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Durante el mandato del "débil" Obama el
militarismo ha crecido quizá como nunca antes. Aunque no haya ni un solo tanque en el césped de la Casa Blanca, en Washington se ha
producido un golpe de Estado militar. En 2008, mientras sus devotos liberales
se enjuagaban las lágrimas, Obama aceptó
en su totalidad el Pentágono que le legaba su predecesor George Bush, completo con todas sus guerras y
crímenes de guerra. Mientras que la Constitución va siendo reemplazada por un
incipiente Estado policial, los mismos que destruyeron Irak a base de conmoción y pavor, que convirtieron Afganistán en una pila de escombros y que
redujeron Libia a una pesadilla
hobbesiana, esos mismos son los que están ascendiendo en la administración
estadounidense. Detrás de su enmedallada
fachada, son más los antiguos soldados estadounidenses que se están
suicidando que los que mueren en los campos de batalla. El año pasado 6.500 veteranos se
quitaron la vida. A colocar más banderas.
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Iván Lira.
LA OMINOSA
METAMORFOSIS DEL IMPERIO: El silencioso golpe militar que se apoderó de
Washington.
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John Pilger.
The Guardian. Lunes 16 de
septiembre del 2013.
Traducido para Rebelión por
LB.
En la pared tengo colgada
la primera página del Daily Express del 5 septiembre de 1945 con las siguientes
palabras: "Escribo esto como una advertencia al mundo". Así comenzaba
el informe de
Wilfred Burchett sobre Hiroshima. Fue la noticia bomba del
siglo. Con motivo del solitario y peligroso viaje con el que desafió a las
autoridades de ocupación estadounidenses Burchett fue puesto en la picota,
sobre todo por parte de sus colegas empotrados. Avisó de que un acto premeditado
de asesinato en masa a una escala épica acababa de dar el pistoletazo de salida
a una nueva era de terror.
En la actualidad, [la
advertencia de] Wilfred Buirchett está siendo revindicada por los hechos casi a
diario. La criminalidad intrínseca de la bomba atómica ha quedado corroborada
por los Archivos Nacionales de EEUU y por las ulteriores décadas de militarismo
camuflado como democracia. El psicodrama sirio es un ejemplo de ello. Una vez
más somos rehenes de la perspectiva de un terrorismo cuya naturaleza e historia
siguen negando incluso los críticos más liberales. La gran verdad innombrable
es que el enemigo más peligroso de la humanidad está al otro lado del
Atlántico.
La farsa de John Kerry y
las piruetas de Barack Obama son temporales. El acuerdo de
paz ruso sobre armas químicas será tratado al cabo del tiempo
con el desprecio que todos los militaristas reservan para la diplomacia. Con
al-Qaida figurando ahora entre sus aliados y con los golpistas armados por EEUU
sólidamente instalados en El Cairo, EEUU pretende aplastar a los últimos
Estados independientes de Oriente Próximo: primero Siria, luego Irán.
"Esta operación [en Siria]", dijo el exministro de exteriores francés
Roland Dumas en junio, "viene de muy atrás. Fue
preparada, pre-concebida y planeada".
Cuando el público está
"psicológicamente marcado", como describió el reportero del Canal 4
Jonathan Rugman la abrumadora oposición del pueblo británico a un ataque contra
Siria, la supresión de la verdad se convierte en tarea urgente. Sea o no cierto
que Bashar al-Assad o los "rebeldes" utilizaran
gas en los suburbios de Damasco, es EEUU, no Siria, el país del
mundo que utiliza esas terribles armas de forma más prolífica.
En 1970 el Senado informó:
"EEUU ha vertido en Vietnam una cantidad de sustancias químicas tóxicas
(dioxinas) equivalente a 2,7 kilos por cabeza". Aquella fue la denominada Operación
Hades, más tarde rebautizada más amablemente como Operación Ranch Hand,
origen de lo que los médicos vietnamitas denominan "ciclo de catástrofe
fetal". He visto a generaciones enteras de niños afectados por deformaciones
familiares y monstruosas. John Kerry, a cuyo expediente
militar le chorrea la sangre, seguro que los recuerda. También
los he visto en Irak, donde EEUU utilizó uranio empobrecido y fósforo blanco,
igual que hicieron los israelíes en Gaza. Para ellos no hubo las "líneas
rojas" de Obama, ni tampoco psicodrama de enfrentamiento.
El repetitivo y estéril
debate sobre si "nosotros" debemos "tomar medidas" contra
dictadores seleccionados (es decir, si debemos vitorear a EEUU y a sus acólitos
en otra nueva matanza aérea) forma parte de nuestro lavado de cerebro. Richard
Falk, profesor emérito de Derecho Internacional y relator especial de la ONU
sobre Palestina, lo describe como "una pantalla legal/moral unidireccional
con ínfulas de superioridad moral y llena de imágenes positivas sobre los
valores occidentales e imágenes de inocencia amenazada cuyo fin es legitimar una
campaña de violencia política sin restricciones". Esto "está tan
ampliamente aceptado que es prácticamente imposible de cuestionar".
Se trata de la mayor
mentira, parida por "realistas liberales" de la política
anglo-estadounidense y por académicos y medios autoerigidos en gestores de la
crisis mundial más que como causantes de ella. Eliminando el factor humanidad
del estudio de los países y congelando su discurso con una jerga al servicio de
los designios de las potencias occidentales, endosan la etiqueta de
"fallido", "delincuente" o “malvado” a los Estados a los
que luego infringirán su "intervención
humanitaria".
Un ataque contra Siria o
Irán o contra cualquier otro “demonio” estado-unidense se basará en una
variante de moda, la "Responsabilidad
de Proteger", o R2P, cuyo fanático pregonero es el ex
ministro de Relaciones Exteriores australiano Gareth Evans, copresidente
de un "centro mundial"
con base en Nueva York. Evans y sus grupos de presión generosamente financiados
juegan un papel propagandístico vital instando a la "comunidad
internacional" a atacar a países sobre los que "el Consejo de
Seguridad rechaza aprobar alguna propuesta o que rehúsa abordarla en un plazo
razonable".
Lo de Evans viene de lejos.
El personaje ya apareció en mi película de 1994, Death of a
Nation, que reveló la magnitud del genocidio en Timor Oriental.
El risueño hombre de Canberra alza su copa de champán para brindar por su
homólogo indonesio mientras sobrevuelan Timor Oriental en un avión australiano
tras haber firmado un tratado para piratear el petróleo y gas del devastado
país en el que el tirano Suharto asesinó o mató de hambre a un tercio de la
población.
Durante el mandato del
"débil" Obama el militarismo ha crecido quizá como nunca antes.
Aunque no haya ni un solo tanque en el césped de la Casa Blanca, en Washington
se ha producido un golpe de Estado militar. En 2008, mientras sus devotos
liberales se enjuagaban las lágrimas, Obama aceptó en su totalidad el Pentágono
que le legaba su predecesor George Bush, completo con todas sus guerras y
crímenes de guerra. Mientras que la Constitución va siendo reemplazada por un
incipiente Estado policial, los mismos que destruyeron Irak a base de conmoción
y pavor, que convirtieron Afganistán en una pila de escombros y que redujeron
Libia a una pesadilla hobbesiana, esos mismos son los que están ascendiendo en
la administración estadounidense. Detrás de su enmedallada fachada, son más los
antiguos soldados estadounidenses que se están suicidando que los que mueren en
los campos de batalla. El año pasado 6.500
veteranos se quitaron la vida. A colocar más banderas.
El historiador Norman
Pollack llama a esto "liberalfascismo": "En lugar de soldados
marchando al paso de la oca tenemos la aparentemente más inofensiva
militarización total de la cultura. Y en lugar del líder grandilocuente tenemos
a un reformista fallido que trabaja alegremente en la planificación y ejecución
de asesinatos sin dejar de sonreír un instante". Todos los martes, el
"humanitario" Obama supervisa personalmente una red terrorista
mundial de aviones no tripulados que reduce a “papilla” a las personas, a sus
rescatadores y a sus dolientes. En las zonas de confort de Occidente, el primer
líder negro en el país de la esclavitud todavía se siente bien, como si su mera
existencia supusiera un avance social, independientemente del rastro de sangre
que va dejando. Esta obediencia a un símbolo ha destruido prácticamente el
movimiento estadounidense contra la guerra. Esa es la particular hazaña de
Obama.
En Gran Bretaña las
distracciones derivadas de la falsificación de la imagen y la identidad
políticas no han triunfado completamente. La agitación ya ha comenzado, pero las
personas de conciencia deberían darse prisa. Los jueces de Nuremberg fueron
escuetos: "Los ciudadanos
particulares tienen la obligación de violar las leyes nacionales para impedir
que se perpetren crímenes contra la paz y la humanidad". La gente normal de
Siria, y mucha otra más gente, igual que nuestra propia autoestima, no se
merecen menos en estos momentos.
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