El movimiento de los no alineados dio contenido
diplomático, dentro de las Naciones Unidas, a sus
líneas de acción. Bajo influencia latinoamericana
se crea la United Nations Conference on Trade and Development -UNCTAD. Surgen
también expresiones radicales de la lucha política revolucionaria, como la organización Trilateral, que se crea en
La Habana, en 1973. La
emergencia de gobiernos como el de Velasco Alvarado en Perú, Juan José Torres
en Bolivia, Omar Torrijos en Panamá, Salvador Allende en Chile, y el regreso de
Perón en Argentina, conducen a iniciativas estatales que se expresan en
la transformación de la ALALC en ALADI
(Asociación Latinoamericana de Integración). Se crea también el Sistema Económica Latinoamericano y del
Caribe (SELA) en 1975, destinado al estudio de la integración regional y a
la formulación de sus políticas. Sin embargo, la organización interestatal más
fuerte se crea en 1960 con la Organización
de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En este mismo momento, la
votación de la “Carta de Derechos y
Deberes Económicos de los Estados", en 1972, promovida por el
presidente mexicano Luis Echeverría,
consagra los principios del no-alineamiento en las Naciones Unidas.
Son varias las iniciativas internacionales que
forman parte de esta ofensiva del tercer mundo, que tiene en la victoria de la
revolución vietnamita y la liberación
de Laos y Camboya una epopeya de la lucha antiimperialista mundial. La
respuesta del centro imperial a esta ofensiva se empieza a articular en torno a
la formación de la Comisión Trilateral
(Trilateral Commission) en 1973, que reúne Estados Unidos, Europa y Japón en una estrategia de recuperación de
poder mundial. Esta estrategia alcanzará sus resultados en la década de 1980, durante los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y se
expresa en el establecimiento de la hegemonía del pensamiento único que logra,
incluso, transformar
el Glasnost y la Perestroika, iniciadas por los soviéticos, en la
disolución de la Unión Soviética.
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LA UNIDAD LATINOAMERICANA COMO PROYECTO HISTÓRICO.
*****
Mónica Bruckmann.
ALAI América latina en Movimiento.
A Latina miércoles 24 de diciembre del 2014.
La coyuntura
latinoamericana contemporánea está marcada por grandes avances en los proyectos
y procesos de integración regional. Nunca antes en la historia, la región
tuvo una densidad diplomática tan dinámica y un conjunto tan amplio y diverso
de mecanismos de intercambio y acción política conjunta. A la dinámica
compleja de integración de las naciones, acompaña también la integración de los
pueblos y de los movimientos populares, con un creciente poder de presión
social y participación en la elaboración de políticas públicas que reflejan la
afirmación del movimiento democrático. En este contexto, un principio que
adquiere cada vez mayor centralidad es de la soberanía, como la capacidad de
autodeterminación de los Estados, de las naciones, de los pueblos y de las
comunidades.
El debate actual en torno a
la integración regional y sus perspectivas tiene fuertes antecedentes que
muestran la profundidad de la unidad latinoamericana como proyecto
histórico. Sin detenernos en un desarrollo más extenso de estos
antecedentes, buscamos presentar algunos ejemplos de lo que constituyen las
bases doctrinarias del actual proceso de integración regional. Este
enfoque muestra, sobre todo, los límites de un intento de convertir este
proceso de integración en un simple intercambio comercial.
Integración regional y proyecto estratégico.
La geopolítica de la
integración regional latinoamericana está profundamente impactada por una
disputa de intereses entre el proyecto hegemónico de Estados Unidos, expresado
en una estrategia compleja de dominación y apropiación de recursos naturales
considerados “vitales”, lo que convierte el acceso a estos recursos, que se
encuentran fundamentalmente fuera del territorio continental y de ultramar de
Estados Unidos, en un asunto de “seguridad nacional” para este
país. Por otro lado, se desarrollan procesos de integración
regional herederos de las luchas continentales por la independencia durante el
siglo XIX, que encuentran en la renovación del bolivarianismo un proyecto de
afirmación soberana que ha avanzado y se ha profundizado durante los últimos
años.
Sin embargo, el
fortalecimiento de la integración regional exige una nueva visión estratégica
elaborada a partir de una amplia discusión sobre la dinámica y las tendencias
del sistema mundial, la emergencia de nuevas potencias a nivel global, el
desarrollo de una visión geopolítica que articule los intereses en juego y la
conformación de nuevas territorialidades a partir de una amplio movimiento
social de “abajo hacia arriba”. Este momento de elaboración del
pensamiento regional tiene como desafíos la construcción de una estrategia de
reapropiación social de los recursos naturales y de su gestión económica y
científica, lo que exige una rediscusión profunda de la propia noción de
desarrollo, del concepto mismo de soberanía y de la posición de América Latina
en la geopolítica mundial.
El análisis de las diversas
dimensiones que implica la disputa global por los recursos naturales
considerados estratégicos, requiere un balance de la historia mundial reciente
que tiene en la emergencia de China en el sistema mundial, un aspecto
fundamental. La nueva centralidad de China en la economía y política
mundial nos conduce a destacar la importancia del enfoque de larga duración
(desde la perspectiva Braudeliana) y de los procesos civilizatorios en la construcción
de los instrumentos teórico-metodológicos para el análisis de la coyuntura. En
este contexto, y desde un enfoque que se esfuerza en capturar la complejidad
del mundo contemporáneo, la cuestión estratégica trasciende ampliamente el
marco de la política de seguridad y de la defensa nacional, para insertase en
el análisis de los procesos históricos de larga duración y de la dimensión
civilizatoria de las visiones estratégicas.
América Latina tiene, en
relación a China, una oportunidad histórica de desarrollar una cooperación
estratégica de largo plazo, orientada a romper la relación de dependencia que
marcó su inserción en el sistema mundial. Cabe a la región aprovechar esta
oportunidad o reproducir la lógica de la dependencia y la dinámica de exportación
de materias primas de bajo valor agregado, que tiene como base la lógica del
llamado extractivismo, que ajeno a cualquier proyecto nacional, restringe
nuestro horizonte económico a los intereses de las economías centrales y de las
empresas transnacionales que se constituyen en agentes económicos de estos
intereses.
De la hegemonía unipolar a la hegemonía compartida.
Durante la última década,
el debate teórico y político estuvo profundamente marcado por la crisis de la
hegemonía unipolar y por la configuración de un espacio global con hegemonía
compartida, o multipolar. La creciente importancia económica y política de
las potencias emergentes, los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y,
recientemente, Sudáfrica), colocan elementos nuevos para pensar la dinámica
económica y política de un mundo multipolar, donde los procesos y proyectos de
integración regional se conviertan en mecanismos necesarios para la
compartimentación del poder mundial y regional y para el fortalecimiento de los
proyectos de desarrollo desde y para el Sur.
La colaboración sur-sur
encuentra su inspiración más profunda en la afirmación de la lucha anticolonial
del tercer mundo y en el surgimiento de los países no alineados. La
Conferencia de Bandung, celebrada en abril de 1955, significó uno de los
momentos más importantes de este proceso. Esta reunión, en la que
participaron 23 países asiáticos y 5 africanos, se sustentó en los principios
de la lucha anti-colonial y antiimperialista, elaborando un amplio llamado de
autodeterminación y desarrollo de los pueblos basado en la solidaridad y
cooperación económica y cultural y buscando crear un espacio político
independiente en relación a los bloques militares y la confrontación entre
Estados Unidos y la Unión Soviética durante el periodo de la Guerra
Fría. El foco principal estaba puesto en las luchas nacionales por la
independencia, la erradicación de la pobreza y el desarrollo económico, a
través de organizaciones regionales y políticas económicas de cooperación entre
los países del tercer mundo.
El espíritu de Bandung
permitió crear un amplio consenso entre los principales líderes y los pueblos de
Asia, África y América Latina en relación a la afirmación de la paz y los
principios de coexistencia pacífica, en un momento en que el mundo vivía una
situación de extrema tensión y amenaza de guerra: la invasión a Guatemala
organizada por Estados Unidos para derrocar al presidente Jacobo Árbenz, el
desplazamiento de la Séptima Flota de Estados Unidos hacia el mar de China, la
sustitución de las tropas francesas por estadounidenses en la región sur de
Vietnam, después de la derrota francesa en Dien Bien Phu en 1954 y la guerra de
Corea (1950-1953).
Los cinco principios de
coexistencia pacífica, propuestos por el primer Ministro chino Chou En-lai y
ratificados por el Premier hindú Jawaharlal Neru en 1954: no agresión, no
intervención en los asuntos internos de otros Estados, igualdad y ventajas
mutuas y coexistencia pacífica, fueron asumidos por la Conferencia de Bandung
como parte de los diez principios generales, que incluían:
- El respeto a los derechos fundamentales
de acuerdo a la Carta de la ONU de 1948;
- Respeto a la soberanía y la integridad
territorial de todas las naciones;
- Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y naciones,
sin importar el tamaño;
- No intervención y no
injerencia en los asuntos internos de otros países;
- Respeto a los derechos de cada nación a defenderse,
individual o colectivamente de acuerdo a la Carta de la ONU;
- Rechazo a participar de los preparativos de defensa
destinados a servir a los intereses particulares de las superpotencias;
- Abstención de todo acto o amenaza de agresión o empleo de
fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de otros
países;
- Solución pacífica de los conflictos internacionales, de
acuerdo a la Carta de la ONU;
- Estímulo a los intereses mutuos de
cooperación;
- Respeto a la justicia y obligaciones
internacionales.
El movimiento de los no
alineados dio contenido diplomático, dentro de las Naciones Unidas, a sus
líneas de acción. Bajo influencia latinoamericana
se crea la United Nations Conference on Trade and Development -UNCTAD. Surgen también expresiones radicales de la lucha política
revolucionaria, como la organización Trilateral, que se crea en La Habana, en
1973. La emergencia de gobiernos como el de Velasco Alvarado en Perú, Juan
José Torres en Bolivia, Omar Torrijos en Panamá, Salvador Allende en Chile, y
el regreso de Perón en Argentina, conducen a iniciativas estatales que se
expresan en la transformación de la ALALC en ALADI (Asociación Latinoamericana
de Integración). Se crea también el Sistema Económica Latinoamericano y del
Caribe (SELA) en 1975, destinado al estudio de la integración regional y a la
formulación de sus políticas. Sin embargo, la organización interestatal más
fuerte se crea en 1960 con la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP). En este mismo momento, la votación de la “Carta de Derechos y
Deberes Económicos de los Estados", en 1972, promovida por el presidente
mexicano Luis Echeverría, consagra los principios del no-alineamiento en las
Naciones Unidas.
Son varias las iniciativas
internacionales que forman parte de esta ofensiva del tercer mundo, que tiene
en la victoria de la revolución vietnamita y la liberación de Laos y Camboya
una epopeya de la lucha antiimperialista mundial. La respuesta del centro
imperial a esta ofensiva se empieza a articular en torno a la formación de la
Comisión Trilateral (Trilateral Commission) en 1973, que reúne Estados
Unidos, Europa y Japón en una estrategia de recuperación de poder mundial. Esta
estrategia alcanzará sus resultados en la década de 1980, durante los gobiernos
de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y se expresa en el establecimiento de la
hegemonía del pensamiento único que logra, incluso, transformar el Glasnost
y la Perestroika, iniciadas por los soviéticos, en la disolución de la
Unión Soviética.
Durante la década de 1990
se inician fuertes movimientos de reestructuración de la ofensiva de los
gobiernos y movimientos del tercer mundo, que tiene en el éxito económico de
China e India y, en parte, de Brasil a inicios del siglo XXI, una búsqueda de
formas institucionales que expresan esta nueva situación.
Si en la década de 1970 se
creó el Grupo de los 7 principales países desarrollados, en la década del 2000,
además de la incorporación de Rusia, se incluyen también varios países
emergentes conformando el grupo de los 20. Se consagra así el principio de
la hegemonía compartida como sucesor de los desastres causados por la política
del unilateralismo que se impuso con el gobierno de Bush hijo[1].
El legado histórico de las
luchas del tercer mundo se revela de gran utilidad para una estrategia de
afirmación de un sistema multipolar y para orientar, desde el punto de vista
estratégico, el proceso de integración latinoamericana y su impacto en la geopolítica
mundial contemporánea.
América Latina y la construcción de la unidad
continental.
En este mismo momento
América Latina vive un proceso a través del cual la diplomacia regional
adquiere una densidad hasta entonces desconocida. Un conjunto de nuevas
articulaciones se traducen en instituciones subregionales, regionales y
continentales, que transforman el proceso de integración en una compleja
realidad que involucra a jefes de Estado, ministerios de relaciones exteriores
y varias otras agencias nacionales, lo que al mismo tiempo, está acompañado de
un proceso de integración de los pueblos y de los movimientos sociales,
incluyendo los sindicatos y los movimientos campesinos y estudiantiles que ya
tenían una cierta tradición de integración regional.
En el plano de las ciencias
sociales, se desarrolló un proceso creciente de integración regional con nuevas
instituciones de estudio, universidades y redes académicas que permiten avanzar
hacia el estudio de la problemática regional, fortaleciendo una visión de
conjunto. Tal vez algunos de los ejemplos más notables de este proceso sea
el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), cuya primera sesión
se realizó en Lima, en 1968; o la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO), que se crea en 1954, en Chile, y luego se amplía hacia
Argentina, México, Brasil, Ecuador y América Central.
En el ámbito de la
investigación se crearon, después de la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL), el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), en Chile
(1957); la Escolatina, en el área de economía (Chile); el Instituto
Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES); la Maestría
Latinoamericana de Administración Pública de la Fundación Getulio Vargas, en
Brasil; el Consejo Superior Universitario Centro Americano (CSUCA), que
coordina las universidades de esta sub-región; la Coordinación de Universidades
del Cono Sur y, más recientemente, el Foro Universitario del Mercosur (FOMERCO)
y la Universidad de Integración Latinoamericana (UNILA), con sede en la ciudad
de triple frontera, Foz de Iguaçú (Brasil). Entre las varias asociaciones
profesionales que se constituyeron a lo largo de las últimas décadas se
destacan la Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe (AEALC) y
la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Esto muestra que se están
creando condiciones para una integración de largo plazo a través de una red de
instituciones que permitan la cooperación y el intercambio en diversas áreas
del conocimiento.
Un balance histórico
mínimamente informado muestra la creciente densidad de la integración regional,
al contrario de lo que sostienen los defensores del panamericanismo, que
descalifican sistemáticamente los avances de este proceso.
Los parlamentos
latinoamericanos del Mercosur, de la Comunidad Andina, del Pacto Amazónico, son
también mecanismos de ampliación del proceso de integración. Este marco
institucional creciente abre camino para el debate sobre una estrategia común
sudamericana y latinoamericana, con posibilidades de convertirse en políticas
concretas. El fortalecimiento del Mercosur y la posterior creación de la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA); el creciente
impacto subregional de la Comunidad y Mercado Común del Caribe, que actualmente
lleva el nombre de Comunidad del Caribe- Caricom y más recientemente, la
creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de
Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), son expresión de la creciente
densidad y dinamismo de la integración regional, al contrario de lo que
sostiene los defensores del panamericanismo, que descalifican sistemáticamente
los avances de este proceso y que persisten en sus intentos de desestabilizar y
debilitar un proyecto histórico de unidad de los pueblos de la región que se revela, en última
instancia, como un proyecto histórico da larga duración.
*****
- Monica Bruckmann es Doctora en ciencia política, profesora del Departamento de Ciencia
Política de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil. Directora de
Investigación de la Cátedra UNESCO sobre Economía Global y Desarrollo
Sustentable –REGGEN. Integrante del Consejo de ALAI.
Este texto es parte de la
Revista América Latina en Movimiento, No.500 de diciembre de 2014, que trata
sobre el tema "América Latina: Cuestiones de fondo.
[1] Véase SANTOS, Theotonio. The future of geopolitical
alignments. En: The Ritsumeikan
Journal of International Relations, Kyoto, Vol 4, N°3, marzo de 1992, p.
1-32. y Unipolaridad ou hegemonia compartilhada, En: Os impasses da
globalização: Hegemonia e contra-hegemonia (Vol. 1), Loyola: São Pulo,
2003, p. 46-106.
*****
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