“Uno de los recursos que tiene que ponerse en valor es la llamada “terrapreta
do indio”, como se lo conoce en Brasil y en el Perú, en la Alta Amazonía,
se llama “yanaallpa”, tierra negra. Esta tierra
negra ha sido uno de los hallazgos más valiosos de la ciencia en
la Amazonía en las últimas décadas. Es una tierra negra de origen
antropogénico, que por su alta fertilidad que puede durar mil años y
su capacidad de retención del dióxido de carbono, podría ser la base de una revolución agraria y productiva en la
Amazonía y todo el Perú. Esa tierra
negra, que hizo posible el desarrollo de las civilizaciones
precolombinas en la cuenca amazónica, está siendo estudiada y puesta en
valor por el Centro de Regeneración Biocultural “Sachamama”, en Lamas,
que dirige la científica Frédérique Apffel-Marglin”.
“No solo se
requieren esos cambios. Hay que hacer una revolución
en los sistemas educativos y de salud, copiados
y calcados desde el eurocentrismo, desde la colonialidad del poder y del saber
(Aníbal Quijano, dixit). El Perú es una nación multilingüe,
multicultural y multiétnica,
pero con un estado monocultural de origen colonial. Todo, el modelo
económico, la educación y la salud, la cultura, nuestro modo de pensar, nuestra
subjetividad y nuestros valores, son producto y resultado de esa colonialidad. Esta colonialidad del poder y del
saber se refleja en el comportamiento y accionar de las clases
empresariales de la Amazonía, inmediatistas, cortoplacistas,
patrimonialistas, extractivistas y también en las clases dirigentes del país, en la mayoría de los políticos, en
los poderes fácticos y corporativos”.
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LA AMAZONÍA PERUANA: LA ÚLTIMA RENTA ESTRATÉGICA DEL PERÚ POST COVID-19
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“En el año 2008, el Consejo nacional del Ambiente (CONAM)
y el Programa de las naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicaron mi
Libro Titulado “La Amazonía Peruana: la última renta estratégica del Perú en el
siglo XXI o la tierra prometida”.
Róger Rumrrill.
Otra Mirada martes 5 de
mayo del 2020.
Abriendo
el ensayo que da título al libro, escribimos:
“Las
potencialidades y riquezas que contiene la Amazonía Peruana en agua, en mega
biodiversidad principalmente en flora y fauna, petróleo, gas, bancos de
conocimientos indígenas, vitales en un planeta
amenazado en su supervivencia por el calentamiento global y el cambio
climático, la cada vez más escasa oferta de agua, la contaminación
urbana y de ríos, lagos y mares y la erosión de los ecosistemas marinos,
fluviales y terrestres convierten a la región amazónica en un espacio
estratégico o, para decirlo en los términos del ensayista y diplomático
peruano Oswaldo de Rivero, en la renta estratégica del Perú
en el siglo XXI”.
Creo
que esta posibilidad de convertir a la Amazonía en la última renta del Perú en el siglo XXI y en el espacio
estratégico, geopolítico, geoeconómico e hidropolítico, es hoy más real y
posible que nunca.
Un
virus microscópico, una proteína insignificante e invisible a simple vista, el
COVID-19, que ha puesto al mundo “patas arriba” (Luis
Casado), provocando un colapso civilizatorio y haciendo trizas todos los dogmas
y certezas, sobre todo el mantra del capitalismo salvaje y neoliberal, está
abriendo esta posibilidad. Porque el sistema capitalista y neoliberal está
ahora “desnudo” como en el cuento de hadas de Hans Cristian Andersen
donde un emperador quiere convencer a sus súbditos que está vestido con atuendos
imperiales cuando en realidad está desnudo. Un niño no ha aceptado el
engaño.
En
efecto, la analista Laura Marrone escribe que el capitalismo y su modelo
de producción, consumo y acumulación ha convencido a millones de seres humanos,
a través de sus medios de comunicación, de su control político, económico,
de la manipulación cultural y vigilancia militar y policial, que el
capitalismo era el mejor sistema para la felicidad humana.
“Estamos
ante otro fallo masivo y colosal de la versión neoliberal del capitalismo”, ha
escrito el mayor pensador y crítico actual del sistema, Noam Chomsky. Es decir, ha llegado la hora de
pensar y construir otro mundo, convertir al estado diminuto y minusválido que
tenemos, en un estado fuerte y democrático que, al contrario del discurso falaz de que la
seguridad es la inversión inmensa e incontrolable en armas, en realidad la
seguridad reposa sobre buenos y sólidos sistemas de salud y educación, una
economía diversificada y un uso sostenible de los bienes de la Madre Naturaleza.
Lo que se viene después del COVID-19: el
colapso por la crisis climática
Para
la mayoría de los geopolíticos, analistas y científicos, la pandemia del
coronavirus que ha provocado el colapso civilizatorio a nivel mundial, no es la
única ni la última pandemia y tampoco el último desastre apocalíptico que
amenaza la vida en el planeta. El próximo es un colapso climático que, algunas
de cuyas manifestaciones ya las estamos viviendo. Como el caso del deshielo de
los glaciares y de las capas criogénicas de los polos y el consecuente
elevamiento del nivel del mar. Además, pandemia y crisis climática están
interrelacionadas.
“La pandemia actual, como otros brotes
virales recientes, está intrínsecamente relacionada con la crisis ecológica, la
degradación ambiental, la destrucción de los
bosques y el consumo de carne y todo esto está, obviamente, relacionado con el
calentamiento global”, opina el científico brasileño Alexandre Araújo Costa
en una entrevista en “Adital”.
En
su último informe sobre la situación del clima en el
mundo, el martes 10 de marzo de este año, el Secretario General
de las Naciones, Antonio Guterrez soltó una frase que los medios
trataron de ocultar para no crear más pánico que el ocasionado por el
coronavirus: “El cambio climático es más mortal que el coronavirus”. Luego
agregó:
“El
coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos
temporales, pero el cambio climático ha estado allí desde hace muchos años
(como advertencia) y se mantendrá por muchas décadas, y requiere (atención y)
acción continúa”.
A continuación,
citó las cifras, datos y estadísticas que revelan y prueban los extremos
climáticos, sequías, tormentas, inundaciones diluviales, extinción de especies,
contaminación de ríos y mares, deshielos de los casquetes polares, incendios
forestales, mayores emisiones de dióxido de carbono,
ocasionados por un modelo de producción ambientalmente insostenible
y por la desenfrenada y obscena utilización irracional y la rapiña de los
bienes de la naturaleza por la especie humana.
La Amazonía,
el espacio geopolítico, geoeconómico e hidropolítico del Perú en el siglo XXI
Hacer
que la Amazonía, uno de los mayores bancos genéticos del planeta Tierra,
sea, en este escenario de crisis sistémica originada por el coronavirus, el
espacio estratégico geopolítico, geoeconómico e hidropolítico del Perú
implicará profundos cambios estructurales.
En
lo económico, modificar y transformar el modelo extractivo-mercantil y
primario-exportador por una nueva economía: una
bioeconomía basada en el uso sostenible del capital
genético, en particular la transformación de la riqueza
forestal. Por su lado, Ricardo Giesecke, ex ministro del Ambiente y uno
de los mayores ambientalistas y especialistas en biodiversidad y cambio
climático, ha planteado la posibilidad de decretar una moratoria sobre el bosque
amazónico, uno de los mayores sistemas de regulación del agua dulce del
planeta.
La
nueva bioeconomía amazónica, tendrá que revisar la
agenda petrolera aún vigente en la Amazonía. El desplome del precio
del barril de petróleo en el mercado mundial, ahora en 35 y
posiblemente en 25 y 20 dólares en los próximos meses, convertirá en
humo la renta o canon petrolero y ahondará la crisis sobre todo en la Región
Loreto. La misma historia que provocó la caída del precio del caucho
sumiendo en la más grave pobreza a la Amazonía en la primera y segunda década
del siglo XX.
De
otra parte el reinicio de las actividades relacionadas con la industria
petrolera, requeriría del establecimiento de nuevos protocolos que
garanticen, no sólo la no transmisión del Covid-19, sino las nuevas
salvaguardas para prevenir los efectos que sobre la salud pública tiene la contaminación
del agua, del aire y del suelo, asociada a todas las actividades de
la prospección, extracción, transporte (derrames) y comercialización del
petróleo que se encuentra en la selva amazónica del Perú.
Uno
de los recursos que tiene que ponerse en valor es la llamada “terrapreta do
indio”, como se lo conoce en Brasil y en el Perú, en la Alta Amazonía,
se llama “yanaallpa”, tierra negra. Esta tierra
negra ha sido uno de los hallazgos más valiosos de la ciencia en
la Amazonía en las últimas décadas. Es una tierra negra de origen
antropogénico, que por su alta fertilidad que puede durar mil años y
su capacidad de retención del dióxido de carbono, podría ser la base de una revolución agraria y productiva en la
Amazonía y todo el Perú. Esa tierra
negra, que hizo posible el desarrollo de las civilizaciones
precolombinas en la cuenca amazónica, está siendo estudiada y puesta en
valor por el Centro de Regeneración Biocultural “Sachamama”, en Lamas,
que dirige la científica Frédérique Apffel-Marglin.
No
solo se requieren esos cambios. Hay que hacer una revolución
en los sistemas educativos y de salud, copiados
y calcados desde el eurocentrismo, desde la colonialidad del poder y del saber
(Aníbal Quijano, dixit). El Perú es una nación multilingüe,
multicultural y multiétnica,
pero con un estado monocultural de origen colonial. Todo, el modelo
económico, la educación y la salud, la cultura, nuestro modo de pensar,
nuestra subjetividad y nuestros valores, son producto y resultado de esa colonialidad. Esta colonialidad del poder y del
saber se refleja en el comportamiento y accionar de las clases
empresariales de la Amazonía, inmediatistas, cortoplacistas,
patrimonialistas, extractivistas y también en las clases dirigentes del
país, en la mayoría de los políticos, en los poderes fácticos y
corporativos.
Puesto
que las clases dirigentes del Perú, enclaustradas en la CONFIEP, ADEX, SIN y
otras behetrías empresariales, han pensado e imaginado y siguen pensando
e imaginando la Amazonía como un espacio
colonial del Estado peruano, tal como recordaba el Amauta José Carlos Mariátegui. Para ellos la Amazonía sigue siendo el espacio
del territorio nacional solo para la extracción de materias primas y
habitado por indios que no creen en el desarrollo ni la
modernidad. Tenemos la ilusión de que el COVID-19 también les hará
cambiar su anquilosado pensamiento, sus mentes e imaginación colonizados. También
nos ilusiona que habrá un impulso de las nuevas organizaciones indígenas,
movimientos sociales y políticos que serán la fuerza
motriz para convertir a la Amazonía post coronavirus en la renta estratégica del Perú en el siglo XXI.
En una nueva Amazonía.
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