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Con el triunfo de la Unidad Popular en
Chile los sectores populares llevan a la presidencia a Salvador Allende
y se da comienzo a un proceso de profundas transformaciones para devolver al
país la propiedad de sus recursos naturales y orientar la economía hacia la
satisfacción de las necesidades básicas de las mayorías. El primer objetivo es claramente una afirmación nacionalista que
despierta desde el primer momento la violenta reacción del gobierno estadounidense;
la nueva orientación de la economía choca con los privilegios de la burguesía
criolla, decidida desde el comienzo a impedir tales propósitos o al menos a
reducir las reformas a su mínima expresión. El triunfo de la izquierda desata igualmente un fenómenos de masas
inusitado que cambia la atmósfera
política y social del país, llena calles y plazas de júbilo y esperanza y
permite a la UP, que ha ganado las elecciones en apretada competencia con la
derecha, avanzar de forma contundente aumentando su ventaja electoral en
eventos sucesivos. Cuando la derecha lleva a cabo el golpe de estado el 11 de septiembre, la izquierda ya goza de una
ventaja considerable en las urnas. La victoria de Allende constituye también un
fenómeno de repercusión mundial pues la posibilidad de construir el socialismo
de manera pacífica contrastaba con la misma historia de Chile, cuyo orden democrático tampoco estaba exento
de dictaduras feroces y de desigualdades propias de un régimen oligárquico.
Contrasta igualmente con las violentas revoluciones victoriosas sucedidas en México en 1910 y en Bolivia en 1951
cuando a las gentes del común no les quedó otra vía que la insurrección armada contra gobiernos tiránicos y pro imperialistas.
Además, la vía chilena resultaba en agudo contraste con los muchos intentos de alzamiento
guerrillero de otros pueblos de la región.
Miles y miles de jóvenes ocupan las principales calles, avenidas, plazas públicas de todas las Ciudades de Chile, para protestar contra el golpe de estado. Que no vuelva nunca mas. Impunidad Jamás.
***
Cuando Juan Gabriel Valdés fue embajador
del gobierno de la Concertación en Buenos Aires, invitó a
políticos argentinos amigos, a chilenos residentes y a periodistas a la
presentación del documentado libro Memoria
de la Izquierda Chilena, escrito por Jorge
Arrate y Eduardo Rojas. Un destacadísimo político argentino, que
participaba del panel de presentación – no es al caso mencionarlo para no entrarle
a las internas argentinas – confesó que de los dos tomos de la obra, sólo había
alcanzado a leer el capítulo de Allende.
Y agregó que había estado pensando que si Allende hubiese hecho esto, en lugar
de aquello y lo otro en lugar de…es posible que hubiese evitado el golpe de
Estado. Yo estaba sentado al lado del actor Patricio Contreras, nos miramos, sonreímos y comentamos: ahora el
Chicho sería un viejito huevón, dando
conferencias en Harvard o en París. De más está decir que al intrépido
comentarista (ha hecho cosas peores) le enmendaron la plana. La suerte de
Allende y de la Unidad Popular estaba echada desde antes de ganar
aquellas inolvidables elecciones de
septiembre de 1970. Recordemos solamente el testimonio del embajador
norteamericano en la mencionada película de Patricio Guzmán, las revelaciones de los documentos desclasificados
del Departamento de Estado que informan sobre planes de “contingencia”, la
operación Camelot, etc., elaborados
ya desde los tiempos en que el FRAP
era apenas una lejana posibilidad, en las elecciones que ganó Eduardo Frei. Para no abundar con citas
de horas y horas de deliberaciones, cientos de informes, testimonios y grabaciones en las comisiones del Congreso de
los Estados Unidos - la centralidad que alcanzó el caso Chile en los planes
de Nixon y su secretario Kissinger
-, el papel de la ITT y las
transnacionales, como asimismo lo que investigó el Tribunal Russell durante 1975, etc. Pero todo esto, que a muchos
tomó por sorpresa a los largo de 40 años, no era desconocido en 1970. Desde
antes de asumir el gobierno de asomó el huevo de la serpiente con el brutal
asesinato de del comandante del Ejército,
René Schneider. Las controversias de esos momentos no ignoraban el peligro,
la existencia de la Guerra Fría y el
sendero angosto por que debía transitar el gobierno de la UP para cumplir sus
promesas electorales. Allende fue un
ejemplo de transparencia en ese sentido, no vendía una imagen diferente de
lo que era y así como no rehuía la negociación con los políticos tradicionales
y las fuerzas hostiles, con los que había tratado toda su vida política –
recordemos que fue por un período breve ministro de salud de Aguirre Cerda, y largos años senador de
la República - también era capaz de recibir críticas desde la izquierda y refutarlas
sin una pizca de enojo o mal humor. Entre los más próximos se escuchaba decir,
entre queja y admiración, que el Chicho
confiaba demasiado en su muñeca negociadora. En la conciencia de los
peligros que encerraba esa coyuntura histórica está la premura con que la UP
avanzó en una rápida implementación de su programa, nadie le podía echar en cara que no había
cumplido sus promesas a los pocos meses de ocupar La Moneda.
/////
Un Socialista. Un Presidente. Decencia, ética, confianza, responsabilidad, compromiso en la Historia.
"Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay
otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy
buenos, pero hay los que luchan toda la vida esos son los imprescindibles".
CHILE 40 AÑOS: LA OSADÍA DE ALLENDE.
LA BATALLA DE CHILE.
Salvador Allende en la Historia de Nuestra
América.
*****
Martes 10 de septiembre del 2013.
Carlos
Abel Suárez (SINPERMISO) (ARGENPRESS.info).
“Para mí la mayor gravedad es lo que continúa después del golpe de
Estado…lo que siguió después fue una barbarie, crímenes y asesinatos y
destierro. La primera etapa de esta sanación era para mí justicia a los
criminales, una especie de Núremberg, que no hubo acá en Chile, y luego las
cuestiones institucionales, como el binominal. La dictadura duró 20 años,
tuvieron 20 años para hacer lo que les paró el hoyo aquí en Chile y pa poder
reorganizar el país pa delante. (…) nada nos asegura que no pueda volver a suceder,
lo único que podemos hacer es testimoniar, testimoniar. Ojo con esto…no se
pueden volver a cometer esos excesos bajo ningún punto de vista, no se puede
perseguir y matar gente por lo que piensa. Una de las cosas buenas que hemos
aprendido en la democracia es que la gente pueda expresar su opinión y no
sentir miedo. Yo creo que se ha demorado más este proceso porque nos quedamos
con un miedo terrible, sobre todo las generaciones más grandes, entonces
evidentemente la juventud tiene ese rol: no tener miedo”. Rodrigo Salinas, Ilustrador y comediante (38 años)
“Yo soy un defensor acérrimo del gobierno de Allende.
Yo creo que ha sido el mejor gobierno de Chile y uno de los mejores gobiernos
de la humanidad en cuanto a participación,
en cuanto a democracia, en cuanto a acceso a la cultura (…) La editorial
Quimantú tenía tiradas de 300.000 ejemplares. Yo noto que hay algo que nadie
dice, y es lo que fue el gobierno de la Unidad
Popular, lo que fue como gobierno. Y que la gente que participó de ese
gobierno tiende como a disculparse, tiende como a ocultarlo. Tiende como a
sentir vergüenza, hablan de los excesos. (…) Durante los 3 años de la Unidad Popular no hubo un solo cesante en
Chile y a pesar del desabastecimiento, a pesar del mercado negro, nadie pasó
hambre, nadie pasó necesidades”. Camilo Marks, escritor y abogado
defensor de los DDHH durante la dictadura.
(65 años)
Estos testimonios forman parte de un impactante
documental “40 voces, 40 años”, dirigido por Felipe Araya,
Patricio Escobar, que fue difundido por la televisión chilena la semana pasada.
Seleccioné estos dos testimonios, entre muchos muy buenos, para mostrar dos
experiencias distintas (que de algún modo recorren la muestra): la de quienes
vivieron los tiempos de Allende y el golpe y la de quienes sufrieron las
consecuencias de los largos años de la dictadura y de casi 24 años de los
gobiernos que sucedieron a Pinochet.
Escribir sobre el Chile de cuatro décadas atrás es duro para los que de uno u otra manera estuvimos involucrados en ese tiempo. Hasta las personalidades más destacadas no podían hablar del tema. La última vez que me encontré con Clodomiro Almeyda, ex canciller y vicepresidente de la República, (a quien conocía de mucho tiempo antes de que fuera uno de los más destacados dirigentes del Partido Socialista, canciller y vicepresidente de Allende) compartimos varias horas de vuelo entre Santiago y Bogotá y luego una cena en el Hotel. Me contó que había dejado de fumar, de la caída del Muro de Berlín, de cuando cruzó clandestinamente la cordillera para regresar a Chile, una anécdota que yo conocía porque colaboraron unos amigos, de Arafat que le había regalado un collar de cuentas que le ayudaba a bajar la ansiedad de ex fumador, pero cuando llegábamos a la zona de los recuerdos más dolorosos, enmudecía y yo sabía que no podía preguntar. Algo de esto había aprendido entre los exiliados republicanos españoles exiliados en Mendoza. También en nuestra propia experiencia argentina con relación a la dictadura. Hay un territorio difícil de franquear y no se trata de culpas, como piensan algunos imbéciles por las que hay que pedir perdón. Es lo mismo que impedía a Jorge Semprun contar su experiencia en Buchenwald, que finalmente pudo concretar en La Escritura o la vida. Allí se vale de un poeta amigo, una tabla que le permite superar el trance: “Nadie puede escribir si no tiene el corazón puro, es decir, si no está suficientemente despegado de sí mismo”.
Para los chilenos, también para el resto del mundo, la conmemoración del 11 de Septiembre tiene varios significados, para muchos es la muerte de Allende, el fin del sueño de una experiencia social y política inédita y el comienzo del horror de la dictadura de Pinochet, que destruyó a la mayoría de los chilenos. Para la derecha de Chile y del mundo, fue el triunfo de una contrarrevolución y de la conformación de un modelo económico que sería un ejemplo para un puñado de ricos del mundo, un trofeo que todavía exhiben sin pudor entre los círculos más concentrados del privilegio y de la desigualdad. Esconden, ciertamente, bajo la alfombra la sangre de las víctimas y que esos logros no solamente fueron una hazaña de la competencia y de la iniciativa privada. Fueron el resultado y, principalmente, vaya la paradoja de la intervención del Estado. Porque el Estado siempre está. Mucho más para aquellos que dicen que no debe intervenir.
Escribir sobre el Chile de cuatro décadas atrás es duro para los que de uno u otra manera estuvimos involucrados en ese tiempo. Hasta las personalidades más destacadas no podían hablar del tema. La última vez que me encontré con Clodomiro Almeyda, ex canciller y vicepresidente de la República, (a quien conocía de mucho tiempo antes de que fuera uno de los más destacados dirigentes del Partido Socialista, canciller y vicepresidente de Allende) compartimos varias horas de vuelo entre Santiago y Bogotá y luego una cena en el Hotel. Me contó que había dejado de fumar, de la caída del Muro de Berlín, de cuando cruzó clandestinamente la cordillera para regresar a Chile, una anécdota que yo conocía porque colaboraron unos amigos, de Arafat que le había regalado un collar de cuentas que le ayudaba a bajar la ansiedad de ex fumador, pero cuando llegábamos a la zona de los recuerdos más dolorosos, enmudecía y yo sabía que no podía preguntar. Algo de esto había aprendido entre los exiliados republicanos españoles exiliados en Mendoza. También en nuestra propia experiencia argentina con relación a la dictadura. Hay un territorio difícil de franquear y no se trata de culpas, como piensan algunos imbéciles por las que hay que pedir perdón. Es lo mismo que impedía a Jorge Semprun contar su experiencia en Buchenwald, que finalmente pudo concretar en La Escritura o la vida. Allí se vale de un poeta amigo, una tabla que le permite superar el trance: “Nadie puede escribir si no tiene el corazón puro, es decir, si no está suficientemente despegado de sí mismo”.
Para los chilenos, también para el resto del mundo, la conmemoración del 11 de Septiembre tiene varios significados, para muchos es la muerte de Allende, el fin del sueño de una experiencia social y política inédita y el comienzo del horror de la dictadura de Pinochet, que destruyó a la mayoría de los chilenos. Para la derecha de Chile y del mundo, fue el triunfo de una contrarrevolución y de la conformación de un modelo económico que sería un ejemplo para un puñado de ricos del mundo, un trofeo que todavía exhiben sin pudor entre los círculos más concentrados del privilegio y de la desigualdad. Esconden, ciertamente, bajo la alfombra la sangre de las víctimas y que esos logros no solamente fueron una hazaña de la competencia y de la iniciativa privada. Fueron el resultado y, principalmente, vaya la paradoja de la intervención del Estado. Porque el Estado siempre está. Mucho más para aquellos que dicen que no debe intervenir.
Nixon y su secretario Kissinger -, el papel de la ITT, las transnacionales y la Central de Inteligencia Americana. CIA, los grandes responsables polìticos y financieros del golpe de Estado en Chile y protectores del dictador nfascista Pinochet.
***
“Ahora saben – recuerda el escritor Luis Sepúlveda
- que la mujer de Pinochet asaltó la organización de Centros de Madres (CEMA),
sin realizar la menor inversión de riesgo. Actuaba de la siguiente manera: su
marido ordenaba asesinar a alguien, normalmente de izquierda, que tuviera una
propiedad grande, apta para la construcción. Esa propiedad pasaba a ser parte,
durante algunos días, del Estado chileno, pero luego era regalada a CEMA,
organización que dirigía Lucía Hiriart
de Pinochet. Esta veterana ladrona, como gato de campo, ordenaba que
arquitectos del ejército, pagados por todos los chilenos, hicieran un proyecto
de cien o más viviendas, que eran construidas por batallones de soldados,
ladrillos, cemento y vidrios del ejército chileno, es decir que no compraba un
clavo, todo lo pagaba el Estado chileno. Luego vendía las casas, que además
entregaban equipadas con concina, refrigerador y muebles compradas por el
ejército chileno, y el dinero de la venta se perdía en sus cuentas de Miami, Gibraltar, Suiza o las Islas Caimán.
Eso – dicen los ladrones y estafadoras chilenos – es competencia desleal, eso
es una violación de la libre competencia y no hay manera de explicarles que eso
es precisamente la médula de la economía neoliberal de mercado, el robo
cometido sin la menor vergüenza y que se llama privatización de las empresas
nacionales, el latrocinio impune que se llama “libertad de movimiento para el capital”. Ni ella ni sus hijos
implicados en peores negocios que los de la ONG de la mamá con ayuda del
General, pidieron perdón ni fueron condenados.
Los días de Allende.
Los días de Allende.
La
maravillosa película de Patricio Guzmán
registra con imparcialidad y profundidad esos tiempos fundamentales, que suelen
ser interpretados con claves del presente y confusas. Es importante sugerir a
los más jóvenes que la vean, que se pase en las escuelas y no sólo de Chile.
Cuando Juan Gabriel Valdés fue embajador del
gobierno de la Concertación en Buenos Aires, invitó a políticos argentinos
amigos, a chilenos residentes y a periodistas a la presentación del documentado
libro Memoria de la Izquierda Chilena, escrito por Jorge Arrate y Eduardo Rojas. Un destacadísimo político argentino,
que participaba del panel de presentación – no es al caso mencionarlo para no
entrarle a las internas argentinas – confesó que de los dos tomos de la obra,
sólo había alcanzado a leer el capítulo de Allende. Y agregó que había estado
pensando que si Allende hubiese hecho esto, en lugar de aquello y lo otro en
lugar de…es posible que hubiese evitado el golpe de Estado. Yo estaba sentado
al lado del actor Patricio Contreras,
nos miramos, sonreímos y comentamos: ahora el Chicho sería un viejito huevón,
dando conferencias en Harvard o en París.
De más
está decir que al intrépido comentarista (ha hecho cosas peores) le enmendaron
la plana. La
suerte de Allende y de la Unidad Popular estaba echada desde antes
de ganar aquellas inolvidables elecciones de septiembre de 1970. Recordemos
solamente el testimonio del embajador norteamericano en la mencionada película
de Patricio Guzmán, las revelaciones de los documentos desclasificados del
Departamento de Estado que informan sobre planes de “contingencia”, la
operación Camelot, etc., elaborados ya desde los tiempos en que el FRAP era apenas una lejana posibilidad,
en las elecciones que ganó Eduardo Frei.
Para no abundar con citas de horas y horas de deliberaciones, cientos de
informes, testimonios y grabaciones en las comisiones del Congreso de los
Estados Unidos - la centralidad que alcanzó el caso Chile en los planes de Nixon y su secretario Kissinger -, el
papel de la ITT y las
transnacionales, como asimismo lo que investigó el Tribunal Russell durante
1975, etc. Pero todo esto, que a muchos tomó por sorpresa a los largo de 40
años, no era desconocido en 1970. Desde antes de asumir el gobierno de asomó el
huevo de la serpiente con el brutal asesinato de del comandante del Ejército,
René Schneider. Las controversias de esos momentos no ignoraban el peligro, la
existencia de la Guerra Fría y el
sendero angosto por que debía transitar el gobierno de la UP para cumplir sus
promesas electorales.
Dos Grandes. Socialista y Comunista. Dos Universales. Allende y Neruda. Las primeras víctimas del fascismo pinochetista y la CIA de Nixon y Kissinger.
***
Allende fue un ejemplo de transparencia
en ese sentido, no vendía una imagen diferente de lo que era y así como no
rehuía la negociación con los políticos tradicionales y las fuerzas hostiles,
con los que había tratado toda su vida política – recordemos que fue por un
período breve ministro de salud de Aguirre
Cerda, y largos años senador de la República - también era capaz de recibir
críticas desde la izquierda y refutarlas sin una pizca de enojo o mal humor.
Entre los más próximos se escuchaba decir, entre queja y admiración, que el
Chicho confiaba demasiado en su muñeca negociadora.
En la
conciencia de los peligros que encerraba esa coyuntura histórica está la premura
con que la UP avanzó en una rápida implementación de su programa, nadie le
podía echar en cara que no había cumplido sus promesas a los pocos meses de
ocupar La Moneda.
Su
discurso en el acto de festejo del primer año de gobierno, realizado el 5 de
noviembre de 1971 en el Estadio
Nacional, muestra con gran transparencia su pensamiento, ideas sobre las
que persistió hasta el final:
“Rechazamos, nosotros los
chilenos, en lo más profundo de nuestras conciencias, las
luchas fratricidas. Pero sin renunciar jamás a reivindicar los derechos del
pueblo. Nuestro escudo lo dice: ´Por la razón o por la fuerza´. Pero dice
primero ‘por la razón´. Ya en
nuestros primeros pasos como país soberano, la decisión de los hombres de Chile
y la estabilidad de sus dirigentes nos permitieron evitar las guerras
civiles.(….) Ya en 1845, Francisco
Antonio Pinto escribía al General san Martín: ´Me parece que nosotros vamos a solucionar el problema de saber cómo
ser republicanos y continuar hablando la lengua española´. Desde entonces,
la estabilidad institucional de la República fue una de las más consistentes de
Europa y América (….) El respeto a los demás, la tolerancia hacia el otro, es
uno de los bienes culturales más significativos con que contamos. (…) Nuestro
camino será aquel construido a lo largo de nuestra experiencia, el consagrado
por el pueblo en las elecciones, el señalado en el Programa de la Unidad
Popular: El camino al socialismo en democracia, Pluralismo y libertad. (….) Que
nadie se llame a engaño. Los teóricos del marxismo nunca han pretendido, ni la
historia demuestra, que un partido único sea una necesidad en el proceso de transición
hacia el Socialismo”
Terminó su brillante
oratoria con esta frase: “Este Chile que empieza a renovarse, este Chile en
primavera y en fiesta, siente como una de sus aspiraciones más hondas, el deseo
de que cada hombre del mundo sienta en nosotros a su hermano”.
En este
discurso, casi sin libreto, está reflejado el conocimiento que tenía Allende de
la historia y de que hincaba el diente sin vacilar en los grandes debates de su
época; con respecto a un socialismo con rostro humano y también la temeraria
confianza que depositaba en la estabilidad institucional y neutralidad de las
Fuerzas Armadas, que ciertamente contrastaba con la experiencia de América
Latina. Asimismo hay que decir que no se trataba de una confianza ingenua, no
cerraba el paso a los procesos de auto organización de los trabajadores, que
disgustaban a algunos de sus colaboradores. En los momentos más difíciles, como
el “tancazo” del 29 de junio,
Allende rechazó airadamente los mayoritarios reclamos de cerrar el Parlamento y
tomar medidas contra la Corte de
Justicia que le eran hostiles. Allende
aseguró que mientras él fuera presidente respetaría las instituciones de la
república, y cada vez que se le interpelaba sobre la violencia señalaba el
escudo chileno con esa sonrisa pícara: “primero
dice por la razón”. No obstante, esa misma noche de junio comenzó una
gigantesca ocupación de fábricas e instituciones, que abría una etapa de
confrontación irreversible. La ex presidenta y actual candidata recordará que
ella estaba esos días en el fragor de esas ocupaciones.
El 11 de septiembre de 1973, los militares, la derecha conservadora, sus partidos políticos, los camioneros pagados por la CIA para mantener una "huelga amarilla" y bloquear todo el escenario nacional. El Dr. Salvador Allende inicia su última jornada revolucionario. Defender el sistema democrático de la Unidad Popular, ganado en elecciones nacionales.
***
Chile por
su conformación territorial fue como una isla, encerrado al Este por la Cordillera de los Andes, al Norte por el
desierto de Atacama, el resto por el imponente océano Pacífico (el Sur por
siglos casi no contaba). Sin embargo, nunca estuvo más unido al mundo que en
los años de la Unidad Popular, cosa que no pueden entender los que creen que
todo llegó por el Tratado de Libre Comercio con los yanquis o la apertura comercial.
Esto es
lo que constata y expresa Allende cuando
afirmó: “el
deseo de que cada hombre del mundo sienta en nosotros a su hermano”.
Verdaderamente acudieron a Chile, no
sólo los exiliados de todas partes, que tanto odiaban los momios, especialmente
si eran negros, sino científicos, artistas intelectuales que fueron a aportar a
esa experiencia singular. Muchos perdieron la vida en esa jugada, otros
quedaron marcados para siempre. Entre tantos ejemplos, están los científicos: Stafford Beer (británico), Oscar Varsavsky (argentino), Carlos Eduardo Senna (brasileño), Stéfano Varese (peruano), que
trabajaron junto al investigador chileno Humberto
Maturana, en distintos modelos matemáticos y cibernéticos para su
aplicación en la industria nacionalizada. Algunos proyectos cuando los
explicaban parecían sueños futuristas, lo dijo muy bien Darcy Ribeiro, que fue asesor de Allende y también estaba vinculado
a este proyecto: “Nunca participé de un experimento tan radical y tan generoso.
Allí repensábamos con osadía el mundo que era y debía ser, todavía más
osadamente, los mundos que debían ser”.
¿De qué hay que pedir perdón?.
El
acreditado Estudio de Opinión Pública
difundió esta semana el primer sondeo sobre las futuras elecciones nacionales
que se celebrarán el próximo mes de noviembre. Michelle Bachelet registra el 44 por ciento de apoyo contra el 12 por ciento de su contrincante de la
derecha Evelyn Matthei. Pero solamente el 53
por ciento dijo que iría a votar. La abstención continua siendo la mancha de la
política chilena, donde todavía sigue vigente la Constitución de Pinochet. Al
examinar el 53 por ciento que
asegura que va a votar, sólo el 18,3 por ciento son jóvenes entre 18 y 30 años. La juventud, que fue la
gran protagonista de vida política en las calles de Chile en estos últimos
años, no tiene mucho interés en las elecciones. Además la encuesta señala que
en las regiones un 62 por ciento quiere participar, mientras que en Santiago la
disposición baja al 36,9 por ciento.
El casi
seguro futuro gobierno encabezado por Bachelet
se enfrentará con viejos y nuevos problemas. ¿Podrá seguir navegando en las
aguas semi-neoliberales en medio de la crisis mundial actual? Educación, salud
y sistema previsional son número puesto en la agenda o tendrá la respuesta en
la calle. Y una reforma hacia una Constitución democrática una tarea
ineludible.
Mientras tanto, al son de la campaña podemos sorprendernos por la disculpa de los jueces por su actuación durante el pinochetismo, que aunque tarde merece aplaudirse, la vergüenza ajena por Camilo Escalona, que pide perdón por unas piedras que tiró cuando era un estudiante secundario radicalizado y el gesto que destaca a Ricardo Lagos cuando dice que no tiene que pedir perdón, porque la dictadura arruinó a toda una generación de chilenos. Tal vez se ha quedado corto, han pasado 40 años y Chile sigue siendo el país tan desigual que dejó Pinochet.
Mientras tanto, al son de la campaña podemos sorprendernos por la disculpa de los jueces por su actuación durante el pinochetismo, que aunque tarde merece aplaudirse, la vergüenza ajena por Camilo Escalona, que pide perdón por unas piedras que tiró cuando era un estudiante secundario radicalizado y el gesto que destaca a Ricardo Lagos cuando dice que no tiene que pedir perdón, porque la dictadura arruinó a toda una generación de chilenos. Tal vez se ha quedado corto, han pasado 40 años y Chile sigue siendo el país tan desigual que dejó Pinochet.
*****
LA BATALLA DE CHILE.
*****
Lunes 9 de septiembre del 2013.
Juan
Diego García (especial para ARGENPRESS.info)
Con el
triunfo de la Unidad Popular en Chile los sectores populares llevan a la
presidencia a Salvador Allende y se da comienzo a un proceso de profundas
transformaciones para devolver al país la propiedad de sus recursos naturales y
orientar la economía hacia la satisfacción de las necesidades básicas de las
mayorías.
El primer objetivo es claramente una afirmación nacionalista que despierta desde el primer momento la violenta reacción del gobierno estadounidense; la nueva orientación de la economía choca con los privilegios de la burguesía criolla, decidida desde el comienzo a impedir tales propósitos o al menos a reducir las reformas a su mínima expresión.
El primer objetivo es claramente una afirmación nacionalista que despierta desde el primer momento la violenta reacción del gobierno estadounidense; la nueva orientación de la economía choca con los privilegios de la burguesía criolla, decidida desde el comienzo a impedir tales propósitos o al menos a reducir las reformas a su mínima expresión.
El
triunfo de la izquierda desata igualmente un fenómenos de masas inusitado que
cambia la atmósfera política y social del país, llena calles y plazas de júbilo
y esperanza y permite a la UP, que ha ganado las elecciones en apretada
competencia con la derecha, avanzar de forma contundente aumentando su ventaja
electoral en eventos sucesivos. Cuando la derecha lleva a cabo el golpe de
estado el 11 de septiembre, la izquierda ya goza de una ventaja considerable en
las urnas.
La
victoria de Allende constituye también un fenómeno de repercusión mundial pues
la posibilidad de construir el socialismo de manera pacífica contrastaba con la
misma historia de Chile, cuyo orden democrático tampoco estaba exento de
dictaduras feroces y de desigualdades propias de un régimen oligárquico.
Contrasta igualmente con las violentas revoluciones victoriosas sucedidas en
México en 1910 y en Bolivia en 1951 cuando a las gentes del común no les quedó
otra vía que la insurrección armada contra gobiernos tiránicos y pro
imperialistas. Además, la vía chilena resultaba en agudo contraste con los
muchos intentos de alzamiento guerrillero de otros pueblos de la región.
Las
presiones externas e internas, todas y cada una de naturaleza criminal
(sabotajes de todo tipo, provocaciones sistemáticas, asesinatos y desórdenes
permanentes, etc.) culminan con el golpe sangriento de la burguesía chilena a
través de las fuerzas armadas y con la intervención directa de Washington.
Ambos, copartícipes y responsables de la negra noche de horror y muerte a la
que Chile se verá sometido por muchos años. De hecho y hasta hoy, el modelo
económico neoliberal que imponen durante la dictadura militar las llamadas
“agencias internacionales” (FMI, BM, BID y otras) se mantiene sin cambios
relevantes al igual que muchas instituciones que permanecen como baldones para
cualquier sistema que se diga democrático.
La
derrota de la vía pacífica al socialismo en Chile adquiere de nuevo relevancia
ahora, cuando varios gobiernos de la región buscan precisamente objetivos
semejantes aceptando - como hizo Allende en su día - las reglas de juego del
orden burgués.
¿Qué
condiciones deberían satisfacer gobiernos como los de Venezuela, Ecuador o
Bolivia para evitar la suerte de la Unidad Popular chilena?
Un elemento primordial es el control efectivo de los principales resortes de la economía. No basta con nacionalizar los recursos naturales del país por importante que esto sea; es preciso controlar otros elementos claves como el capital financiero, la gran industria y los sistemas de comercialización. Solo así es posible proponerse el desmantelamiento paulatino de las actuales relaciones de propiedad y avanzar en el proceso de socialización del capital, sabiendo que como lo demuestra la experiencia, no hay modelos de validez universal. Qué tan traumático resulte esta inevitable “expropiación de los expropiadores” (sobre todo del gran capital) dependerá mucho de la prudencia y habilidad de quienes dirijan el proceso, no menos que de la actitud de los capitalistas afectados. En este desenlace se podrá comprobar si el camino al socialismo puede prescindir de esa “partera de la historia” que es la violencia o si por el contrario, hoy como ayer, tales partos dolorosos continúan siendo necesarios.
Un elemento primordial es el control efectivo de los principales resortes de la economía. No basta con nacionalizar los recursos naturales del país por importante que esto sea; es preciso controlar otros elementos claves como el capital financiero, la gran industria y los sistemas de comercialización. Solo así es posible proponerse el desmantelamiento paulatino de las actuales relaciones de propiedad y avanzar en el proceso de socialización del capital, sabiendo que como lo demuestra la experiencia, no hay modelos de validez universal. Qué tan traumático resulte esta inevitable “expropiación de los expropiadores” (sobre todo del gran capital) dependerá mucho de la prudencia y habilidad de quienes dirijan el proceso, no menos que de la actitud de los capitalistas afectados. En este desenlace se podrá comprobar si el camino al socialismo puede prescindir de esa “partera de la historia” que es la violencia o si por el contrario, hoy como ayer, tales partos dolorosos continúan siendo necesarios.
Tan
importante como el control de los principales resortes de la economía será
contar con los instrumentos institucionales adecuados, es decir, un estado no
solo eficiente y honrado sino sobre todo democrático. La eficiencia es un reto
de primer orden considerando que los movimientos populares prácticamente no
tienen líderes muy expertos en el manejo del aparato estatal y que las llamadas
“capas medias” (sobre todo los técnicos y profesionales) no suelen ser
mayoritariamente de izquierdas y se identifican más con los burgueses (que en
el fondo los desprecian); la honradez resulta muy necesaria en estos tiempos en
que la corrupción, entre tolerada y fomentada, ha devenido en llave maestra del
éxito fácil; y la naturaleza democrática del estado es indispensable para que
sea posible el control popular, para que se rindan cuentas a la ciudadanía y
para que los errores tengan consecuencias y se corrijan.
Del aparato estatal destaca el rol de las fuerzas armadas y de policía. Este es sin duda un obstáculo inmenso dada la naturaleza nada nacional de los ejércitos (son casi tropas de ocupación al servicio de intereses extranjeros). Más que servidores del estado, los cuarteles reparten en proporciones desiguales su lealtad entre el Pentágono y los grandes grupos económicos criollos, así que se han convertido en verdaderos “estados dentro del estado” sin cuyo consentimiento es bastante arriesgado que un gobierno lleve a cabo reformas de importancia que afecten el orden vigente.
Del aparato estatal destaca el rol de las fuerzas armadas y de policía. Este es sin duda un obstáculo inmenso dada la naturaleza nada nacional de los ejércitos (son casi tropas de ocupación al servicio de intereses extranjeros). Más que servidores del estado, los cuarteles reparten en proporciones desiguales su lealtad entre el Pentágono y los grandes grupos económicos criollos, así que se han convertido en verdaderos “estados dentro del estado” sin cuyo consentimiento es bastante arriesgado que un gobierno lleve a cabo reformas de importancia que afecten el orden vigente.
Pero
tampoco es imposible aislar a esa oficialidad que es ajena por completo al
patriotismo que dice defender; no son tan escasas las experiencias positivas de
militares que han puesto las armas al servicio de la causa popular. Juan José
Torres en Bolivia, Velasco Alvarado en Perú, Torrijos en Panamá, Jacobo Arbenz
en Guatemala, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas en México, hasta Perón en
Argentina y, por supuesto Hugo Chávez en Venezuela, figuras todas de primer
orden que devuelven la confianza en el ser humano. Lugar destacado tienen por
supuesto los generales chilenos que pagaron con su vida la fidelidad al orden
constitucional: Schneider, Prat y Bachelet. Este último, padre de la actual
candidata a la presidencia, quien - paradojas del destino - se enfrenta a la
candidata de la derecha, hija a su vez de un activo golpista y responsable
directo de la muerte por torturas del propio general Bachelet.
Pero tan
importante como controlar la economía y contar con la lealtad del aparato
estatal es el apoyo organizado y consciente de la población. En ello reside la
legitimidad del proyecto, sobre todo si se trata de un proyecto socialista.
Cuando ocurre el golpe de estado Allende llama a la clase trabajadora
-principal baluarte del proyecto chileno- a ocupar los centros de trabajo y a
la población toda a llenar calles y plazas para aislar a los golpistas. Y en
masa los trabajadores acudieron al llamado; igualmente, cientos de miles de
ofendidos ciudadanos hicieron lo propio. Sin embargo, desarmados, nada pudieron
hacer ante la dura realidad de los tanques.
Solo cupo
entonces la resignación general, el sacrificio final de miles de los mejores o
llenar cárceles, estadios o centros clandestinos de reclusión para desaparecer
a los más conscientes. Quienes escaparon de la muerte tuvieron que emprender el
duro camino del destierro. Unos y otros, muertos o ausentes del terruño muchas
veces para siempre, confirmando la premonitoria sentencia del himno nacional de
Chile... “o la
tumba será de los libres, o el exilio contra el opresor”.
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