“Futuro dramático. Si la explosión
desbocada del desempleo y la problemática de la desinformación acompañan la
nueva coyuntura pandémica mundial el tema
de la deuda externa se convierte en agenda crucial de países y regiones. No solo la antigua, acumulada y pendiente.
Sino también la nueva, que muchos Estados contraerán para hacer frente a
la crisis de sobrevivencia. Fue uno de los temas cruciales, por ejemplo,
del debate interno de la misma Unión Europea durante las últimas semanas
y aún pendiente de resolución”.
“Un grupo de 60 organismos y agencias de las
Naciones Unidas, llamaron el pasado 10 de abril a los gobiernos a abordar la actual recesión
y su repercusión en las naciones más empobrecidas del planeta. Según
las instituciones onusianas miles de
millones de personas viven en países al
borde del colapso económico debido a la combinación explosiva de los “problemas
financieros impulsados por la pandemia del COVID-19, pesadas obligaciones de
deuda y un descenso de la ayuda oficial al desarrollo”, subraya el
documento del Grupo de Trabajo Interinstitucional
sobre Financiación para el Desarrollo”.
Elijamos Dignidad No Indigencia. OXFAM.
***
“Actores de primer orden de la sociedad civil internacional subrayan, también, el riesgo de que a causa de la pandemia
más de 500 millones de personas,
adicionalmente, caigan en la pobreza.
Así lo señala Oxfam internacional en su último informe Elijamos
dignidad, no indigencia que fue difundido en abril pasado. La
magnitud de esta crisis, según la ONG internacional,
excede toda proyección racional. “Podría suponer un retroceso de una
década en la lucha contra la pobreza y de hasta 30 años en
algunas regiones como África subsahariana, Oriente Próximo y el Norte de
África. Más de la mitad de la población mundial podría vivir
en condiciones de pobreza tras la pandemia”.
“Oxfam exige a los organismos
internacionales (incluidos al FMI y al Banco Mundial
que tienen prevista su reunión de primavera este tercer fin de semana de
abril) “cancelar inmediatamente el pago de la deuda en 2020
y alentar a otros acreedores que hagan los mismo…” Y
recomienda “… acordar la inmediata inyección de dinero en los
países de desarrollo para ayudarles a rescatar a las comunidades en
situación de pobreza y vulnerabilidad”. Pronósticos, estadísticas,
proyecciones, cada día peores, cada semana más dramática. En solo
algo más de cuatro meses, la Tierra parece
ser otro planeta y la humanidad no termina de agotar su capacidad de asombro”.
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LA POBREZA GOLPEARÁ A LA MITAD DE LA HUMANIDAD.
*****
Sergio
Ferrari.
ALAI
viernes 8 de mayo del 2020.
-La mitad de la población activa mundial
amenazada por el desempleo
-2do
trimestre del 2020: 305 millones menos de puestos de trabajo
Las
proyecciones estadísticas más pesimistas van quedándose cortas ante la dimensión de la
crisis. Desempleo, desinformación y pobreza aparecen como algunas de las
piezas de un rompecabezas todavía no armado, pero con efectos directos y
colaterales devastadores. La mitad de los empleos en la escala mundial se
ven amenazados.
El
“privilegio” del empleo
En el
mundo, 1.600 millones de los 2.000 millones de trabajadores de la economía informal se ven
afectados por las medidas de confinamiento y de contención. La mayoría
trabaja en los sectores más afectados o en pequeñas unidades económicas más
vulnerables a las crisis, según un informe publicado el 7 de mayo por
la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Estos
incluyen a los trabajadores en los servicios de hostelería y restauración, la industria
manufacturera, la venta al por mayor y al por menor, y los más de 500
millones de agricultores que abastecen los mercados urbanos. Las mujeres se ven especialmente afectadas en los
sectores de alto riesgo, destaca el informe.
Por otra
parte, la caída constante de las horas de trabajo a nivel mundial a causa del
COVID-19 significa que 1.600 millones de trabajadores de la economía informal, esto es, casi la mitad de la
población activa mundial, “corre peligro inminente de ver desaparecer sus
fuentes de sustento”, señalaba la OIT en su 3er documento
analítico de fines de abril.
Entre su
primer informe sobre el COVID-19 y el mundo del trabajo publicado el 18 de marzo pasado
y las estimaciones actualizadas difundidas a fines de abril la OIT
cambió su punto de referencia. Ya no se trata de comparar la actual crisis con
el terremoto financiero del 2008, sino con los estragos resultantes de la 2da
Guerra Mundial.
El 81% de
la fuerza de trabajo – más de 2700 millones de
trabajadora-es- padecían de desempleo
total o parcial a fines de abril. Y de continuar esta tendencia, en
el segundo semestre del año en curso, la reducción del empleo golpeará
a 305 millones de trabajadora-es a tiempo
completo, teniendo como referencia una jornada laboral de 48 horas
semanales.
En el
estudio actualizado de la OIT (https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_743056/lang--es/index.htm) la
alarma suena con respecto a los trabajadores de la economía
informal, que representan en su totalidad, unos 2000 millones de personas, la mayoría en países
emergentes y en desarrollo de ingreso bajo y mediano. Con el
agravante que, en general, carecen de protección básica, de cobertura de
seguridad social, de atención médica y, en caso de enfermedad, de sustitución
de ingresos.
La crisis
económica provocada por la pandemia ha dado una estocada contundente a la
capacidad de ganar el sustento de casi 1.600 millones de
trabajadora-es de la economía informal – el sector más vulnerable-, de un total de 2.000
millones a nivel mundial, y de una fuerza de trabajo de 3.300 millones de
personas a escala planetaria. Las medidas de confinamiento y/o el
hecho de que esas personas trabajan en alguno de los sectores más golpeados por
la crisis, determinan esta dramática situación.
India, con 400 millones de trabajadores informales,
Nigeria, Brasil, Indonesia, Pakistán y Vietnam, se
encuentran entre las naciones que por concentración demográfica más
sufrirán el impacto. Sin embargo, regiones enteras, como Centroamérica,
o la América andina, dependen en gran medida de las actividades
informales. Las que tienen, también, una fuerte incidencia en las
concentraciones urbanas latinoamericanas,
desde Buenos Aires hasta la Ciudad de México, pasando por Bogotá,
Caracas, Lima o La Paz.
La
pandemia desinformativa
Beber
alcohol fuerte, comer gran cantidad de ajo, bañarse
con agua casi hirviente, ingerir medicamentos caseros…Miles
de informaciones falsas sobre el COVID-19 explotan en Internet, en
las redes sociales y en las plataformas de comunicación.
La
“información falsa y poco fiable pone en riesgo muchas vidas”, señala
la Organización Mundial de la Salud. Con los Consejos para la
población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus 2019-nCoV,
(https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/myth-busters)
intentó salir al cruce de creencias, desinformaciones o métodos “caseros”,
que se presentan como eficaces para contrarrestar el virus. Con el agravante,
además, que detrás de muchas desinformaciones, se expande el comercio
creciente de medicamentos falsificados o adulterados.
Ya en la
segunda quincena de marzo, la Federación Internacional de Periodistas (FIP) que nuclea a 600 mil
trabajadores del sector había advertido sobre la necesidad que “periodistas
y medios informen sobre hechos y con fuentes fiables, sin especulación alguna…”
Y convocaba a autoridades públicas e instituciones médicas a suministrar
“información puntual y transparente”. Fue la misma FIP
quien en la segunda semana de abril condenó los ataques sistemáticos del
presidente brasilero Jair Bolsonaro a periodistas de su país. Un estudio
al que hace referencia la central sindical mundial con sede en Bruselas
contabiliza más de 140 ataques de este tipo, en los últimos tres meses,
en torno a la cobertura informativa de la pandemia.
Futuro
dramático
Si la
explosión desbocada del desempleo y la problemática de la desinformación
acompañan la nueva coyuntura pandémica mundial
el tema de la deuda externa se convierte en agenda crucial de países y
regiones.
No solo
la antigua, acumulada y pendiente. Sino también la nueva, que muchos Estados
contraerán para hacer frente a la crisis de sobrevivencia. Fue uno de
los temas cruciales, por ejemplo, del debate interno de la misma Unión
Europea durante las últimas semanas y aún pendiente de resolución.
Un grupo
de 60 organismos y agencias de las Naciones Unidas, llamaron el pasado 10 de
abril a los gobiernos a abordar la actual recesión y su repercusión
en las naciones más empobrecidas del planeta. Según las instituciones onusianas miles
de millones de personas viven en países al borde del colapso económico
debido a la combinación explosiva de los
“problemas
financieros impulsados por la pandemia del COVID-19, pesadas obligaciones de
deuda y un descenso de la ayuda oficial al desarrollo”, subraya
el documento del Grupo de Trabajo Interinstitucional sobre Financiación para
el Desarrollo.
Actores
de primer orden de la sociedad civil internacional
subrayan, también, el riesgo de que a causa de la pandemia más de 500 millones de personas, adicionalmente, caigan
en la pobreza. Así lo señala Oxfam
internacional en su último informe Elijamos dignidad, no
indigencia (https://www.oxfam.org/es/informes/elijamos-dignidad-no-indigencia),
que fue difundido en abril pasado.
La
magnitud de esta crisis, según la ONG internacional, excede
toda proyección racional.
“Podría
suponer un retroceso de una década en la lucha contra la pobreza y de hasta
30 años en algunas regiones como África subsahariana, Oriente Próximo y
el Norte de África. Más de la mitad de la población mundial
podría vivir en condiciones de pobreza
tras la pandemia”.
Oxfam
exige a los organismos internacionales (incluidos al FMI y al Banco Mundial
que tienen prevista su reunión de primavera este tercer fin de semana de
abril)
“cancelar
inmediatamente el pago de la deuda en 2020 y alentar a otros
acreedores que hagan los mismo…” Y recomienda “… acordar la inmediata
inyección de dinero en los países de desarrollo para ayudarles a
rescatar a las comunidades en situación de pobreza y vulnerabilidad”.
Pronósticos,
estadísticas, proyecciones, cada día peores, cada semana más dramática.
En solo algo más de cuatro meses, la Tierra
parece ser otro planeta y la humanidad no termina de agotar su capacidad de
asombro.
Sergio
Ferrari, desde la ONU, Ginebra, Suiza
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