Una “Tercera Guerra Mundial”?
en el escenario de una “Nueva Guerra Fría” en un mundo Multipolar
– definitivamente – no tiene las características principales de la “primera” Guerra Fría – 1945-1989 – o la
Primera o Segunda Guerra Mundial, Guerra
Fría, Socialismo-capitalismo. Unión Soviética- Estados Unidos, guerra
ideológico-política. La “nueva Guerra
Fría” que según manifiestan algunos especialistas lleva implícita la “Tercera Guerra Mundial” se producirá?,
será una Guerra Atómica? En un mundo multipolar, es decir multidimensional:
político-militar,
la economía militar y las corporaciones transnacionales creando nuevos
escenarios de guerra: Siria, Ucrania, Palestina, Israel, El Estado Islámico y
la OTAN, y las nuevas alianzas político-militar occidentales. Económico-financiera
(dólar, euro, yuan, (rimimbi), yen, la guerra de divisas; Energética: petróleo, gas, hoy el de
mayor implicancia económico-financiero, social y político; geopolítica, concentra todo lo
anterior en su plena dimensión, entre la crisis estructural Europea, y el
crecimiento macro-económico de los BRICS; guerra geopolítica entre el modelo salvaje del
capitalismo globalizado – en poli-crisis final – y la lucha mundial por una
nueva civilización humana y defensa de la Madre naturaleza; guerra geopolítica
entre el “Nuevo Orden Mundial”
(Occidental-Multilateral, con predominancia europea y norteamericana: en crisis
política) y el surgimiento del “Nuevo Orden Mundial” (ruso-asiático) el Pacto
China-Rusia y los países productores de petróleo). Es Multipolar, el nuevo escenario mundial, frente a una crisis
estructural – multidimensional – de las Instituciones Mundiales. La ONU, concentra toda la crisis. “Nueva Guerra Fría” es Política: entre las viejas estructuras de los partidos y la
política decadente en crisis: corrupción, inseguridad y representación y los nuevos movimientos políticos
anti-globalización y anti-crisis hoy los Movimientos
Sociales Mundializados de Ciudadanos.
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Dr. Boaventura de Sousa Santos expresa: Para
entender lo que está pasando, es necesario tener en cuenta dos hechos: la declinación de Estados Unidos como país hegemónico y el negocio
altamente rentable de la guerra.
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¿UNA TERCERA GUERRA MUNDIAL?.
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Boaventura de
Sousa Santos *
Página
/12 martes 30 de diciembre del 2014.
Todo indica que se está preparando una
tercera guerra mundial, si entendemos por “mundial” una guerra que tiene su
principal teatro de operaciones en Europa y repercute en diferentes partes
del planeta. Es una guerra provocada unilateralmente por los Estados Unidos, con la complicidad activa de Europa. Su blanco principal es Rusia y, en forma indirecta, China. El pretexto es Ucrania. En un raro momento de
consenso entre demócratas y republicanos, el Congreso estadounidense aprobó, el 4 de
diciembre pasado, la Resolución 758, que autoriza al presidente a adoptar
medidas más agresivas para sancionar y aislar a Rusia, a proporcionar armas y otro tipo de
apoyo al gobierno de Ucrania y a fortalecer la presencia militar de EE.UU. en
los países vecinos de Rusia. La escalada de provocaciones a Rusia tiene varios
componentes que, en conjunto, constituyen una segunda
Guerra Fría. A diferencia de
la primera, en ésta Europa es un participante activo, aunque
subordinado a EE.UU., y ahora se asume la posibilidad de una
guerra total y, por lo tanto, nuclear. Varias agencias de seguridad ya están
haciendo planes para el día después de un enfrentamiento nuclear.
La provocación occidental tiene tres componentes: sanciones para debilitar a Rusia,
instalación de un gobierno satélite en Kiev y guerra de propaganda. Primera.- Las sanciones son conocidas. La más insidiosa es la baja del precio del
petróleo, que afecta de manera decisiva las exportaciones rusas, ya que el
petróleo es una de las principales fuentes de financiación del país. El
presupuesto de Rusia para 2015 fue elaborado previendo que el barril de
petróleo iba a costar 100 dólares. La reducción del precio, combinada con otras
sanciones y con la devaluación del rublo, agravará peligrosamente el déficit
presupuestario. Además, esta reducción ocasionará graves problemas en otros
países considerados hostiles (Venezuela, Irán y Ecuador). La reducción del
precio del petróleo es posible gracias al pacto celebrado entre EE.UU. y Arabia
Saudita, a través del cual EE.UU. protege a la familia real (odiada en la
región) a cambio de que se mantenga la economía de los petrodólares (transacciones
mundiales de petróleo en dólares), sin la cual el dólar colapsaría como reserva
internacional y, con él, la economía de EE.UU., el país con la mayor y más
obviamente impagable deuda del mundo.
El segundo componente de la provocación es el
control total del gobierno de Ucrania, para transformar este país en un Estado
satélite. El respetado periodista Robert Parry informa que la nueva ministra de
Finanzas de Ucrania, Natalie Jaresko, es una ex funcionaria del Departamento de
Estado, una ciudadana estadounidense que obtuvo la nacionalidad ucraniana días
antes de asumir el cargo. Hasta ahora presidió varias empresas financiadas por
el gobierno norteamericano, creadas para trabajar en Ucrania. Ahora se entiende
mejor la explosión, en febrero pasado, de la secretaria de Estado
norteamericana para Asuntos Europeos, Victoria Nulland: “A la mierda la Unión
Europea”. Lo que quería decir era: “¡Maldición! Ucrania es nuestra. Pagamos
para eso”. El tercer componente es la guerra de propaganda. Los grandes medios
de comunicación y sus periodistas están siendo presionados para difundir todo
lo que legitime la provocación occidental y para ocultar todo lo que la ponga
en cuestión. Los mismos periodistas que, después de mantener reuniones en
Washington y en las embajadas de Estados Unidos, llenaban las páginas de los
diarios con la mentira de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein,
ahora las llenan con la mentira de la agresión de Rusia contra Ucrania.
Pido a los lectores que imaginen el escándalo
mediático que estallaría si se supiera que el presidente de Siria nombró
ministro a un iraní al que días antes había concedido la nacionalidad siria. O
que comparen el modo en que se informó sobre las protestas en Kiev en febrero pasado y sobre las
protestas en Hong Kong en las últimas semanas. O que evalúen la relevancia que
se le dio a la declaración de Henry
Kissinger, para quien es
temerario que se esté provocando a Rusia. Otro gran periodista, John Pilger,
dijo recientemente que si los periodistas hubiesen resistido la guerra de
propaganda, quizá se podría haber evitado la guerra de Irak, en la que ya
murieron 1.455.590 iraquíes y 4801 soldados estadounidenses. ¿Cuántos
ucranianos morirán en la guerra que se está preparando? ¿Y cuántos no
ucranianos?
¿Estamos en democracia cuando el 67 por ciento de los estadounidenses está en
contra de la entrega de armas a Ucrania y el 98
por ciento de sus
representantes votó a favor? ¿Estamos en democracia cuando los países europeos
en la OTAN son conducidos, a espaldas de los ciudadanos, hacia una guerra
contra Rusia en beneficio de los Estados Unidos? ¿O cuando el Parlamento
europeo sigue con sus cómodas rutinas mientras están preparando al continente
para ser el próximo teatro de guerra y a Ucrania, la próxima Libia?
Las razones de la locura .
Para entender lo que está pasando, es
necesario tener en cuenta dos hechos: la
declinación de Estados Unidos como país hegemónico y el negocio altamente
rentable de la guerra. La declinación del poder económico-financiero de EE.UU.
es cada vez más evidente. Después del 11 de septiembre de 2001, la CIA financió el llamado Proyecto Profecía, diseñado para prever posibles nuevos
ataques contra EE.UU. a partir de movimientos financieros extraños y de gran
envergadura. Con diferentes formas, ese proyecto ha continuado y uno de sus
participantes prevé un próximo crash del sistema financiero a partir de las
siguientes señales: Rusia y
China, los mayores acreedores
de EE.UU., han estado vendiendo los títulos del Tesoro estadounidense y, en
cambio, han estado comprando enormes cantidades de oro; extrañamente, esos títulos vienen
siendo adquiridos en grandes cantidades por misteriosos inversores belgas, y muy por encima de la capacidad de
este pequeño país; tanto Rusia
como China están utilizando
cada vez más sus monedas y no los petrodólares en las
transacciones de petróleo (todos recuerdan que Saddam y Khadafi intentaron
utilizar el euro y el precio que pagaron por esa
osadía); finalmente, el FMI se prepara para que el dólar deje de
ser, en los próximos años, la moneda de reserva y sea sustituido por una moneda
global, los SDR (derechos especiales de giro, por su
sigla en inglés). Para los creadores del Proyecto Profecía, todo esto indica
que un ataque contra EE.UU. está cerca y que, para defenderse, los
norteamericanos deben mantener los petrodólares a toda costa, asegurándose un
acceso privilegiado al petróleo y al gas, deben contener a China y debilitar a
Rusia, para lo que lo ideal
sería provocar su desintegración, al estilo de Yugoslavia. Curiosamente, los “expertos” que ven
en la venta de deuda una actitud hostil por parte de potencias agresoras son
los mismos que aconsejan a los inversores estadounidenses proceder de la misma
manera, es decir, deshacerse de los títulos públicos, comprar oro e invertir
en bienes sin los cuales los
seres humanos no pueden vivir: tierra,
agua, alimentos, recursos naturales, energía.
Transformar las obvias señales de declinación
en previsiones de agresión busca justificar a la
guerra como medio de defensa.
Hoy la guerra es altamente rentable debido a la superioridad de EE.UU. en la conducción bélica, el suministro
de equipamiento y los trabajos de reconstrucción. Y la verdad es que, como
escribió Howard Zinn, EE.UU. ha estado constantemente en guerra
desde su fundación. Además, a diferencia de Europa, la guerra nunca se libra en suelo
estadounidense, salvo, claro, que se trate de una guerra nuclear. El 14 de
octubre pasado, The New York
Times difundió un informe de
la CIA sobre el suministro clandestino e
ilegal de armas y el financiamiento bélico en los últimos 67 años en muchos
países, entre ellos Cuba,
Angola y Nicaragua. Noam Chomsky dijo
que ese documento sólo podía tener el siguiente título: “Sí, nos declaramos como el Estado
terrorista más importante del mundo. Estamos orgullosos de eso”.
Un país en declive tiende a volverse caótico
y errático en su política internacional. Immanuel
Wallerstein dice que los
EE.UU. se transformaron en un cañón
descontrolado, un poder cuyas
acciones son imprevisibles, incontrolables y peligrosas para sí mismos y para
los demás. La consecuencia más dramática es que esta irracionalidad repercute y
se intensifica en la política de sus aliados. Al dejarse envolver en esta nueva Guerra Fría, Europa no sólo actúa contra sus propios
intereses económicos, sino que pierde la relativa autonomía que había logrado
construir en el plano internacional después de 1945. Europa tiene todo el interés en seguir
intensificando sus relaciones comerciales con Rusia y en contarla como proveedora de
petróleo y gas. Las sanciones contra Rusia pueden llegar a afectar más a Europa
que a Rusia. Al alinearse con el militarismo de la OTAN, donde EE.UU. tiene total preponderancia, Europa
pone su economía al servicio de la política geoestratégica norteamericana, se
vuelve energéticamente más dependiente de EE.UU. y sus estados satélites, y
pierde la oportunidad de ampliarse con la entrada de Turquía en la Unión Europea. Y lo más grave es que esta
irracionalidad no es un mero error de evaluación sobre los intereses de los
europeos. Es muy probablemente un acto de sabotaje por parte de las élites
neoconservadoras europeas para volver a Europa más dependiente de EE.UU., tanto en el
plano energético y económico como en el plano militar. Por eso, la
profundización de la participación en la OTAN y el tratado de libre comercio entre
la Unión Europea y EE.UU. (la Asociación Transatlántica para el
Comercio y la Inversión) son las dos caras de la misma moneda.
Puede argumentarse que la nueva Guerra fría, tal como la anterior, no desembocará
en un enfrentamiento total. Pero no olvidemos que, cuando comenzó, la Primera Guerra Mundial fue considerada una escaramuza que no
duraría más que unos pocos meses. Duró cuatro años y costó entre 9 y 15 millones de muertes.
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* Doctor en Sociología del Derecho.
Traducción: Javier Lorca.
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