viernes, 1 de marzo de 2013

NELSON MANRIQUE vs. STEVEN LEVISTKY: Democracia: quién la califica. Politólogos, alineamientos políticos y la Democracia liberal. Respuesta a Steven Levistky.

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La democracia liberal representativa, como herencia del Modelo Social Europeo – la más grande contribución política que Europa aportó al mundo democrático- es necesario hoy tener una mirada central en relación a la vigencia de los Derechos Políticos y Sociales - laborales -, que en el siglo XXI se han transformado políticamente en la columna vertebral de carácter social y la fortaleza política de la Democracia. Los Derechos Humanos es parte constitutiva de ese proceso de institucionalización Democrática. En la propia Democracia liberal Representativa, hoy se presentan otros contextos sociales y políticos que validan su carácter polisémico y su complejidad política: Ciudadanía, Comunicación Intercultural, Liderazgo Social y Humanista, Sociedad Civil, local, real, popular, emergente (el escenario de escenarios de las clases y la lucha de clases); Nuevos Movimientos Sociales (para la derecha la etiqueta de “Conflictos Sociales”), proceso de Rendición de Cuentas, Accountability, transparencia pública, Apoyo y reconocimiento de las PYMES y MYPES y las Micro-finanzas; Gobernabilidad Democrática– sustentada políticamente en cuatro características principales: eficiencia y eficacia; estabilidad política: confianza personal y social; y legitimidad Institucional.

La gran verdad, única y universal: “La mayoría de los politólogos que estudiamos los regímenes utilizamos una definición liberal y procedimental de la democracia.  En ese sentido, una plena democracia cumple con cuatro requisitos básicos: (1) elecciones libres y justas; (2) pleno sufragio; (3) amplia protección de las libertades básicas (de asociación, expresión, prensa); y (4) control civil sobre las fuerzas armadas”. 

Dr. Levistky, la democracia pertenece, es propiedad: de Politólogos, gobiernos y  empresarios. La democracia – cuál sea su definición, por su carácter polisémico – nace, fortalece, desarrolla, recrea, en su medio ambiente natural,  el pueblo, la comunidad, la ciudadanía,- mejor aún en las comunidades históricas y pueblos originarios, pero reservo este argumento sobre la democracia asociacionista – mejor, por ahora, entramos en otro contexto, escenario en el cual, la verdadera fortaleza social y política de la Democracia, es el Ciudadano; ahora si convenimos en esta elemental opinión, entonces es lógico, que si hay elecciones, sufragio, libertadeslibertad,  muy discutible si alcanza o llega a todos, en una sociedad de clases, antagónicas – porque negar que hoy en tiempos del neoliberalismo, los Derechos Sociales, no aparecen, han sido fulminados por la opinión científica y todopoderosa de los Politólogos.

Dr. Levistky o es que laeducación, asistencia en salud, servicios públicos, seguridad ciudadana, comunicación, diversidad cultural, medio ambiente, derechos laborales en general, es decir, además la vigencia irrestricta de los Derechos Humanos, no son necesarios, importantes, fundamentales en una Democracia Liberal Representativa. Con esta Opinión de los algunos iluminados Politólogos hasta el Sr. Soros“el tiburón financiero” o de “especulador a gurú” – como hoy es conocido en el mundo de las finanzas - se va sorprender y enjuiciará públicamente por el atrevimiento que tienen algunos profesionales, ahora socios y/o aliados en la práctica de la gran burguesía más tradicional, oscura, conservadora y fascista, la misma que obnubilada con su poder global, destruyó y liquidó todos los derechos sociales en el mundo de la globalización actual.
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Dr. Nelson Manrique. Sociólogo. Historiador. Columnista Diario La República.
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Democracia: quién la califica.
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La República. Martes, 19 de febrero de 2013.

Nelson Manrique.

La reelección de Rafael Correa a la presidencia del Ecuador, con un contundente 56% en primera vuelta,  vuelve a plantear una cuestión incómoda para los politólogos: cómo a pesar de su apetito reeleccionista Chávez, Kirchner y Correa gozan del apoyo mayoritario de sus ciudadanos. Esto suele atribuirse al atraso político, pero la evidencia empírica muestra otro panorama.

Revisemos el Latinobarómetro 2011, la fuente más importante de información acerca de las percepciones sobre la política y la democracia en América Latina, que permite comparar la conciencia democrática existente en Argentina, Venezuela, Ecuador y Perú.

La afirmación: “La democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno” es suscrita en Argentina, Venezuela y Ecuador por 88, 86 y 84% de los ciudadanos, respectivamente; sólo los supera Uruguay, con 90%. En el Perú la suscribe un 73%, por debajo del promedio regional (76%).

A la pregunta: “¿Cuán democrático es su país”, usando una escala en que el “1”quiere decir que “el país no es democrático” y el “10” que “es totalmente democrático”, en Venezuela, Argentina y Ecuador los ciudadanos sitúan a sus países con índices de 7.3, 6.8 y 6.5, respectivamente. Los peruanos situamos nuestra democracia en 6.1, por debajo del promedio de América Latina, que es de 6.4. Eso sí, estamos convencidos de que Venezuela no es democrática y le otorgamos apenas un 3.7.

También salen bastante malparadas nuestras convicciones democráticas cuando se pide tomar posición frente a la afirmación: “Bajo ninguna circunstancia apoyaría a un gobierno militar”. Mientras que en Venezuela, Argentina y Ecuador quienes la suscriben se sitúan por encima del 70%, en el Perú sólo lo hace un 54%;  muy por debajo del 66% del promedio regional.

Veamos ahora la confianza interpersonal: cuánto confiamos en nuestros conciudadanos. La afirmación: “Hablando en general, ¿diría Ud. que se puede confiar en la mayoría de las personas?” en Argentina, Venezuela y Ecuador la suscriben el 28, 25 y 24% de los ciudadanos; nuevamente por encima del promedio regional (22%) y por supuesto del Perú, que llega al 18%.

Algo similar sucede con relación a la confianza en las instituciones. En Ecuador, Venezuela y Argentina confía el 62, 51 y 48% respectivamente (promedio latinoamericano 40%), mientras en el Perú lo hace apenas un 34%.

El cumplimiento de la ley por los ciudadanos expresa la medida en que ellos se identifican con sus instituciones y su orden jurídico. En Ecuador, Venezuela y Argentina quienes consideran que los ciudadanos cumplen las leyes ascienden al 39, 32 y 28%, respectivamente (promedio regional, 31%). Aquí batimos el récord: el Perú se sitúa en el último lugar, con apenas un 12% que opina así. Ocupamos asimismo el final de la fila en lo que atañe a consciencia de nuestras obligaciones y deberes (17%) y tampoco estamos mejor en lo que a consciencia de nuestros derechos se refiere.

Resulta entonces que los ciudadanos de Argentina, Venezuela y Ecuador consideran sus países más democráticos que el promedio de América Latina y por supuesto del Perú (nosotros estamos en todo por debajo del promedio), muestran una mayor conciencia de sus deberes y derechos y una mayor identificación con sus instituciones. Asimismo, se sienten menos discriminados social y racialmente, confían más en la democracia para defender sus intereses y creen que ésta brinda las mejores condiciones para crecer económicamente, y un largo etecétera. Pero al parecer la opinión de los ciudadanos de esos países no cuenta a la hora de juzgar si viven una democracia o no; quienes lo dictaminan finalmente son los medios de comunicación y un grupo de politólogos, por lo general alineados políticamente con los EEUU, y al diablo con la opinión de los directamente interesados.

Es interesante reflexionar sobre estas disonancias cognitivas porque a buena parte de nuestros ciudadanos le es perfectamente indiferente que quienes impulsan la campaña por la revocatoria de Susana Villarán sean impresentables (por algo se esconden), reconocidamente corruptos y guiados por intereses éticamente repugnantes. Coincidencia: los nombres de Alan García, Hernán Garrido Lecca, Aurelio Pastor y Carlos Arana vuelven a ocupar las primeras planas por corrupción, y los fujimoristas acaban de impedir que se levante el secreto bancario y la reserva tributaria a Alan García. Seguiremos.
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Dr. Steven Levistky. Politólogo. Profesor de la Universidad de Harvard. Columnista del Diario La República.
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Politólogos, alineamientos políticos y la Democracia liberal.
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Steven Levistky.

Asociación Civil. Revista Politai. 23 de febrero de 2013

En su última columna en La República (19/02), Nelson Manrique criticó a “un grupo de politólogos, por lo general alineados políticamente con los EEUU,” por caracterizar a Ecuador y Venezuela como regímenes no democráticos (en mi opinión, los dos son casos de autoritarismo competitivo, parecido al régimen de Fujimori en los 90). Dejaré que otros critiquen el argumento central de la columna que, para mí, es la receta perfecta para legitimar el régimen fujimorista. Quiero enfocarme en algo más importante, y personal.

La mayoría de los politólogos que estudiamos los regímenes utilizamos una definición liberal y procedimental de la democracia.  En ese sentido, una plena democracia cumple con cuatro requisitos básicos: (1) elecciones libres y justas; (2) pleno sufragio; (3) amplia protección de las libertades básicas (de asociación, expresión, prensa); y (4) control civil sobre las fuerzas armadas.  Obviamente no es la única definición posible, pero, en mi opinión, sirve para distinguir las democracias de las no democracias en el mundo contemporáneo.

Bajo mi definición, por ejemplo, el Perú de Alberto Fujimori no fue una democracia, pero el Perú pos-Fujimori, con todos sus problemas, probablemente lo sea. En los casos de Venezuela (cierre de RCTV, arresto o exilio de varios periodistas, políticos, y activistas), Ecuador (varios ataques contra le prensa), y Bolivia (varios políticos exiliados), me parece que la violación de las libertades básicas (requisito 3) ha sido suficientemente serio para decir que no son plenas democracias.  Se puede discrepar, sobre todo en los casos de Ecuador y Bolivia, que se encuentran cerca de la frontera entre democracia y autoritarismo competitivo, pero es una definición clara, transparente, y ampliamente usada en las ciencias sociales.

¿Esta definición de la democracia, que insiste no solo en elecciones sino también en la protección las libertades básicas, es norteamericana?  ¿Tan norteamericana que se puede caracterizar a los que adherimos a esa definición como “aliados políticos” de los EEUU?  Manrique sugiere que sí.  Wow. 

Voy a responder de una manera personal, pero con el fin de hacer un punto general.  He pasado la gran parte de mi vida cuestionando la política exterior de mi gobierno.  Empecé a estudiar América Latina en los años 80, como activista universitario luchando contra las políticas de Reagan en América Central.  Rechazaba siempre el embargo norteamericano contra Cuba y apoyaba el establecimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno de Fidel Castro.  No me gustaban mucho las recetas económicas promovidas por Washington en América Latina en los 80 y 90. Me opuse al gobierno de Fujimori mientras mi gobierno lo apoyó.  Salí a la calle a protestar contra la guerra en Iraq.  Me horrorizó el apoyo de George W. Bush al golpe contra Hugo Chávez y la campaña gringa contra Evo Morales en 2002.  Lloré (de felicidad) cuando ganó Evo en 2005.  Hace dos años, discutí con la embajadora norteamericana en el Perú porque me parecía que ella apoyaba a una candidata autoritaria.  

No sé si eso es alineamiento político con los EEUU.  Pero mi punto es otro.

Mi compromiso con la democracia liberal no surge de los EEUU.  Surge de mi alineamiento político con la izquierda latinoamericana.

Mi formación política es de izquierda.  Mi primer amor latinoamericano fue la Revolución Sandinista.   Como muchos “Sandalistas” de aquella época, no me preocupaba mucho por la democracia liberal, me atraía más la democracia participativa.   Pero en mis estudios universitarios y de pos-grado, conocí a una generación de intelectuales y políticos latinoamericanos que me impactó muchísimo.  Marcelo Cavarozzi y Guillermo O’Donnell de Argentina; Fernando Henrique Cardoso, Bolivar Lamounier, y Francisco Weffort de Brasil; Sergio Bitar, Manuel Antonio Garretón, y Arturo Valenzuela de Chile; Guillermo Ungo de El Salvador; Julio Cotler de Perú.

Todos eran de izquierda o centro-izquierda.  Algunos habían cuestionado (o minimizado la importancia de) la democracia liberal en los años 60 y 70.  Pero luego vivieron el colapso de la democracia y, en varios países, el surgimiento del autoritarismo burocrático. Fue la noche más oscura en América Latina.  Muchos intelectuales de izquierda sufrieron, en carne propia, el costo de perder la democracia liberal.  Esa experiencia, la tremenda violencia del Estado contra sus propios ciudadanos, los marcó fuertemente,   generó en muchos un nuevo compromiso con la democracia liberal.  Seguían siendo de izquierda (algunos más moderados que otros), pero a partir de la experiencia del autoritarismo burocrático, se transformaron en demócratas liberales de verdad. 

Esa generación de intelectuales latinoamericanos me formó. Fueron (y son) mis héroes.  Fueron ellos, que perdieron la democracia, pagaron un precio enorme, y aprendieron, quienes me enseñaron el valor de la democracia liberal.  Me enseñaron que si queremos instituciones democráticas fuertes, tenemos que defenderlas siempre,  y no solo cuando los autoritarios son del otro lado político.  Porque si nos callamos ante la violación de las normas y derechos democráticos por un gobierno de izquierda, estas normas y derechos no estarán para protegernos cuando (inevitablemente) vengan los gobiernos de derecha. Quizás fue la brillantez de O’Donnell; quizás fue la profundidad del mal que fue el autoritarismo burocrático, pero nunca olvidé esa lección, y no dejaré nunca de enseñarla a mis alumnos.  

Debo mi formación democrática liberal, entonces, a mi alineamiento político con la izquierda latinoamericana. Aprendí el valor de la democracia liberal gracias a las enseñanzas de Cardoso, Cavarozzi, Cotler, Garretón, Lamounier, O’Donnell, Ungo, Valenzuela, Weffort, e otros intelectuales y políticos latinoamericanos. Sugerir, entonces, que la democracia liberal es algo norteamericano es, primero, equivocado. O’Donnell y otros mentores míos eran demócratas liberales orgánicos de América Latina. Su liberalismo no surgió de las universidades (o embajadas) norteamericanas, sino de sus propias experiencias latinoamericanas.  No reconocer la existencia (y legitimidad) de este liberalismo político latinoamericano me parece un insulto.  Me molesta.   Y asociar el liberalismo político de los mejores politólogos peruanos con un “alineamiento político con los EEUU” me parece realmente lamentable.

* La Asociación Civil Politai agradece a Steven Levitsky (Universidad de Harvard) por publicar su comentario en este medio. La Asociación no comparte necesariamente las opiniones del autor.
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El modelo mundial de la Democracia Yanqui. La Democracia Liberal Representativa, hoy como hegemónica y dominante en el el sistema político mundial. Rechazará, cuestionará, criticara  a la actual Democracia?.
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LA DEMOCRACIA: Respuesta a Steven Levistky.
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Nelson Manrique.

La República. Martes, 26 de febrero de 2013.

El artículo que publiqué la semana pasada (“Democracia: quién la califica”, http://bit.ly/13ik5EV) ha provocado reacciones que me gustaría comentar. Empiezo por el artículo publicado por Steven Levistsky en la edición electrónica de la revista Politai (“Politólogos, alineamientos políticos y la Democracia liberal”, 23 de febrero, http://t.co/4EaYxjl5YJ). Las citas que inserto a continuación provienen de este texto.

Steven ha reaccionado a mi comentario, relativo a “un grupo de politólogos, por lo general alineados políticamente con los EEUU” al caracterizar a Argentina, Ecuador y Venezuela como regímenes no democráticos (él los caracteriza como “autoritarismo competitivo, parecido al régimen de Fujimori en los 90”, aparentemente dejando fuera de esta definición a Argentina).

Steve ha sentido que le endilgo la defensa de la política imperialista norteamericana y ha documentado ampliamente los orígenes de su posición de liberal de izquierda. Entiendo su molestia y me disculpo. No fue mi intención sugerir semejante idea. Para zanjar el tema: considero a Steven un sincero liberal de izquierda a quien aprecio, con quien concuerdo en muchas cosas y con quien me alegra poder debatir nuestras diferencias. Cuando en las elecciones del 2011 circuló en las redes sociales la broma de proponerle a los EEUU entregarle cierto político peruano a cambio de que nos dieran a Levistky fui uno de los más entusiastas suscriptores de la iniciativa y él lo sabe, porque se lo conté.

Vamos con nuestras diferencias. A mi manera de ver estas giran en torno a cómo definir la democracia. Basándose en su aproximación teórica –liberal procedimental– Steve afirma: “Una plena democracia cumple con cuatro requisitos básicos: (1) elecciones libres y justas; (2) pleno sufragio; (3) amplia protección de las libertades básicas (de asociación, expresión, prensa); y (4) control civil sobre las fuerzas armadas”. Precisando que esta no es la única definición posible, Steve concluye, “en mi opinión, sirve para distinguir las democracias de las no democracias en el mundo contemporáneo”. Me sorprende que a partir de esa definición él no caracterice al Perú post-fujimori como una democracia plena, e inserte una reserva: “probablemente lo sea”.

A mi manera de ver, la insuficiencia de esta definición es quedarse precisamente en lo procedimental: en las formas sacrificando el contenido. Cuando los ciudadanos asisten a votar periódicamente en elecciones con pleno respeto de los procedimientos, pero los elegidos traicionan su programa cuando asumen el poder, y hacen precisamente lo contrario de lo que prometieron, queda comprometido un elemento que considero central en cualquier definición útil de democracia: el respeto de la voluntad ciudadana. Como el propio Steve ha escrito en otra oportunidad: “Con el tiempo, las promesas incumplidas socavan la confianza de la gente … en la propia democracia” (“Confianza y las instituciones democráticas”, Politai, 29 de julio de 2011).

Durante las dos últimas décadas en el Perú en las elecciones han triunfado las propuestas de izquierda, pero invariablemente quien gobierna es la derecha. Esto no sólo es aceptado, sino en ocasiones festejado por liberales (subrayo que no me refiero a Steve) que celebran la traición a lo prometido, porque concuerdan con el programa de los derrotados.

La idea de castigar a los transgresores con el voto en la próxima elección no es un gran consuelo cuando la situación se vuelve a repetir una y otra vez, como viene sucediendo en el Perú. Es bueno recordar que Ollanta Humala fue elegido, entre otras cosas, porque prometió cambiar este estado de cosas. Este no es un entorno político que permita cimentar una cultura democrática (la democracia es también una cultura). Más bien termina convirtiendo al cinismo en el sello de la política, como bien lo ilustra un personaje como Marco Tulio Gutiérrez; precisamente el tipo de ambiente que creó a Chávez, Correa y los Kirchner (a propósito, busquen algún texto en que yo los haya defendido).

Vuelvo a la constatación inicial de mi primer artículo. Rafael Correa ha sido reelegido en Ecuador con cerca del 60% de los votos y, lo más importante, ganando cerca de un centenar de los 137 parlamentarios que tiene el Congreso ecuatoriano. Podemos refugiarnos complacientemente en la idea de que esto es expresión del atraso político de los ecuatorianos (¡tan por debajo de nuestros estándares democráticos!), o empezar a preguntarnos sobre los límites de la definición de democracia desde la que estamos enjuiciando la realidad.
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Dr. Pablo Raúl Fernández Llerena. Sociólogo. Politólogo. Docente de la Universidad Nacional de San Agustín. Crítico permanente del neoliberalismo como ideología y política del capitalismo salvaje, de la economía de casino y su modelo de democracia etiquetada en todo el mundo y "propiedad" de los organismos financieros supranacionales.
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Comentario sobre la Democracia en América Latina.
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Pablo Raúl Fernández Llerena.
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La Democracia en América Latina. Su carácter Polisémico y su alta complejidad política. Abordar la Democracia, analizar o formular una opinión, o reflexionar en voz alta sobre la Democracia en América Latina, es fundamental hoy en la coyuntura de la crisis estructural del sistema capitalista, tener una mirada dialéctica, sistémica, total del sistema político…., vista en toda su dimensión de complejidad política, social e institucional, existen hasta tres Modelos de Democracia, hoy vigentes en A.L. (sin embargo, ante esta realidad no podemos ser radicales y dogmáticos, cerrar “los ojos” de etiquetarlos simplemente como dictaduras, porque así lo enjuician a diario, quienes?, No los ciudadanos, o los movimientos sociales, protagonistas centrales de la democracia en estos países, sino precisamente la “voz” autorizada, única valedera como son los voceros de los poderosos medios de comunicación).

Nuestra opinión esta en relación directa con la Democracia Liberal Representativa, hegemónica, dominante, pero vista en su conjunto, también en profunda y extensa crisis institucional, opinión que nos “obliga” a reflexionar, que por su carácter polisémico y su complejidad institucional, nuestro análisis no podemos centrarla solamente en el aspecto electoral, - encerrar a la democracia en el ámbito electoral y procedimental, es cometer un doble error, por un lado justificar su excelente performance política y por el otro aceptar que esa visualización simplemente sirve para ratificar un falso contenido único y quienes critican “son los malos”, los anti-sistema, los anti-democracia -.  Justificar con argumentos radicales el análisis político de la democracia, solamente visto desde el ángulo puramente electoral, vía el voto, el sufragio y su complemento procedimental, desde enfocar la crisis ”final” sobre los partidos políticos, la política y los políticos, la “validez” de legitimidad del proceso electoral, por ejemplo, por un conjunto de Observadores Internacionales, representa en realidad una visión muy sesgada, parcial, interesada, sobre el carácter Polisémico de la democracia y su propia complejidad estructural. Para nosotros, el contexto de la democracia liberal representativa no termina ni se agota en el ámbito puramente electoral

Preguntamos: ¿Ahí termina el ámbito de la democracia liberal?. Muy bien las libertades – pero en una sociedad de clases – tienen vigencia para todos?. Y el papel de la Ciudadanía, los derechos sociales – principales, básicos – en un sistema democrático “moderno” liberal, no tiene importancia para Ustedes. Los propios procedimientos prácticos, cotidianos del sistema democrático, como la rendición de cuentas, el accoutability, la transparencia pública y la lucha contra la corrupción, la cultura del secreto en la administración pública, muy bien  justificados como procedimientos; pero, si avanzamos en el escenario mundial del neoliberalismo y la crisis actual del sistema capitalista, nos encontramos con el reconocimiento y vigencia en la doctrina de los Derechos Humanos – por ejemplo sólo el Agua, reconocido por las NN.UU – hoy tiene una importancia central, principal en el análisis e interpretación sobre la democracia liberal representativa, como sistema político hegemónico y dominante, por estar relacionado directamente con los Conflictos Sociales – el origen de los mismos en América Latina representa más del 60% - Agua-oro; Agua-petróleo; Agua-gas, etc. -. ¿Cómo responde la Democracia ante esta realidad latente en nuestro continente.

Continuamos con el proceso electoral, las elecciones, el respeto al sufragio: tiene legitimidad Constitucional o de inicio, SÍ. – pero falta la legitimidad de trabajo y representación, así como legitimidad de fin de representación (representación también hoy es cuestionada, por su falta o ausencia de contenido social, político, cultural, ambiental e institucional). El problema principal de la democracia puramente electoral es su crisis total con respecto a la falta completa de Confianza personal y social (la desconfianza, es el mal político del siglo XXI), ausencia de credibilidad en representación e institucional y el haber perdido totalmente la legitimidad en la Opinión Pública, la corrupción y la auto-destrucción de los políticos la esta dinamitando internamente. Si agregamos, en relación a esta crisis institucional, el reconocimiento y vigencia de la Libertad de opinión, en nuestras sociedades por el peso e importancia política que hoy tienen los medios de comunicación – ante la crisis o ausencia de los partidos políticos – se ha transformado en libertad de empresa: Señor los empresarios, las corporaciones transnacionales gobiernan desde los poderes facticos.

La democracia liberal vigente, vista en su debilidad institucional, vacíos, deficiencias y fuertes fracturas internas – ausencia de partidos políticos, corrupción, juventud que rechaza y cuestiona la política y los políticos, hiper-presidencialismo, falta de oposición política organizada, inseguridad ciudadana, narco-tráfico y economía criminal, secuestro de la gobernabilidad por el poder de las corporaciones transnacionales, origina hoy que el “verdadero” y “real” poder lo ejerzan a diario los Medios de Comunicación, - mass-media -, sumando sus encuestas, se dan “el lujo” – ante la incapacidad política de los gobernantes de turno – de imponer la Agenda de Gobierno – social y política -, con sus voceros, empleados, y comunicadores se han transformado en los analistas “intocables”, calificados e influyentes – pensamiento Único - orientadores de la Opinión Pública, para ellos sólo tiene validez, “el discurso único”, “el mensaje único” , su opinión.–.

En este contexto  de la complejidad política, - escenario de las clases y la lucha de clases -. la “anti-política” de la derecha conservadora, “su” democracia elitizada, democracia de telenovela, expresa y manifiesta en los mass-media,  “chocan” hoy, se enfrentan a diario, lo desconocen, lo excluyen, hasta en su desesperación, por incapacidad política y ausencia de alternativas concretas,  criminalizan el proceso – frente al  poder local emergente, plural, popular, democrático, - los Conflictos Sociales – presentes en la Sociedad Civil local, real; y seguimos avanzando en el escenario de la polarización política, responden con mayor brutalidad y violencia frente a los movimientos políticos anti-sistema, o tienen la osadía de “romper” con el dominio  de la democracia liberal – propiedad de las instituciones supranacionales FMI, BM o BID o de la democracia elitizada, “propiedad” de las corporaciones mediáticas – procesos políticos, por lo general tienen como columna vertebral y fortaleza social, los movimientos sociales anti-globalización -, producto de esta violencia y respuesta “democrática”, tenemos ejemplos muy concretos en la historia política latinoamericana; han  sido los actores principales, ejecutores directos y/o operadores del poder fáctico global, como el “golpe de estado” en Venezuela; calificar y decidir sobre la “división” político-territorial, la Nación Camba, en Bolivia,  directos ejecutores de huelgas, movilizaciones y toma de carreteras – sojeros y cacerolazos - en Argentina y en nuestro país, es bueno recordar su poder mediático en el proceso de las elecciones nacionales del 2011 y el financiamiento directo de programas de la “anti-política” contra un candidato, hoy están transformados en los verdaderos, “sacro-santos” y únicos calificadores de los conflictos sociales así como muchos de ellos “jueces supremos” de la revocatoria.
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