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Dos
contextos diferentes hasta opuestos por su significado político e histórico en
un escenario coyuntural atravesado por una crisis estructural, multidimensional que no
para, no encuentra salida y por el contrario se hunde, se profundiza y es cada
vez más extensa, desoladora, destructiva, por la poderosa carga de “dinamita” ( austeridad) que lleva en sus propios
hombros. El centro de estas repercusiones ha sido la vieja Europa sacudida
ahora por la crisis en Chipre. Una
Europa que muestra en Grecia nueve
huelgas generales consecutivas y la emergencia de una derecha fascista, con
representación electoral, que no vacila en asesinar menesterosos en las calles.
Una España que mes a mes bate record
de desocupación, de desahucios y de suicidios, que sin embargo muestra estadios
de fútbol repletos de espectadores que pagan entradas por un valor que hace
enrojecer de envidia a los directivos de los clubes argentinos. Una Europa que ha visto congregarse una
multitud bajo la lluvia que con lágrimas en los ojos saludaba emocionada el
nuevo papado, mientras
que Italia se hunde en una crisis económica-política sin salida a la vista.
Por
otro lado en la misma coyuntura del escenario global, América latina el
continente que hoy crece en su macro-economía – crecimiento único hoy – pero que
arrastra una poderosa “asignatura” inconclusa, la profundización y
generalización de la Desigualdad Económico-social y en su interior un volcán social
y político: Los conflictos sociales,
pero a su vez el continente con la población más joven del universo y con
el mayor número de católicos – hoy más de 430 millones de una población total
de 600 millones. ( el 48% de católicos
de todo el mundo, vive en América latina). Un poder y fortaleza en relación a la Iglesia Católica Mundial.
El impacto no ha sido menor en América latina
y especialmente, por obvias razones, en nuestro país. Si tenemos en cuenta que
un Papa argentino completa la trilogía iniciada por Messi, elegido como mejor jugador del mundo por cuarto año
consecutivo; que en los próximos días Máxima
Zorreguieta será ungida reina de Holanda, no es de extrañar que el
chauvinismo local esté exultante. Nos falló el tenista Del Potro, pero bueno todo no se puede. El inesperado resultado de la elección cayó como rayo en cielo no
sereno. Si la oposición derechista y las fracciones cegetistas y
empresariales reaccionaron entusiastamente compitiendo por quién era más
papista que el futuro Papa, el gobierno pareció totalmente desconcertado ante
el anuncio vaticano. El oficialismo
reaccionó tardía y fragmentariamente. Indiferencia primero y diplomacia
después en el gobierno; rechazo en los sectores que vinculan –documentadamente-
a Bergoglio con la dictadura militar y reubicación de otros que, adaptando la ya
vetusta teoría del Fin de la Historia, intentan separar el presente del pasado
inmediato.
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LA DIMENSION POLITICA DEL NUEVO PAPADO.
*****
Eduardo
Lucita.
Rebelión viernes 22 de
marzo del 2013.
El impacto político provocado cuando el Conclave
del Vaticano eligió un Papa latinoamericano, superando ampliamente votaciones
anteriores y dejando mal parados a los aspirantes europeos, ha tenido una
repercusión que está lejos de desvanecerse .
El centro de estas repercusiones ha sido la vieja
Europa sacudida ahora por la crisis en Chipre. Una Europa que muestra en Grecia
nueve huelgas generales consecutivas y la emergencia de una derecha fascista,
con representación electoral, que no vacila en asesinar menesterosos en las
calles. Una España que mes a mes bate record de desocupación, de desahucios y
de suicidios, que sin embargo muestra estadios de fútbol repletos de
espectadores que pagan entradas por un valor que hace enrojecer de envidia a
los directivos de los clubes argentinos. Una Europa que ha visto congregarse
una multitud bajo la lluvia que con lágrimas en los ojos saludaba emocionada el
nuevo papado, mientras que Italia se hunde en una crisis económica-política sin
salida a la vista.
La argentinidad al palo.
El impacto no ha sido menor en América latina y
especialmente, por obvias razones, en nuestro país. Si tenemos en cuenta que un
Papa argentino completa la trilogía iniciada por Messi, elegido como mejor
jugador del mundo por cuarto año consecutivo; que en los próximos días Máxima
Zorreguieta será ungida reina de Holanda, no es de extrañar que el chauvinismo
local esté exultante. Nos falló el tenista Del Potro, pero bueno todo no se
puede.
El inesperado resultado de la elección cayó como
rayo en cielo no sereno. Si la oposición derechista y las fracciones cegetistas
y empresariales reaccionaron entusiastamente compitiendo por quién era más
papista que el futuro Papa, el gobierno pareció totalmente desconcertado ante
el anuncio vaticano. El oficialismo reaccionó tardía y fragmentariamente.
Indiferencia primero y diplomacia después en el gobierno; rechazo en los
sectores que vinculan –documentadamente- a Bergoglio con la dictadura militar y
reubicación de otros que, adaptando la ya vetusta teoría del Fin de la
Historia, intentan separar el presente del pasado inmediato.
Así no sería lo mismo el Cardenal Bergoglio que el
Papa Francisco I, para más datos argentino y peronista. El reciente encuentro
en Roma con nuestra Presidenta, que recibió un trato privilegiado cuando el
nuevo Papa todavía era Cardenal, ha puesto fin a la discordia. Como no podía
ser de otra manera se impuso la realpolitik, dejando aislados a los sectores
más críticos del kirchnerismo.
Como efectos inmediatos de esta realpolitik es
posible asistamos a convocatorias a la unión nacional, buscando limar las
diferencias entre las clases sociales; a que se bloqueen las posibilidades de
lograr el aborto legal y gratuito; a que aumenten las trabas a las prácticas
del aborto no punible e incluso resistencias al matrimonio igualitario. No es
de descartar un renacimiento de grupos del fundamentalismo católico, como los
que recientemente atacaron un local del Movimiento
La Dignidad en Capital Federal.
Asuntos Internos.
No es tarea menor la que el Cónclave del Vaticano
le encomendara al nuevo Papa. Lo primero será reconstruir los lazos con la
sociedad, recuperando credibilidad y el terreno perdido frente a las distintas
vertientes evangelistas que han recortado buena parte del universo de la
feligresía católica. Esto requiere aggiornar una iglesia que, según los dichos
de teólogos y estudiosos del catolicismo, atrasa 200 años. Los anteriores
papados, de Juan Pablo II y Benedicto XVI, no hicieron más que rodear este
atraso de una filosofía tan retrógrada como reaccionaria, por lo que está
planteado reformar prioritariamente la curia romana. Poner fin a los escándalos
de corrupción, por lavado de dinero y por abusos sexuales. Combatir la
opulencia y la mala administración del gobierno central. Controlar las
rencillas y disputas intestinas por espacios de poder, a los que acostumbra la
jerarquía eclesiástica. Que en los últimos tiempos tomaron una envergadura
inocultable.
Geopolítica vaticana.
Sería una ingenuidad no ver el carácter geopolítico
de la designación del nuevo Papa, es en este plano que está llamado a jugar un
papel decisivo. Europa y América latina, están en el centro de la mira
vaticana, como lo fueron los países del Este en tiempos de Karol Wojtyla.
En Europa en medio de la agudización de la crisis
los gobiernos de centro izquierda o centroderecha, socialdemócratas o
conservadores, no se diferencian mayormente al momento de aplicar los ajustes y
las políticas de austeridad impuestas por la troika, lo que los ha hecho perder
apoyo social. La contrapartida es la aparición por un lado de nucleamientos
neopopulistas, que recogen votos de izquierda y populares. Una suerte de
combinación del Tea Party americano y de los Indignados españoles o de Occupy
WS, que dejan al descubierto una fuerte crisis de representatividad del sistema
-Los Piratas en Suecia, el M5E en Italia, Tim Stronach en Austria, Alternativa
Alemana son algunas de esas expresiones- y por el otro fuerzas de izquierda con
apoyo de masas -Syriza en Grecia, el Front Gauche en Francia, el Bloco de
Esquerda en Portugal, la Alianza Roja-Verde en Dinamarca. Unos y otras abren
nuevos panoramas con final incierto dada la profundidad y prolongación de la
crisis capitalista.
América latina, que fuera el centro de las
resistencias al neoliberalismo, concentra ahora los mayores cambios sociales.
Venezuela, Ecuador, Bolivia, todos procesos populares de masas que, aún
contradictoriamente, muestran rupturas parciales con el imperialismo y una
orientación genérica socialista, que junto a otros países de la región como el
nuestro van dando lugar a instituciones como la UNASUR, CELAC y ALBA, que
escapan a la tutela de los EEUU.
Tanto en uno como en otro continente la geopolítica
vaticana estará de ahora en más, más que atenta. En Europa seguramente tratará
que la evolución política en los países de la periferia no se desmadre ni a la
ultra derecha ni a la izquierda, mientras que en América latina buscará no
enfrentar sino reorientar los procesos de cambio, mellando sus aristas más
antisistema. La reciente referencia a la Patria Grande no es gratuita.
Desde esta perspectiva no es meramente casual la
elección de un Papa latinoamericano y jesuita. Tiene que ver con una Europa que
se desdibuja y que EEUU ya no hegemoniza el proceso de acumulación de capitales
a nivel mundial, por el contrario este está ahora centrado en los llamados
países “emergentes”. Por otra parte más de tres décadas de neoliberalismo han
dejado como saldo un peligroso promedio mundial de 30 por ciento de pobres
estructurales.
En palabras del politólogo Norberto Bacher, se
trataría “ Una vez más de la utilización de los sentimientos de religiosidad
popular para transformarlos en una atadura ideológica de las amplias masas a
los valores que sustentan y justifican la supervivencia de las clases
explotadoras”.
Francisco I y la pobreza.
Al ser investido como nuevo jefe espiritual de la
Iglesia Católica el Papa Francisco I reiteró su opción “quisiera una iglesia
pobre para los pobres”, tal vez pensando desprenderse de parte de la riqueza
acumulada en el Vaticano, o reconociendo que bajo el reino del capital “pobres
habrá siempre”. Así “el problema” de la pobreza vuelve al centro de la escena
internacional. Pero sería bueno definir cuales sus las causas. ¿Ella misma se
autojustifica o las causas están en otro lado? ¿El problema es la pobreza o el
verdadero problema es la riqueza?
Esa riqueza que para concentrarse cada vez más,
como lo muestran todas las estadísticas mundiales, necesita de la pobreza. ¿Reconocerá el
nuevo Papa, y quienes ahora lo idolatran, que combatir la pobreza no es posible
sin combatir, a fondo, la riqueza?.
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Eduardo Lucita. Integrante
de EDI –Economistas de Izquierda
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso
del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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