“Es el caso de la respuesta a la pandemia de la Covid-19. Especializada en medicina
preventiva, la sanidad cubana ya había dado prioridad a la inmunoterapia
para hacer frente a otras epidemias, desde el dengue a la meningitis.
Gracias a ello, en su respuesta al coronavirus, Cuba
ha podido aprovechar decenas de fármacos ya en fase de desarrollo “para
mejorar la inmunidad innata”, según explicó en una entrevista a la agencia Efe
Francisco Durán, director de Epidemiología del Ministerio de Salud. Entre
los fármacos se encuentran el Interferón Alfa
2B, que fue creado en los años ochenta
en colaboración con otros científicos en Helsinki para combatir un brote
de dengue. Ahora se produce en una joint venture con una empresa
china, mientras que los institutos del polo científico desarrollan nuevas
variedades del Interferón con el fin de mejorar su eficacia contra la Covid-19.
Los institutos cubanos producen también
otro antirretroviral de fabricación propia de la gama de Kaletra,
y han adaptado otro fármaco, el CIGB 258, que ya estaba en fase de
desarrollo antes de la pandemia para el tratamiento de la artritis reumatoide. Al igual que el Interferón
Alfa 2B, el CIGB 258 es un producto del Centro
de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB)”.
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LA OPCIÓN CUBANA CONTRA LA COVID-19
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Andy
Robinson.
La
vanguardia miércoles 27 de mayo del 2020.
“Contamos
un chiste en Cuba, que, si nosotros descubriéramos el remedio para el
coronavirus, Donald Trump dejaría morir a todos los norteamericanos antes que
comprarlo”.
Lo
dijo Ernesto, un joven afrocubano camarero del restaurante La
Cava junto al restaurado Gran Teatro, en el centro de La Habana. Fue a
principios de marzo. La Covid-19 acababa de aterrizar en Estados Unidos y
Donald Trump minimizaba el peligro.
Mientras,
Cuba preparaba su estrategia de
cuarentena, pruebas y seguimiento de contactos, a la vez que ponía en alerta a
los institutos de biotecnología del polo científico en el oeste de la ciudad.
La broma de Eduardo viene a cuento de que muchos estadounidenses no podrían ni imaginárselo. Efectivamente, la biotecnología en Cuba ha elaborado fármacos que ya han resultado eficaces para combatir el coronavirus en China y otros países.
La broma de Eduardo viene a cuento de que muchos estadounidenses no podrían ni imaginárselo. Efectivamente, la biotecnología en Cuba ha elaborado fármacos que ya han resultado eficaces para combatir el coronavirus en China y otros países.
Existe
una diferencia importante entre el modelo de biotecnología en EEUU y Cuba.
Impulsadas por los beneficios de las gigantes farmacéuticas, las biotech
estadounidenses no garantizan el acceso a los nuevos fármacos, y
menos a los más de 30 millones de estadounidenses que carecen de seguro médico. En
Cuba la biotecnología pertenece al Estado y constituye una industria auxiliar
de un sistema público y universal de sanidad.
El
ejemplo de la compañía estadounidense Gilead Sciences
–propiedad de los dos megafondos de inversión Blackrock y Vanguard–
ayuda a ilustrar la diferencia. Gilead –presidida entre 1997 y el 2001
por Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa durante la invasión
de Irak– fabrica el antiviral Remdesivir, que ha provocado
subidas explosivas en la bolsa de Nueva York en las últimas semanas por
su aparente éxito en el tratamiento de la Covid-19.
Pero
el modelo de negocio de Gilead no garantiza que los
estadounidenses más vulnerables al virus, los de menos renta, puedan
beneficiarse del nuevo producto. A fin de cuentas, en el 2014 la
misma empresa comercializó un nuevo fármaco antiviral para el
tratamiento de la hepatitis C bajo la marca
Harvoni. El precio: 1.000 dólares la pastilla.
Pasó
lo mismo con el PrEP4, un retroviral para combatir el sida patentado por Gilead. “Los
abusivos precios de Gilead han impedido el acceso de cientos de miles de
estadounidenses a este fármaco”, denunció el grupo activista
PrEP4all.
Más países en todo el mundo, piden la ayuda médica de Cuba contra el COVID 19
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En
el sistema cubano de sanidad pública gratuita todos tienen
acceso a los fármacos elaborados en el polo científico. “En EEUU un
laboratorio privado elabora una fórmula y la vende a otra empresa para hacer
las pruebas, y luego se vende a un gigante farmacéutico para la
comercialización; y cada venta depende de si hay expectativas de
beneficios”, dice Helen Yaffe, economista de la Universidad de Glasgow y
autor del libro We are Cuba. “En Cuba
los institutos trabajan en colaboración y no en competencia; es más rápido
porque el criterio es el interés nacional y no el interés privado”.
Es
el caso de la respuesta a la pandemia de la Covid-19.
Especializada en medicina preventiva, la sanidad
cubana ya había dado prioridad a la
inmunoterapia para hacer frente a otras epidemias, desde el dengue
a la meningitis. Gracias a ello, en su respuesta al coronavirus, Cuba ha podido aprovechar decenas de fármacos ya
en fase de desarrollo “para mejorar la inmunidad innata”, según explicó
en una entrevista a la agencia Efe Francisco Durán, director de
Epidemiología del Ministerio de Salud.
Entre
los fármacos se encuentran el Interferón
Alfa 2B, que fue creado en los
años ochenta en colaboración con otros científicos en Helsinki para
combatir un brote de dengue. Ahora se produce en una joint venture
con una empresa china, mientras que los institutos del polo científico
desarrollan nuevas variedades del Interferón con el fin de mejorar su
eficacia contra la Covid-19.
Los
institutos cubanos
producen también otro antirretroviral de fabricación propia de la gama
de Kaletra, y han adaptado otro fármaco, el CIGB 258, que ya estaba
en fase de desarrollo antes de la pandemia para el tratamiento de la artritis reumatoide. Al igual que el Interferón
Alfa 2B, el CIGB 258 es un producto del Centro de Ingeniería Genética
y Biotecnología (CIGB).
Estos
y otros fármacos, casi todos fabricados y patentados en Cuba, son componentes del cóctel anti
Covid-19 que se utiliza. Los resultados son positivos. Cuba ha registrado una tasa de mortalidad del 4,2%
frente al 6% en EEUU y el 12% en España, según la Universidad
Johns Hopkins, en Washington.
Dicho
todo esto, el bloqueo estadounidense es un problema grave para
la biotecnología cubana. Complica la
importación de componentes para los fármacos, estorba su comercialización
y dificulta la investigación, ya que los institutos dependen del
intercambio internacional de ideas.
“El
embargo nos limita mucho, pero estamos especializados en optimizar pocos
recursos trabajando juntos y tenemos apoyo de otros países, como España”,
dijo Maidalys Bravo Ramírez, especialista del centro Nacional de
Genética en una entrevista mantenida en La Habana.
Asimismo,
el embargo merma la capacidad de Cuba para realizar las pruebas
masivas y para comercializar su ciencia en el mercado internacional
y así generar fondos para financiar la sanidad cubana. “Necesitan crear
volumen fuera de Cuba; puedes tener un buen producto, pero si la gente no sabe
no lo compra”, dijo a La Vanguardia Ricard Torres, del Instituto de
Economía en La Habana.
Como
cuenta el chiste de Eduardo, el bloqueo no solo
perjudica a los cubanos. Aprovechando los dos años de apertura
tras el encuentro entre Barack Obama y Raúl Castro, la clínica
Roswell Park, en Nueva York, firmó un acuerdo con el Estado cubano para
elaborar de forma conjunta el fármaco CIMAvax, una vacuna eficaz en
la prevención del cáncer de pulmón. Ahora choca con las medidas de Trump
que endurecen el embargo.
Según
los directores de Roswell Park, la Administración de Alimentos y Fármacos
(FDA), el organismo que regula el sector farmacéutico en
EEUU, exige un periodo de pruebas de diez años para el CIMAvax
frente a cinco en los casos de nuevos fármacos de otros países. Pero en
la pandemia actual no se puede esperar ni diez días. “A mí
me han llamado médicos desesperados en hospitales en Nueva York para
preguntarme cómo pueden conseguir el Interferón Alfa 2B…”, dice Helen Yaffe. No va a ser posible. El Interferón está
siendo utilizado en nueve países, entre ellos España, pero EEUU no es uno de
ellos.
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