“-Otro de los ejes que entreteje la propuesta del Pacto Ecosocial y
Económico es el Ingreso Universal Ciudadano. -También lo pensamos como un proceso. Implicaría
una salida de la trampa de la pobreza y el clientelismo, tan ligados a los
planes sociales focalizados. Debe ser pensado junto a una reforma fiscal
progresiva. No somos los únicos que hablamos del tema. Intelectuales como
José Nun lo han trabajado históricamente, Rubén Lo Vulo, inclusive Beatriz
Sarlo. La idea sería que no se castigue a los sectores más vulnerables, a
través de impuestos indirectos como el IVA. Sino impuestos a las grandes fortunas, a los daños al medio
ambiente, al capital financiero, a la herencia. No tenemos impuesto a la
herencia porque Martínez de Hoz lo voló de un plumazo. Cuando decimos que
América latina tuvo una oportunidad de crecimiento económico durante el ciclo
progresista y usó renta extraordinaria proveniente del extractivismo en mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y los
sectores populares, hay que decir
también que no se promovió mayor justicia
social a través de la reforma del sistema fiscal. El tercer eje del pacto
es la deuda externa. Argentina está en virtual
default, gracias a lo que nos dejó el Gobierno anterior. Muchos
organismos internacionales están llamando a contemplar la situación de
fragilidad que atraviesan los países del Tercer Mundo. Algunos hablan de
un jubileo de deudas como la nuestra, que es insustentable y que ni siquiera
mejoró la situación de los sectores menos favorecidos”.
“-La idea de reforma fiscal que grave a la renta financiera suena
muy bien, pero estamos viendo la resistencia que provoca un impuesto a las
grandes fortunas. ¿Le parece practicable? -Estamos ante una crisis
civilizatoria. Ni hablar de la recesión económica que ya se está instalando
en el país. A eso hay que sumar que el virus está llegando a las poblaciones
más vulnerables. Estamos a una situación de tal gravedad que queda claro
que los sectores que tiene que aportar son los que más tienen. El impuesto a las grandes
fortunas no es una locura peronista, como se quiere instalar, sino una cuestión
lógica de justicia distributiva. Es necesario
salir a apoyar esa medida desde todos los sectores. Las cartas no están
marcadas.
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Dra.Maristella Svampa, y su propuesta Eco-Social desde el campo de la Sociología.
Se trata de plantear otra mirada de las relaciones entre los seres humanos y de los seres humanos con la naturaleza, una visión que no piensa al ser humano como alguien autónomo, sino como alguien que necesita del otro para poder sobrevivir.
***
SOCIÓLOGA MARISTELLA SVAMPA: "LA HUMANIDAD VIVE TIEMPOS DE
DESCUENTO".
POSTULA LA IDEA DE UN "PACTO ECOSOCIAL" COMO SALIDA A ESTA
"TRAGEDIA ANUNCIADA"
*****
El
coronavirus puso de relieve las enormes desigualdades que se han consolidado en
este sistema, así como la importancia de las causas socioambientales, advierte
Svampa.
Dolores Curia.
Página/12 lunes 26 de mayo
del 2020.
El
encierro no la encuentra aletargada ni confundida. Maristella Svampa no hace otra cosa que pensar en
la pandemia y escribir. “La crisis abre procesos de liberación cognitiva”,
dice. Y ella la tiene en la cabeza “desde la mañana hasta que se acuesta”. La
conversación va a la velocidad de su pensamiento, porque sabe que este estado
de excepción va a ser breve. La crisis del coronavirus es una oportunidad, un
portal que se abre pero no por mucho tiempo, en el que eventualmente va a haber
que elegir entre más “capitalismo del caos” o un New Green Deal, del que se está hablando acá y en el
mundo, y que a su paso va sumando las firmas de intelectuales y políticos, como
Bernie Sanders, Alexandría Ocasio Cortez, Noam Chomsky, Naomi Klein.
Es
que esta crisis no es
producto del azar, sino una tragedia que viene siendo anunciada desde la
Organización Mundial de la Salud, entre otras agencias oficiales de
Naciones Unidas. Y a las causas de la enfermedad que recorre el mundo hay que
buscarla, dice Svampa, entre la relación depredatoria con la naturaleza, el
modelo agroindustrial y las ansias de ganancia a cualquier precio.
La Internacional Progresista. Intelectuales y Políticos de Izquierda y Demócratas Progresistas, conversan, una Nueva Alternativa Política a nivel Mundial.
***
¿Por
qué es éste un momento especialmente oportuno para pensar lo social en clave
ambiental?
-La humanidad vive tiempos de
descuento. Se ha convertido en una fuerza que impacta en términos
destructivos en el tejido de la vida. Es una alarma que ha saltado hace
bastante tiempo. La gravedad de la crisis climática y el colapso ecosistémico
son evidentes. El
coronavirus viene a poner de relieve las enormes desigualdades que se han
consolidado en este sistema y, por otro lado, la importancia de las causas
socioambientales. No estamos viviendo un Leviatán climático, pero sí un
Leviatán sanitario. Las
causas de este fenómeno sin precedentes tienen que ver con la devastación de
los ecosistemas, las enfermedades zoonóticas, como lo han explicado tantos
especialistas, y también se desprenden del modelo agroalimentario. Las
megagranjas industriales que son un caldo de cultivo y de transmisión de estos
virus. Es una crisis que abre interrogantes acerca de hacia dónde queremos ir
como sociedad, cómo vamos a pensar los vínculos sociales desde ahora en
adelante y nuestro vínculo con la naturaleza. Las grandes crisis son portadoras
de demandas ambivalentes. Por un lado, hay demandas de transformaciones
radicales. Las crisis tornan viable aquello que hasta hace poco era considerado
inviable. Por otro lado, hay voces conservadoras que claman por un retorno a la
normalidad. Cuando en realidad, el retorno a la normalidad significaría una
falsa solución.
-No se habla de
causas socioambientales en el prime time. ¿A qué se debe para usted esa
invisibilización?
-En
principio no aparecen en el discurso público de ningún político. Desde Angela
Merkel a Alberto Fernández. Aparece sólo lo sanitario y ligado a un discurso
bélico que tiende a obturar esta discusión. Es una crisis que ha abierto dos
ejes. Primero, ha develado la profundidad de las desigualdades. No sólo entre
el Norte y el Sur sino al interior de nuestras sociedades. Thomas Picketty subraya
que la concentración de la riqueza hoy es comparable a la que había a fines del
siglo XIX. Y están las causas socioambientales que anuncian, como dicen tantos
investigadores, que habrá nuevas pandemias. Y que además debemos afrontar el
cambio climático, que combinará muchos de estos elementos, además de las
enfermedades ligadas a la contaminación y un proceso masivo de refugiados
ambientales.
-¿De qué se trata el
pacto ecosocial del que viene escribiendo, junto al abogado especialista en
Derecho Ambiental Enrique Viale?
-Es
algo de lo que se viene hablando en todo el mundo. También es conocido como Green New Deal. En Estados
Unidos y en Europa hay un imaginario instalado relacionado con la necesidad de
un gran pacto como salida de las crisis, como el New Deal y el Plan Marshall. En Argentina lo que
tenemos es una tradición ligada a la concertación como, por ejemplo, la que
promovía el Peronismo con los Planes Quinquenales. Pero no hay un imaginario
ligado a un pacto social, entendido como una recuperación integral. Hoy, sí se
está hablando más del tema. Es importante promover una visión integral, porque
hay una tendencia a encapsular a los pactos en su dimensión social y económica,
desliándolo de los temas ecológicos, que son el gran desafío que enfrenta la
humanidad en los días por venir. Preferimos no llamarlo “Nuevo Pacto Verde” porque
cada vez que aparece esa palabra se tiende a acotar, a pensar que sólo hablamos
de la reducción de los gases del efecto invernadero. Cuando en verdad estamos
hablando de abordar la desigualdad, la cuestión sanitaria, la educación y la
dimensión socio ambiental.
-¿Por qué cree que el
tema de la transición energética es una discusión que sólo se plantea
marginalmente en Argentina?
-Entra
y sale de las agendas de muchos países y se ve cercado por tensiones e
intereses. Acá Vaca Muerta ha obturado la posibilidad de pensar una transición
hacia energías limpias. Es un punto ciego que atraviesa diferentes gobiernos,
con sus modalidades. Se
instaló la idea de que, explotándola, Argentina se va a convertir en una
potencia energética exportadora. Esa imagen se ha venido desmoronando
y hoy está en su mínima expresión. Pero no sólo porque en todo el mundo hay
fuertes controversias ambientales, sino porque en términos económicos y
financieros Vaca Muerta es inviable. No sólo por la caída del precio del barril
de petróleo. Es necesario salir de esa encerrona y pensar en una línea
diferente en sintonía con las energías limpias y cómo transicionamos hacia
ellas.
-Hay toda una
discusión sobre el litio que todavía no se ha dado en Argentina, por lo menos,
no cabalmente…
-Se
está dando en muchos países. Se piensa cómo crear una Agencia Nacional del
Litio que promueva un entramado tecnológico y productivo diferente, con métodos
de extracción no contaminantes y acuerdos con las comunidades indígenas del
norte argentino. Si no
pensamos cómo implementarlo acá, lo que haremos, que ya está pasando, es
destruir nuestros territorios, atropellar a las comunidades que viven allí y
facilitarles la transición energética a los países más poderosos como
China, Japón y Alemania.
-¿Se abre con este
nuevo gobierno las posibilidades de dar esos debates?
-Sí,
son temas que bien podrían ser abordados. Sobre todo, teniendo en cuenta la
coyuntura. También soy consciente de que estos son procesos cortos. Son
oportunidades, portales que, así como se abren, también se pueden cerrar en muy
poco tiempo. Pero podría suceder que la respuesta sea reactivar la economía con
más extractivismo, por ejemplo. Durante el confinamiento ha habido más desmonte en el Norte y también
en provincias como Chubut, donde se le ha dicho que no a la mega minería, se
está aprovechando la crisis para promover la minería como una solución. Insisto
con que la transición es un proceso complejo y no tenemos un manual. La vieja
imagen de YPF sirvió, a mi entender, hasta los años 70. Hoy los combustibles
fósiles no forman parte del futuro. En el caso del litio es diferente,
pertenece a los dos mundos. Por un lado, es minería de agua y es altamente
insustentable. Para su extracción se utiliza millones de litros de agua en
ecosistemas frágiles como son las salinas. Pero, por otro lado, es una de las
claves para acceder a energías limpias, libres de combustibles fósiles. Ahí hay
un dilema. Tendríamos que tratar de pensar en un escenario con energías post
fósiles, limpias, renovables, para construir una sociedad solidaria y resiliente.
Si queremos pensar en términos de justicia distributiva y de transición
energética, lo que el Gobierno arregló, cediendo a la presión de las compañías
petroleras, como un precio especial al crudo o un "barril criollo",
es un total desatino. Un grave retroceso. Los costos que va a traer al país son
enormes. Estoy incluyendo en esto a los gobernadores. Hay que pensar cómo
desarticular esa alianza perversa entre grandes compañías, gobernadores y
sindicatos petroleros, para volver a pensar en el país, en los trabajadores del
sector, en los consumidores y en la transición.
-Al calor del
confinamiento, mucha gente cuenta que se está replanteando su relación con el
consumo…
-Es
que si vamos a
reemplazar los combustibles fósiles por el litio pero vamos a conservar el
mismo modelo de consumo, centrado, por ejemplo, en automóviles individuales, no
cambiamos nada. No sólo el planeta es limitado. El litio también es
limitado y en algún momento se va a agotar. Es lógico que todos nos estemos
replanteando la diferencia entre aquello que es accesorio y aquello que es
necesario. Por eso digo que la pandemia es una oportunidad de rever la
insustentabilidad y todas las injusticias que implica este modelo de consumo
tan ligado a la globalización neoliberal.
-Otro de los ejes que
entreteje la propuesta del Pacto Ecosocial y Económico es el Ingreso Universal
Ciudadano.
-También
lo pensamos como un proceso. Implicaría una salida de la trampa de la pobreza y
el clientelismo, tan ligados a los planes sociales focalizados. Debe ser
pensado junto a una reforma fiscal progresiva. No somos los únicos que hablamos
del tema. Intelectuales como José Nun lo han trabajado históricamente, Rubén Lo
Vulo, inclusive Beatriz Sarlo. La idea sería que no se castigue a los sectores
más vulnerables, a través de impuestos indirectos como el IVA. Sino impuestos a
las grandes fortunas, a los daños al medio ambiente, al capital financiero, a
la herencia. No tenemos
impuesto a la herencia porque Martínez de Hoz lo voló de un plumazo. Cuando
decimos que América latina tuvo una oportunidad de crecimiento económico
durante el ciclo progresista y usó renta extraordinaria proveniente del
extractivismo en mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y los
sectores populares, hay que decir también que no se promovió mayor justicia social a través de la
reforma del sistema fiscal. El tercer eje del pacto es la deuda externa.
Argentina está en virtual default, gracias a lo que nos dejó el Gobierno
anterior. Muchos organismos internacionales están llamando a contemplar la
situación de fragilidad que atraviesan los países del Tercer Mundo. Algunos
hablan de un jubileo de deudas como la nuestra, que es insustentable y que ni
siquiera mejoró la situación de los sectores menos favorecidos.
-La idea de reforma
fiscal que grave a la renta financiera suena muy bien, pero estamos viendo la
resistencia quye provoca un impuesto a las grandes fortunas. ¿Le parece
practicable?
-Estamos ante una crisis
civilizatoria. Ni hablar de la recesión económica que ya se está instalando
en el país. A eso hay que sumar que el virus está llegando a las poblaciones
más vulnerables. Estamos a una situación de tal gravedad que queda claro que
los sectores que tiene que aportar son los que más tienen. El impuesto a las grandes
fortunas no es una locura peronista, como se quiere instalar, sino una cuestión
lógica de justicia distributiva. Es necesario salir a apoyar esa medida
desde todos los sectores. Las cartas no están marcadas.
-También han hecho
foco en el tema de los cuidados, desde la perspectiva de la economía feminista.
-Creemos
que se debe implementar un sistema
nacional público de cuidados. Es central para pensar la nueva sociedad en
la que se pongan en juego el respeto y la reciprocidad como elementos
fundamentales para la reproducción social. Se trata de plantear otra mirada de
las relaciones entre los seres humanos y de los seres humanos con la
naturaleza, una visión que no piensa al ser humano como alguien autónomo, sino como
alguien que necesita del otro para poder sobrevivir. Las feministas populares lo han dejado en claro
cuando colocan la ética del cuidado en un lugar central. Hoy el cuidado
aparece en el discurso oficial y de hecho este Gobierno ha incorporado a numerosas
mujeres profesionales, economistas, intelectuales. Ojalá sus presencias en esos
puestos colaboraren a profundizar esta visión.
-Mientras tanto se
organiza una “marcha contra el comunismo”, se cacerolea contra la prisión
domiciliaria para presos en situaciones vulnerables, y podríamos seguir…
-Todas
esas personas siempre estuvieron ahí. Vivimos un momento de regresión política
en el cual hay corrientes sociales ligadas a un pensamiento reaccionario de
derecha y derecha extrema, que buscan una expresión política partidaria. Y que,
en algunos países, como Brasil, la ha encontrado. La crisis de 2008 en Europa y
Estados Unidos abrió la puerta a una reconfiguración económica y social
negativa: se hizo en beneficio de los sectores financieros y perjudicó a sectores
medios y populares. Esos sectores buscaron otras soluciones por la vía de una
narrativa xenófoba y nacionalista. En América Latina lo vimos en Bolivia: a
partir del derrocamiento a Evo Morales se hizo presente una derecha radical,
anti-indígena, que creíamos derrotada. El modelo de la globalización neoliberal
se agotó. Corremos el
peligro de avanzar a un colapso ecosistémico de la mano de una derecha radical
y nacionalista que propone un cierre cognitivo a través del miedo. En 2011,
cuando surgieron movimientos como Ocupy Wall Street o los indignados en España,
una de las consignas era “Somos
el 99 % de la población contra el 1 % de los súper ricos”. Luis González
Reyes, un ecologista español, dice que hay que complejizar esa consigna: hay un
20% de la población que es permeable al mensaje fascista. Entonces, en verdad, somos el 79% versus
el 21%. No se puede negociar con los fascismos, al fascismo se lo combate a
través de frentes políticos.
¿Por
qué Maristella Svampa?
Maristella
Svampa se define como intelectual
anfibia, todo terreno, pero oriunda de la Patagonia. Es Licenciada en
Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, magister en Filosofía en la
Universidad de París I y doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios
en Ciencias Sociales, de París. Es investigadora principal del Conicet y tiene
una veintena de libros publicados, entre ensayos, investigaciones y novelas.
Svampa es una pensadora, se diría, especializada en crisis: en la crisis del
mundo popular y el desarrollo de las organizaciones piqueteras en la
convulsionada Argentina post 2001 (pero también, su contracara: la vida en los
countries y barrios privados), la crisis del peronismo (La plaza vacía. Las transformaciones del peronismo) y,
desde hace años, su gran tema ha sido el de la devastación medioambiental. Sus
últimos libros lo demuestran: Chacra 51. Regreso a la
Patagonia en los tiempos del fracking y Las
fronteras del neoextractivismo en América Latina.
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