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BIOGRAFIA DE ERNESTO LACLAU.- Ernesto Laclau, uno de los más
debatidos teóricos políticos de la actualidad, nació en Buenos Aires en 1936.
Ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras, carrera de Historia, en 1954,
comenzando los primeros estudios universitarios en el último año del peronismo.
Su formación política intelectual se amplía alrededor de las discusiones en el
Centro de Estudiantes, la militancia socialista y el influjo peronista de la
época. En el 55, después de la denominada “Revolución
Libertadora”, conformó el grupo Contorno junto con Eliseo Verón, Sofía Fischer, León Sigal, Jorge Lafforgue en el
marco de un marxismo político. Al mismo tiempo, milita en el Socialismo de
Vanguardia, actividad que abandona cuando el partido adopta de orientación marxista-leninista. Fue ayudante de
Gino Germani y creó, junto con Juan José Romero, la materia Historia
Social en Filosofía y Letras. La primera visión política de su perspectiva
intelectual tendría su espacio de debate en las revistas Izquierda Nacional y Lucha Obrera, periódicos del Partido Socialista
de Izquierda Nacional que el joven Laclau
dirigía a principios del 60. En la década del 70, por una beca en la Universidad
de Oxford con Eric Hobsbawn, viaja a Inglaterra
donde aún reside y desarrolla su obra intelectual. También estableció contacto
con la izquierda inglesa y con la New
Left Review, para la que escribió algunos artículos. En varios de ellos
–también en numerosas entrevistas - afirma que la experiencia política en los
años 60 y las categorías políticas intelectuales básicas de esos años fueron la
base para formular teóricamente una serie de movilizaciones que estaban
teniendo lugar en las sociedades europeas y americanas de esos años y “como los que
siempre vuelven a mi mente como punto de comparación y referencia política”.
En
otra entrevista de la revista norteamericana Strategies, afirma que en las editoriales de Lucha Obrera, la
lucha socialista ya se planteaba en términos de “hegemonización de
las tareas democráticas por parte de la clase obrera”. La experiencia de los 60 en la Argentina es el puntapié inicial de
Laclau para desarrollar el proceso de formación de identidades políticas
nacional-populares que acompañó al peronismo en la Argentina. Este es el punto
de partida recurrente como reflexión
política a partir del cual se explica cómo se van constituyendo las identidades colectivas alrededor de
posiciones diferenciadas y cómo la incorporación de estas posiciones en
identidades político-sociales más globales sigue
formas hegemónicas, sin aparecer determinadas por un criterio de clase.
Ernesto Laclau, filósofo y politólogo de izquierda, argentina y vive en Inglaterra desde 1970.
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En este recorrido, recupera el concepto gramsciano de hegemonía,
pero en el marco del post-estructuralismo de Derrida y por donde también se ven las huellas de Foucault, Lacan y hasta
Wittgenstein. Bajo la influencia de Derrida,
Laclau inicia la deconstrucción del marxismo en Política e ideología en la
teoría marxista (Siglo XXI, México, 1977), profundizado años después en
Hegemonía y estrategia socialista (Siglo XXI, 1985, en colaboración con Chantal Mouffe), recorriendo los temas
centrales de la teoría y la praxis política marxista, tal como éstos se
presentaron desde fines del siglo pasado en adelante. En Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (Nueva
Visión, 1994) va más allá de la deconstrucción para internarse en la
reconstrucción de la idea de sujeto político. En este sentido, la obra de J. Lacan adquiere
para Laclau un relieve nuevo. Aunque hacía muchos años que el
psicoanálisis venía siendo un referente inevitable, en sus últimas obras toma
otra relevancia. Sobre todo al concebir al sujeto al modo lacaniano como sujeto de una falta, cuya incompletud se liga a
la pulsión de lo real y se representa sólo parcial y provisoriamente en un
nombre sobredeterminado por esa falta.
En este sentido, sus textos, definidos en la corriente post-estructuralista, presentan los dilemas de la indecidibilidad del sujeto y de identidad
política, la democracia, la lingüística... y proponen que “entender la
realidad social consiste en entender no lo que es, sino lo que le impide ser”.
Dicha negatividad muestra el carácter contingente de toda objetividad sin “superación dialéctica” ni
“estructuralismos”. Es infructuoso, para Laclau, buscar el sentido objetivo de la historia porque es
necesario deconstruir todo sentido, remitiéndolo a una factibilidad originaria.
Entender históricamente algo es
reconducirlo a las condiciones contingentes de su emergencia. El lugar del
sujeto es el lugar de la dislocación, de la estructura que fracasa en el
proceso de constitución plena. Toda
identidad, en definitiva, es fallida. Su existencia está condenada por la contingencia.
Así
como Laclau discute con sus contemporáneos, no se priva tampoco de hacerlo con pensadores
clásicos, fundamentales de la filosofía y la teoría política. Por ejemplo en
Emancipación y diferencia (Bs. As. Ariel, 1996) que se trata de una
recopilación de los artículos más importantes escritos entre 1990 y 1995, sus interlocutores son Descartes, Hobbes, Maquiavelo, Hegel, Marx,
Nietzsche, Freud, Husserl, Wittgenstein y Heidegger. Misticismo, retórica y
política (FCE, Bs.As., 2000), es un nuevo aporte al análisis de los procesos
discursivos en la política. En julio del
2003 vino a Buenos Aires a presentar su último libro Contingencia, hegemonía, universalidad (FCE), participando en
diversos encuentros que trataron sobre temas como la “Crisis de la
representación en la política y en el arte”, "La política entre la inmanencia y la
articulación”, "Nuevas Reflexiones sobre Ética, Democracia y Populismo”.
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Ernesto Laclau. “No creo que vaya a haber ninguna oleada general
hacia la derecha. Entre otras cosas porque el discurso de la derecha se
estructura en torno del modelo neoliberal del Consenso de Washington y eso es irrecuperable”.
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ENTREVISTA AL FILÓSOFO ERNESTO LACLAU:
“No creo que venga una oleada hacia la
derecha”.
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Laclau considera a Massa como “una figura desvaída” y
descarta que Macri llegue a ser presidente. Dice que el kirchnerismo enfrentará
“una guerra de posición con las fuerzas de la reacción”.
Página /12 martes 17 de septiembre del
2013.
Por Fernando Cibeira.
De
visita en Buenos Aires para dar una serie de charlas y conferencias, el
filósofo Ernesto Laclau advierte antes de comenzar la entrevista con Página/12
que preferiría evitar que el diálogo gire en torno de las recientes PASO y la
campaña política. Explica que, dado que la mayor parte del año vive en Londres,
las cuestiones coyunturales a veces se le escapan un poco y no quiere
equivocarse. Sin embargo, ya avanzada la conversación, considerará a Sergio
Massa “una figura desvaída” y descartará toda posibilidad de que Mauricio Macri
llegue a la presidencia. Respecto del kirchnerismo, dirá que no sabe si podrá
revertir el resultado de las primarias, pero que debe prepararse para “una
guerra de posición con las fuerzas de la reacción”.
–Usted ha desarrollado
la idea del antagonismo como una condición necesaria para la sociedad. ¿Qué
opina de que quienes aparecen como los principales candidatos para alcanzar la
presidencia en 2015, como Sergio Massa o Daniel Scioli, planteen que hay que dejar
los antagonismos y privilegiar el consenso?
–Es una apreciación
fundamentalmente errónea. Afirmar la prioridad ontológica del antagonismo no
significa que uno tenga que estar creando antagonismos todo el tiempo,
significa que hay ciertas divisiones básicas del espacio social que es
importante mantener. Por ejemplo, es importante afirmar la distinción entre la
izquierda y la derecha, eso es uno de los déficit de la política europea
actual. La política europea ha llegado a constituir un discurso único en el
cual los dogmas del neoliberalismo permanecen sin desafíos, algo que ha
involucrado tanto a los sectores liberales conservadores como a los
socialdemócratas.
–¿La gente percibe que
los principales partidos en pugna proponen más o menos lo mismo?
–Exacto, entonces la
gente no se siente representada en el sentido de que tenga la posibilidad de
elegir entre planes alternativos. Ahora, afirmar esto, que esta división es
importante para que el votante se encuentre con opciones claras y definidas, es
muy distinto que andar diciendo que tiene que haber antagonismos todo el
tiempo. No es en absoluto lo que estamos proponiendo.
–¿Entiende que al
ponerse tanto acento en la necesidad de consensos en cierta manera se busca
ocultar los intereses antagónicos que subyacen en la sociedad?
–Creo que sí. Pasando al
caso latinoamericano, pensemos cómo se da el corte respecto del pasado de las
dictaduras. Argentina es el país de América latina en que ese corte se dio de
una manera más radical: los juicios a las Juntas, a los represores, la
afirmación de una política de derechos humanos. El corte fue completo y eso es
fundamental para definir una identidad democrática. En otros ejemplos
latinoamericanos –como Chile– se dio una continuidad completa con el sistema de
la dictadura. Los gobiernos de la Concertación siguieron esa política en casi
todos los planos. De lo que se hablaba allí era de la “reconciliación
nacional”.
–El miércoles pasado se
cumplieron los 40 años del golpe a Salvador Allende y se notó que es una
cuestión que aún no está zanjada dentro de la sociedad chilena.
–Ahora, por primera vez
en Chile, se están dando las condiciones para un corte más radical. El
movimiento estudiantil ha tenido un rol fundamental en este proceso. A partir
de su movilización la sociedad chilena pudo empezar a dar voz a una cantidad de
conflictos latentes que no conseguían ser expresados políticamente. Creo que el
segundo gobierno de Michelle Bachelet
va a ser mucho más hacia la izquierda que el gobierno anterior. Esa discusión
sobre el pasado está volviendo en Chile, es lo que los psicoanalistas llaman el
retorno de lo reprimido. Hoy por primera vez el horror de lo que ocurrió en los
años de Pinochet se está encarando de una manera realista, se está rescatando
una memoria histórica que había sido sepultada.
–Usted dice que en caso
de ganar Bachelet hará un gobierno más de izquierda, sin embargo muchos
analistas anticipan que luego de una oleada de gobiernos progresistas en
América latina ahora vendrá una oleada de derecha, incluso en Argentina.
–No creo que vaya a
haber ninguna oleada general hacia la derecha. Entre otras cosas porque el
discurso de la derecha se estructura en torno del modelo neoliberal del Consenso de Washington y eso es
irrecuperable. Con la crisis que en Argentina comenzó en 2001, los modelos
neoliberales han entrado en crisis. Veo pocas posibilidades de que, incluso si
hay cambios de gobierno y de orientación, puedan volver a ese modelo del
pasado. El menemismo no vuelve a la Argentina y el plan de los “Chicago Boys” no
vuelve a Chile.
–¿Por qué le parece que
a los gobiernos progresistas –o “populistas”, como les dice usted– de la región
les cuesta tanto armar una opción de continuidad?
–El problema de todo
gobierno populista –“populista” en un sentido positivo, populismo significa una
política que interpela a los de abajo frente al poder existente– es que de
pronto frente al nombre de un líder se han aglutinado tantos significantes de
un proceso de cambio que modificarlo a mitad de camino resulta difícil. Las
fuerzas conservadores siempre van a tender a limitar el papel de ese líder
porque van a tratar de diluir el poder político en las instituciones donde, a
través de métodos corporativos, ellas pueden controlar, en el largo plazo, las
decisiones. Siempre en América latina el Poder Ejecutivo ha sido una fuente de
políticas de cambio más radical que el Parlamento.
–Días pasados, Mauricio
Macri habló de la existencia de un “círculo rojo” que aparentemente buscaba
generar una opción de gobierno en la Argentina uniéndolo con Sergio Massa y
otros. Le costó un poco precisar quiénes integraban ese círculo. ¿Usted qué
idea tiene al respecto?
–La realidad de lo que
eso implica está presente en varios discursos. De todos modos, por qué habla de
eso Macri me parece evidente. Macri se siente marginado en su enclave en la
Capital y, para ser una figura nacional, tiene que adosarse a quien tenga
posibilidades. Pero Macri tiene tantas posibilidades de ser presidente de la
Argentina como yo de ser emperador de Japón. Del macrismo no va a surgir nada
en términos de futuro político. El caso de Massa es distinto. La derecha
argentina se da cuenta –y sus órganos representativos como Clarín, La Nación y
otros– de que ellos no pueden tener un gobierno de derecha que sea hegemónico.
Entonces, lo que tratan de buscar es una figura desvaída, que de alguna manera
parezca vagamente centrista, y que sin embargo tenga una base popular lo
suficientemente débil como para que ellos puedan reconstituir corporativamente
su poder.
–¿Por qué considera a
Massa una figura desvaída?
–En primer lugar, porque
se está presentando como alternativa frente a un gobierno nacional popular. Si
hay una izquierda en la Argentina, esa izquierda es el kirchnerismo. Cualquier
forma de presentarse en oposición al kirchnerismo no puede ser más a la
izquierda, siempre va a ser una forma de reconstitución del poder a la derecha.
Hay que pensar en el caso de Pino Solanas. Cuando Pino empezó se presentaba a
la izquierda del kirchnerismo, yo dije entonces que iba a terminar siendo un instrumento
de la derecha. Ahora lo está siendo, haciendo cosas como la alianza con Elisa
Carrió. Hay veces que la ideología explícita de un partido no tiene nada que
ver con su función. En 1945, el Partido Comunista no tenía una ideología de
derecha y funcionó como el punto de confluencia alrededor del cual se
constituyó la Unión Democrática frente al peronismo.
–¿Cómo interpreta que
las cuestiones de seguridad se terminen convirtiendo en el eje de la campaña
electoral?
–Hay ciertos temas que
la oposición a un gobierno popular siempre va a utilizar. Uno de ellos es la
cuestión de la seguridad, el otro es la corrupción. Todos los gobiernos
populares sistemáticamente han sido atacados con acusaciones de corrupción. El
gobierno de Hipólito Yrigoyen fue acusado de corrupción, el gobierno peronista
ni qué hablar. Siempre va a haber algún grado de corrupción en un gobierno, sea
del signo que fuere, pero la magnificación del fenómeno de la corrupción es uno
de los caballitos de batalla de la derecha.
–¿Cree que el Gobierno
puede revertir el resultado de las primarias en octubre?
–Depende
de factores coyunturales que no puedo manejar. Pero una política popular seria
y coherente tiene que pensar que hay una guerra de posición con la fuerzas de
la reacción que no se gana ni se pierde en un día ni en dos. Lo que hay que
conseguir, independientemente de que haya una victoria o una derrota electoral,
es que se vayan afirmando las bases y los puntos desde los cuales una respuesta colectiva en una
segunda oleada vaya a ser posible.
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