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Portugal.- Como todos sospechábamos y algunos dijimos, al final Portugal ha tenido que pedir oficialmente ayuda a la Unión Europea para
evitar la quiebra del estado; es el desenlace inevitable de una
serie de errores de los gobernantes
que no han sabido corregir la imparable dirección de la economía hacia el
precipicio. Ahora,
hacen falta unos 80.000 o 90.000 millones de € procedentes de Europa, para
que Portugal haga frente a sus compromisos de pago y no tenga que declararse en
bancarrota, e incumplir la devolución del principal de la deuda pública a su
vencimiento y otros compromisos de pago, con el negativo impacto que ello
tendría sobre todos los activos denominados en euros. Durante el gobierno de Guterres continuó a toda
máquina la desindustrialización del país: se
abandonaron prácticamente la agricultura
y la pesca, y la falta de creatividad, de innovación y de competencia de la
mayoría de los empresarios nacionales situaron al país bajo una total dependencia del extranjero. Además, ningún
gobernante, ya fuera del PSD o del PS, tuvo la iniciativa de estimular las
industrias exportadoras, sino que,
bien al contrario, facilitaron la invasión de productos importados. Con el paso
de los años se volatilizaron los
apetitosos fondos: construcción de
estadios de fútbol, de autopistas y de muchas obras de prestigio; compra de
submarinos para una posible defensa de la patria; adquisición de miles de
coches de lujo para los altos y medios funcionarios (más de 29.000 coches llenan el parque
automovilístico del Estado); creación de
miles de entidades públicas y público-privadas (más de 13.000 institutos y fundaciones,
muchos de ellos ilegales, obtienen de los presupuestos del Estado todavía hoy,
a pesar de las políticas de austeridad del gobierno, unos 70.000 millones de euros, el 48% de la riqueza nacional). Estas
entidades, tan apreciadas por los conservadores y las personas del PS, son los cotos vedados de los apparatchiks
del régimen (altos salarios, jubilaciones doradas y privilegios de clase). Los políticos obnubilados por los
beneficios del Gran Saqueo ni siquiera trataron de poner fin a los peligros que
acechaban a la economía nacional. La
corrupción, el clientelismo y los gastos faraónicos del Estado continuaron
a buen ritmo durante todos estos años hasta que país entró en bancarrota. La justicia se tapó
los ojos ante este embrollo para no tener que intervenir en los sucios asuntos
de Estado.
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Pedro Passos Coelho, Primer Ministro, del partido
conservador, manifestó su optimismo por el futuro del país, pero reconoció que
el desempleo seguirá en aumento durante este año.
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PORTUGAL, UN PAÍS
QUE SE VA A PIQUE.
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Sejo Vieira.
Le Grand Soir.
Rebelión jueves 5 de septiembre del 2013.
Traducido del francés para rebelión por
Beatriz Morales Bastos.
Actualmente de los 5.800.000 trabajadores activos, casi tres millones son precarios o trabajan
irregularmente por unos salarios que pueden descender a los dos euros a la hora. De los 900.000 parados, 750.000 no reciben subsidio de paro alguno. Hay más de tres millones de personas cuyos
ingresos se sitúan entre los 7 y 15 euros al día.
Las alertas y las críticas
predecían la muerte de la nación
desde hace mucho tiempo. El estancamiento de la economía portuguesa empezó
mucho antes de que estallara la crisis actual. Después de haber sido uno de los
países en los que la CEE inyectó más dinero per cápita, Portugal es uno de los que menos se
benefició de este maná. Durante los veintiséis años de “ayudas” recibidas para
prepararlo y adaptarlo a las exigencias de la Comunidad Europea los fondos se
dilapidaron completamente a medida que entraban en los cofres del Estado.
Sirvieron esencialmente para crear una clase de parásitos que se apoderó con
toda impunidad de sumas colosales.
Los fondos estructurales de
ayuda al desarrollo tuvieron como contrapartida el endeudamiento de los
gobiernos portugueses con bancos del centro de Europa (Alemania, Benelux y
Austria). En efecto, la financiación de los famosos proyectos, elaborados por Bruselas, obligaba a Portugal a participar
con unos fondos propios (entre un 15% y un 25% del total) obtenidos,
evidentemente, a unas tasas usureras. Una manera muy audaz de llevar al país a
endeudarse con los bancos. Aproximadamente 121.000 millones de euros (41% de la
actual deuda portuguesa) proviene de estos préstamos.
Con uno de los PIB más
bajos de Europa y una deuda soberana
muy preocupante, la crisis mundial no podía sino empeorar la situación
económica y social del Portugal.
A falta de elites
competentes y honestas durante todos estos años de “democracia”, los
portugueses no pudieron forjar las armas necesarias para afrontar eficazmente
las economías avanzadas de Europa. Y debido a su entrada en la Unión Europea en
1986, Portugal tuvo que abandonar gran cantidad de sectores productivos esenciales,
modestos pero, sin embargo, capaces de relanzar su capacidad exportadora y de
garantizar a su pueblo un mínimo de autosuficiencia. Desde entonces casi todo
lo que esesencial para la supervivencia de su población se importa de otros
miembros de la Unión Europea.
Tras el golpe de Estado del 25 de abril, la famosa “Revolución de los Claveles”, los políticos
“demócratas” se limitaron a sustituir
una aberración política por otra aberración política. En vez del partido único
del salazarismo, los portugueses descubrieron el “bloque central único”, la
alternancia entre dos fuerzas políticas, los socialistas del PS por una parte y
los neoliberales del PSD y su aliado
el CDS (derecha tradicional) por
otra. Con el paso de los años este frente compuesto de políticos oportunistas,
incompetentes y corruptos demostró un inconcebible desprecio por el pueblo. Los
que llevaron al país a la bancarrota son los aparatos de estos partidos, un
peligroso conglomerado de personas dispuestas a los peores trucos, a la estafa
y al robo de las riquezas nacionales.
Todo empezó con Cavaco Silva, el actual presidente de
la República y entonces primer ministro. Él es responsable de la quiebra de la
economía portuguesa. Fue durante sus dos mandatos, gangrenados por el
favoritismo y el clientelismo, cuando empezó el robo del dinero de la CEE. De
la noche a la mañana se vio aparecer una “eficiente” clase de empresarios que
apadrinados por los cuadros de su partido y con el apoyo de los banqueros, supieron
desviar los fondos a negocios jugosos sin el menos control del Estado.
Esta complicidad criminal
entre políticos elegidos por el pueblo y lo privado impidió la eclosión de
auténtico empresariado, fuerte y ajustado a los retos de la modernidad.
El sol brilló esplendoroso
para la clase de nuevos ricos que navegó alegremente sobre la ola de la rapiña
nacional: ferraris, villas de lujo,
coches para toda la familia, viajes de ensueño y las mil y una maravillas
de la inesperada dolce vita a la portuguesa. Los ricos se enriquecieron
desmesuradamente, las clases medias recibieron algunas migajas del festín y se
contentaron con ellas y el país se sumió en la beatitud ideológica. De este
modo, el poder político pudo consolidar su fuerza y el nació “cavaquismo” para desgracia del pueblo
y de la nación.
Si con Cavaco Silva la corrupción tuvo libertad de acción, con su sucesor,
António Guterres, un socialista del
PS, se erigió en institución de Estado. Cuando el guterrismo sustituyó al
cavaquismo las tropas del nuevo primer ministro ya sabían lo que les esperaba.
Habían leído muy bien el manual de instrucciones de la gobernación política y
no dudaron en copiar los métodos de sus colegas neoliberales.
Apareció una nueva subclase
de oportunistas. Se les llamó “boys”
[chicos, en inglés, n. de la t.] de Guterres. Desde entonces ambas formaciones,
los neoliberales y los socialistas del PS, bailan juntos el vals al son de sus
himnos partidistas y sucediéndose el uno al otro regularmente se las arreglan
para compartir fraternalmente las riquezas nacionales, los empleos suculentos y
las instituciones del Estado.
Durante el gobierno de Guterres continuó a toda máquina la
desindustrialización del país: se abandonaron prácticamente la agricultura y la
pesca, y la falta de creatividad, de innovación y de competencia de la mayoría
de los empresarios nacionales situaron al país bajo una total dependencia del
extranjero. Además, ningún gobernante, ya fuera del PSD o del PS, tuvo la
iniciativa de estimular las industrias exportadoras, sino que, bien al
contrario, facilitaron la invasión de productos importados.
Con el paso de los años se
volatilizaron los apetitosos fondos: construcción
de estadios de fútbol, de autopistas y de muchas obras de prestigio; compra de
submarinos para una posible defensa de la patria; adquisición de miles de
coches de lujo para los altos y medios funcionarios (más de 29.000 coches
llenan el parque automovilístico del Estado); creación de miles de entidades
públicas y público-privadas (más de 13.000 institutos y fundaciones, muchos de
ellos ilegales, obtienen de los presupuestos del Estado todavía hoy, a pesar de
las políticas de austeridad del gobierno, unos 70.000 millones de euros, el 48% de la riqueza nacional). Estas
entidades, tan apreciadas por los conservadores y las personas del PS, son los
cotos vedados de los apparatchiks del régimen (altos salarios,
jubilaciones doradas y privilegios de clase).
Los políticos obnubilados
por los beneficios del Gran Saqueo
ni siquiera trataron de poner fin a los peligros que acechaban a la economía
nacional. La corrupción, el clientelismo y los gastos faraónicos del Estado
continuaron a buen ritmo durante todos estos años hasta que país entró en
bancarrota. La justicia se tapó los ojos ante este embrollo para no tener que intervenir
en los sucios asuntos de Estado.
La sumisión de los
gobernantes a los señores del capital suscitó la creación de una gran burguesía
intelectual y culturalmente mediocre que acabó por bloquear cualquier proceso
de progreso social, económico y cultural.
Hoy la juventud ya no
encuentra trabajo. Los jóvenes que tiene estudios superiores empiezan a
marcharse al extranjero, se van a una emigración sin futuro y peligrosa. Su
país ya no es el maravilloso El Dorado de los fondos y se cortaron de raíz las
posibilidades del pueblo.
Hoy la pobreza llega a unas
proporciones nunca vistas desde la caída del régimen salazarista. Como el pueblo portugués (al que se cataloga
de pueblo pacífico, humilde y timorato, de alérgico a la contestación) está
debilitado desde el punto de vista cultural y educativo, se deja amordazar,
anquilosado en un molde de prejuicios y de determinismos de civilización.
Desde el año 1985 han
gobernado Portugal seis primeros
ministros. Al analizar los aspectos de sus gobiernos, me digo que algún día
habría que escribir la historia de todos los gobiernos de los países miembros
de la Unión Europea. La verdadera historia de esta Europa de “democracias
podridas” se
escribirá desvelando la corrupción y la incompetencia de sus políticos, y,
sobre todo, las tragedias vividas por sus víctimas, los pueblos.
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