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En la década final del
siglo XX, cuando América Latina intentaba salir por la puerta grande de las
graves consecuencias del sociales, económicas y políticas impuestas por el
neoliberalismo, con la imposición de políticas salvajes en varios países latinoamericanos,
uno de los sectores más afectados, arrasados tanto por el neoliberalismo como
por la significación histórica y política que generó la Caída del Muro de
Berlín y la propia caída de la Unión
Soviética, fueron sin duda las instituciones políticas y organizaciones
sociales de “izquierda”. El falso apoliticismo – los falsos
independientes y apolíticos - ingresó con fuerza en el mundo político, paralelo
a las políticas del Consenso de Washington, 1990, como política central del neoliberalismo, junto a la crisis mundial de
la izquierda, afectan gravemente la política, los partidos, respecto a su
orientación, trabajo, responsabilidad y legitimidad institucional. La
destrucción y descomposición política de los Partidos Políticos, los
Sindicatos, Gremios, representación política en los parlamentos, etc. Los partidos políticos, la política y la propia “clase” política ingresaron hasta hoy en
una crisis estructural de representación social, política y cultural, de
doctrina ideológica y política, de Plataforma de Lucha, de formas de comunicación
directa con la ciudadanía y muchos de ellos atravesados totalmente por la
corrupción, el oportunismo, transfuguismo – hoy el mejor negocio de la falsa
representación y la ubicación de un Curul en el Congreso -.
Pero se pensó que esta
complejidad política, de crisis “terminal” sólo era “propiedad” de
las “democracias de baja intensidad” como las latinoamericanas, jamás
pensaron que esta crisis con todas sus consecuencias devastadoras en la representación,
organización y en la dirección y
conducción política llegara a las sociedades de Democracia
de Alta Intensidad, como el caso europeo. Pedro llegó y con fuerza,
simple y muy simple, las políticas globales del Consenso del Washington que
en 1990 nos impusieron con
violencia, crisis y salvajismo a nuestros países, hoy esa misma política
central, la política que aplica e impone la Troika en Europa, sobre todo
en la euro-zona, política de la Canciller
alemana Sra Merkel y aliados, es la misma política que nos aplicaron e
impusieron a nosotros. Además de la crisis del desempleo, la deuda, la privatización
de los servicios públicos, la demolición de los derechos de los jubilados y
liquidar el derecho al futuro a varias generaciones de jóvenes, la crisis (in)surge en los partidos
políticos - en las anteriores elecciones en Italia, ya surgió la anti política
de Beppe Grillo – como la expresión más grave y el rechazo más objetivo
y contundente de la ciudadanía a la vieja política de la componenda, la
negociación, la corrupción, y otros males que hoy liquidan institucionalmente la
política, los partidos políticos y la propia crisis de las ideologías y la
política a nivel sistémico, hoy – la crisis de la desconfianza, social e
institucional y la falta de legitimidad desde la opinión pública, mantienen a la política, los políticos y los partidos
políticos como las “instituciones” que más rechazo y cuestionamiento tienen a
nivel mundial.
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ITALIA: PARTIDOS POLÍTICOS,
¿ O COMITÉS ELECTORALES?.
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Sin
Permiso. Jueves
12 de septiembre del 2013.
Rossana
Rossanda.
La requisitoria contra los
partidos, hecha incluso por amigos queridísimos además de ciudadanos
intachables, como Marco Revelli, ha
llegado hasta su exponente más frágil, el Partido
Democrático, demostrando que el resultado es la transformación del partido
en simple comité electoral. ¿Qué era un partido si no una idea y propuesta de
sociedad, que hacía propia una parte de ella, como dice la misma palabra, y se
presentaba a una población compuesta por partes sociales diversas y asimismo
opuestas? En este sentido es en el que la Constitución
del 48 señala en los partidos, agregados de ideas e intereses, los
instrumentos típicos de la democracia,
los “cuerpos intermedios que organizan la reflexión entre la sociedad y el
Estado, y por medio de las elecciones expresan la fracción mayoritaria”. Con un
solo límite, el pacto constitucional, dentro del cual y sin salirse de él los
partidos son libres de moverse y modificarse.
Esta estructura del pensamiento político moderno lleva
estallando desde 1989 en adelante con la crisis
de los partidos comunistas y de ese “compromiso keynesiano” que nació tras
el desastre económico del 29, el surgimiento de los fascismos y la Segunda Guerra Mundial. Y que ha estado en la base
de las constituciones democráticas, como la nuestra. Ésta reconocía que hay
intereses opuestos entre capital y
asalariados, e intentaba frenar bien una revolución como la rusa de 1917, bien una reacción como la
fascista y nazi, poniendo límites a la clase más fuerte, la del capital. Era
entonces opinión común que debía corregirse el modo de producción capitalista
dominante en Occidente. La oleada
neoliberal reiniciada por Thatcher y
Reagan ha proclamada la unicidad y eternidad de la ordenación capitalista
con la famosa “TINA” [“There is no
alternative” – “No hay alternativa”]
y ha puesto fin a los “partidos” como expresión de “partes sociales”, dejando
legitimidad solamente a los bilateralismos anglosajones y a un modo en parte
diferente de administrar la única sociedad posible, la capitalista. Y este
retorno a Von Hayek se le ha antojado persuasivo a los herederos de los
partidos comunistas; es más, como dijera D’Alema,
es la “normalidad” a la que deseaban que llegase Italia.
Desde ese momento, también
los partidos que han seguido llamándose de izquierda
han dejado de expresar una idea diferente de sociedad, con relativos valores y
contravalores, adversarios y objetivos, y su eje se ha desplazado de la
propuesta de una idea de sociedad y de país a la promoción de las personas que
se presentan como candidatas para dirigirlos. No sorprende que el más afectado
y asolado por el cambio sea el heredero del Partido Comunista, el PD. Atravesado por luchas furibundas entre
los que se auto-proponen ceñirse al presente y los pocos que querrían mantener
una diferencia social, ser en resumen, no digo todavía comunistas sino todavía keynesianos. La mayoría, también en la
llamada sociedad civil, no quiere
volver a oír hablar de conflictos y prefiere lamentar la degeneración moral de
una política que no puede ser más que ésa. Y no quieren saber nada, no por
casualidad, de la propuesta de Fabrizio
Barca, consistente en restituir a los partidos solamente el papel de
proponentes de ideas de sociedad, separándolos de las instituciones del Estado, con relativos puestos y prebendas.
No es una propuesta
simple, pero no la han tomado en consideración ni siquiera los dirigentes
candidatos a la secretaría general, y el
PD ya no es más que un comité electoral, cuyo problema principal consiste
en decidir si la base de los electores debe reservarse a quien constituía la
base social compuesta por aquellos sin medios de producción (capitales, tierras, minas) o bien el
conjunto de la población, capitalista o no. El voto irá exclusivamente a la persona del candidato y a su modo de hacer y aparecer en una sociedad
justamente “normalizada” como se ha indicado antes. Un joven como Renzi no duda en decir que no le
importa nada del partido salvo como medio sobre el cual elevarse para llegar al
gobierno: porque con una sociedad
distinta no se identifica en absoluto.
No sé si un partido de ese
género estaría en situación de remediar la crisis
italiana, un apartado de la crisis mundial en la que nos ha metido el neoliberalismo. Esto no está en sus
intenciones, del mismo modo que desconozco el análisis de las causas que hace
hasta ahora Barca. Más modestamente,
¿estaría su propuesta en condiciones de liberarnos de esa superposición de
bajos intereses e ilegalidad que reprobaba Marco
Revelli al desear el fin de los partidos? Quizás sí, pero, aun quedando
limpia de nuevo la esfera de la representación, habría que volver a pensar el
conjunto de la estructura política. Y sería imposible cancelar el conflicto social como hace hoy
toda la política, derecha e izquierda, representados y no representados.
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Rossana Rossanda es
miembro del Consejo Editorial de SinPermiso
Traducción para www.sinpermiso.info:
Lucas Antón.
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