlos, le confirió un título de nobleza y lo hizo Marqués.
Pero, ¿le parece un gesto civilizatorio
regresar a la época de la Inquisición en donde un cura enviaba a la hoguera a una mujer porque también él, como el juez Moro, estaba convencido
que la víctima era una bruja que se había entregado gozosa a la concupiscencia
de Satanás? ¿No sabía que Moro, dilecto alumno de los programas de “buenas prácticas” que organiza el
gobierno de Estados Unidos, fue premiado por Bolsonaro por encarcelar a Lula
designándolo nada menos que Ministro de Justicia del Brasil? En fin, don Mario: ¿en qué mundo vive
usted?
Pongo fin a esta nota con una breve alusión a una novela que tengo ya en
mente y que los disparates propagandísticos de sus ensayos y la deslealtad en
que incurre con los personajes de sus ficciones me urgen escribir. En ella hay una escena en la cual el
irlandés Roger Casement se presenta abruptamente en su mansión madrileña. Toca
a la puerta, usted le abre y él, sin decir agua va lo sujeta firmemente del
cuello y lo abofetea hasta derribarlo. Ya
en el suelo Roger se agacha, lo sujeta por los pelos y enfurecido le grita:
“¿por qué me has traicionado, por qué exaltabas mi lucha
anticolonialista y antiimperialista en el libro que me dedicaste y ahora te
conviertes en vocero de toda esa basura que combatí toda mi vida?
¿Eso era tan sólo un negocio para ti? ¿Crees
que lo que hice en el Congo Belga y en la Amazonía peruana era un juego? ¿Crees acaso que esas historias de barbarie
se han terminado gracias al ‘progreso de
la civilización capitalista’ como lo dices? ¿No ves en toda Latinoamérica y el Caribe gentes sufriendo las inenarrables
penurias que tu narraste al novelar mis afanes en pos de la justicia y la
dignidad humana? ¿Cómo explicas tu
incoherencia? ¿Hasta dónde piensas
llegar con tu felonía? ¿Hasta cuándo seguirás mintiendo? ¿Eres consciente
que descenderás a la historia como un personaje funesto, como Louis-Ferdinand Celine, el gran
escritor francés del siglo veinte, pero con su fama corroída irreparablemente
por su apología del racismo y el nazismo? ¿Crees que otra será tu suerte? Te
equivocas. Los heroicos personajes de tus novelas nos encargaremos, uno
tras otro, de denunciar el hiato moral insalvable que separa al gran escritor
que noveló nuestras luchas antiimperialistas del amanuense de las burguesías y
sus amos imperialistas. Denunciaremos también la impostura y la
doblez de quien escribe novelas de izquierda y en la vida real se
coloca a la derecha de ellas. Razón por la cual los verdugos de la humanidad te suben a un
pedestal mientras eres repudiado por las mujeres y hombres de buena voluntad
que por doquier bregan por construir un mundo mejor.”
*****
1] Cf. “Retorno a la barbarie”, en El País (España) 31
de Agosto 2019. Reproducido en La Nación (Buenos
Aires) 2 Septiembre 2019).
*****
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