“Todos hemos escuchado decir a la gente, que el país nunca más será
el mismo. Entonces
pregunto ¿cómo debe ser ese país del futuro? ¿Cuáles deben ser los pilares o principios de ese país nuevo?
¿Cómo debemos construir ese país distinto al que tenemos actualmente?
Construir un país con rasgos diferentes al que tenemos, en mi opinión, exige
dos cuestiones clave:
“Primero, voluntad
política para poner en marcha una política fiscal agresivamente disruptiva,
basada en presupuestos de guerra plurianuales, que priorice inversiones
de gran magnitud en infraestructura física y equipamiento en educación, ciencia e investigación, salud, transportes y alfabetización digital. Todo ello sería parte de la construcción de un país
pos – coronavirus que sólo el Estado puede poner en marcha. Estas medidas tendrían un doble efecto: llevar la
economía al terreno positivo y preparar el país para futuros eventos no
deseados. Esta propuesta puede parecer una quimera para unos o utopía para
otros. Pero, seria ignorancia pura. Conocemos
decenas de países pequeños y más pobres en recursos naturales, sin embargo, que son infinitamente más desarrollados que el
nuestro, y
“Segundo, lucha
frontal contra la pandemia de la corrupción.
Esta pandemia ha pervertido la política, la justicia, la realidad económica,
las prácticas sociales, las acciones del gobierno, el mundo del trabajo,
los fines y modos de vida cotidiana de la gente, y a su vez ha engendrado una
clase rica hecha en la penumbra y al margen de la ley, empeñada en controlar la política y los principales espacios
de poder, de paso poniendo en peligro
la supervivencia de nuestra débil democracia. Diversas investigaciones
revelan que, un país corrupto podría tener niveles de inversión hasta 5% del PBI
menos que países sin corrupción, lo que se
traduce, a su vez, en pérdidas de crecimiento de la economía a largo plazo de
0.5% por año”.
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RESPUESTAS DESDE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS A
LA CRISIS.
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Alejandro Narváez Liceras.
Otra Mirada,
Lima jueves 20 de mayo del 2020.
Al margen de la pérdida de vidas humanas, que es
invalorable, el costo del coronavirus en materia económica, será cuantioso para
los peruanos. El optimismo del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) a
inicios de marzo pasado, de una caída del Producto Bruto Interno (PBI) para
este año en torno al 3.5% y una rápida recuperación en forma de V para el
2021, han ido cediendo paso a una cruda realidad: la profundidad de la recesión
parece no tener limite.
Apoyo Consultoría estima una caída de - 12% para
este año. Aunque duela admitirlo el 2020 es un año perdido, a menos que aparezca muy pronto la tan esperada
vacuna (crucemos los dedos) que ayude a evitar males mayores. Nada nos dice que
el próximo año sea mejor o igual que éste, y la curva de la recuperación con
suerte tendría forma de U, es decir, nuestra economía pasaría a duras
penas al terreno positivo allá por el año 2023.
Reactiva Perú no funciona
El gobierno ha previsto gastar 12% del PBI (90,000
millones de soles) para enfrentar la crisis del coronavirus. Los primeros 30,000 millones fueron destinados
a contener el virus, los siguientes 30,000 millones para préstamos a
empresas con garantía del Estado a cargo del Banco Central de Reserva (BCR)
y el saldo seria para la reactivación económica. Sin embargo, este plan fue
modificado la semana pasada (véase D.L. 1585). Los 30,000 mil millones que
manejan los bancos para préstamos con garantía del papá Estado han aumentado a 60,000
millones de soles, siendo la razón según el MEF, financiar el capital de
trabajo de las empresas con problemas de caja.
El tan mediático plan Reactiva
Perú del gobierno, no es propiamente un plan de reactivación
económica; es más bien de salvataje y contención de la economía a corto plazo
para evitar que se rompa la cadena de pagos. Este plan que cuenta con un
fondo de 60,000 millones de soles gracias a la última ampliación, está
orientado principalmente a sanear la economía de las grandes empresas y muy
poco a las micros, pequeñas y medianas empresas que brindan empleo al 75% de la
población económicamente activa (PEA). Conservar empleo es lo que más importa
en este momento, por lo tanto, el mayor esfuerzo del gobierno debe estar
dirigido a este sector. En suma, los 90 mil millones de soles ya se han
diluido, mientras hay 800 mil empleos perdidos con la crisis, 10 millones de
peruanos en situación de pobreza, 2 millones 500 mil hambrientos y la
reactivación no se ve, excepto penuria en miles de hogares peruanos.
Desafortunadamente, estamos ante un gobierno sin planes ni estrategias pos
coronavirus y de remate sin oposición política que ayude a corregir sus
desaciertos.
Respuesta desde las políticas públicas
a la crisis
El coronavirus ha puesto en evidencia que nuestro
país nunca estuvo preparado para nada. Ha puesto al desnudo nuestras miserias
más profundas. La bonanza económica del periodo 2001 y 2017 sirvió de muy
poco2, excepto para hacer millonarios a una élite codiciosa, muchos de ellos
sin merecerlo. La educación pública de calidad, la salud para todos, el
desarrollo de la ciencia para tener industria propia, etc. les importo muy poco
a los distintos gobiernos que se han sucedido a lo largo de los años.
Ante una crisis sanitaria,
económica y social sin precedentes, la única opción posible es una
respuesta de país coordinado y de gran magnitud. Se trata de actuar rápido y
sin vacilaciones. A grandes males, grandes remedios. Esto exige cuatro
líneas de actuación:
i)
salvar vidas,
ii)
proteger a los pobres de los embates de la crisis,
iii)
salvar el empleo y a las empresas de la quiebra que les acecha y
iv)
diseñar el plan de construcción de un país moderno y cohesionado socialmente.
Las tres primeras acciones se vienen dando con los errores y las limitaciones
que todos conocemos, por tanto, no abundaré más sobre ellas.
Todos hemos escuchado decir a la gente, que el país
nunca más será el mismo.
Entonces pregunto ¿cómo debe ser ese país del
futuro? ¿Cuáles deben ser los pilares o principios de ese país nuevo? ¿Cómo
debemos construir ese país distinto al que tenemos actualmente? Construir un
país con rasgos diferentes al que tenemos, en mi opinión, exige dos cuestiones
clave:
Primero, voluntad política para poner en marcha una
política fiscal agresivamente disruptiva, basada en presupuestos de guerra
plurianuales, que priorice inversiones de gran magnitud en infraestructura
física y equipamiento en educación, ciencia e investigación, salud, transportes
y alfabetización digital.
Todo ello sería parte de la construcción de un país
pos – coronavirus que sólo el Estado puede poner en marcha. Estas medidas
tendrían un doble efecto: llevar la economía al terreno positivo y preparar el
país para futuros eventos no deseados. Esta propuesta puede parecer una quimera
para unos o utopía para otros. Pero, seria ignorancia pura. Conocemos decenas
de países pequeños y más pobres en recursos naturales, sin embargo, que son
infinitamente más desarrollados que el nuestro, y
Segundo, lucha frontal contra la pandemia de la corrupción.
Esta pandemia ha pervertido la política, la justicia, la realidad económica,
las prácticas sociales, las acciones del gobierno, el mundo del trabajo, los
fines y modos de vida cotidiana de la gente, y a su vez ha engendrado una clase
rica hecha en la penumbra y al margen de la ley, empeñada en controlar la
política y los principales espacios de poder, de paso poniendo en peligro la
supervivencia de nuestra débil democracia. Diversas investigaciones revelan
que, un país corrupto podría tener niveles de inversión hasta 5% del PBI menos
que países sin corrupción, lo que se traduce, a su vez, en pérdidas de
crecimiento de la economía a largo plazo de 0.5% por año.
SE PUEDE FINANCIAR EL POS-CORONAVIRUS
Es evidente, que este año y los próximos habrán
menos ingresos al Tesoro Público, mientras los gastos crecerán
significativamente. ¿Qué hacer en este escenario y cómo financiar la construcción
del país pos - coronavirus? Tenemos varias opciones:
En el 2018 la recaudación tributaria en América
Latina y el Caribe (ALC) en promedio fue de 23.1% del PBI. Esto representa un
incremento de más de 8%, en relación al año 1990 (15.9%). En el Perú, la
recaudación tributaria en el 2018 fue de sólo 16.4% del PBI, Bolivia 25.4%,
Chile 21.1%, Ecuador 20.6%, Colombia 19.4% (Véase: Estadísticas Tributarias en
América Latina y el Caribe 2020 de la OCDE). Esta información revela dos
problemas: la incapacidad de la administración pública para ejercer una mayor
presión tributaria, por un lado, y por otro, la generosidad de los sucesivos
gobiernos corruptos con las grandes multinacionales al concederles
exoneraciones tributarias, así como la ilusión y la defraudación que genera el
dinero negro que no tributa. Por tanto, con una mayor presión tributaria se
puede generar más ingresos fiscales al Estado.
El impuesto a la solidaridad propuesto por el
ejecutivo ha sido totalmente desafortunado. Se trata más bien de poner en
debate la idea de crear el impuesto al patrimonio o riqueza de personas
naturales y jurídicas, que vaya de la mano de la reforma tributaria que
necesita el país. El profesor Jorge Manco lo llama “impuesto a la riqueza”.
Aumentar la deuda pública a 50% del PBI, por lanzar
una cifra. Chile con una caída de PBI de - 1.9% proyecta para este año una
deuda pública de 40% de su PBI y un déficit público de 9.3%. La última emisión
de Bonos del Tesoro Público es un buen ejemplo de lo atractivo que son los
títulos peruanos. Otro ejemplo cercano es la reciente emisión de bonos del
gobierno mexicano que ha tenido una excelente acogida.
Reingeniería de la Administración Pública. Implica
optimizar recursos o “quitar la grasa”, es decir, reducir los millonarios
contratos de consultoría y gastos innecesarios. Esta medida debe ir de la mano
de la reducción de los exorbitantes sueldos de un elevado número de burócratas
dorados entornillados en el BCR, la SBS, el MEF, etc.
Priorizar inversiones. Hay que aparcar proyectos
como el de Talara que implica gastar en torno a 6,500 millones de dólares. El
proyecto primigenio de modernización de la Refinería Talara estuvo
presupuestado en 265 millones de dólares.
La extrema fragilidad de nuestra economía ante una
crisis global y jamás vista tiene que ver, entre otros factores, con su fuerte
dependencia a las exportaciones de materias primas, con la minera como la
primera fuente de ingresos del país. En estas condiciones el Perú no tiene
futuro. El gobierno tiene la obligación inexcusable de convocar a los mejores
técnicos y profesionales para diseñar con rigor y sentido de Estado,
el plan de construcción nacional, que prevea el uso eficiente y razonable del
gasto público y diseñe una política fiscal que sea capaz de generar ingresos
suficientes para financiar el nuevo proyecto de país.
Los buenos fundamentos macroeconómicos, de lo que
mucho se alardea, debe servir precisamente, para ayudar a enfrentar esta crisis
con solvencia y para construir una sociedad cohesionada socialmente, basada en
otros principios en la que todos los peruanos tengamos los mismos derechos y
las mismas oportunidades. Lo peor que nos puede pasar después de esta crisis
es precisamente seguir como antes, y algunos lo desean. Si no es ahora, ¿Cuándo?
¡Cambiemos el rumbo! *** Este artículo también puede verse en: www.alejandronarvaez.com (Publicado
el 13(05/20).
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*1 Es Doctor en Ciencias Económicas por la
Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y Profesor Principal de Finanzas en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
2 Alejandro Narváez Liceras (2020). “Desigualdad y
Hambre en el Perú: 2001 - 2017”. Revista Investigaciones Sociales, Vol. 22 N°.
42, pp. 287 - 301, UNMSM. (Revista Indexada).
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